viernes, 15 de diciembre de 2017

El simbolismo del Huevo



EL SÍMBOLO DEL HUEVO

Y cuando esto corruptible fuere vestido de incorrupción, y
esto mortal fuere vestido de inmortalidad, entonces se
cumplirá la palabra que está escrita: “Sorbida es la muerte
con victoria”.
(I Cor., 15:54)

Los oscuros y tristes días de invierno han pasado. La Madre Naturaleza está quitando el frío, nevoso recubrimiento de la tierra y los miles y millones de semillas resguardadas en la blanda tierra, están reventando su corteza y revistiendo la tierra en ropajes estivales; una explosión de alegres y gloriosos colores, preparando la alcoba nupcial para el apareo de aves y de bestias.

En la presente estación la mente del mundo civilizado está dirigida hacia la fiesta que llamamos Pascua, conmemorando la muerte y resurrección del individuo cuya historia está escrita en los Evangelios, el noble ser conocido por el mundo con el nombre de Jesús. Pero el cristiano místico toma un parecer más profundo y de mayor alcance del evento Cósmico en su recurrencia anual. Para él hay una impregnación anual de la tierra por la Cósmica Vida Crística, una inhalación que tiene lugar durante los meses de otoño y culmina en el Solsticio invernal cuando nosotros celebramos Navidad y una exhalación que encuentra su conclusión en la época de Pascua.

El drama Cósmico de la Vida y de la Muerte es representado anualmente entre todas las criaturas evolucionantes y las cosas, desde lo más alto hasta lo más bajo, pues aun el grande y sublime Cristo Cósmico en Su compasión está sujeto a la muerte, por entrar en las estrechas condiciones de nuestra tierra durante una parte del año. Puede, por lo tanto ser apropiado traer a la mente, unas cuantas ideas referentes a la muerte y renacimiento que a veces estamos propensos a olvidar.

Entre los símbolos Cósmicos que nos han sido entregados desde la antigüedad, ninguno es más conocido que el símbolo del huevo. Se encuentra en todas las religiones.

Lo encontramos en los “Elder Eddas” de los escandinavos, mohoso en años; que cuenta del huevo mundano, enfriado por las heladas ráfagas de Niebelhein, pero calentado por el aliento fogoso de Muspelhein hasta que los diversos mundos y el hombre habían sido creados. Si nos dirigimos al asoleado Sur encontramos a los Vedas de la India con la misma historia en la Kalahansa: el Cisne en el tiempo y el espacio, que puso el huevo que finalmente se hizo mundo. Entre los egipcios encontramos al globo alado y a la serpiente ovípara simbolizando la sabiduría manifestada en éste nuestro mundo. Luego los griegos tomaron este símbolo y lo veneraron en sus Misterios. Fue conservado por los Druidas; fue conocido por los constructores del gran montículo de la serpiente en Ohio (U.S.A.); y ha mantenido su lugar en la simbología sagrada aún hasta el día de hoy; aunque la gran mayoría están ciegos al “Misterium Magnum” que oculta y revela el misterio de la Vida.

Cuando rompemos la cáscara de un huevo encontramos adentro, solamente los fluidos viscosos de variados colores y distintas consistencias. Pero colocado a la necesaria temperatura, tiene lugar una serie de cambios y en poco tiempo una criatura viviente rompe la cáscara y sale de adentro, listo para tomar su lugar entre sus congéneres. Es posible para los magos de laboratorio, duplicar las sustancias en el huevo; pueden ser encerrados en una cáscara y una perfecta réplica, según todas las pruebas lo estimen, puede ser hecha del huevo natural. Pero en un punto difiere del huevo natural, en que ninguna criatura viviente puede ser empollada del producto artificial. Por lo tanto es evidente que algo ciertamente intangible debe estar presente en el primero y ausente en el segundo.

Este misterio de las edades que produce el ser viviente es lo que llamamos Vida.

Viendo que no puede ser reconocido entre los elementos del huevo, aún por medio del microscopio más potente –aunque debe estar allí para realizar los cambios que notamos– por lo tanto debe poder existir independientemente de la materia. De ahí que nos enseñen, por el sagrado símbolo del huevo, que aunque la Vida es capaz de modelar la materia, no depende de ella para su existencia. Es autoexistente y no teniendo comienzo, no puede tener fin. Esto está simbolizado por la forma ovoide del huevo.

Cuando tengamos el verdadero conocimiento transmitido por el huevo simbólico, de que la Vida es eterna, sin comienzo y sin fin, nos permitirá darnos cuenta que aquellos que están siendo retirados de la existencia física, están pasando solamente a través de un viaje cíclico, similar a la de la Vida del Cristo Cósmico que penetra en la tierra en el otoño y la abandona en Pascua. Así vemos cómo la gran Ley de analogía trabaja en todas las fases y bajo todas las circunstancias de la vida. Lo que sucede en el gran mundo al Cristo Cósmico, sucederá también en las vidas de aquellos que son Cristos en formación.

Debemos darnos cuenta que la muerte es una necesidad Cósmica bajo la presente circunstancia, pues si estuviéramos aprisionados en un cuerpo del tipo que actualmente usamos y colocados en un ambiente tal como tenemos hoy, para vivir allí para siempre; las enfermedades del cuerpo y la poca satisfactoria naturaleza del ambiente, muy pronto nos cansarían de la vida y clamaríamos para ser liberados.

Trabaría todo progreso y haría imposible que evolucionáramos a mayores alturas, tales como podríamos evolucionar para reencarnar en nuevos vehículos y lograr nuevos horizontes que nos proporcionen nuevas posibilidades de crecimiento. De modo que podemos dar gracias a Dios, que siempre que el nacimiento en un cuerpo concreto es necesario para nuestro mayor desarrollo, la liberación por la muerte ha sido provista para liberarnos del instrumento superado, mientras que la resurrección y un nuevo nacimiento bajo los sonrientes cielos de un nuevo ambiente proveen otra oportunidad para comenzar la vida con una hoja en limpio, y aprender las lecciones que fallamos en comprender antes. Por este método algún día nos haremos tan perfectos como lo es el Cristo Resucitado. Él lo ordenó y Él nos ayudará a obtenerlo.

del libro Temas Rosacruces UNO
publicado por Estudiantes de la Fraternidad Rosacruz de Max Heindel


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jueves, 14 de diciembre de 2017

La esclusa de elevación



LA ESCLUSA DE LA ELEVACIÓN

¿Ha visto el lector alguna vez a los buques cómo marchan por un canal y son elevados de un nivel a otro? Es un proceso muy interesante e instructivo.
Primeramente, el barco pasa a una esclusa donde el nivel del agua es el mismo que aquel de la parte del mar o río en que momentos antes navegaba. Entonces las compuertas de la esclusa se cierran y el buque se ve aislado del mundo externo por las altas paredes del encierro. No puede volver al río de la parte exterior; aún la luz está amortiguada a su alrededor; pero arriba las nubes movibles o el brillo del sol, nos indican su presencia dándonos tranquilidad. El buque tampoco puede elevarse sin auxilio y la ley de gravedad imposibilita al agua, en aquella parte del canal o río, que previamente había surcado el barco, el elevarse a un nivel superior, de aquí que no podamos esperar auxilio por este lado.
También hay compuertas en la parte superior de la esclusa las cuales impiden que las aguas de los niveles superiores puedan inundar las esclusas inferiores, pues de este modo estas aguas se desbordarían en un momento y engullirían el buque que permanece en el nivel inferior, obedeciendo o conformándose a la misma ley de la gravedad. Sin embargo, es desde arriba de donde debe venir la fuerza si el buque debe subir a un nivel superior del río y, para hacer esto con seguridad de éxito, se envía un chorro muy pequeño hacia el fondo de la esclusa, con lo cual se sube al barco, muy lentamente y gradualmente pero con seguridad, hasta el nivel superior inmediato. Cuando este nivel se ha alcanzado, las puertas superiores pueden abrirse sin peligro para la nave y ésta puede surcar adelante sobre el seno expansivo del superior camino acuático. Entonces la esclusa se vacía lentamente y el agua que ella contenía se vierte a la otra parte por el nivel inferior, el cual se eleva igualmente como consecuencia de ello, pero ligeramente. La esclusa se halla entonces dispuesta para elevar otro barco.
Esta es, como se ha dicho al principio, una operación física muy interesante e instructiva, indicando como la destreza y el ingenio dominan grandes obstáculos por el uso de las fuerzas de la naturaleza. Pero esto es un manantial de aun mayor iluminación, en un aspecto espiritual de vital importancia para aquellos que aspiran y se esfuerzan en vivir la vida superior, porque ilustra el único método seguro por el cual el hombre puede elevarse del material, al mundo espiritual y confunde a los falsos maestros, quienes por una ganancia personal, juegan con los deseos en exceso ardientes del falto de preparación, y para aquellos que publican su habilidad para abrir las puertas de los mundos invisibles mediante la entrega de una cantidad por la iniciación. Nuestro ejemplo nos muestra que esto es un imposible porque lo prohiben las inmutables leyes de la naturaleza.
Con objeto de una más amplia dilucidación podemos llamar al río, el río de la vida, y nosotros como individuos somos los barcos que navegan por él; el río inferior es el mundo temporal y cuando le hemos surcado y cruzado a lo largo y a lo ancho durante muchas vidas, llegamos inevitablemente a la esclusa ascensional que está colocada al final. Podemos durante más o menos tiempo detenernos a la entrada y mirar dentro, siendo impelidos por un anhelo interno para penetrar en ella, pero atraídos hacia el río de la vida por otro impulso, volvemos a él. Durante un tiempo largo esta esclusa ascensional, que es alta, se nos antojan sus paredes repelentes y solitarias, mientras que el anchuroso río de la vida se nos presenta alegre y acogedor, verdoso y lleno de barquichuelas semejantes a la
nuestra y así de amorosas y gayas que lo cruzan de acá para allá, pero cuando la vehemencia interna llega a ser suficientemente intensa, finalmente nos lleva hacia la esclusa elevadora y nos llena de la determinación de no volver más al río de la vida mundanal.
Pero aun en tal estado hay algunos que tienen miedo de cerrar la puerta tras de ellos; aspiran ardientemente, en ocasiones, hacia la vida del nivel superior, pero les parece que se hallan menos solos mirando hacia el lado del río de la vida del mundo y, algunas veces,
permanecen en este estado durante varias vidas, extrañándose de no progresar, sin parar mientes en que si ellos no experimentan el influjo espiritual, es sencillamente porque no hay en sus vidas el deseo de la elevación.
Nuestro ejemplo esclarece el asunto mediante una razón tan simple; no importa cuanto pueda rogar y suplicar el capitán, el vigilante de la esclusa nunca pensará en dejar correr el chorro de agua desde arriba, hasta que la puerta de la esclusa haya sido cerrada tras el barco, porque el chorro no elevaría ni una pulgada a la embarcación bajo tales condiciones, sino que el agua correría por las puertas abiertas y se perdería en el río de la vida. Tampoco los guardianes de las compuertas de los mundos superiores abren el chorro de
nuestra elevación, no importa cuan plañideramente podamos rogarles, hasta que por nosotros mismos hayamos cerrado la puerta del mundo detrás de nosotros y cerrándola muy fuertemente respecto a la lujuria de los ojos y al orgullo de la vida, los pecados que tan fácilmente nos vencen y los fomentamos en los licenciosos días mundanales. Debemos cerrar la puerta de todos ellos antes de que realmente estemos en un estado acondicionado para recibir el chorro ascensional, pero una vez que hayamos cerrado de este modo la puerta e irrevocablemente dirigido nuestro frente hacia adelante, empieza el descenso de la gracia espiritual sobre nosotros, lenta pero seguramente, al igual que el chorro de la esclusa eleva al barco.
Pero habiendo dejado al mundo temporal con todos sus placeres detrás y habiendo dirigido nuestros pasos hacia los mundos espirituales, el anhelo y deseo del aspirante se hacen más intensos. A medida que pasa el tiempo nota un aumento en el vacío de los dos lados de sí mismo. El mundo temporal y sus cosas se han desprendido de él como si fuera un vestido; él puede hallarse en cuerpo en tal mundo, llenando sus deberes, pero ha perdido interés en él; está en el mundo pero no es de él; y en cambio, el mundo espiritual al cual aspira para gozar de su ciudadanía se presenta igualmente distante. Se halla completamente solo y su total ser llora y sufre dolor, anhelando la luz.
Entonces llega el turno del tentador: "Yo tengo una escuela de iniciación y estoy en situación de adelantar a mis discípulos mediante una cuota", o palabras semejantes a éstas, pero generalmente más alucinadoras, más sugestivas, y ¿quién será capaz de censurar a los pobres aspirantes por caer en las redes de tales pretendientes? Afortunados pueden llamarse si, como generalmente es el caso, son sometidos simplemente a un ceremonial y concedidos un grado nulo y sin valor, pero alguna que otra vez se encuentran
con uno que ha jugado realmente con la magia y es capaz de abrir las puertas de la corriente del nivel superior. Entonces el rápido descenso del poder espiritual sacude el sistema del desgraciado neófito, como las aguas del río superiores hundirían al fondo de la
esclusa a un barco, si un ignorante o malicioso abriera las compuertas.
El barco debe ser elevado lentamente en gracia a la seguridad y asimismo, debe el aspirante a la elevación espiritual aguardar paciente y persistentemente, siendo absolutamente indispensable la mayor constancia en el bien obrar, así como deben cerrarse las puertas de los placeres del mundo. Si se obra así conseguiremos el ascenso a las alturas de los mundos invisibles segura y ciertamente y podremos tener a nuestra mano todas las probabilidades y ocasiones para el desarrollo del alma que allí se encuentran, puesto que esto es un proceso natural gobernado por leyes naturales, justamente igual a
la elevación de una nave a los niveles superiores de un río utilizando un sistema de esclusas.
¿Pero cómo puedo estar en la esclusa de elevación y servir a mi prójimo? Si el desarrollo del alma viene sólo por el servicio, ¿cómo puedo conseguirlo aislándome? Estas son preguntas que con toda naturalidad pueden hacerse a sí mismos los estudiantes.
Para contestarlas debemos remarcar otra vez que nadie puede elevar a otro si no está él mismo en un nivel superior, no tan por encima que sea inalcanzable, sino suficientemente cercano para que esté dentro de la posibilidad de alcanzarle. Hay muchos, por desgracia,
que profesan enseñanzas superiores, pero viven unas vidas semejantes al vulgo o aun bajo tal nivel. Sus asertos convierten a las enseñanzas elevadas en una mofa y atraen hacia ellas las burlas de los escépticos. Sin embargo, aquellos que "viven" las enseñanzas superiores no necesitan profesarlas por medio de la oratoria; se hallan aislados y en entredicho a despecho de ellos mismos y aunque con inconvenientes por los errores de los "profesionales" con el tiempo ganan la victoria y el respeto y la confianza de los que les
rodean y, con el tiempo, inspiran a éstos el deseo de emularles, convirtiéndose, a despecho de sí mismos y, de este modo, consiguen por este servicio una grandísima elevación de alma.
Ahora es la época del año (Navidad) cuando la cresta de la ola de poder espiritual envuelve al mundo, la cual culmina en el solsticio invernal, cuando Cristo renace en nuestro planeta, y aunque oprimido por las presentes condiciones de la deplorable guerra (desde el punto de vista limitado), la vida de Él que se nos da pródigamente debe ser más fácilmente atraída por el aspirante en esta estación para impulsar el desarrollo espiritual, por lo tanto, todo aquel que esté deseoso de alcanzar los niveles superiores hará bien en mostrar esfuerzos especiales en este sentido durante la época invernal.

del libro "Recolecciones de un Místico", de Max Heindel


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miércoles, 13 de diciembre de 2017

El sacramento del Bautismo


CAPÍTULO V


EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO

Habiendo estudiado el significado de nuestras festividades cristianas, tales como la Navidad y la Pascua y habiendo hecho lo mismo con la doctrina de la inmaculada Concepción, bueno será que dediquemos nuestra atención al significado interno de los sacramentos de la Iglesia, que se administran individualmente en todas las tierras cristianas, desde la cuna a la tumba y que le acompañan en todos los momentos interesantes de su viaje terrestre.
Tan pronto como comienza la jornada de su vida, la Iglesia le admite en su rebaño por medio del rito del Bautismo que le es conferido cuando es todavía irresponsable por sí mismo; más tarde, cuando su mentalidad se ha desarrollado algún tanto, ratifica aquel contrato y es admitido a la Comunión, donde el pan es partido y el vino escanciado en memoria del Fundador de nuestra fe. Todavía más adelante en su existencia llega el sacramento del Matrimonio y finalmente, al terminar su carrera y volver el espíritu a Dios que se lo dio, el cuerpo es consignado al polvo, su origen, acompañado de las bendiciones de la Iglesia.
En nuestros tiempos Protestantes, el espíritu de protesta es excesivo en extremo y los disidentes en todas partes levantan sus voces en rebelión contra la fantástica arrogancia del clero y califican a los sacramentos como de mera mojiganga. A causa de esta actitud del espíritu, estas funciones han llegado a ser de poco o ningún efecto en la vida de la comunidad; las disensiones han aparecido aún entre los mismos eclesiásticos y secta tras secta se han divorciado de la original congregación apostólica.
A pesar de todas estas protestas las varias doctrinas y sacramentos de la Iglesia son, no obstante, las piedras angulares del arco de la evolución, pues inculcan una moral de la más elevada naturaleza; e incluso materialistas científicos, tales como Huxley, han admitido que mientras que la propia protección trae la "supervivencia de los más aptos" en el reino animal y es, en consecuencia, la base de la evolución animal, el "sacrificio de sí mismo" es el principio en que se nutre el progreso humano. Si éste es el caso entre mortales, podemos creer muy bien que será así, en mucha mayor extensión, en el Autor Divino de nuestro ser.
Entre animales la fuerza es un derecho, pero nosotros reconocemos que los débiles tienen derecho a la protección de los fuertes. La mariposa pone sus huevos en el lado inferior de una hoja verde y desaparece sin otro cuidado por su bienestar. En los mamíferos el sentimiento de la madre se desarrolla fuertemente y así vemos a la leona cuidando de sus cachorros, pronta a defenderlos con su propia vida; pero hasta que no se alcanza el reino humano no vemos que el padre comience a compartir enteramente la responsabilidad como padre. Entre los salvajes el cuidado de los jóvenes termina de hecho al alcanzar éstos la capacidad física necesaria para cuidar de sí mismos. Pero cuanto más ascendemos en la civilización, más y más reciben los jóvenes los cuidados de sus padres y más y más diligencia se pone en su educación mental para que, al alcanzar la madurez, puedan ganar la batalla de la vida con la mente más bien que con un punto físico de ventaja; pues a medida que avanzamos en nuestro camino del desarrollo, experimentamos y experimentaremos mayormente el poder de la mente sobre la materia. Por el sacrificio de los padres, más y más prolongado, la raza alcanza mayor delicadeza y lo que perdemos en rudeza material lo ganamos en percepción espiritual.
A medida que esta facultad crece fuerte y se desarrolla más, el anhelo del espíritu aprisionado en su envoltorio terreno, grita más fuertemente en demanda de comprensión del lado espiritual de su desarrollo. Wallace y Darwin, Huxley y Spencer dejaron señalado como se cumplimenta y lleva a cabo la evolución de la forma en la naturaleza; Hernesto Haeckel pretendió aclarar el enigma del universo, pero ninguno de ellos pudo explicar satisfactoriamente al Autor Divino de lo que vemos. La gran diosa, la selección natural, es olvidada y abandonada por uno y otro de sus devotos a medida que los años pasan y hasta Haeckel, el eminente materialista, mostró en sus últimos días una ansiedad del todo histérica para hacerle un sitio a Dios en su sistema y no está lejano el día en que la ciencia llegará a ser tan completamente religiosa como la religión misma. La iglesia, por otra parte, aunque todavía extremadamente conservadora, abandona poco a poco su dogmatismo autocrático y consigue ser más científica en sus explicaciones.
Así veremos con el tiempo la unión de la ciencia y la religión como existió en los antiguos templos de misterios y cuando este punto sea alcanzado, las doctrinas y sacramentos de la Iglesia mostrarán que descansan sobre leyes cósmicas inmutables, de no menor importancia que la ley de la gravedad, que mantiene las órbitas en su marcha en su respectivo sitio alrededor del Sol, y así como los puntos de los equinoccios y solsticios son puntos turnantes en el camino cíclico de un planeta, marcados por festividades tales como Navidad y Pascua, así también el nacimiento en el mundo físico, la admisión en la iglesia, el estado del matrimonio y finalmente la salida de la vida física, son puntos en el camino cíclico del espíritu humano alrededor de su origen central, Dios, los cuales quedan marcados por los sacramentos del Bautismo, Comunión, Matrimonio y Extremaunción.
Pasemos ahora a considerar el rito del bautismo. Mucho se ha dicho por los disidentes contra la práctica de llevar un niño a la iglesia y prometer en su nombre una vida religiosa. Calurosos argumentos concernientes a la rociada contra la zambullida han traído grandes divisiones en las iglesias. Si queremos obtener una verdadera idea del Bautismo, debemos retroceder a la primitiva historia de la raza humana, según está señalado en la Memoria de la Naturaleza. Todo lo que ha ocurrido está indeleblemente escrito en el éter, como una escena cinematográfica queda impresa sobre una película sensitiva y cuya fotografía puede ser reproducida sobre una pantalla en cualquier momento. Las imágenes de la Memoria de la Naturaleza pueden ser vistas y estudiadas por los seres vivientes especializados, aunque millones de años hayan transcurrido desde que las escenas allí estampadas tuvieron lugar en la vida.
Cuando consultamos este imperecedero recuerdo, encontramos que hubo un tiempo en que, lo que ahora es nuestra Tierra, salió del caos, oscura y disforme, como lo relata la Biblia. Las corrientes desarrolladas por agentes espirituales en esta nebulosa masa, generaron calor y la masa fue puesta en ignición en el tiempo en que se nos dice que Dios pronunció su: "Hágase la luz". El calor de la ígnea masa y el espacio frío que la rodeaba generaron la humedad; el fuego nebuloso quedó rodeado de agua hirviente y el vapor fue proyectado a la atmósfera y, de este modo, "Dios dividió el agua....de las aguas..." el agua densa que estaba cerca del fuego nebuloso separada del vapor (que es agua en suspensión), como lo explica la Biblia.
Cuando el agua que contiene sedimentos hierve, deposita más cantidad de
posos y, similarmente, el agua que rodeaba nuestro planeta formó por último una corteza alrededor de su centro en ignición. La Biblia, además, nos informa de que una nebulosa se levantó del suelo y es fácil concebir como la humedad se evaporó gradualmente de nuestro planeta en aquellos lejanos días.
Los viejos mitos son mirados generalmente como supersticiones en nuestros días, pero en realidad cada uno de ellos contiene una gran verdad espiritual en imágenes simbólicas. Estas historias fantásticas fueron proporcionadas a la humanidad en su infancia para enseñarle lecciones de moral que sus intelectos recién nacidos no estaban en sazón de recibir.
Se les enseñó por mitos ( de forma muy parecida a como enseñamos a nuestros niños por medio de libros con grabados y con fábulas) lecciones que estaban más allá de su comprensión espiritual.
Una de las más grandes de estas historias mitológicas es "El anillo del nibelungo" que nos habla de un maravilloso tesoro escondido bajo las aguas del Rhin. Era una masa de oro en su estado natural. Colocada sobre una alta roca iluminaba enteramente todo el paisaje submarino, en donde las ninfas correteaban inocentemente en alegres juegos. Pero uno de los nibelungos, llevado de la codicia, robó el tesoro, lo extrajo de las aguas y huyó. Le fue
imposible, sin embargo, darle forma hasta que hubo adjurado al amor.
Entonces le dio la forma de un anillo que le daba poder sobre todos los tesoros de la tierra, pero al mismo tiempo inauguró la era de las disensiones y de las batallas. Por su posesión, el amigo traicionó al amigo, el hermano mató al hermano y por todas partes causó opresiones, pesares, pecados y muertes hasta que fue, por fin, restituído al líquido elemento y la tierra se consumió en llamas. Pero más tarde se levantó, como el nuevo fénix de las cenizas del viejo pájaro, un nuevo paraíso y una nueva tierra donde la rectitud fue restablecida.
Esta vieja historia popular contiene una maravillosa descripción de la evolución humana. El nombre nibelungo deriva de las palabras alemanas "nebel" (que significa niebla) y "ungen" (que significa hijos). Así es que la palabra nibelungo significa hijo de la niebla y se refiere a la edad en que la humanidad vivía en la atmósfera brumosa que rodeaba nuestra tierra en el punto de su desarrollo previamente mencionado. Allí la humanidad infantil vivía en una vasta fraternidad, inocente de todo pecado, como los niños de hoy, iluminada por el Espíritu Universal simbolizado por el Oro del Rhin que proyectaba su luz sobre las ninfas marinas de nuestra historia. Pero en su día la tierra se enfrió más y más, la niebla se condensó y causó depresiones sobre la superficie de la tierra con sus aguas, la atmósfera se esclareció, los ojos del hombre se abrieron y percibióse a sí mismo como un "ego" separado.
Entonces el Espíritu universal de amor y solidaridad fue reemplazado por el egoísmo y el cuidado del propio interés.
Este fue el robo del Oro del Rhin y el pesar, el pecado, la disputa, la traición y el asesinato, tomaron el sitio de aquél amor infantil que existía entre la humanidad durante aquel primitivo estado, cuando residía en la atmósfera acuosa desde hacía tanto tiempo.
Gradualmente esta tendencia se hace más y más marcada y el curso del egoísmo más y más aparente. "La inhumanidad del hombre para con el hombre" pesa como un paño funerario sobre la tierra y ha de traer inevitablemente la destrucción de las condiciones existentes. Toda la creación gime y se afana en espera del día de la redención y la Religión occidental da la nota tónica del camino para obtenerla, al exhortarnos a querer a nuestros semejantes como a nosotros mismos; pues entonces el egoísmo será abrogado por la fraternidad universal y por el amor.
Consecuentemente, cuando una persona es admitida en el seno de la Iglesia, que no es más que una institución espiritual, donde el amor y la fraternidad son los resortes principales de la acción, es muy apropiado llevarle a recibir las aguas del bautismo, simbolizando la hermosa condición de inocencia infantil y amor que prevalecía en los tiempos en que la raza humana habitaba bajo la niebla de aquel lejano período. En aquellos días los ojos del hombre infantil no se habían abierto aún a las ventajas materiales de este mundo. El niño que se lleva a la iglesia no se ha percatado todavía de los espejismos de la vida tampoco y los demás se obligan ellos mismos a guiarle hacia una santa vida, poniendo sus mayores esfuerzos para lograrlo, pues la experiencia adquirida desde el Diluvio nos ha demostrado que el camino ancho de la vida está sembrado de dolores, pesares y desengaños, y que solamente siguiendo el camino recto y estrecho podemos escapar de la muerte y entrar a la vida eterna.
Así es como vemos que existe una significación mística, maravillosamente profunda, detrás del sacramento del bautismo; que esto es, para recordarnos de las bendiciones que caen sobre los miembros de una fraternidad en la que el propio interés es dejado a un lado y en la que el servicio a los demás es la nota fundamental y el resorte único de la acción. Mientras permanecemos en el mundo, el que con éxito domina a los demás, es el más grande. En la Iglesia tenemos la definición de Cristo: "El que sea el más grande entre vosotros, dejad que sea el sirviente de todos los demás".

del libro "Recolecciones de un Místico", de Max Heindel

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martes, 12 de diciembre de 2017

El Cristo recién nacido


EL CRISTO RECIÉN NACIDO

Se ha dicho repetidas veces en nuestra literatura que el sacrificio de Cristo no es un acontecimiento que, empezando en el Gólgota, fuera efectuado en unas cuantas horas de una vez y terminado. No, nada de eso, sino que los nacimientos místicos y muertes del Redentor son continuas ocurrencias cósmicas. Podemos, por lo tanto, decir que este sacrificio es necesario para nuestra evolución física y espiritual durante la presente fase de nuestro desarrollo. Según se aproxima el nacimiento anual del niño Cristo, se presenta un siempre joven, un siempre nuevo tema de meditación, del cual podemos aprovecharnos dedicándole una oración, que pueda encender en nuestros corazones, una luz nueva para guiarnos por el sendero de la regeneración.
El inspirado apóstol nos dio una maravillosa definición de la Deidad cuando dijo: "Dios es luz" y por lo tanto, la "luz" ha venido siendo usada para ilustrar la naturaleza de lo divino en las enseñanzas Rosacruces, especialmente, respecto al misterio de la Trinidad en la Unidad. Se enseña claramente en las Santas Escrituras en todos los momentos que Dios es uno e indivisible. Al mismo tiempo vemos que al igual que la luz blanca se refracta en tres colores primarios, rojo, amarillo y azul, así también Dios aparece en un triple aspecto durante la manifestación, por el ejercicio de las tres divinas funciones de "creación, preservación y disolución".
Cuando Él ejercita el atributo de la "creación", Dios se nos aparece como Jehová, el Espíritu Santo. Entonces es el Señor de la ley y la regeneración, y proyecta el principio solar fertilizante "indirectamente" a través de los satélites lunares de todos los planetas, donde es necesario, para proveer cuerpos para los seres evolucionantes.
Cuando Él ejercita el atributo de la "preservación" con el propósito de sustentar los cuerpos generados por Jehová bajo las leyes de la Naturaleza, Dios se nos aparece como el Redentor "Cristo", e irradia los principios del amor y regeneración "directamente" dentro de cualquier planeta en el que las criaturas de Jehová requieran su ayuda para desprenderse de las redes de la mortalidad y egotismo con objeto de alcanzar el altruísmo y una vida de desinterés.
Cuando Dios ejerce al atributo divino de la "disolución", Él se nos aparece como "El Padre" que nos llama hacia nuestro hogar celestial para asimilar los frutos de la experiencia y del desarrollo del alma que hemos cultivado durante este día de manifestación. Este solvente Universal, el rayo del Padre, emana del Sol Espiritual Invisible.
Estos procesos divinos de creación y nacimiento, de preservación y vida, y de disolución, muerte y retorno al autor de nuestro ser, los vemos en todas partes a nuestro alrededor, y reconocemos el hecho de que son actividades del Dios Trino en manifestación. Pero hemos concebido alguna vez que en el mundo espiritual no hay sucesos definidos, estáticas condiciones; que el principio y el fin de todas las aventuras y todas las épocas se hallan presentes en un eterno "aquí" y "ahora". Desde es seno del Padre hay un derramamiento eterno de la esencia de los seres y de las cosas, que penetra en los reinos del "tiempo" y del "espacio". Allí gradualmente se cristaliza y se hace inerte, necesitando de la disolución para que pueda dar lugar y dejar espacio para otras cosas y otros eventos.
No hay escapatoria para esta ley cósmica y conviene a todas las cosas en el reino del tiempo y del espacio, el rayo de Cristo incluso. Al igual que el lago que se vierte por sí solo en el océano, se vuelve a llenar cuando el agua que le dejó se ha evaporado y vuelve a él en forma de lluvia, para correr otra vez incesantemente hacia el mar, así el espíritu del Amor nace eternamente del Padre, día tras día, hora tras hora, corriendo sin fin dentro del Universo solar para redimirnos del mundo de materia que nos aherroja con su garra mortal.
Ola tras ola y de este modo impelido desde el Sol hacia todos los planetas dando un rítmico anhelo a las criaturas que allí evolucionan.
Asimismo en el más literal y verídico sentido de la palabra "un Cristo recién nacido" que nosotros ensalzamos en cada fiesta de Nochebuena y Navidad es el acontecimiento anual más destacado para toda la humanidad, ya lo comprendamos o no. Esto no es meramente una conmemoración del nacimiento de nuestro amado Hermano Mayor, Jesús, sino también de la vida del rejuvenecedor Amor de nuestro Padre Celestial, enviado por Él para redimir al mundo del cepo mortal del invierno. Sin esta nueva infusión de vida y energía divina, pronto pereceríamos físicamente y nuestro ordenado progreso se frustraría, por lo menos en cuanto concierne a nuestras presentes líneas de desarrollo. Este es un punto que debemos esforzarnos por concebir plenamente con objeto de que podamos aprender a considerar la Navidad tan sutilmente cuanto nos sea posible.
Nosotros podemos aprender una lección en este respecto, así como en otros muchos, de nuestros hijos o de las reminiscencias de nuestra niñez.
¡Con cuánto ardor y celo esperábamos la aproximación de la fiesta! ¡Cuan vehemente esperábamos la hora en la que deberíamos recibir los regalos que sabíamos nos habían de traer los Reyes Magos, el bienhechor universal misterioso, que nos traía los juguetes! ¿Qué hubiera pasado por nosotros si nuestros padres nos hubieran traído las desmembradas muñecas y los tambores rotos del día anterior? Seguramente hubiéramos sentido como si una dolorosa desgracia se cerniese sobre nosotros y una profunda sensación de confianza o esperanza fallida se hubiera apoderado de nosotros, la cual aun el tiempo hubiera curado difícilmente; pues bien, todo esto hubiera sido nada, comparado con la calamidad cósmica que hubiese caído sobre la humanidad, si nuestro Padre Celestial deja de disponer el recién nacido Cristo como nuestro regalo cósmico de Navidad.
El Cristo del año pasado no puede salvarnos del hambre física, así como tampoco la lluvia del último año no puede apagar la sed de nuestras tierras otra vez y hacer germinar los millones de semillas que duermen en la tierra, aguardando las actividades germinadoras de la vida del Padre, para empezar su desarrollo; el Cristo del año pasado no puede encender en nuestros corazones nuestras pesquisas hacia la luz y la verdad, así como tampoco el calor del verano pasado no puede calentarnos ahora. El Cristo del año pasado nos dio Su vida y Su amor hasta agotarse sin rasero ni medida; cuando nació en la Tierra la última Navidad, imbuyo con vida a las semillas aletargadas que crecieron y, graciosamente, llenaron nuestros graneros con el pan de la vida física; Él derrochó el Amor recibido del Padre sobre nosotros y una vez que hubo empleado completamente Su vida por nosotros, Él murió en la Pascua para elevarse nuevamente al padre, al igual que el río evaporado asciende hasta las nubes.
Pero eternamente también mana el amor divino y al igual que un padre compadece a sus hijos, así nuestro Padre Celestial nos compadece a nosotros, pues Él conoce nuestras dependencias y fragilidades físicas y espirituales. Por lo tanto, ahora aguardamos confiadamente el nacimiento místico del Cristo de otro año, repleto de nueva vida y amor, enviado por el Padre para preservarnos del hambre física y espiritual que se produciría si no fuera por esta renovación anual.
Las almas jóvenes encuentran dificultades para acostumbrar a sus mentes la personalidad de Dios, de Cristo y del Espíritu Santo y hay algunas que no pueden amar más que a Jesús, el hombre. Olvidan a Cristo, al Gran Espíritu, quien nos introdujo en una era en la cual las naciones establecidas bajo el régimen de Jehová, serán deshechas, para que la estructura sublime de una Fraternidad Universal pueda ser edificada sobre sus ruinas. Con el tiempo todo el mundo comprenderá que "Dios es un espíritu, que debe ser amado en espíritu y en verdad". Es perfectamente bueno amar a Jesús e imitarle y nosotros no conocemos un ideal más noble y valioso. Si se pudiera hallar alguien más noble, no se hubiera elegido a Jesús para que sirviera de vehículo a aquel Gran Ser, Cristo, en quien moraba la Divinidad. Haremos muy bien
por lo tanto si seguimos "Sus pasos".
Al mismo tiempo debemos exaltar a Dios en nuestras conciencias aceptando la afirmación de la Biblia de que Él es espíritu y de que no debemos hacer de Él ni estatuas, ni pinturas, puesto que no tiene semejanza en cielos ni Tierra.
Podemos ver los vehículos físicos de Jehová rodeando como satélites a los planetas; podemos también ver al Sol, el cual es el vehículo visible de Cristo y, el origen de todo, aparece hasta para los más grandes videntes solamente como una octava superior de la fortaleza del Sol, un anillo de una luminosidad azul-violácea detrás del sol. Pero no necesitamos ver, podemos muy bien sentir su amor y, este sentimiento, nunca es tan intenso como por Navidad, cuando nos hace el más preciado regalo, el Cristo del año nuevo.

del libro "Recolecciones del un Místico", de Max Heindel


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lunes, 11 de diciembre de 2017

El mensaje Místico de la Navidad

CARTA Nº 25
Diciembre de 1912


EL MENSAJE MÍSTICO DE NAVIDAD

¡Campanas de Navidad! ¿Las ha oído usted en su mágico tañer en los días de su infancia antes de que la duda naciera en su corazón y destrozado las ideas inculcadas por la Iglesia? La misma campana llama a la iglesia los domingos y para la oración todos los días de la semana, pero en tal día de Navidad era otro timbre y otro llamar, algo desusadamente alegre y festivo, algo que
nosotros ahora atribuimos a la imaginación infantil. Hemos perdido este algo; sin embargo, podemos congratularnos de habernos emancipado por lo que alegremente hemos dado en llamar las "mojigangas de la iglesia". Wordsworth, en su "Oda a la inmortalidad" expresó el agudo
sentimiento de dolor debido a la pérdida de los ideales de la niñez, pues nada en el mundo puede compensar su valor, ni ocupar su lugar. Sin embargo, podemos estar henchidos de bienes materiales y ser verdaderamente mendigos cuando el encanto de la juventud se ha ido y las
concepciones intelectuales ahogan lo que conocemos con el nombre de "supersticiones".
San Pablo nos exhortó a tener siempre a mano una razón para nuestras creencias y existe una razón mística para nuestras prácticas de la iglesia, que han venido siendo empleadas desde la mis remota antigüedad. El sonido de la campana cuando la vela se encendía sobre el altar fue
inaugurado por videntes iluminados espiritualmente para enseñar la unidad cósmica de la luz y del sonido. La lengua metálica de la campana brinda el mensaje místico de Cristo a la humanidad tan claro hoy como la primera vez que Él anunció la graciosa invitación:

"Venid a mi, todos vosotros
que trabajáis y que vuestra carga es pesada, pues yo quiero daros descanso."

Así, pues, la campana es un símbolo de Cristo, la "Palabra", cuando nos llama para hacer el servicio de la oración ante el altar iluminado donde nos recibe a nosotros como la "Luz del mundo".
Asimismo el sentimiento peculiar festivo que despiertan las campanas de Navidad es producido por causas cósmicas y que están activas en esta época del año y la estación actual es santa de toda santidad como ahora veremos.
Aquellos que estudian la ciencia de las estrellas consideran a los signos del Zodiaco como un instrumento musical sonoro vibrando cada uno de tales signos con una nota particular, y como las órbitas circundantes navegan en caleidoscopica procesión de signo a signo en una combinación
siempre cambiante, los coros de la armonía cósmica conocidos para los místicos como el "canto de las esferas", emiten un eterno himno de oración y alabanza hacia el Creador. Esta no es una idea fantástica sino un hecho real patente para el vidente y capaz de ser demostrado a los pensadores por
sus efectos. Tampoco no es una cosa monótona la armonía de las esferas, pues sus acordes varían todos los días, todos los meses, según el Sol y los planetas cruzan signo tras signo en sus órbitas.
Hay también épocas de variaciones anuales debido a la precesión de los equinoccios. De este modo hay una infinita variedad en el canto de las esferas, como sin duda debía de ser, pues este cambio constante de vibración espiritual es la base de la evolución física y espiritual. Si cesara, siquiera fuera por un instante, el Cosmos se resolvería en el Caos.
Para demostrarlo, observemos la Naturaleza y la calidad de la vida de amor que fluye de la estrella de Cristo, el Sol, cuando transita el beligerante signo de Aries, el carnero, en la primavera.
EI amor sexual es la nota-clave de la naturaleza, todas las energías están concentradas en la generación, entonces las propensiones pasionales predominan. Compárece esto con el efecto del Sol durante el mes de diciembre cuando se halla enfocado a través del benevolente Sagitario,
regido por el planeta Júpiter. Sus rayos conducen entonces hacia la religión y la filantropía, el aire vibra con generosidad y la vida amorosa de la estrella de Cristo encuentra su máxima expresión por medio de este signo afín. Externamente reina la tristeza del invierno, pues el símbolo visible de la
"Luz del Mundo" se ha obscurecido, pero en la noche más obscura del año los villancicos de Navidad evocan una respuesta sentimental a las sensaciones de Navidad, que convierte a todo el mundo igual, todos hijos del Padre que está en los Cielos.
Ojalá la mística música de los cánticos de Navidad despierten las fibras más tiernas de su corazón y la noche culminante de alegría sea exaltada en el ser de nuestro lector durante el año venidero. Este es el deseo en este día de Navidad de los auxiliares en Mount Ecclesia.

del libro "Cartas a los Estudiantes", de Max Heindel

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http://estudiantesrc.blogspot.com.ar/2010/02/el-mensaje-mistico-de-navidad.html

domingo, 10 de diciembre de 2017

Astrología esotérica para la navidad


Astrología esotérica para la navidad 

La filosofía rosacruz nos enseña que el Universo es vibración, una vibración con ritmo y que compone ciclos innumerables en forma espiral. Existe un ciclo anual de la mayor importancia si somos capaces de fijar nuestra atención en él y sintonizarnos con los acontecimientos cósmicos. Desde septiembre el rayo crístico entra en la Tierra y la vivifica, con un punto culminante en la navidad, cuando Su descenso a nuestro comparativamente inerte planeta se hace completo. Como las energías liberadas en la navidad se extienden a las semanas siguientes, estamos en un momento excelente para meditar sobre todas estas verdades espirituales. 

Los ciclos cósmicos tienen su escritura en las estrellas, auténtico mapa de la evolución de la oleada de vida humana, a la vez que fuerzas activas en la misma, pues las vibraciones de los planetas y constelaciones nos bañan constantemente. Por si fuera poco, encierran las claves del desarrollo espiritual de cada individuo. La venida de Cristo en navidad simboliza también el modo en que el Cristo interno nace en el aspirante cuando llega el momento, si bien estos días son especialmente favorables para acercarnos al Yo superior. 

Un horóscopo contiene el mapa del cielo visto desde un punto de la Tierra. El cielo se mira desde ese punto hacia el Sur, de modo que el Este queda a la izquierda, coincidiendo con el lugar del Ascendente. El Oeste queda a la derecha, en el lugar de la casa 7ª. De esta forma, a medianoche el sol siempre se encuentra en el punto más bajo, en la cúspide de la casa  cuarta. A continuación analizaré la posición del sol en la medianoche del solsticio de invierno. 

Consideremos ahora el Zodiaco intelectual en esa noche singular. Sucederá invariablemente para cualquier punto del planeta que en el horizonte oriental, el cual coincide con el Ascendente, termina de salir el signo de Virgo. Entendemos así que el nacimiento místico hacia el que nos orienta la astrología esotérica conlleva un servicio laborioso y abnegado (signo de tierra), en condiciones muy concretas y guiado por el discernimiento de un signo mental (Mercurio rige a Virgo). La espiga de trigo que forma parte del símbolo de este signo crece sólo con atención continuada. La fuerza creadora de Virgo procede de su pureza. Una pureza definida por su disposición a abrirse y darse, por el olvido de sí misma, que en nuestra cultura se plasmó como arquetipo femenino. El servicio que encarna Virgo es posible por el aspecto sumamente impersonal de sus vibraciones. Fijémonos en el regente: La mitología griega presenta a Mercurio como el mensajero de los dioses antes que impulsor de sus propias iniciativas. Al igual que la Luna, refleja la luz de otros planetas antes que imponer una vibración específica. Por eso es el planeta de la comunicación y de la comprensión. Una comprensión imprescindible para recorrer el recto sendero iniciático simbolizado en el caduceo. Virgo recoge parte de esa cualidad, incrementada por su carácter de signo común. Así, por no afirmar su color del mismo modo que otros signos, puede reflejar otra luz más sublime. Tenemos el ejemplo en las palabras de María al Ángel anunciador: “Hágase en mí según tu palabra”. 

El Sol significa el espíritu interno, el rayo espiritual directo. ¿Qué podemos observar en estas fechas? Que el Sol transita el signo de  Capricornio en el Zodiaco intelectual cuando llega la navidad. En la astrología mundana Capricornio representa al hombre en su dimensión social, así como la justicia y las normas que rigen la vida colectiva. Si vamos más allá en el simbolismo navideño, hallaremos una gran riqueza de significados. La constelación de Capricornio es el hogar de la oleada de vida arcangélica. Estos elevados seres auxilian a la humanidad en desarrollo hasta que sea completamente capaz de guiarse por sí sola. Su vehículo más denso es el de deseos; son maestros en el manejo de la materia de dicho mundo, análogamente a como nosotros estamos adquiriendo maestría sobre la materia del mundo físico. Su labor específica con nosotros es la tutela de las naciones y los diferentes grupos que se van diferenciando en la sociedad. Su trabajo, por tanto, es desde fuera y de carácter colectivo. 

Uno de los arcángeles creció espiritualmente hasta fundirse con el segundo aspecto del Dios creador del sistema solar, el principio Sabiduría. Lo reverenciamos con el nombre de Cristo y entre todas las huestes celestiales es el mejor situado para ayudar a la humanidad degenerada a recuperar su sendero evolutivo ascendente trabajando desde dentro del planeta. Así que el nacimiento cíclico del niño Dios en la Tierra coincide con el Sol espiritual en el signo de Capricornio, el signo de los arcángeles. Ellos han superado las tendencias egocéntricas y negativas del cuerpo de deseos y sólo cultivan lo que de positivo hay en él. Por eso ocupan su lugar glorioso entre los dioses. Dan sin esperar recompensa, sin cálculo, simplemente porque es su naturaleza comportarse así. ¿Qué significa todo esto para la oleada de vida humana? 

Que la iluminación cristiana es un proceso interno pero no independiente. El  desarrollo espiritual no puede guardarse para uno mismo; ha de ser puesto al servicio de todos en un acto de genuino amor según el rayo de Urano, sin descanso ni consideraciones personales hasta ver materializado el bien común. A este ideal responde mejor el que trabaja en el mundo, cultivando el jardín de su alma al tiempo que mantiene una actividad externa positiva. Este es el sendero que propugna la Fraternidad Rosacruz, pues consideramos pasados ya los días en que el aspirante espiritual se aislaba del mundo para concentrarse en su búsqueda interior. Acuario se aproxima y nuevas formas de servir y crecer se abren paulatinamente ante nosotros. 

Luis A. Blanco


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sábado, 9 de diciembre de 2017

Servicio de Dedicación

 

Servicio de Dedicación

"A las 10:30 P.M. los probacionistas y discípulos se reunieron en el

Templo para la dedicación y Reunión de Luna Llena, los dos
eventos que despiertan las vibraciones dentro de nosotros y nos
elevan al trono del Padre para hacer descender de allí bendiciones
sobre aquellos que las reciban. A las 11:45 se escuchó el coro
cantando "Oh, Venid Todos los Fieles", a medida que venían en
marcha desde la Pro-Ecclesia hasta el Templo. Sus dulces voces en

la noche tranquila sonaba tan dulcemente que nos arrobó a todos en
una gran ola de adoración.
La Sra. Frances Ray estuvo al órgano en el Templo, y tocó de
"Parsifal" aquella maravillosa marcha de los Caballeros del Santo
Grial. Cómo deseamos haber tenido un órgano de tubos para esa
obra maestra. Entonces todos entonamos "Noche de Paz" con
palabras hermosas que Max Heindel compuso para la melodía.
Luego siguió una impresionante lectura de la Inmaculada
Concepción y del Nacimiento del Cristo. Durante la lectura fueron
proyectadas vistas estereópticas sobre una pantalla en el pequeño
órgano. Muchas de las imágenes eran reproducciones de pinturas
de los grandes maestros y eran muy inspiradoras. Con una rica voz
de contralto, Madame Louise D`Artell cantó,"Abrid las Puertas del
Templo".
"Luego La Sra. Heindel se refirió al propósito del trabajo y a la
necesidad de una consagración personal, despertando en todos una
sentida resolución en avanzar en el logro espiritual por Cristo y la
humanidad. A medida que nos hablaba del hambre anímica que
hay en el mundo por la Verdad, muchos de nosotros sintieron esa
dedicación de la vida a las Enseñanzas. La Sra. Heindel habló en un
tono claro y bajo demostrando las excelentes cualidades acústicas
del Templo. No había eco, a pesar de que cada palabra llegaba a
todas las partes de este salón de 12 lados.
"Mr. D. Moro interpretó una hermosa selección en flauta en tanto
nos preparabamos para la Oración Silenciosa, a la cual fuimos
llamados por los dulces acordes de un solo de cítara, ejecutado por
Eugene Miller. Este método de entrar en Silencio, acompañado de
música suave y hacernos volver de el de la misma manera, es
particularmente armonioso y elevador cuando cesamos todo
cuidado del yo y fluimos en esa unión de todos los que aman, en
servicio a todos los que sufren.
"Cantamos "Oh Pequeño Pueblo de Belén" luego de que la Sra.
Heindel nos diera la admonición de despedida. Luego, en silencio
mientras la Sra. Ray tocaba al órgano una pieza de despedida.
"A las once del siguiente día de Navidad, se llevó a cabo otro
servicio en el Templo. A lo largo del día continuaron los ejercicios y
servicios espirituales. Fue un día que será recordado por mucho
tiempo por quienes estuvieron presentes.
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jueves, 7 de diciembre de 2017

La Inmaculada Concepción



CAPÍTULO VIII
LA INMACULADA CONCEPCIÓN

El flujo y reflujo periódico que experimentan las fuerzas materiales y espirituales que circundan la tierra, son las causas invisibles de la actividad física, moral y mental de nuestro globo. 

De acuerdo con el hermético axioma: "Como es abajo así es arriba", una actividad semejante debe concurrrir en el hombre, que no es más que una edición reducida de la Madre Naturaleza.

Los animales tienen veintiocho pares de nervios espinales y están ahora en su período lunar, perfectamente a tono con los veinticinco días en que la luna rodea al zodíaco. En su estado salvaje el espíritu-grupo regula su apareamiento. Como consecuencia no existe el exceso de flujo en ellos. El hombre, por otra parte, está en un período de transición; ha progresado demasiado para que le influencien las vibraciones lunares, pues tiene treinta y un pares de nervios espinales. Pero no está todavía sincronizado con el mes solar de treinta y un días y se aparea en todas las épocas del año; de aquí el flujo periódico en las mujeres, el cual bajo las debidas condiciones es utilizado para formar parte del cuerpo de un niño más perfecto que el de su progenitor. De un modo similar, el flujo periódico en la raza humana viene a ser el nervio y esqueleto del avance racial, y el flujo periódico de las fuerzas espirituales de la Tierra que ocurre por Navidad, da como resultado el nacimiento de Salvadores, quienes de vez en cuando dan ímpetu renovado al progreso espiritual de la raza humana. 

Nuestra Biblia tiene dos partes: el Antiguo y el Nuevo Testamento. Después de explicar brevemente como vio la luz el mundo, aquél nos cuenta la historia de la "Caída". En vista de todo lo que ha sido escrito en nuestra literatura rosacruz, se entiende que la Caída ha sido ocasionada por el uso impulsivo e ignorante que el hombre dio a las fuerzas sexuales en los tiempos en que los rayos interplanetarios eran hostiles a la concepción de vehículos más puros y mejores. Así el hombre fue aprisionado gradualmente en un cuerpo denso, cristalizado por la pasión pecadora y consecuentemente un vehículo imperfecto, sujeto al dolor y a la muerte. 

Entonces comenzó el peregrinaje a través de la materia y por milenios hemos vivido en este duro y cruel envoltorio del cuerpo, que oscurece la luz del paraíso al espíritu que encierra. 

El espíritu es como un diamante en su primitivo estado y los lapidarios celestiales, los Ángeles del Destino, se esfuerzan constantemente en limpiarlo a fin de que el espíritu brille a través del vehículo que lo aprisiona. 

Cuando el lapidario mantiene el diamante contra la muela, éste emite un chillido parecido a un grito de dolor a medida que la cubierta opaca que lo envuelve va desapareciendo; pero gradualmente y por sucesivas aplicaciones contra la muela, el diamante tosco puede llegar a ser una piedra preciosa de trascendental hermosura y pureza. De igual modo, los seres celestiales a cuyo cargo está nuestra evolución, nos mantienen fuertemente contra la muela de la experiencia. De ello resultan el dolor y el sufrimiento que despiertan el espíritu que dormita dentro de nosotros. El hombre que se contentaba hasta entonces con propósitos materiales, indulgente con sus sentidos y el sexo, queda imbuido de un divino descontento que le impulsa a buscar una vida más elevada. 

La consecución de esta aspiración, sin embargo, no llega usualmente sin una dura batalla contra la parte baja de la naturaleza. Fue mientras así luchaba que Pablo exclamó con toda la angustia de un devoto y aspirante corazón: "¡Oh, qué infeliz soy...! El bien que quisiera hacer, no lo hago y el mal que no quisiera hacer, es lo que hago... Me deleito en la ley de Dios si sigo mi interior; pero veo otra ley en mis miembros luchando contra la ley de mi imaginación y veo también que consigue reducirla a cautividad bajo la ley del pecado que está en mis miembros..." (Rom. 7:19-24.) 

Si se prensa una flor, su fragancia queda en libertad y llena todo su alrededor con su grato perfume, deleitando a los que son lo bastante afortunados para encontrarse cerca. Los golpes aplastantes del destino pueden vencer a un hombre o a una mujer que haya alcanzado el punto de la eflorescencia, pero sirven únicamente para hacer sentir la dulzura de la naturaleza y elevar la hermosura del alma hasta brillar con un efluvio que señala a su poseedor como con un halo. Entonces es cuando está en el sendero de la Iniciación. 

Se le enseña cómo el uso desenfrenado del sexo, sin respeto por los rayos estelares, le ha aprisionado en el cuerpo, y como éste le encadena y como, por medio de un uso apropiado de aquella misma fuerza en armonía con las estrellas, puede gradualmente mejorar y espiritualizar su cuerpo y obtener finalmente la liberación de la existencia concreta. 

Un constructor de buques no puede construir uno de sólido roble empleando tablones de abeto, por ejemplo. El "hombre no recoge uvas de espinos". Lo igual produce siempre algo semejante y un expectante "ego" de naturaleza apasionada es atraído hacia padres de naturaleza semejante, donde su cuerpo es concebido bajo el impulso del momento en una ráfaga de pasión. 

El alma que ha gustado la copa del dolor producido por el abuso de la fuerza creadora y ha bebido hasta las heces de la amargura allí acumulada, buscará gradualmente padres de menos y menos apasionada naturaleza hasta que obtenga al fin la Iniciación. 

Habiendo sido mostrado en el proceso de la Iniciación la influencia de los rayos estelares sobre el parto, el cuerpo próximo que se le facilite será generado por padres Iniciados, sin pasión, bajo la constelación más favorable al trabajo que el "ego" contempla. Consecuentemente los Evangelios (que son fórmulas de Iniciación) comienzan por el relato de la Inmaculada Concepción y terminan con la Crucifixión, ideas ambas maravillosas y a las que llegaremos algún día, pues cada uno de nosotros es un Cristo en formación y pasará algún día por el nacimiento místico y la mística muerte insinuados en los Evangelios. Por medio del conocimiento podemos adelantar el día, cooperando inteligentemente, en vez de frustrar estúpidamente, como ahora por ignorancia, los fines del desarrollo espiritual. 

En relación con la Inmaculada Concepción, erróneas interpretaciones prevalecen todavía en cada punto; la virginidad perpetua de la madre aún después de dar a luz a otros hijos; la baja posición de José, el supuesto padre adoptivo, etcétera. Mirémoslos brevemente a la luz de los hechos que se hallan registrados en la Memoria de la Naturaleza. 

En algunos sitios de Europa las altas clases son llamadas, "bien nacidas" e incluso "altamente bien nacidas", significando que son los retoños de padres de elevada posición social. Tales personas, usualmente, miran despectivamente a aquellos situados en más modestas posiciones. Nada podemos decir en contra de la expresión "bien nacidos"; nosotros quisiéramos que todos los hijos fuesen bien nacidos, de padres de alta condición moral, sin importarnos su posición social. Hay una virginidad del alma que es independiente del estado del cuerpo; una pureza de imaginación que hará pasar a su poseedor a través del acto de la generación, sin mancharse con la pasión y permitirá a la madre llevar a su hijo, en gestación, bajo su corazón con amor independiente del sexo. 

Antes de los tiempos de Cristo esto hubiese sido imposible. En los primitivos tiempos de la carrera del hombre sobre la tierra, la cantidad era preferida sobre la calidad y de aquí el mandamiento que le fue dado: "Caminad, sed fructíferos y multiplicaos". Además, era necesario que el hombre olvidara temporalmente su naturaleza espiritual y concentrase sus energías sobre asuntos materiales. La indulgencia por la pasión del sexo estimula aquel objeto y a la naturaleza del deseo se le dieron muchas alas. Floreció la poligamia, y cuando mayor fue el número de los hijos, más se honró al hombre y a la mujer, mientras que la esterilidad fue considerada como la mayor aflicción posible. 

En otras direcciones, la naturaleza del deseo iba siendo reprimida por leyes dadas por Dios y la obediencia a las disposiciones divinas fue impuesta con castigos fulminantes caídos sobre el transgresor, tales como guerras, pestes y hambres. Una recompensa para los observadores cuidadosos de los mandatos de la ley no era necesaria; los hijos de los justos y sus ganados y cosechas eran numerosos; vencían también a sus enemigos y la copa de su felicidad rebosaba. 

Más tarde, cuando la tierra, después del Diluvio atlante, quedó suficientemente poblada, la poligamia fue considerándose cada día más anticuada, resultando de ello que la calidad de los cuerpos mejoró y en la época de Cristo la naturaleza del deseo había llegado a ser tan dispuesta al control y al dominio, por los individuos más adelantados de la humanidad, que el acto de la generación podía ser llevado a cabo sin pasión, impreso con amor puro, de manera que el hijo podía ser concebido inmaculadamente. 

Tal fue el caso con los padres de Jesús. Se ha dicho de José que era carpintero; pero no era un trabajador en madera. Era un "constructor" en el más alto sentido. Dios es el Gran Arquitecto del Universo. Por debajo de Él hay muchos constructores de variados grados de esplendor espiritual, más bajos incluso que aquellos que conocemos con el nombre de francmasones. Todos se esfuerzan en construir un templo sin "ruidos de martillo" y José no era ninguna excepción. 

Se pregunta algunas veces por qué los Iniciados son siempre hombres. No es así; en los grados más bajos hay muchas mujeres, pero cuando un iniciado es capaz de escoger el sexo, toma usualmente el cuerpo positivo masculino, puesto que la vida que le llevó a la Iniciación ha espiritualizado su cuerpo vital y le ha lecho positivo en todas las condiciones y tiene así entonces un instrumento de la más alta eficacia. 

Existen casos, sin embargo, en que las exigencias de un caso particular requiere un cuerpo femenino tales, por ejemplo, para generar un cuerpo de excelente tipo para recibir un "ego" de alto grado superlativo. Entonces un alto Iniciado puede tomar un cuerpo femenino y atravesar de nuevo las sensaciones de la maternidad, después acaso de haberla desconocido durante varias vidas, tal como fue el caso con el hermoso carácter que conocemos por María de Belén. 

En conclusión, recapitulemos los puntos estudiados, o sea que todos somos Cristos en formación; que alguna vez debemos cultivar caracteres tan sin mancha alguna que nos hagan dignos de residir en cuerpos que sean inmaculadamente concebidos y que cuanto más pronto comencemos a purificar nuestras mentes de los pensamientos apasionados, más pronto llegaremos a ello. En un análisis final solamente depende de la sinceridad de nuestro propósito y de la fuerza de nuestra voluntad. Son tales las condiciones actuales que podemos vivir puras existencias tanto si estamos casados como si somos solteros, pero no son necesarias de ningún modo las frías relaciones de hermanos, en cuanto al punto de vista de la castidad y pureza. 

¿Está la vida de pureza absoluta, fuera del alcance de alguno de nosotros...? 

No nos descorazonemos por ello. No se construyó Roma en un día, ni se ganó Zamora en una hora. Conservémonos en esta aspiración aunque fracasemos una y otra vez, pues el único y definitivo fracaso consiste en cesar de aspirar o de dejar de intentarlo. 

Que pueda Dios robustecer nuestras aspiraciones a la pureza. 

del libro "Recolecciones de un Místico", de Max Heindel


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