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CAPÍTULO 26
EL LUGAR DE LA TRANSFORMACIÓN
Es extremadamente simple crear ladrillos, producir cal y mezclar todo para construir las paredes de una casa. Pero la transformación de pan, mantequilla, papas, manzanas y de todos los otros alimentos, en materiales adecuados para la construcción y mantenimiento del Templo viviente, representa uno de los procesos más complejos, misteriosos y extraños que ocurren constantemente en nuestro organismo. Al comienzo de esta transformación encontramos la masticación, la insalivación y la respectiva deglución de la comida. Luego, tiene lugar la digestión en el estómago, órgano que podemos considerar como una estación de espera en el canal digestivo, o también como la parte particularmente grande de ingreso al largo y delgado canal alimenticio llamado intestino.
En un recién nacido, el tamaño del estómago es proporcional a su peso y sólo puede contener una pequeña cantidad de alimento. Con el crecimiento también aumenta el tamaño de este órgano responsable de la digestión de los alimentos, de modo que en un adulto ocupa el espacio que va desde el diafragma hasta el hígado.
El estómago se puede considerar como una estación de servicio o una sala de espera, siendo una especie de saco de tejido muscular. Tiene dos aberturas: una entrada superior (cardias), de la cual pasa la comida en unos siete segundos, y una salida inferior (píloro) desde la cual el alimento digerido pasa al duodeno. La palabra píloro deriva del griego y significa tanto guardián como puerta. Ambas aberturas consisten en bandas musculares circulares (esfínteres) capaces de abrirlas y cerrarlas según la necesidad del momento.
Las paredes del estómago son dignas de atención, al igual que las restantes paredes del tracto intestinal. Son capaces de moverse, ya que son bastante elásticas, como lo es todo el intestino. El estómago, debido a este movimiento, se contrae y se expande, mezclando así los alimentos que necesitan ser digeridos.
Esta movilidad está permitida por tres capas (túnicas) de tejido muscular; la capa externa (serosa) controla la parte larga del estómago, mientras que la capa intermedia (muscular) controla la parte corta; esta segunda capa está formada por fibras longitudinales, transversales y oblicuas. La túnica interior (mucosa), que cubre las paredes del estómago y está en contacto con los alimentos, contiene alrededor de cinco millones de trabajadores muy pequeños.
Estos trabajadores, así como aquéllos que crean saliva, producen un líquido que promueve la digestión y opera en grupos llamados glándulas. Estas glándulas son tan pequeñas que residen en millones en las paredes del estómago. Estas glándulas formadas por los pequeños trabajadores del estómago, se llaman glándulas gástricas, porque secretan el jugo gástrico, formado por ácido clorhídrico, pepsina y quimosina; esta última sustancia es abundante, especialmente en el estómago de los bebés. Varios litros de jugo gástrico se producen durante un día.
Debajo de la túnica mucosa hay millones de capilares que suministran a las pequeñas glándulas todo lo que necesitan para el desempeño de su trabajo. Cabe señalar que el canal digestivo no tiene muchas oficinas de telecomunicaciones que lo conecten con el cerebro: su trabajo está controlado principalmente por los trabajadores del sistema nervioso autónomo (simpático y parasimpático). Ésta es la razón por la que el estómago puede sufrir daños graves antes de que el propietario lo advierta.
Hace un siglo, poco se sabía sobre los procesos digestivos, mientras que hoyix, gracias a muchos investigadores pacientes, se ha avanzado mucho en el campo de la ciencia médica, aunque muchos misterios aún no se han dado a conocer. En 1822, un hombre llamado Alesi St. Martin, durante una partida de caza en el norte de Michigan, fue accidentalmente herido en el estómago. Esta herida no se cerró por completo, pero quedó una pequeña abertura, una especie de ventana cubierta por una cortina de membrana mucosa que se comunicaba con el exterior. Este hecho permitió al médico, el Dr. Beaumont, seguir por primera vez en la historia de la humanidad, el progreso del proceso digestivo: movió la membrana mucosa con cuidado y observó cómo se digería la comida.
Debido a esta lesión accidental, y a la cuidadosa investigación del Dr. Beaumont, pudo saberse lo que sucede mientras la comida está estacionada en este órgano del Templo viviente. Cuando la parte del esófago que fluye hacia el estómago se abre para permitir el paso de un bocado de comida, la mucosa interna se vuelve de color rojo brillante. Inmediatamente, se emiten pequeñas gotas de jugo gástrico y al mismo tiempo las paredes del estómago comienzan a moverse. En este punto, todos los pequeños trabajadores se organizan para la digestión de los alimentos: las glándulas gástricas secretan su jugo, mientras que las paredes móviles posibilitan mezclar los alimentos y dividirlos en trozos cada vez más pequeños. El movimiento del estómago se llama perístasis y continúa mientras existen restos de comida no digerida. Este movimiento también empuja la comida hacia el final del estómago, desde donde pasa al intestino delgado después de la digestión.
Con esto finaliza el proceso de trituración de alimentos (iniciados en la boca) que ahora se digieren por medio de jugos gástricos. Los dientes, sin embargo, son los más adecuados para triturar la comida y, si no se mastica bien, los pequeños trabajadores del estómago se verán sobrecargados con una carga de trabajo adicional. De hecho, los jugos gástricos no son tan capaces como la saliva, para digerir los almidones (papas, pan, pastas), los carbohidratos (manzanas, peras, verduras verdes) y las grasas. Así por ejemplo, si los almidones llegan al estómago bien masticados y ensalivados, la finalización de su digestión durará aproximadamente media hora; de lo contrario, su digestión no será tan completa ni rápida.
Los movimientos peristálticos se utilizan para presionar las moléculas de los alimentos contra las paredes del estómago con el fin de impregnarlos de jugos gástricos y facilitar su digestión. Los jugos gástricos están especializados en la digestión de alimentos que se usan para construir o reconstruir células del cuerpo, como cereales, pan, pasta, frijoles, lentejas, guisantes y demás legumbres, productos lácteos y huevos. También se debe recordar que el estómago no completa la digestión de estos alimentos, sino que los prepara para la siguiente sección del conducto intestinal.
Cuando termina la digestión de los diversos alimentos en el estómago, sólo queda una masa fluida llamada quimo. Éste es el objetivo final del trabajo de las células vivas del estómago: convertir los diversos alimentos en quimo. Los pequeños trabajadores que trabajan en el píloro (válvula de salida) deben permitir el paso del quimo; si llegara una bocanada de comida no digerida, la rechazarían sin dudarlo. Esta negativa puede causar arcadas: las células del píloro y las de las paredes del estómago definitivamente rechazarían los alimentos no digeridos.
También puede suceder que los pequeños trabajadores del píloro se enfrenten a un fenómeno inesperado. Esto puede suceder, por ejemplo, al beber un vaso de agua congelada. Los trabajadores, atrapados por sorpresa, abrirán inmediatamente el paso, para eliminar rápidamente el líquido del estómago; por lo tanto, es necesario abstenerse de consumir bebidas heladas, ya que la salida del quimo debe regularse a lo largo del tiempo, para no perjudicar a los pequeños trabajadores del duodeno que deben continuar los procesos digestivos y asimilativos.
Tanto dichos pequeños trabajadores de las glándulas gástricas, como los de los músculos del estómago, trabajan de cuatro a cinco horas después de cada comida. Ellos, sin embargo, no trabajan de forma continua, pues cuando el quimo está completamente liberado del estómago, las mismas paredes se relajan, las membranas mucosas están plegadas sobre sí mismas y los trabajadores de las glándulas gástricas dejan de producir sus jugos.
Si come más de tres comidas al día o si está acostumbrado a tomar un refrigerio entre comidas, estos pequeños trabajadores no tendrán suficiente tiempo para descansar y no podrán manejar las habilidades necesarias durante el proceso digestivo completo. Al igual que cualquier otro trabajador en el Templo viviente, aquéllos involucrados en la digestión se acostumbran a trabajar a un ritmo constante, por lo que si los alimentos se introducen cuando no se espera, es posible que los jugos gástricos no estén listos. En este caso, la comida no puede ser digerida hasta que se segreguen tales jugos. Para mantener limpia esta parte del tracto digestivo, es recomendable seguir una dieta simple y correcta, alimentándose de forma natural y en los horarios adecuados.
del libro
La Historia de Un Templo Viviente
UN ESTUDIO DEL CUERPO HUMANO
FREDERICK M. ROSSITER, B S., M.D. Y MARY HENRY ROSSITER, A.M.
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