viernes, 15 de diciembre de 2017

El simbolismo del Huevo



EL SÍMBOLO DEL HUEVO

Y cuando esto corruptible fuere vestido de incorrupción, y
esto mortal fuere vestido de inmortalidad, entonces se
cumplirá la palabra que está escrita: “Sorbida es la muerte
con victoria”.
(I Cor., 15:54)

Los oscuros y tristes días de invierno han pasado. La Madre Naturaleza está quitando el frío, nevoso recubrimiento de la tierra y los miles y millones de semillas resguardadas en la blanda tierra, están reventando su corteza y revistiendo la tierra en ropajes estivales; una explosión de alegres y gloriosos colores, preparando la alcoba nupcial para el apareo de aves y de bestias.

En la presente estación la mente del mundo civilizado está dirigida hacia la fiesta que llamamos Pascua, conmemorando la muerte y resurrección del individuo cuya historia está escrita en los Evangelios, el noble ser conocido por el mundo con el nombre de Jesús. Pero el cristiano místico toma un parecer más profundo y de mayor alcance del evento Cósmico en su recurrencia anual. Para él hay una impregnación anual de la tierra por la Cósmica Vida Crística, una inhalación que tiene lugar durante los meses de otoño y culmina en el Solsticio invernal cuando nosotros celebramos Navidad y una exhalación que encuentra su conclusión en la época de Pascua.

El drama Cósmico de la Vida y de la Muerte es representado anualmente entre todas las criaturas evolucionantes y las cosas, desde lo más alto hasta lo más bajo, pues aun el grande y sublime Cristo Cósmico en Su compasión está sujeto a la muerte, por entrar en las estrechas condiciones de nuestra tierra durante una parte del año. Puede, por lo tanto ser apropiado traer a la mente, unas cuantas ideas referentes a la muerte y renacimiento que a veces estamos propensos a olvidar.

Entre los símbolos Cósmicos que nos han sido entregados desde la antigüedad, ninguno es más conocido que el símbolo del huevo. Se encuentra en todas las religiones.

Lo encontramos en los “Elder Eddas” de los escandinavos, mohoso en años; que cuenta del huevo mundano, enfriado por las heladas ráfagas de Niebelhein, pero calentado por el aliento fogoso de Muspelhein hasta que los diversos mundos y el hombre habían sido creados. Si nos dirigimos al asoleado Sur encontramos a los Vedas de la India con la misma historia en la Kalahansa: el Cisne en el tiempo y el espacio, que puso el huevo que finalmente se hizo mundo. Entre los egipcios encontramos al globo alado y a la serpiente ovípara simbolizando la sabiduría manifestada en éste nuestro mundo. Luego los griegos tomaron este símbolo y lo veneraron en sus Misterios. Fue conservado por los Druidas; fue conocido por los constructores del gran montículo de la serpiente en Ohio (U.S.A.); y ha mantenido su lugar en la simbología sagrada aún hasta el día de hoy; aunque la gran mayoría están ciegos al “Misterium Magnum” que oculta y revela el misterio de la Vida.

Cuando rompemos la cáscara de un huevo encontramos adentro, solamente los fluidos viscosos de variados colores y distintas consistencias. Pero colocado a la necesaria temperatura, tiene lugar una serie de cambios y en poco tiempo una criatura viviente rompe la cáscara y sale de adentro, listo para tomar su lugar entre sus congéneres. Es posible para los magos de laboratorio, duplicar las sustancias en el huevo; pueden ser encerrados en una cáscara y una perfecta réplica, según todas las pruebas lo estimen, puede ser hecha del huevo natural. Pero en un punto difiere del huevo natural, en que ninguna criatura viviente puede ser empollada del producto artificial. Por lo tanto es evidente que algo ciertamente intangible debe estar presente en el primero y ausente en el segundo.

Este misterio de las edades que produce el ser viviente es lo que llamamos Vida.

Viendo que no puede ser reconocido entre los elementos del huevo, aún por medio del microscopio más potente –aunque debe estar allí para realizar los cambios que notamos– por lo tanto debe poder existir independientemente de la materia. De ahí que nos enseñen, por el sagrado símbolo del huevo, que aunque la Vida es capaz de modelar la materia, no depende de ella para su existencia. Es autoexistente y no teniendo comienzo, no puede tener fin. Esto está simbolizado por la forma ovoide del huevo.

Cuando tengamos el verdadero conocimiento transmitido por el huevo simbólico, de que la Vida es eterna, sin comienzo y sin fin, nos permitirá darnos cuenta que aquellos que están siendo retirados de la existencia física, están pasando solamente a través de un viaje cíclico, similar a la de la Vida del Cristo Cósmico que penetra en la tierra en el otoño y la abandona en Pascua. Así vemos cómo la gran Ley de analogía trabaja en todas las fases y bajo todas las circunstancias de la vida. Lo que sucede en el gran mundo al Cristo Cósmico, sucederá también en las vidas de aquellos que son Cristos en formación.

Debemos darnos cuenta que la muerte es una necesidad Cósmica bajo la presente circunstancia, pues si estuviéramos aprisionados en un cuerpo del tipo que actualmente usamos y colocados en un ambiente tal como tenemos hoy, para vivir allí para siempre; las enfermedades del cuerpo y la poca satisfactoria naturaleza del ambiente, muy pronto nos cansarían de la vida y clamaríamos para ser liberados.

Trabaría todo progreso y haría imposible que evolucionáramos a mayores alturas, tales como podríamos evolucionar para reencarnar en nuevos vehículos y lograr nuevos horizontes que nos proporcionen nuevas posibilidades de crecimiento. De modo que podemos dar gracias a Dios, que siempre que el nacimiento en un cuerpo concreto es necesario para nuestro mayor desarrollo, la liberación por la muerte ha sido provista para liberarnos del instrumento superado, mientras que la resurrección y un nuevo nacimiento bajo los sonrientes cielos de un nuevo ambiente proveen otra oportunidad para comenzar la vida con una hoja en limpio, y aprender las lecciones que fallamos en comprender antes. Por este método algún día nos haremos tan perfectos como lo es el Cristo Resucitado. Él lo ordenó y Él nos ayudará a obtenerlo.

del libro Temas Rosacruces UNO
publicado por Estudiantes de la Fraternidad Rosacruz de Max Heindel


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