Desde que he comenzado el estudio de las enseñanzas Rosacruces y estoy tratando de vivir una vida mejor, parece como si la adversidad se amontonase sobre mí en una forma que yo nunca había experimentado antes, y como si aquellos que están más cercanos a mí por parentesco fuesen los que más particularmente me probaran. Algunas veces siento como si estuviese progresando, y otras veces me parece que la vida es un fracaso. ¿Cuál es el real estado, y cual es la razón para estas pruebas?
Respuesta: Cuando un buque marcha a la deriva río abajo con la marea, las máquinas funcionan sin esfuerzo aparente, y eso produce gran impulso. De modo semejante, cuando un automóvil va cuesta abajo la máquina puede acarrear la carga sin esfuerzo y se avanza mucho.
Pero cuando el buque debe avanzar contra la marea y abrirse paso contra la corriente, o cuando un auto debe subir una cuesta, ello significa considerable gasto de esfuerzo, y el progreso no es tan rápido. Hay obstáculos que vencer. Hasta la más pequeña roca se siente, etcétera.
Sucede lo mismo con el Espíritu. Mientras navegamos a favor de la corriente de la vida y vamos con la marea de la humanidad, todo parece ir como sobre ruedas, y no nos encontramos con ninguna adversidad. Sin embargo, en el momento en que nos salimos de la corriente, y nos esforzamos por seguir el sendero hacia la vida superior, encontramos la fricción con el tipo general de humanidad, y por supuesto los mismos que están más cercanos a nosotros naturalmente serán los individuos contra los cuales la fricción es más grande. Así es que éstos parecen ser la oposición, retardando nuestro progreso en toda ocasión posible. Parecen esforzarse por todos los medios para obstruir nuestro sendero, y sentimos esto muy agudamente porque pensamos que aquellos que están más cercanos a nosotros y que son mas queridos, deberían ser los que apreciasen nuestros esfuerzos, y estimularnos a seguir adelante.
No es así, sin embargo. No debemos esperar tal cosa de ellos. Ellos nadan con la corriente.
Nosotros vamos contra ella, y la fricción es tan absolutamente necesaria como la fricción del agua contra el buque que marcha río arriba contra la corriente.
Cuando usted ha caminado por la playa, ha notado cuán redondas y lisas, sí, y aun pulidas se han hecho las piedras allí, por la constante trituración -por la fricción contra las otras piedras-.
Por edades y edades todas las ásperas puntas han sido limadas, y tienen esa bella superficie que es tan peculiar de todas las piedras de la playa. Podemos comparar estas piedras con la humanidad en general. Por la fricción de una con otra por edades y edades, las peores aristas serán limadas y por fin nos redondearemos, alisaremos y puliremos y seremos tan hermosos como las piedras de la playa. Pero tomemos un diamante en bruto, al cual no se le permite alcanzar su brillo por el lento proceso ordinario, como la piedra de la playa. El lapidario la toma en sus manos y la desgasta, y hay un ruido como el chillido cada vez que la piedra es puesta en la rueda.
Sin embargo, cada vez que un quejido de dolor sale de ella, es limada una parte áspera de la superficie, y en su lugar aparece una faceta brillante y pulida. Así pasa con el Ego que aspira a cosas más altas. Dios es allí el lapidario, que pule las piedras, y no es agradable que la parte áspera nos sea quitada, cuando somos prensados contra la piedra pulidora de la aflicción y la calamidad. No obstante, de ella saldremos todos brillantes y lucientes como diamantes. Que no se aflija su corazón, por lo tanto, porque las tristezas y tribulaciones que ahora obstruyen su camino no son sino la pulimentación que el lapidario nos hace contra la piedra. Usted puede estar seguro de que cualquiera que sea el presente sentimiento, el resultado será bueno, porque Dios es Amor. Aunque El aplique las más severas medidas al presente, en el futuro usted será brillante y resplandeciente
del libro "Filosofía Rosacruz en Preguntas y Respuestas"
Tomo Segundo, de Max Heindel
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