Lemuria y la actualidad
(Carta de la Sede Central de Julio de 1971)
Una de las más interesantes consecuencias de leer varias referencias sobre un tema es la de descubrir la relación entre varias afirmaciones concernientes al mismo.
Por ejemplo, al confrontar las referencia sobre la Época Lemúrica con las actuales, nos encontramos con un hecho muy interesante: que la oleada de vida humana adquirió
entonces muchas cosas que ahora consideramos normales.
Antes de aquel tiempo de nuestra evolución, no recodábamos nada de nuestras experiencias diarias; sufríamos penosísimo dolor al concentrar nuestra atención en el mundo físico, más denso; y, cuando pasaba ese dolor, no recordábamos nada de ello. Se puede pensar que eso era una suerte, pero, ¿cómo íbamos a aprender mediante la experiencia, de continuar aquella amnesia? Todavía conservamos una vaga memoria
subconsciente de aquellos primitivos días de violentos impactos, que imprimieron el dolor en nuestros cerebros, cuando sufrimos en la actualidad. Es más probable que
recordemos nuestras experiencias dolorosas que las más felices. O, por lo menos, hablamos más de ellas. La facultad de la imaginación registró la primera memoria germinal y, a través de ella, se formuló la primera idea del bien y del mal. Como la imaginación opera a través del polo femenino de la naturaleza, cuando los egos estaban funcionando en un cuerpo de mujer, se convertían en precursores de la cultura o proceso refinador.
Cuando vivíamos en Lemuria, no teníamos ojos. No los necesitábamos, ya que nuestra conciencia estaba enfocada en los mundos espirituales. Pero, como respuesta al plan evolutivo concebido por Dios para nosotros, comenzamos a trabajar sobre los dos puntos sensitivos - ocelos - de la cabeza, que estaban comenzando a reaccionar a la luz del sol, cuando brillaba nebulosamente a través de la atmósfera ígnea. Nos llevó eones producir el sentido de la vista que tanto apreciamos. En realidad, hasta casi el final de la Época Atlante. La última parte de cualquier época o revolución es rica en “novedades”. Las primeras partes se dedican a la recapitulación y a la elevación del trabajo ya realizado a
un nivel superior, y a preparar los vehículos para el siguiente paso en nuestra jornada hacia la completa unión consciente con nuestro Creador.
En la última parte de la Época Lemúrica, la humanidad era pura e inocente; estaba a cargo de ángeles guardianes que la guiaron en todos los pasos de su desarrollo. Todavía hay personas que quisieran tener un ángel guardián en quien apoyarse. Pero, como estudiantes de ocultismo, nos oponemos a esta idea porque, uno de los requisitos para el crecimiento anímico es la capacidad de arreglárnoslas solos, de tomar decisiones y de aceptar nuestras responsabilidades. En aquel tiempo, el hombre no tenía mente pero no la necesitaba, porque no había decisiones que tomar: su “tierra” era un paraíso.
Tuvo que hacerse una preparación para proporcionar un órgano, en el futuro cuerpo físico, por medio del que pudiera el Ego controlarlo. Cuando el Espíritu Planetario de Marte retiró de la Tierra su influencia, el hierro pudo usarse libremente
por la humanidad. Él es la base de la existencia separada y, sin él, la sangre roja y productora de calor habría sido un imposible. Como aquella sangre caliente y roja era un requisito futuro, el Ego, siempre bajo la dirección de los Seres Superiores, aprendió a desarrollar ese maravilloso fluido.
Nuestras vidas están de tal manera dominadas por nuestro cuerpo de deseos en la actualidad, que es difícil imaginarse el vivir sin esa fuerza impelente. Cualquier nueva facultad se construye de un modo extremadamente lento pero, mientras la desarrollamos, vamos aprendiendo a usarla. Y, cuando logramos manejarla adecuadamente, se convierte en tan parte de nosotros que su uso se hace automático, como ha ocurrido con el cuerpo vital y con ciertas funciones del cuerpo de deseos. Pero el cuerpo de deseos fue cultivado en la Época Lemúrica y, desde el punto de vista de la evolución, no lo poseemos demasiado tiempo. Todavía tenemos mucho que hacer para convertir nuestros deseos egoístas en aspiraciones espirituales.
Este cuerpo de deseos dio a la humanidad el primer impulso para actuar, independientemente de los impulsos de los ángeles guardianes, y eso suministró un incentivo para actuar por propia iniciativa. Mediante su uso, la humanidad aprendió a ser astuta y ejercitar la recién adquirida facultad de la única forma que conocía.
Durante el estado de cristalización de la Época Hiperbórea, cuando el hombre en formación era semejante a la planta, el cuerpo físico era parecido al de muchas plantas, en cuanto a que se reproducía a sí mismo y creaba un nuevo ser. Pero más tarde, en la Época Lemúrica, cuando se hizo necesario que la evolución del hombre tuviese un instrumento de pensamiento y lenguaje para permitirle expresarse a sí mismo, la mitad de su fuerza creadora, fue desviada, con el propósito de construir con ella una laringe y un cerebro.
La laringe se adquirió mientras el cuerpo denso estaba doblado sobre sí mismo, en posición fetal, la que caracteriza todavía al embrión humano. Cuando el cuerpo denso se enderezó y anduvo derecho, parte del órgano creador permaneció en su parte superior y, posteriormente, se convirtió en la laringe. Por eso es por lo que una parte de la humanidad retiene la polaridad negativa o femenina para la procreación, en tanto que la otra retiene la positiva o masculina.
Sin embargo, debe entenderse que habría sido imposible dividir a la humanidad en sexos por un tiempo determinado, si la fuerza creadora del Espíritu no fuese bipolar. Esta fuerza creadora dual se usa en toda clase de magia y se expresa a sí misma como VOLUNTAD E IMAGINACIÓN.
Durante la Época Lemúrica fue cuando los ángeles rebeldes, guiados por Lucifer, decidieron usar a la humanidad para obtener el conocimiento que les permitiera hacer un esfuerzo final y reunirse con su propia oleada de vida. El hombre tenía una conciencia pictórica interna y los luciferes no tuvieron dificultad para manifestarse a esa conciencia con objeto de hacerla consciente de su forma exterior. Le enseñaron cómo crear nuevos cuerpos sin la mediación de los ángeles, que eran - y son - la Jerarquía a cargo de la generación.
Durante aquella época se creó la primera raza. Y ocurrió al dividirse el cuerpo de deseos, con el fin de suministrar alguna materia de deseos más elevada a las personas preparadas para dar ese paso. Se les llamó “el Pueblo Escogido”, capaz de aceptar una nueva enseñanza. Y una porción menor de ellos, se convirtió en la simiente de las siete razas atlantes.
A la luz de lo dicho, es lógico que nos preguntemos por nuestro trabajo actual en cuanto a la evolución se refiere. Obviamente, debemos estar formando algo que facilitará nuestro progreso espiritual. Max Heindel nos dice cómo trabajar a favor del plan evolutivo, así que, revisémoslo por un momento.
Los dos éteres superiores del cuerpo vital están siendo acumulados mediante el ritual y la repetición de tipo espiritual. Todo acto reiterado, produce un fuerte impacto y se convierte en parte de esos éteres, que serán el vehículo del alma. La humanidad alcanzará esta meta mediante la devoción a un ideal superior.
El alma misma es una intrincada mezcla de Alma Emocional (que se extrae del cuerpo de deseos), Alma Intelectual (del cuerpo vital) y Alma Consciente (del cuerpo físico). Una buena forma de comenzar es el aprender a servir, simplemente porque eso es lo correcto. Como esta actividad no siempre se comprende, puede resultar útil una breve definición. Todos nosotros servimos a alguien continuamente. Pero el factor determinante entre el servicio inegoísta y el servicio egoísta es el “motivo.” Un servidor puede hacer una obra benéfica y, con todo, tener su propia razón egoísta para hacerla. Pero, ¿cómo se forma su alma? Tiene que haber algún crecimiento, por supuesto. Con el fin de acumular el oro espiritual, el servicio, no importa cuan pequeño, ha de hacerse solamente para beneficiar a otros. Si es necesario un tiempo de prueba y se nos pide más de lo que creemos que podemos hacer, cobremos ánimo y recordemos a Job, acerca de quien dijo el Señor: “…no hay otro como él en la tierra. Varón perfecto y recto.” El Señor estaba tan seguro de Job que dio permiso a Satán para tentarlo hasta el límite. Nosotros, como principiantes, no somos tentados hasta ese grado pero, si nos proponemos realizar la clase de servicio que Cristo espera de nosotros, los cimientos de nuestra vida espiritual se asentarán sobre una “roca,” y nosotros saldremos airosos.
El espacio entre el cuerpo pituitario y la glándula pineal se llenará de fuego-espíritu espinal cuando sirvamos y meditemos sobre la gloria de nuestro Padre Celestial.
Ésta es una parte esencial del trabajo que hemos de hacer para dar el siguiente paso en nuestro progreso hacia la unión con Dios.
Boletín Nº 40 Fraternidad Rosacruz "Max Heindel" Madrid
AÑO 2.001 - TERCER TRIMESTRE (Julio - Septiembre)
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