sábado, 30 de junio de 2018

El lugar de la transformación - Capítulo 26 - vídeo en facebook -

CAPÍTULO 26 
EL LUGAR DE LA TRANSFORMACIÓN 

Es extremadamente simple crear ladrillos, producir cal y mezclar todo para construir las paredes de una casa. Pero la transformación de pan, mantequilla, papas, manzanas y de todos los otros alimentos, en materiales adecuados para la construcción y mantenimiento del Templo viviente, representa uno de los procesos más complejos, misteriosos y extraños que ocurren constantemente en nuestro organismo. Al comienzo de esta transformación encontramos la masticación, la insalivación y la respectiva deglución de la comida. Luego, tiene lugar la digestión en el estómago, órgano que podemos considerar como una estación de espera en el canal digestivo, o también como la parte particularmente grande de ingreso al largo y delgado canal alimenticio llamado intestino. 
En un recién nacido, el tamaño del estómago es proporcional a su peso y sólo puede contener una pequeña cantidad de alimento. Con el crecimiento también aumenta el tamaño de este órgano responsable de la digestión de los alimentos, de modo que en un adulto ocupa el espacio que va desde el diafragma hasta el hígado. 
El estómago se puede considerar como una estación de servicio o una sala de espera, siendo una especie de saco de tejido muscular. Tiene dos aberturas: una entrada superior (cardias), de la cual pasa la comida en unos siete segundos, y una salida inferior (píloro) desde la cual el alimento digerido pasa al duodeno. La palabra píloro deriva del griego y significa tanto guardián como puerta. Ambas aberturas consisten en bandas musculares circulares (esfínteres) capaces de abrirlas y cerrarlas según la necesidad del momento. 
Las paredes del estómago son dignas de atención, al igual que las restantes paredes del tracto intestinal. Son capaces de moverse, ya que son bastante elásticas, como lo es todo el intestino. El estómago, debido a este movimiento, se contrae y se expande, mezclando así los alimentos que necesitan ser digeridos. 
Esta movilidad está permitida por tres capas (túnicas) de tejido muscular; la capa externa (serosa) controla la parte larga del estómago, mientras que la capa intermedia (muscular) controla la parte corta; esta segunda capa está formada por fibras longitudinales, transversales y oblicuas. La túnica interior (mucosa), que cubre las paredes del estómago y está en contacto con los alimentos, contiene alrededor de cinco millones de trabajadores muy pequeños. 
Estos trabajadores, así como aquéllos que crean saliva, producen un líquido que promueve la digestión y opera en grupos llamados glándulas. Estas glándulas son tan pequeñas que residen en millones en las paredes del estómago. Estas glándulas formadas por los pequeños trabajadores del estómago, se llaman glándulas gástricas, porque secretan el jugo gástrico, formado por ácido clorhídrico, pepsina y quimosina; esta última sustancia es abundante, especialmente en el estómago de los bebés. Varios litros de jugo gástrico se producen durante un día.
Debajo de la túnica mucosa hay millones de capilares que suministran a las pequeñas glándulas todo lo que necesitan para el desempeño de su trabajo. Cabe señalar que el canal digestivo no tiene muchas oficinas de telecomunicaciones que lo conecten con el cerebro: su trabajo está controlado principalmente por los trabajadores del sistema nervioso autónomo (simpático y parasimpático). Ésta es la razón por la que el estómago puede sufrir daños graves antes de que el propietario lo advierta. 
Hace un siglo, poco se sabía sobre los procesos digestivos, mientras que hoyix, gracias a muchos investigadores pacientes, se ha avanzado mucho en el campo de la ciencia médica, aunque muchos misterios aún no se han dado a conocer. En 1822, un hombre llamado Alesi St. Martin, durante una partida de caza en el norte de Michigan, fue accidentalmente herido en el estómago. Esta herida no se cerró por completo, pero quedó una pequeña abertura, una especie de ventana cubierta por una cortina de membrana mucosa que se comunicaba con el exterior. Este hecho permitió al médico, el Dr. Beaumont, seguir por primera vez en la historia de la humanidad, el progreso del proceso digestivo: movió la membrana mucosa con cuidado y observó cómo se digería la comida. 
Debido a esta lesión accidental, y a la cuidadosa investigación del Dr. Beaumont, pudo saberse lo que sucede mientras la comida está estacionada en este órgano del Templo viviente. Cuando la parte del esófago que fluye hacia el estómago se abre para permitir el paso de un bocado de comida, la mucosa interna se vuelve de color rojo brillante. Inmediatamente, se emiten pequeñas gotas de jugo gástrico y al mismo tiempo las paredes del estómago comienzan a moverse. En este punto, todos los pequeños trabajadores se organizan para la digestión de los alimentos: las glándulas gástricas secretan su jugo, mientras que las paredes móviles posibilitan mezclar los alimentos y dividirlos en trozos cada vez más pequeños. El movimiento del estómago se llama perístasis y continúa mientras existen restos de comida no digerida. Este movimiento también empuja la comida hacia el final del estómago, desde donde pasa al intestino delgado después de la digestión. 
Con esto finaliza el proceso de trituración de alimentos (iniciados en la boca) que ahora se digieren por medio de jugos gástricos. Los dientes, sin embargo, son los más adecuados para triturar la comida y, si no se mastica bien, los pequeños trabajadores del estómago se verán sobrecargados con una carga de trabajo adicional. De hecho, los jugos gástricos no son tan capaces como la saliva, para digerir los almidones (papas, pan, pastas), los carbohidratos (manzanas, peras, verduras verdes) y las grasas. Así por ejemplo, si los almidones llegan al estómago bien masticados y ensalivados, la finalización de su digestión durará aproximadamente media hora; de lo contrario, su digestión no será tan completa ni rápida. 
Los movimientos peristálticos se utilizan para presionar las moléculas de los alimentos contra las paredes del estómago con el fin de impregnarlos de jugos gástricos y facilitar su digestión. Los jugos gástricos están especializados en la digestión de alimentos que se usan para construir o reconstruir células del cuerpo, como cereales, pan, pasta, frijoles, lentejas, guisantes y demás legumbres, productos lácteos y huevos. También se debe recordar que el estómago no completa la digestión de estos alimentos, sino que los prepara para la siguiente sección del conducto intestinal.

Cuando termina la digestión de los diversos alimentos en el estómago, sólo queda una masa fluida llamada quimo. Éste es el objetivo final del trabajo de las células vivas del estómago: convertir los diversos alimentos en quimo. Los pequeños trabajadores que trabajan en el píloro (válvula de salida) deben permitir el paso del quimo; si llegara una bocanada de comida no digerida, la rechazarían sin dudarlo. Esta negativa puede causar arcadas: las células del píloro y las de las paredes del estómago definitivamente rechazarían los alimentos no digeridos. 
También puede suceder que los pequeños trabajadores del píloro se enfrenten a un fenómeno inesperado. Esto puede suceder, por ejemplo, al beber un vaso de agua congelada. Los trabajadores, atrapados por sorpresa, abrirán inmediatamente el paso, para eliminar rápidamente el líquido del estómago; por lo tanto, es necesario abstenerse de consumir bebidas heladas, ya que la salida del quimo debe regularse a lo largo del tiempo, para no perjudicar a los pequeños trabajadores del duodeno que deben continuar los procesos digestivos y asimilativos. 
Tanto dichos pequeños trabajadores de las glándulas gástricas, como los de los músculos del estómago, trabajan de cuatro a cinco horas después de cada comida. Ellos, sin embargo, no trabajan de forma continua, pues cuando el quimo está completamente liberado del estómago, las mismas paredes se relajan, las membranas mucosas están plegadas sobre sí mismas y los trabajadores de las glándulas gástricas dejan de producir sus jugos. 
Si come más de tres comidas al día o si está acostumbrado a tomar un refrigerio entre comidas, estos pequeños trabajadores no tendrán suficiente tiempo para descansar y no podrán manejar las habilidades necesarias durante el proceso digestivo completo. Al igual que cualquier otro trabajador en el Templo viviente, aquéllos involucrados en la digestión se acostumbran a trabajar a un ritmo constante, por lo que si los alimentos se introducen cuando no se espera, es posible que los jugos gástricos no estén listos. En este caso, la comida no puede ser digerida hasta que se segreguen tales jugos. Para mantener limpia esta parte del tracto digestivo, es recomendable seguir una dieta simple y correcta, alimentándose de forma natural y en los horarios adecuados.

del libro

La Historia de Un Templo Viviente 
UN ESTUDIO DEL CUERPO HUMANO 
FREDERICK M. ROSSITER, B S., M.D. Y MARY HENRY ROSSITER, A.M.
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La absorción de principios nutritivos - Capítulo 27 - vídeo en facebook -


CAPÍTULO 27 
LA ABSORCIÓN DE PRINCIPIOS NUTRITIVOS 

Has visto cómo los alimentos ingeridos han pasado por cuatro estados del sistema digestivo: la boca, la laringe, el esófago y el estómago, estando sometidos a cuatro procesos de transformación: masticación, deglución, mezclado con jugos gástricos y la digestión. Todo esto los ha transformado en alimentos de diversos tipos en una pasta homogénea llamada quimo, que iba dirigido desde el estómago para entrar en la parte más larga del canal viviente: los intestinos. El quimo ahora enfrenta la parte más larga del sistema digestivo: el intestino delgado, que mide casi seis metros pero, envuelto en sí mismo, ocupa muy poco espacio en el tronco humano. Esta parte del intestino se compone de un músculo tubular y a los primeros treinta centímetros se les llama duodeno. 
El trabajo de transformación de alimentos en materiales de construcción para el Templo viviente, comienza en la boca, continúa en el duodeno y luego se completa en el intestino. Dos fluidos digestivos muy importantes se colocan en el intestino delgado a través de tubos muy finos. Uno es el jugo pancreático (viene del páncreas) que ayuda a la digestión de los almidones (pan, pasta, arroz, papas…), proteicos (carne, pescado, queso, huevos…) y grasas saturadas (mantequilla, aceite…) dividiéndolos en glicerina y ácidos grasos. El otro fluido es la bilis (del hígado) que proporciona la emulsión de las grasas y las convierte en pequeñas gotas, regula la fermentación intestinal, promueve la absorción de nutrientes, destruye las células o glóbulos rojos sanguíneos, ya demasiado viejos para ser usados, y favorece la peristalsis (el movimiento) de las paredes intestinales. 
En el intestino hay muchos pequeños trabajadores que secretan dicho jugo, que es capaz de digerir todo tipo de alimentos. Por lo tanto, se puede afirmar que estos trabajadores son menos selectivos que las glándulas salivales que actúan sólo en almidones, y que los trabajadores estomacales que no tienen interés en procesar almidones, azúcares ni grasas. Incluso si la comida ha sido ingerida sin ser masticada suficientemente o ha sido expulsada del estómago por ingerir agua potable helada, los pequeños trabajadores del duodeno se movilizarán para completar la digestión de azúcar y dulces en general, que han pasado de tu boca y estómago sin recibir ninguna atención, y así comienzan la transformación en esta primera sección del intestino. 
Los postres al final de la comida son perjudiciales para la digestión debido al hecho de que los azúcares deben permanecer en el estómago esperando que salgan los demás alimentos, creando así desordenes de varios tiposx.
La membrana del duodeno y de la parte restante del intestino delgado es resbaladiza y forma una serie de pequeños pliegues que, a diferencia de los del estómago, no desaparecen incluso cuando la membrana se estira para empujar hacia adelante el material elaborado que toma el nombre de quilo. Ésta es la razón por la cual el quilo se mueve muy lentamente haciendo que la asimilación sea posible por los principios nutritivos contenidos en ella.
Si miras la membrana intestinal, descubres que está cubierta por una gran cantidad de vellosidades (o vellos) intestinales, pequeñas protuberancias de aproximadamente un milímetro de alto, que dan a la mucosa la apariencia de un terciopelo. En cada una de estas vellosidades hay una pequeña arteria (arteria de las vellosidades) que se ramifica en una red de capilares sanguíneos que traen al Templo viviente las sustancias necesarias para su nutrición. 
Después de haber entregado las sustancias necesarias para su vida y su trabajo, los capilares recolectan dióxido de carbono y otras sustancias de desecho, preparándose para recibir los nutrientes contenidos en el quilo. Hay más de diez millones de vellos intestinales en el intestino: en cada uno de ellos hay una bomba pequeña que, cuando las vellosidades se contraen, absorben los nutrientes presentes en el quilo y los fuerzan a entrar en los capilares sanguíneos y a dirigirse al hígado para el procesamiento final. 
Por lo tanto, después de cada comida, cuando ésta sale del estómago, hay más de diez millones de pequeñas bombas que van a trabajar para recoger los elementos nutritivos de la comida ingerida: trabajan tan silenciosamente que no hay posibilidad de que lo notes. En esta quinta fase del proceso digestivo, los nutrientes presentes en los alimentos ahora digeridos, finalmente son absorbidos para ser utilizados más tarde. 
La palabra absorber proviene de la latina succión. Además de absorber el agua vertida, las pequeñas vellosidades absorben las sustancias necesarias para el mantenimiento del Templo viviente. Es cierto que hubo algún tipo de absorción también en la boca y el estómago, pero la fase más importante de este proceso se realiza en realidad en el intestino. El viaje de los alimentos ingeridos, que pasaron por la boca o se estacionaron en el estómago, era bastante incómodo, pero ahora en el intestino el viaje se vuelve mucho más cómodo y pacífico. 
Mientras estuvieron en el estómago, todos los diferentes tipos de alimentos ingeridos permanecieron juntos: pan, mantequilla y mermelada se unieron, así como eran al haber sido ingeridos. Después de entrar en el intestino llegó la hora de separarse; las grasas (aceite, mantequilla...) toman la ruta grasa mientras que los almidones (pan, pasta, arroz, papas...) y carbohidratos (frutas, verduras, dulces...) se dirigen en otra dirección. Si la comida se detuviera en el duodeno, no les proporcionaría ningún alimento a los pequeños trabajadores del Templo viviente, del mismo modo que no los alimentaría si, en lugar de estar en tu boca, la pusieras en un bolsillo. 
Por lo tanto, se entiende cuán importante es que el estómago prepare los alimentos para que una vez que entren en el intestino puedan continuar por una de las dos rutas descritas. Todos los alimentos que no están destinados a continuar en uno de estos caminos, se dirigen hacia el final del canal viviente y se vuelven parte de los excrementos. Cuando la comida digerida (quimo) sale del estómago y entra al intestino, produce una contracción de las paredes intestinales. Estas paredes están formadas por músculos largos y redondos capaces de producir un movimiento que recuerda a los gusanos y eso se llama peristaltismo o peristalsis intestinal. 
Este movimiento es similar al del esófago porque fuerza al quimo a avanzar, pero es más lento porque se detiene por los pliegues intestinales, que son alrededor de novecientos. Esta lenta progresión del quimo permite que todas las sustancias nutritivas puedan ser absorbidas por las vellosidades intestinales, en las cuáles la mantequilla y la mermelada se ven obligadas a despedirse definitivamente, moviéndose por diferentes caminos, para ser utilizadas en el mantenimiento del Templo viviente. 
Cada vello intestinal puede considerarse como una bomba de succión; una bomba viviente cubierta por muchas células con diferentes funciones. Siempre que el pequeño vello se contrae, las diversas células absorben lo que está dentro de su competencia: están aquéllas capaces de absorber una gotita de grasa emulsionada y aquéllas que toman una migaja del pan digerido. Los pequeños trabajadores que producen la contracción del vello y los que producen la absorción, trabajan en perfecta armonía. 
Lo que queda de los almidones e hidratos de carbono y parte de las grasas se toma de la sangre que lo envía al hígado, la parte restante de la grasa es absorbida por los capilares linfáticos. ¿Cómo es posible que estos pequeños trabajadores conozcan tan bien su trabajo, que algunos saben cómo rechazar todo lo que no es una partícula de grasa y otros aceptan sólo las partículas de cereales? Es un gran misterio que solo la Mente que los creó y los educó podría explicar. Si fuéramos tan cuidadosos para hacer el trabajo y para dejarnos guiar por el Poder Divino presente dentro de nosotros, tal como lo hacen estos pequeños trabajadores, en el mundo no habría pecado ni enfermedades. 
Las partículas de grasa recogidas por los diversos capilares linfáticos, presentes en cada vellosidad, se reúnen en una especie de depósito que toma el nombre de vaso quilífero. Todos estos vasos convergen en la cisterna de Pecquet, desde donde alcanzan la vena subclavia izquierda. Desde aquí pasan a la vena cava descendiendo al corazón que los bombea hacia los pulmones junto con la sangre para ser oxigenada. El regreso a los pulmones se distribuirá por todo el cuerpo a través de la circulación de la sangre. 
Las partículas de almidón recogidas por las vellosidades, en cambio atraviesan venas cada vez más grandes, para llegar al hígado que transforma la glucosa en glucógeno y usan las proteínas digeridas para crear las piezas de repuesto para el Templo viviente. El glucógeno se distribuirá a través de la sangre para proporcionar combustible a los pequeños trabajadores del Templo viviente cada vez que surja la necesidad. Cómo es que la comida ingerida llega a transformarse a lo largo de su trayecto en el intestino, es otro gran misterio que sólo el Creador conoce.
Esta última fase del proceso digestivo se llama asimilación. Esta palabra simplemente significa hacer de la comida ingerida, parte de uno mismo. Cómo puede suceder esto sigue siendo un secreto. Incluso la persona humana más sabia que haya vivido en esta Tierra no podría resolver este misterio: ¿Cuáles son las motivaciones que impulsan a las células a cumplir su trabajo específico? Todos estamos obligados a meditar serenamente ante este fascinante misterio de la vidaxi. 
Durante las bodas de Canaán, Jesús transformó el agua en vino y la historia de este milagro es conocido por todo el mundo; pero pocos saben y hablan sobre la maravillosa transformación que tiene lugar dentro del Templo viviente, donde el trigo, la mantequilla y la leche se convierten en sangre y tejidos. Ésta es la constante revelación de la Vida y el Poder de Dios en cada uno de vosotros. 
Éste es el hecho que hace que incluso la más simple de tus acciones sea importante: la elección de alimentos y bebidas que luego se transformarán en partes vivientes de tu propio organismo. Además, después de hacer una elección oportuna, también debes evitar ingerir una cantidad de comida mayor de la que realmente se necesita. Demasiada comida cargaría el canal de vida con trabajo excesivo, tanto que la actividad de las vellosidades se vería muy obstaculizada, lo que haría que los procesos digestivos y de asimilación fueran mucho más lentos. Esto no es sólo un desperdicio de comida, sino un desperdicio inútil de energía: los pequeños trabajadores del intestino están de hecho, obligados a trabajar más duro, sin obtener resultados útiles. 
Un arquitecto que comprara materiales valiosos para que luego no fueran usados por los trabajadores, sería considerado un tonto. Pero esa forma de actuar sería mucho menos dañina que el desperdicio inútil de materiales maravillosos (los alimentos) que Dios mismo ha creado para tu sustento.

del libro

La Historia de Un Templo Viviente 
UN ESTUDIO DEL CUERPO HUMANO 
FREDERICK M. ROSSITER, B S., M.D.Y MARY HENRY ROSSITER, A.M.

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LA PUERTA INTERNA - CAPÍTULO 28 - vídeo en facebook -


CAPÍTULO 28 
LA PUERTA INTERNA 

Todos habrán visto una hermosa casa, o una iglesia con una gran puerta de entrada. Desde esta puerta se puede acceder a la sala o atrio principal, desde el cual, las puertas interiores nos permitirán entrar a la casa o a la iglesia. Puedes considerar la boca como la entrada del Templo viviente, mientras que el hígado representa la puerta interior a través de la cual la mayoría de los nutrientes deben pasar. 
No todo lo que entra por la boca llegará al hígado, porque hay otras cinco maravillosas entradas, que quizá no hayas olvidado. El grueso de los materiales de construcción presentes en las comidas y bebidas no solo pasa por la boca y por el canal hacia abajo, sino también por la puerta pequeña, el hígado, donde esperan los inspectores de alimentos y de la construcción. Un 60% de las grasas no pasan por este camino sino que son recogidos por los fluidos lácteos y llevadas al corazón por la linfa. El resto de alimentos deben pasar por el hígado. La puerta interior está ubicada en el lado derecho del tórax, debajo de las costillas y del diafragma. Es una puerta bastante extraña porque consta de dos grandes lóbulos a la derecha y tres lóbulos pequeños que se extienden a la izquierda, hasta cubrir el extremo derecho del estómago. Su color es rojo pardusco, la superficie es lisa y en un hombre adulto su peso alcanza aproximadamente 1500 gramos, mientras que en un bebé ocupa la mitad de la cavidad abdominal. 
Una función del hígado es eliminar sustancias nocivas (toxinas). La parte lisa y grasa de una ostra tiene la misma función que el hígado, porque este animal maneja muchas toxinas. Es por esta razón que cuando se come una ostra o similares, se está comiendo un organismo lleno de toxinas. El hígado no es una puerta como las de una casa, tal como lo es el píloro y la epiglotis; de hecho, no se abre ni se cierra, ni da acceso a una habitación. Se considera una puerta en función de que la comida debe atravesarla para entrar al organismo. 
Además de una puerta de entrada, el hígado también podría considerarse como la glándula más grande del cuerpo. Ciertamente recordarás que una glándula está formada por un grupo de células ensambladas para realizar un determinado trabajo. La tarea del hígado es descubrir y luego destruir los materiales dañinos y procesar definitivamente los alimentos digeridos para que puedan ser utilizados en el Templo viviente. Por estas razones, debe considerarse al hígado como una puerta viva e inteligente, capaz de dejar pasar algunas sustancias y bloquear el acceso a otras. 
Las células del hígado realizan su trabajo en pequeños grupos llamados lóbulos y son, sin duda, los más activos del organismo. Ellos saben exactamente lo que tienen que hacer y cómo hacerlo, siendo una tarea muy importante que los mantiene ocupados día y noche. En los capítulos anteriores se podía seguir el camino de los alimentos que -después de entrar en la boca- se digirieron y pasaron luego al intestino. Allí fueron absorbidos por las venas pequeñas y de éstos pasaron a la vena porta grande que se vierte en el hígado. 
Las pequeñas células que forman los glóbulos sanguíneos, están muy atentas al material entrante para descartar lo que no se necesita o es dañino. Las sustancias útiles son recolectadas por pequeñas venas ubicadas en el centro de los lóbulos y luego enviadas al cuerpo a través de venas más grandes, para luego ingresar a la gran vena cava que ingresará por el lado derecho del corazón. Desde el corazón, entonces, mezcladas con sangre, entrarán en los pulmones para el proceso de oxigenación. 
Los venenos y otras sustancias nocivas se recogen en pequeños espacios del hígado y luego se expulsan a través de tubos delgados, llamados ductos o conductos biliares. Estas sustancias constituyen la bilis, un líquido amarillento que, a través del conducto biliar común, llega al duodeno al mismo tiempo que el alimento termina su permanencia en el estómago. La bilis es procesada por los pequeños trabajadores para ayudar en los procesos digestivos. Lo que se produce entre una comida y otra se almacena en una pequeña bolsa colocada debajo del hígado, que toma el nombre de vejiga biliar o vesícula biliar. Una vez que la bilis se ha vertido en el duodeno, ayuda a la digestión de las grasas y luego fluye a lo largo del tracto digestivo hasta ser eliminada con las heces, a las que da el color marrón característico. 
Los pequeños trabajadores del hígado realizan muchas tareas: producen energía, crean una reserva de glucógeno (combustible para las células), vitaminas y otros nutrientes, proveen la distribución de los nutrientes y la eliminación de desechos. Están constantemente trabajando para crear reservas de alimento, no solo para el hígado, sino también para los músculos y otras partes del cuerpo. Estas reservas son suficientes para mantenernos vivos, incluso si no tomamos alimentos durante una o dos semanas. 
El glucógeno sirve principalmente como alimento de los músculos, los que siempre mantienen un pequeño stock. Actúa como pólvora: se enciende cuando le llega la orden desde el cerebro para hacer un movimiento, al que provoca con una serie de explosiones microscópicas de energía. 
El hígado también podría considerarse una copa o taza de adivinación, así como las que en la antigüedad se creía que eran capaces de detectar la presencia de un veneno. Muchos reyes han pensado en tener una, pero las copas hechas por el hombre no pueden tener ese poder y, por lo tanto, no pocos reyes han muerto envenenados. El hígado, por otro lado, tiene esta capacidad milagrosa: sus pequeños trabajadores no pueden ser engañados y tienen mucho cuidado de identificar todas las sustancias que podrían dañar el Templo viviente. 
A veces habrás pensado que estabas engañando a tu hígado al ingerir alimentos que sabías que eran dañinos. Pero cuando estas sustancias llegaron a la puerta interior, los pequeños trabajadores las reconocieron y trabajaron para eliminarlas o convertirlas en algo inofensivo. Desafortunadamente, sin embargo, los trabajadores pequeños no siempre pueden eliminar todas las sustancias dañinas que llegan porque siempre están muy ocupados. Esta carga de trabajo adicional se debe a que a menudo se ingiere ‘material de construcción’ de muy mala calidad, incluso sin darse cuenta.
Esta es la primera razón por la cual algunas sustancias dañinas pueden penetrar el Templo viviente. La segunda razón radica en que los inspectores de las puertas interiores a veces están tan cansados y desanimados que no pueden hacer su trabajo de la mejor manera. Si continuamos comiendo demasiado, consumiendo bebidas nocivas (bebidas alcohólicas, congeladas, etc.) o abusando de los medicamentos, los pequeños trabajadores del hígado no sólo se cansan más y más, sino que se desmoralizan hasta el punto de interrumpir sus tareas, abriéndose el camino a enfermedades y trastornos. 
Si ingieres muchos productos que contienen azúcar refinado o industrial (galletas, dulces, caramelos) sobrecargará a los trabajadores pequeños que se fatigarán y no podrán hacer su trabajo correctamente, lo cual favorecerá la aparición de migrañas. Esos dulces te roban la fuerza y la salud de tu templo: incluso este tipo de robo se considera un pecado. Por ello, es tu tarea, como asistente del trabajo del Templo, evitar ingerir alimentos dañinos, prefiriendo, en su lugar, los alimentos sanos y buenosxii. 
El alcohol es uno de los peores venenos que las células pequeñas del hígado deben administrar, pues él las recubre con sangre y las priva de oxígeno, lo que hace que sea muy difícil su trabajo. Por esta razón, el alcohol causa numerosas e incurables enfermedades del hígado. Puedes ayudar a los pequeños trabajadores del hígado comiendo fruta fresca y agua potable o jugos de frutas. 
Debe notarse que las células del hígado no son alimentadas por la sangre que entra por la vena porta, así como el cajero de un banco no cobra su salario con el dinero que pasa por sus manos, sino que toma su pago de la oficina de personal. Por lo tanto, los trabajadores del hígado no reciben alimento de la sangre que proviene del intestino, sino de una arteria grande, llamada arteria hepática. A estos trabajadores también les ayuda en su tarea, un misterioso grupo de células llamado bazo, que es una glándula que vierte sus secreciones directamente en la sangre, ubicada debajo de la caja torácica, a la izquierda del estómago. 
Al destruir varios venenos, el hígado genera toxinas al igual que cualquier otro trabajador en el Templo que produce desechos con su trabajo. Estos residuos son expulsados del cuerpo por los recolectores de basura especializados que se encuentran en la piel, los pulmones y los intestinos. Es muy importante que estos residuos se eliminen por completo, ya que de lo contrario -al igual que ocurre con las cenizas del fuego- es probable que pudieran ahogar la llama de la vida dentro de nuestro magnífico Templo viviente.

del libro

La Historia de Un Templo Viviente 
UN ESTUDIO DEL CUERPO HUMANO 
FREDERICK M. ROSSITER, B S., M.D. Y MARY HENRY ROSSITER, A.M.
 

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Los pequeños trabajadores involucrados en el movimiento - Capítulo 29 - vídeo en facebook -

CAPÍTULO 29
LOS PEQUEÑOS TRABAJADORES INVOLUCRADOS EN EL MOVIMIENTO

Sin duda, es para todos muy simple entender cuáles son las funciones de los pequeños trabajadores involucrados en el movimiento. De hecho, cada uno de nosotros sabe cómo, usando los músculos, podemos mover nuestras piernas y brazos. La contracción y la relajación de los músculos también actúan en el estómago, en los ojos, en el corazón y en muchos otros órganos. Considera las diversas actividades que los músculos pueden hacer: sólo gracias a ellos puedes realizar todos los movimientos del cuerpo, y es a través de su ayuda que podemos reír y gritar, respirar y vivir.
Los carpinteros que construyen una casa deben seguir una cierta secuencia. Si quisieras tratar de construir un cuerpo humano, probablemente deberías comenzar desde los huesos. Primero harías los huesos individualmente, luego los unirías para formar el esqueleto; entonces usarías los músculos para mantenerlos unidos. A continuación, agregarías una arteria, una vena, un órgano particular y continuarías de esta manera hasta que el cuerpo esté terminado. Los constructores divinos del Templo viviente se las arreglan para crear simultáneamente las partes que lo constituyen.
Los huesos, músculos, arterias y nervios del pequeño cuerpo de un niño ya tienen una forma perfecta, así como los de un adulto bien desarrollado. El niño crece como una nueva planta. Ayer era perfecto, hoy todavía lo es tal como lo será mañana. Si el plan de la naturaleza no se viera obstaculizado, él pasaría de la juventud a la madurez hasta llegar a la vejez, su cuerpo podrá cambiar la forma y tal vez pierda su fuerza, pero en todo momento siempre estará completo e intacto, si se lo relaciona con su edad.
Cuando nace un niño ya tiene más de seiscientos músculos y no tendrá ninguno más cuando sea adulto. Están organizados para hacer que el cuerpo parezca armonioso en sus características. Cuando un músculo pierde su capacidad de moverse, la parte afectada estará sujeta a la inmovilidad y la parálisis tomará el control. Cada músculo toma su nombre de acuerdo a su forma, o a su posición o según el trabajo que le corresponde. Los músculos de los animales componen la parte magra de la carne que se usa comúnmente como alimento. Lo primero que aparece en el examen de un músculo son las numerosas fibras pequeñas que están separadas y son distintas de las otras que se pueden observar usando dos agujas delgadas. El conjunto de los músculos se parece a la parte pulposa y no grasosa del cuerpo.
Los músculos muertos son rojos mientras que los vivos son casi transparentes y en algunos a veces la luz pasa a través de ellos. Una posible investigación con rayos X puede de hecho ser muy difícil. Hay dos tipos de pequeños trabajadores en el movimiento: aquéllos que mueven los músculos voluntarios (los de las manos, brazos, etc.) y los que mueven los músculos involuntarios (corazón, estómago, etc.)xiii. Estos pequeños trabajadores, si se les instruye por repetición de ciertas acciones, pueden aprender a moverse tan bien que causan muchas sorpresas. Quién haya sido testigo de la actuación de un músico, ciertamente habrá comprobado la habilidad de esta persona.
Un músculo involuntario observado a través del microscopio, está formado por fibras lisas, es decir, alargadas, cónicas y delgadas con una extremidad algo puntiaguda. Este músculo se contrae lentamente, en forma independiente de la voluntad del individuo. Los músculos voluntarios, por otro lado, consisten de fibras estriadas que están envueltas en una funda llamada sarcolema. Estas fibras tienen una estructura transversal como si estuvieran hechas con diferentes planos superpuestos que actúan en conformidad con la voluntad individual.
Cada músculo, en una de sus extremidades y a veces en ambas, está estrechamente conectado a una especie de cuerda blanca llamada tendón que está fijada a un hueso. El tendón más ancho del cuerpo es tan ancho como el talón y es llamado tendón de Aquiles, nombre que se refiere al héroe griego de Homero que ha sido transmitido en las hazañas épicas. Este tendón une los músculos de la pierna que se conectan al hueso del talón. Cuando estos músculos se contraen el talón se levanta.
El músculo más largo del cuerpo es el músculo sartorio ubicado en el muslo; es el músculo que usamos cuando decidimos cruzar las piernas. El músculo más pequeño se llama estapedio (o músculo del estribo) que mide unos cuatro milímetros de largo y está ubicado en el oído medio y actúa como un soporte para un hueso pequeño del sistema auditivo. Cuando este pequeño músculo está herido o lisiado, el acto de escuchar presenta dificultades. La manera en que los pequeños trabajadores trabajan en el movimiento nos recuerda la acción de las palancas. Cada músculo, para moverse, actúa como tal.
Los pequeños trabajadores del movimiento completan su tarea mediante la contracción y relajación. Cuando un músculo se contrae, se hincha y se acorta, endureciéndose. Cuanto más se contrae un músculo, mayor esfuerzo realiza. Un músculo largo soporta un esfuerzo prolongado, uno corto es más rápido pero resiste menos. El Creador le ha dado a los caballos, ciervos y muchos otros animales, músculos que se mueven más rápido que los humanos. Al hombre le dio la mente, de allí que él es capaz de inventar máquinas que pueden transportarlo a muy alta velocidad. En cada músculo hay millones de dichos pequeños trabajadores del movimiento que colaboran en perfecta armonía. Esto es posible porque la red nerviosa, que ordena el movimiento, se divide en muchas ramas para que cada uno de ellos reciba la información apropiada.
Si el cerebro acepta la orden de realizar un movimiento, esto se transmite a lo largo de los nervios y alcanza en un tiempo muy corto a todas las células afectadas. Cuando el capitán de una compañía de soldados les ordena que marchen, él supone que todos comienzan al mismo tiempo, pero en realidad, la simultaneidad no es nunca perfecta. Los pequeños trabajadores del movimiento, en cambio, comienzan y realizan juntos todo el trabajo requerido.
La mayoría de los movimientos corporales requieren la colaboración de muchos músculos. Cuando te quedas quieto, por ejemplo, algunos músculos sujetan la pierna perpendicular a la cadera, otros impiden que la rodilla se doble, otros apoyan el cuerpo erecto en los fémures y algunos muy poderosos sostienen la espalda. Si el cuerpo no tuviera los músculos, no podría sostenerse a sí mismo y todo el Templo viviente se colapsaría en el suelo. Son los músculos los que mantienen los huesos en su lugar, así como los tornillos mantienen juntas las partes mecánicas.
Los músculos también protegen el cuerpo envolviéndolo como si fuera una manta suave y cálida. Muchas partes del interior del Templo viviente están llenas de esta cubierta suave y fuerte. Los músculos se nutren generosamente de la sangre. Al igual que el nervio que comienza desde el cerebro está dividido en miles de ramas cada vez más delgadas, así se divide la arteria que comienza desde el corazón para llevar alimento a todos los pequeños trabajadores involucrados en diferentes movimientos. Además, varios músculos también son humedecidos por la linfa que recoge las toxinas y les trae el oxígeno tomado de la sangre. Cuando los músculos se contraen necesitan más oxígeno.
Ésta es la razón por la cual el Gran Arquitecto ha arreglado que el sistema de circulación sanguíneo se articule de tal manera dentro de los músculos, que cuando éstos son contraídos, obtengan entonces más sangre y, por lo tanto, más alimento. Al mismo tiempo, las venas musculares se presionan para que la sangre cargada de desechos se vea obligada a avanzar hacia el corazón. Las células musculares contienen un cierto suministro de alimentos que, durante la contracción del músculo, se convierten en energía y calor. Ochenta por ciento de todo el calor producido en el cuerpo es precisamente generado por los músculos.
Por dicha razón, cuando tienes fiebre es mejor relajarse para no agregar más calor al emitido por la actividad motora. Les recuerdo que los músculos voluntarios, que hacen todo lo que se les dice que hagan, están veteados y con fibras. Sin embargo, los músculos involuntarios que actúan sin tu conocimiento, tienen una constitución homogénea, lisa y sin vetas. Los trabajadores de los músculos involuntarios hacen lo que el Gran Constructor les dijo que hicieran, sólo obedecen sus leyes. Por eso ellos trabajan de una manera específica y perfecta.
Los pequeños trabajadores involucrados en músculos involuntarios están bajo el control directo del sistema nervioso simpático. Los músculos del corazón y del estómago son involuntarios, así como aquéllos encontrados en el canal digestivo y en todos los vasos sanguíneos y canales linfáticos. No están interesados en las condiciones de la persona, sin importarles si está dormida o despierta, activa o silenciosa. Ellos fielmente realizan las tareas que les encomienda el Arquitecto Divino. ¡Estas tareas son de hecho demasiado importantes y complejas para ser confiadas a la voluntad humana!
Los músculos involuntarios son más lentos que los voluntarios, pero su actividad no se detiene cuando descansas. Siempre responden al llamado de las diversas necesidades de tu cuerpo. Su respuesta se puede ver, por ejemplo, en ese fenómeno definido como piel de gallina, que a veces aparece en los brazos cuando están expuestos al frío: hay más de un millón de músculos involuntarios en la piel, que advierten acerca de las condiciones externas.
Cuando los trabajadores se encargan de proteger la piel (muro real exterior del Templo viviente), y son golpeados por el frío repentino, envían un mensaje cerebral para la oficina que distribuye el calor. El mensaje dice: "Hace frío, retire la sangre de las capas superiores de la piel, pues de lo contrario demasiado calor se disipará”. Al instante, como respuesta, cada uno de los músculos involuntarios de la piel acepta la orden. Ésta es la causa de la aparición de los pequeños gránulos que aparecen en la piel, que es el producto del fenómeno llamado piel de gallina. En estos casos, también se puede hacer notar que la piel adquiere un color azulado porque, cuando los músculos se contraen, toda la sangre, excepto la venosa, es enviada hacia adentro, lejos de las capas superficiales de la epidermis.
El diafragma es un músculo involuntario muy importante, aunque sin embargo, permite aguantar o bloquear voluntariamente la respiración por un período muy corto de tiempo, pero al final está obligado a dejar respirar. Los nervios que controlan el diafragma, de hecho, no te permiten contener la respiración por un período de tiempo demasiado largo porque sería peligroso.
Si quieres que los pequeños trabajadores de tus músculos sean fuertes, robustos y bien desarrollados, debes darles el ejercicio correcto. Un niño suele estar pateando, retorciéndose, gateando, moviendo sus manos y ejercitando sus pulmones al llorar. Un bebé robusto nunca está quieto excepto cuando duerme: esta actividad permite que sus músculos estén activos, para que crezcan y logren un desarrollo más rápido. Un músculo ejercitado se vuelve fuerte y sólido. Cuando estás enfermo o forzado a leer durante mucho tiempo, los músculos no se utilizan y pierden su fuerza. Si inmovilizaras un brazo, aunque sólo sea por unas semanas, se volvería tan débil que ya no podrías levantarlo.
El herrero que, todos los días, usa un martillo pesado, desarrolla los músculos de los brazos que se vuelven particularmente fuertes y poderosos. Incluso el granjero que trabaja con la pala, recolecta heno, levanta trigo y cereales, tiene músculos fuertes y desarrollados, así como los niños y niñas que corren y gritan o si trepan árboles y cortan madera. Los muchachos de la ciudad, que por lo general viajan en auto, trenes o en el metro, son pálidos y sin vida, tienen piernas delgadas y sus músculos son suaves y flexibles. Por lo cual, trabajar en casa, hacer mandados y jardinería, usar herramientas, remar y nadar, todos son ejercicios saludables para mantener a los trabajadores de los músculos en buenas condiciones.
Sin embargo, para tales pequeños trabajadores del músculo, nada es más agradable que nadar. De hecho, este deporte está particularmente indicado para los músculos de las piernas, de los brazos, espalda y cuello, los que a su vez mantienen el torso erguido corrigiendo la curvatura de los hombros. Para la salud de los músculos, es necesario que realicen los ejercicios adecuados sin hacer esfuerzos excesivos y asegurándose de que todos, o casi todos, puedan aprovechar los movimientos. Si practicas ejercicios diarios para un grupo particular de músculos, descuidando a los demás, los primeros crecerán fuertes, mientras que los segundos permanecerán débiles y la figura del cuerpo perderá su armonía, adquiriendo una figura desproporcionada. Un grupo de trabajadores se desgastará y el otro se volverá cada vez más débil.
Un señor inglés, Mr. Gladstone, observó que los caballos que estaban en camino hacia Londres, murieron mucho antes que los que viajaban por otros caminos. El primer camino era bastante plano, mientras que los otros caminos alternaban subidas y bajadas. El Sr. Gladstone concluyó que los caballos que viajaban a lo largo de la carretera plana se cansaron más rápido, porque sólo usaron algunos grupos musculares. Para tener músculos fuertes y sanos, también es necesario proporcionarles alimentos naturales y nutritivos. Los mejores alimentos para reconstruir las fibras musculares y que suministran su energía son el trigo y los cereales en general, las legumbres (frijoles, guisantes, etc.), los diversos tipos de frutos secos (nueces, avellanas, etc.), leche, fruta y verduras.
El azúcar que se encuentra en la fruta es un excelente tónico para los trabajadores de los músculos, mientras que el refinado es totalmente desaconsejable porque el procesamiento los ha privado de todas las sustancias naturales. Sin embargo, nunca debes sobrecargar a los trabajadores musculares con una dieta demasiado rica y abundante. Una dieta de este tipo, si no se quema con un movimiento apropiado, conduce a la grasa. Debes recordar que el exceso de grasa debilita los músculos. Si pesas cien kilogramos, cuando lo normal sería de setenta, el peso es soportado por los músculos del cuerpo. Los músculos de los pulmones y del corazón estarán más fatigados: ésta es la razón por la que tendrás dificultades para respirar y además un corazón más débil. Si comes apropiadamente, evitando los excesos, será posible eliminar la grasa, quemarla con un programa de ejercicios saludables que al mismo tiempo reforzará la musculatura.
Otro elemento esencial para la salud muscular es la luz solar que representa la mayor fuente de energía, que da fuerza y vigor a todas las criaturas vivientes. Todos los múltiples músculos que componen el Templo viviente necesitan calor y luz solar. Si siempre estás en casa, nunca tendrás músculos fuertes y activos. El indígena que pasa su tiempo al aire libre, bajo el sol, tiene la piel oscura y músculos firmes y robustos. Para saber si tus nervios y músculos están sanos y fuertes, considera cuánto tiempo puedes trabajar sin cansarte. Las personas sometidas a emergencias repentinas a menudo son capaces de hacer esfuerzos y realizar acciones musculares que son imposibles para quienes no suelen realizar ejercicios físicos. Un paciente que está en cama podría, por ejemplo, salir de pronto e ir de camino a casa debido a un incendio repentino. En estos casos, algunos hombres han sido vistos salvando a personas que pesaban el doble de su peso, siendo esto posible debido a la gran energía nerviosa que puede contener un músculo.

del libro
La Historia de Un Templo Viviente 
UN ESTUDIO DEL CUERPO HUMANO 
FREDERICK M. ROSSITER, B S., M.D. Y MARY HENRY ROSSITER, A.M.
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viernes, 29 de junio de 2018

La estructura que sostiene el cuerpo viviente - Capítulo 30 - vídeo en facebook -

LA ESTRUCTURA QUE SOSTIENE EL CUERPO VIVIENTE

Al mirar el marco de una casa, podrás decir cuán grande será con sólo observar los cimientos. Sin embargo, al mirar a un niñito no puedes tener idea de lo grande que llegará a ser cuando crezca. Esto es debido a que los huesos del niño crecen, lo que no sucede con los cimientos de la casa. La estructura de madera o piedra no puede crecer, en cambio sí crece la formada por los huesos que están vivos y se desarrollan, como sucede con todas las otras partes del Templo vivo.
Le toma veinticinco años alcanzar sus propias dimensiones finales. La estructura que sostiene el cuerpo se llama esqueleto. Está formado por 243 huesos distintos. Estos huesos están vivos. De hecho, son la sede de muchos pequeños trabajadores que los renuevan continuamente, manteniéndolos sanos y robustos. Los huesos representan la parte más sólida del Templo viviente. La superficie externa de los huesos es aún más robusta que la interna.
Ver un esqueleto ciertamente no es agradable. De hecho, no fue hecho para ser visto y está cubierto de músculos, carne y piel, al igual que la estructura de carga de una casa se completa con ladrillos, yeso y pintura. Mientras que en una casa, construida para permanecer inmóvil, todas las piezas se mantienen juntas muy firmemente, en el esqueleto humano son muy pocos los huesos que están soldados entre sí. Casi todos están organizados de tal manera que les permite libertad y gracia de movimientos.
Éste es sólo otro de los maravillosos contrastes entre las construcciones humanas y las divinas. ¿Quién podría imaginar, viendo a un niño corriendo y cayendo, o mirando a un acróbata que rueda como una pelota, que dentro de su cuerpo hay 243 huesos rígidos y duros? Lo que observamos es posible porque el Gran Arquitecto, que concibió los huesos, también los vinculó de tal manera que pueden moverse sin ninguna fricción.
La parte del esqueleto que forma la cabeza se llama cráneo o caja craneal. El cráneo está formado por ocho huesos planos unidos formando una gran cámara o cavidad diseñada para acomodar el cerebro. La parte frontal del cráneo es también el asiento del Ser, la partícula divina que permite al hombre tomar conciencia de su propia existencia. En un recién nacido, los huesos del cráneo aún no están perfectamente formados y unidos: de hecho, podrías moverlos con una ligera presión de los dedos. Sin embargo, no es recomendable hacerlo porque, para el niño, podría ser muy peligroso.
En la parte superior de la cabeza de un bebé hay un punto muy suave que corresponde a un espacio vacío, creado para que los huesos puedan crecer libremente a fin de llenarlo con el tiempo. Después de unos meses esta cavidad se va cerrando y, ya con los huesos crecidos, desaparece. Llegados los siete u ocho años de edad, los huesos del cráneo estarán firmemente unidos.
En la caja craneal hay muchas aberturas necesarias para permitir el paso de los vasos sanguíneos y de los muchos nervios que llegan y salen del cerebro, del cerebelo y de los otros órganos que encuentran aquí su lugar. En la parte frontal del cráneo, los huesos tienen una forma irregular ya que deben constituir las características profundas de la cara que, para cada ser humano, se presentan únicas y peculiares. Piensa que el mimetismo humano es posible gracias a la gran cantidad de músculos que trabajan en estrecha relación entre ellos.
El cráneo descansa sobre la primera vértebra, que se llama atlas y permite el movimiento giratorio con las otras vértebras y lo que está relacionado con la inclinación hacia adelante o sobre las caderas. ¿Recuerdas los tres huesos pequeños que están dentro de las orejas, el martillo, el yunque y el estribo? Con ellos, el total de los huesos en la cabeza aumenta en seis. Incluso los dientes son huesos reales: el más duro de todo el cuerpo humano. En los huesos frontales del cráneo hay algunas cavidades: entre ellas, se han mencionado las cavidades nasales de las que salen las fosas nasales. También detrás de la tráquea hay una gran cavidad que, junto con otras cavidades más pequeñas, crea la caja de sonidos para dar tono y volumen a la voz. Cuando se expone a alguna forma de enfriamiento, la enfermedad puede extenderse a estas cavidades y causar la sensación de tener la cabeza totalmente obstruida. Sin embargo, si no hubiera estos espacios vacíos, la cabeza sería mucho más pesada.
Una de las estructuras óseas más interesantes del cuerpo, sin embargo, es la columna vertebral: aunque es un cuerpo único, está compuesto por veintiséis huesos muy específicos llamados vértebras. Esta palabra deriva del término latino que indica rotación. Cada vértebra tiene un gran agujero en el centro donde se aloja la médula espinal. Las vértebras que conforman la columna vertebral, están separadas entre sí por una almohadilla de cartílago elástica (disco intervertebral) que permite una gran capacidad de movimiento. El orificio central de la columna vertebral constituye un canal en el que se ubica la médula espinal y está perfectamente protegida. La columna vertebral descansa sobre el sacro, un hueso en forma de cuña colocado entre los huesos ilíacos. Bajo el sacro, la columna vertebral se alarga y termina con una pequeña serie de huesos llamada coxisxiv.
La columna vertebral tiene dos grandes curvaturas que contribuyen a dar gracia y belleza al cuerpo. También sirven para implementar un tipo de suspensión, muy útil para amortiguar las vibraciones causadas por caminar y saltar; vibraciones que podrían ser dañinas para la integridad del cerebro y otros órganos localizados en la caja craneal. La columna vertebral está tan perfectamente diseñada que los diversos movimientos se pueden hacer con tanta facilidad y libertad que uno ni siquiera se da cuenta que existen vértebras y discos intervertebrales. Nunca chocan entre sí; no importa qué inclinación deban asumir, porque los pequeños cojines siempre están listos para proteger los bordes de las vértebras.xv
El marco de la parte superior del tronco, llamado tórax, se forma principalmente de doce pares de huesos curvos y planos llamados costillas. Las costillas nacen de las vértebras y crean una especie de jaula que se asemeja al tableado que rodea un barril. En el frente del cofre, las diez costillas que vienen de la derecha se unen con las que vienen de la izquierda, formando un hueso llamado esternón; las otras costillas, debajo de ellas, permanecen libres y por esta razón se llaman costillas flotantes.
Encima de la caja torácica hay un andamiaje de huesos diseñado para crear el soporte para los brazos; este andamio está formado por la unión de algunos huesos: las clavículas y los omoplatos. La primera parte del brazo, desde el hombro hasta el codo, está formada por un único hueso, el húmero. La parte inferior, llamada antebrazo, está formada por dos huesos: el radio y el cúbito. Luego están los huesos que forman las muñecas, de los cuales salen los huesecillos que forman los dedos; la primera parte de estos se llama metacarpo, a la que se le agregan dos falanges para el pulgar y tres para los otros dedos.
La parte inferior del esqueleto, del que salen las piernas, está formada por dos grandes formaciones llamadas hueso ilíaco que ayudan a soportar el peso de la parte superior del cuerpo. En el lado de cada hueso ilíaco hay una cavidad esférica, en la cual se aloja y rota la parte inicial del hueso más largo del cuerpo, el fémur; este hueso forma la parte superior de la pierna. Así también como en el antebrazo, en la parte inferior de la pierna hay dos huesos: la tibia y el peroné.
El pie comienza con el tarso (tobillo) formado por siete huesos cortos y robustos. Desde el tarso, las falanges que forman los dedos, hay dos para el dedo gordo y tres para los otros dedos. El punto donde los huesos se unen se llama articulación. Los extremos de los huesos están protegidos por una sustancia gruesa y suave, llamada cartílago, que forma un cojinete cuyo propósito es proteger las articulaciones de daños o lesiones.
Algunas articulaciones, sin embargo, no permiten el movimiento, así como se citó las de los huesos en la cabeza. Todas las articulaciones están unidas por los ligamentos que las rodean y las protegen, de modo que nada puede penetrar e interferir con el movimiento. Dentro de los ligamentos hay un líquido que lubrica las articulaciones, las suaviza y facilita los movimientos. Si este líquido se seca, la articulación se vuelve rígida y muy dolorosa. Cuando, debido a un movimiento torpe, se disloca un pie, se crea una laceración de los ligamentos que se llama distensión.
En la parte alargada de los huesos hay un canal interno en el que se encuentra una sustancia blanda llamada médula ósea. La médula está compuesta de grasa, vasos sanguíneos y muchos pequeños trabajadores ocupados. Es difícil imaginar que haya pequeños trabajadores incluso en los huesos, sin embargo, hay millones de ellos, y son activos e incansables como los demás que están en cada lugar del Templo viviente. Tienen una gran cantidad de asuntos que atender, pues no sólo construyen la columna vertebral del Templo, sino que también son los trabajadores de la sangre más importantes de todo el cuerpo, ya que en la médula hay innumerables células vivas trabajando en la producción de los glóbulos rojos, necesarios para que la sangre transporte oxígeno y alimento.
Por lo que los huesos no sólo forman la columna vertebral del Templo vivo y no sólo trabajan para dar forma al cuerpo y proteger todas las partes sensibles. También están divididos entre sí en movimientos junto con los músculos y sirven junto con ellos para actuar como palancas para levantar el cuerpo y para ayudarlo en todas sus obras físicas. Pero además, también protegen a innumerables grupos de pequeños constructores de sangre que están escondidos en sus cavidades seguras, invisibles para todos excepto para el Gran Constructor, y trabajan con Él para preservar el flujo continuo de vida, el fluido necesario para la fuente viviente y para cada parte del Templo.
Hay dos tipos de material óseo: sustancias orgánicas y sustancias minerales. Los huesos de un niño tienen más sustancias orgánicas que minerales. Por lo tanto, los huesos jóvenes son más flexibles y no se rompen fácilmente. Es muy raro que los huesos de los niños se rompan en las caídas: hay tanto cartílago en su esqueleto que a menudo rebotan como una pelota elástica. Los huesos de los ancianos son muy frágiles y se rompen con facilidad, ya que las sustancias orgánicas se han eliminado de la sangre, dejando sólo las sustancias minerales.
Las sustancias minerales por sí solas no pueden hacer que los huesos sean fuertes y resistentes. Si los huesos de una persona mayor se rompen, se podrán soldar muy lentamente. El flujo de la vida fluye perezosamente: los pequeños obreros ahora están cansados. En cambio, en el cuerpo de un joven, los huesos rotos se sueldan en poco tiempo, sin dejar signos visibles de la fractura. Como los huesos de los niños son tan suaves y flexibles, es extremadamente importante cuidar que no adquieran posturas innaturales y que usen zapatos y ropa adecuados.
Si un niñito debe ser obligado a caminar demasiado precozmente, podría suceder que sus piernas, que no son lo suficientemente fuertes como para soportar el peso del cuerpo, se tuerzan creando el defecto que se llama pies de jinete. También la altura de la silla tiene su importancia: si es demasiado alta, y los pies no tocan el suelo, los huesos del muslo podrían doblarse; si en cambio la mesa fuera demasiado baja, se corre el riesgo de doblar la columna vertebral incorrectamente.
Hay muy malos hábitos para la columna vertebral: uno de ellos es pararse en un pie. Otra posición incorrecta es la de leer y escribir con la cabeza doblada hacia un lado. Las deformaciones que pueden lograr estos malos hábitos serán difíciles de corregir. Si quieres que la columna vertebral de tu cuerpo crezca fuerte y proporcional, debes ocuparte de tus posturas, ya sea estando sentado o de pie. En ambos casos, el cuerpo debe permanecer erecto y, cuando estés de pie, el peso del cuerpo debe repartirse en ambos pies.
También debes asegurarte que la ropa que usas no cree ninguna restricción, la cual a la larga, podría obligar a los huesos a tomar posiciones incorrectas. Parecería imposible, pero los huesos con el tiempo pueden deformarse también debido a la ropa ajustada. De hecho, cuando se aferra a la cintura algo que ejerza presión sobre las costillas hacia adentro, eso presiona sobre los vasos sanguíneos de la piel y dificulta el trabajo de los pequeños constructores del Templo viviente.
Por la misma razón, si obligas a tus pies a ponerse zapatos demasiado ajustados, les haces daño a sus huesos y destruyes su belleza. Para mantener la estructura del Templo Viviente fuerte y elegante, es necesario observar las mismas reglas que también ayudan a las otras células del cuerpo: comer alimentos saludables, bañarse con frecuencia, hacer ejercicios al aire libre, tomar sol, respirar aire fresco y dormir todo lo necesario para un descanso adecuado.
Las papas y todos los cereales son ricos en sustancias necesarias para construir los huesos y mantenerlos sanos. También las frutas y verduras frescas son productos válidos para la salud de los huesos y de todo el Templo viviente. Los niños alimentados con dietas deficientes crecen muy lentamente y sus huesos tienden a deformarse y a seguir siendo así de por vida.
del libro
La Historia de Un Templo Viviente 
UN ESTUDIO DEL CUERPO HUMANO 
FREDERICK M. ROSSITER, B S., M.D. Y MARY HENRY ROSSITER, A.M.

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El pan de la vida - Capitulo 31 - vídeo en facebook -

CAPÍTULO 31 
EL PAN DE LA VIDA

Hasta ahora te he contado muchas cosas sobre el Templo viviente, pero muchos misterios quedan por explicar. He intentado, hasta ahora, darte toda la información necesaria para hacer que ames y respetes tu cuerpo; ahora tendrás que comenzar a considerarlo como un Templo viviente, la criatura más perfecta de toda la Creación, por lo que debes mantenerlo hermoso y saludable.
Se reconocen algunas cosas que son muy simples tales como el aire fresco, la luz solar, la comida y los movimientos naturales y correctos, que proporcionan un elixir de vida mucho mejor que lo que soñaron los alquimistas de los tiempos pasados. Ahora que sabes acerca del gran trabajo realizado en este magnífico Templo, puedes cuidar mejor a los pequeños trabajadores, las pequeñas células de las que depende tu salud y belleza. Si les das la cantidad correcta de material, sin cargarlo con trabajo inútil y no privándolo del descanso correcto, se encargarán del Templo en el que vives, creces y trabajas, amas y rezas, teniendo así una vida feliz, sin problemas de salud o enfermedades.
Por lo tanto, debes proporcionar a tu cuerpo los materiales adecuados porque, de lo contrario, tus células no podrán hacer un buen trabajo. Ésta es la tarea, según lo planeado por el Gran Arquitecto. La naturaleza ofrece espontáneamente todo lo que tu Templo necesita, la vida al aire libre, la luz del sol por igual y también la posibilidad de hacer movimientos y descansar. También estás obligado a respirar, prefiriendo el aire fresco al contaminado. Si vas a ser generoso con los pequeños trabajadores de tu Templo, les darás aire puro en cantidad, esto colaborará para embellecer tu cuerpo.
Nadie te obliga a permanecer en el sol o hacer movimientos, pero todo eso contribuye a tu salud. Mas estás obligado a proporcionarles comida y bebida a los pequeños trabajadores: debes alimentarte para mantenerte vivo. Sería muy difícil privarte de comida y agua hasta el punto de morir de hambre o sed. Cuando tienes hambre, de hecho, estás alarmado por el grito emitido por los pequeños trabajadores de todo el Templo viviente. También estás obligado a dejar descansar a las células pequeñas: tarde o temprano, aunque trates de resistir, el sueño reparador se apoderará de ti. También cuando duermes, todavía hay pequeños trabajadores que no descansan en absoluto: hay algunos que trabajan incluso más que cuando estás despierto. La naturaleza, sin embargo, ha previsto todo esto y, de una forma u otra, todos los pequeños trabajadores logran tomar un descanso.
Las actividades llevadas a cabo en el Templo durante el día y la noche son bastante diferentes entre sí. Durante el día, los trabajadores del cerebro están muy ocupados, así nos permiten ver, oír, oler, sentir y tocar. Ellos te permiten beber, comer, correr y caminar, así como llevar a cabo muchas otras actividades. En cada momento de tu día, con cada palabra, o gesto, usas energía vital y consumes los tejidos del Templo, creando tales toxinas y productos de desecho.xvi Además debes recordar, que cuando piensas produces más toxinas que en cualquier otra actividad. Durante la noche, si estás dormido, el sistema nervioso simpático está muy activo y millones de pequeños trabajadores están laborando para reconstruir las partes que destruiste durante el día. Otros millones de pequeños trabajadores están en cambio ocupados llevando materiales de construcción y eliminando productos de desecho relacionados con este complejo trabajo. Los alimentos que has tomado durante el día se transforman en materiales de construcción, luego se almacenan o son transferidos donde sea necesario.
El hambre que sientes por la mañana se debe a que lo que comiste el día anterior ya fue utilizado y los pequeños trabajadores demandan más comida. La sensación de frescura que sientes cuando te despiertas es causada porque durante la noche has respirado más oxígeno de lo que necesitas y por lo tanto tienes un buen stock. Los niños y los jóvenes necesitan más descanso que los adultos y los adultos más que los ancianos porque, además de las actividades normales, también deben crecer y crecer considerablemente.
El hecho de crecer sano y robusto depende de la calidad y cantidad de comida, de las actividades que se realizan y del descanso correcto. Puedes ver cuán cierto es esto en países donde, desafortunadamente, los niños no pueden tener la cantidad necesaria de comida y por ello no pueden crecer bien. La gente adulta no siente hambre como sienten los niños, ni siquiera necesitan mucha comida porque su crecimiento ha terminado. Sin embargo, ellos también deben alimentarse para proporcionar a los pequeños trabajadores el material necesario para reparar lo que se ha deteriorado y reconstruir lo que se ha consumido; los alimentos también sirven para proporcionar la energía necesaria para las actividades diarias.
Las personas mayores, por supuesto, necesitan menos comida. En sus cuerpos los procesos de reparación son muy lentos: no tienen que comer más de lo necesario para no crear una sobrecarga de trabajo para digerir alimentos que no serán usados. Durante su famoso Sermón de la Montaña, Jesús le preguntó a los padres presentes en la multitud: "¿Y quién de ustedes le dará una piedra a su hijo que le pidió un pedazo de pan?”: nadie haría tal cosa. Sin embargo, incluso el pan, un alimento tan precioso, es un fruto de la tierra como son las piedras. La palabra pan se usa generalmente para indicar comida fundamental, porque contiene todo lo que se necesita para construir el cuerpo, nutrir las células, reparar lo que está dañado y proporcionar energía que se distribuirá a todas las partes del Templo viviente.
El pan es la comida de la vida que mantiene el cuerpo saludable de la mejor manera. Job, un filósofo judío, declaró que es de la tierra donde se saca el pan y en el Salmo 104 encontramos la siguiente afirmación: "Él hace producir el heno para las bestias, Y la hierba para el servicio del hombre, Sacando el pan de la tierra”. Entonces la tierra es la fuente de nuestra comida. De hecho, tanto las plantas como los animales, así como los humanos, obtienen su alimento de la tierra. Los rosales, a través de las raíces, se alimentan de las sustancias que están en el suelo y sus hojas toman alimento del aire que la rodea. Las vacas comen hierba y beben el agua de las corrientes; respiran el mismo aire que respiramos nosotros y también en sus cuerpos el agua, la hierba y el aire se transforman en sangre, huesos y músculos.
Puede parecer una cosa maravillosa para ti que el hierro, la madera y otros materiales, todos de la tierra, pueden transformarse y convertirse en instrumentos como el piano con sus teclas y sus cuerdas vibrantes. De la misma manera las gemas y el oro pueden convertirse en joyas y otros minerales se convierten en una locomotora, un telescopio o un microscopio. Si todo esto es maravilloso para ti: ¿cómo podrás definir la transformación silenciosa e invisible con la que los alimentos y las bebidas se convierten en células, músculos, sangre y huesos del Templo viviente? Recuerda, por lo tanto, que los pequeños trabajadores del Templo necesitan pan y alimento natural; lo necesitan para construir y reparar y para asegurar que tu cuerpo se mantenga fuerte y saludable.

del libro
La Historia de Un Templo Viviente
UN ESTUDIO DEL CUERPO HUMANO 
FREDERICK M. ROSSITER, B S., M.D. Y MARY HENRY ROSSITER, A.M.
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