lunes, 9 de marzo de 2015

La amorosa y desinteresada práctica del servicio



 La amorosa y desinteresada práctica del servicio
(Conferencia pronunciada por José Vicente Ortiz en el Centro Rosacruz de Asunción.-  
Paraguay)
 
            Jesucristo respondió a la pregunta de sus discípulos sobre quién debía ser el más grande en  el Reino  de los Cielos  diciendo: “Aquél que sea el  último  y el servidor de todos”. Antes de su venida, el hombre era guiado por el ángel Jehová y, para buscar el favor divino, bastaba con sacrificar los bienes, los primeros frutos de los huertos, los mejores animales e, incluso algunas veces, los primogénitos. En los tiempos de Jehová, el  hombre  común  no  iba  a  la  Iniciación;  únicamente  lo  hacían  unos  pocos  elegidos, aquéllos que nacían en castas sacerdotales, como la de los Brahmanes de la raza hindú o la de los levitas en la de los israelitas. El ángel Jehová cumplía su misión a través de la
ley, la cual estaba destinada a que el hombre controlara la naturaleza emocional que lo había  llevado  al  desarrollo  de  las  bajas  pasiones,  especialmente  del  egoísmo.  Sin embargo, actuar por temor al castigo no bastaba para dominar la naturaleza inferior y despertar el amor hacia todo lo creado; por tal razón, un nuevo mensajero enseñaría al hombre  la  idea  de  un  Dios  amoroso,  el  cual  veía  a  todos  los  hombres  como  iguales. Cristo encarnó  este trabajo  y cambió la ley de Jehová por el  amor, despertando  en el hombre la identidad con todos sus hermanos; abrió también la posibilidad de que toda la humanidad  entrara  en  el  proceso  de  Iniciación.  Para  entrar  en  ella  debía,  primero, respetar la ley y sus palabras “No crean ustedes que yo he venido a poner fin a la ley, sino a darle su significado. El que no obedece uno de los mandatos, ni enseña a la gente a obedecerlos, será considerado el más pequeño en el reino de los cielos”, toman ahora su verdadero significado. Igualmente, durante todo su ministerio, enseñó a querer a los enemigos, a no juzgar a otros, a hacer buenas obras, y dio la otra clave para encontrar el Reino del Padre:: “Ama al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu mente y ama al prójimo como a ti mismo”. Se le pedía al hombre que, día a día, desde la mañana hasta  la  noche,  se  sacrificara  por  sus  hermanos,  y  los  amara  como  se  había  estado amando  a  sí  mismo.  Como  es  lógico  suponer,  esa  pedida  iba  dirigida  a  toda  la humanidad, no únicamente a los elegidos: servir también los intereses de su hermano, para que todos lograran alcanzar la felicidad que antes buscaban por sí mismos.

            La doctrina del crecimiento espiritual pide entonces la condición de servir, pero añade  que este servicio  debe  ser amoroso, altruista y con  desinterés.  Nadie  ha escrito sobre  este  punto  y  cada  uno  busca  servir  de  maneras  diferentes  y  muchos, ingenuamente,  por  querer  prestar  un  servicio,  se  convierten  en  líderes  de  otros, supliendo sus responsabilidades y deberes, cayendo sobre sus espaldas todo el peso de su destino. Tratemos de desglosar lo que se quiere decir con servicio amoroso, altruista y desinteresado.
            Cristo  dijo  que  amáramos  a  nuestros  enemigos  pues,  tras  sus  máscaras,  hay bondad.  Dentro  de  todos  existe  la  Chispa  de  Dios;  se  debe  amar  y  servir  a  los  seres humanos por el bien que hay en ellos y no por condicionamientos o lazos emocionales o mentales.  Al  respecto,  sería  bueno  recordar  el  incidente  ocurrido  cuando  algunos  se 
dirigieron a Jesucristo y le dijeron: “Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y desean  hablar contigo”. Él contestó: “¿Quién es mi madre y quienes son mis hermanos? Todo aquel que cumpla la voluntad de mi Padre que está en el cielo, aquél es mi hermano, mi  hermana y mi madre”.

            Por  otro  lado,  con  el  sentimiento  del  amor,  de  la  energía  del  Hijo,  se  pude comprender  la  necesidad  del  otro,  lográndolo  conducir  por  el  camino  verdadero  para que  desarrolle  la  valentía  y  las  cualidades  que  lo  llevarán  a  resolver  sus  propios problemas y a recorrer su camino con sus propios pies. 
            De otra parte, el desinterés implica la conciencia de hacer el bien por amor al bien  y  no  con  la  esperanza  de  recibir  una recompensa, ni  de  percibir  el  resultado  del favor prestado. Se pide que el servicio se dé sin esperar retribución. Toda acción que esté  enmarcada  por el  egoísmo,  alimenta  únicamente  la  naturaleza  inferior y no sirve para  propósitos  espirituales.  Aquí  radica  el  mayor  peligro  cuando  se  sirve  porque,  la urgente  necesidad  de  ser  reconocidos  por  buenos  seres,  puede  llevar  a  la  persona  a suplir  un  deseo  en  vez  de  una  verdadera  necesidad.  Esto  sucede  especialmente  en  el círculo familiar y de amigos, en donde se busca el reconocimiento de los padres, de los mayores  o  de  aquéllos  que  tienen  un  mayor  rango.  Se  debe  aprender  a  acercarse correctamente a la gente, a llegar a conocerla, a sentirse uno con ella, y esto permitirá satisfacer  mejor  la  necesidad  real.  Muchas  personas  ayudan  a  sus  amigos  con expectativas  de  retribución  por  su  servicio;  luego,  si  no  tienen  respuesta,  se  sienten resentidos,  desdichados  y,  a  menudo,  desarrollan  alguna  animosidad  hacia  quienes ayudaron. Se oye que la gente dice: “Lo ayudé muchas veces de este o de aquel modo, pero él nunca me lo agradeció; incluso se volvió enemigo mío”. Entonces está claro que ese hombre  no ayudó  porque,  detrás  de su  acción  no había una  motivación  real,  sino expectativas de algún género de reconocimiento. La ayuda brindada con una motivación heterogénea  de  esta  índole  creará,  automáticamente,  un  rechazo  secreto  desde  el corazón del que se ayuda. Hacer regalos a nuestros amigos en diferentes ocasiones debe tener  la  misma  motivación  impersonal.  Pero  hay  que  tener  cuidado  con  esto,  pues  el hecho  de  dar  regalos  puede  convertirse  en  formalidad  y,  con  el  tiempo,  en  un  acto obligado. A veces, las personas se sobornan, del mismo modo que procuran sobornar a Dios con oraciones; hay personas que dan dinero para sentirse buenas y, durante días y días, se sienten felices, porque a alguien le dieron unos pocos pesos.
 
            Condiciones del servidor
            De acuerdo con lo anterior, todo servidor debe cumplir con unas condiciones, las cuales  son  indispensables  para  que  su  servicio  sea  inofensivo  y  supla  las  verdaderas necesidades, sin ir en contra de su propio desarrollo espiritual.

 
            Diferenciar entre la necesidad y el deseo de algo. El estudiante debe satisfacer, o mejor posible, las necesidades de su hermano y no simplemente sus deseos. El deseo que alguien tiene de servir como un empuje para que se realice un trabajo interior y se logre  la  satisfacción.  El  deseo  es  la  búsqueda  de  la  novedad  y  si  nosotros,  como servidores del mundo, satisfacemos únicamente los deseos de otro, éstos se convertirán en hábitos y, posteriormente, se transformarán en necesidades aparentes. Así, la persona a la cual se quiere ver feliz y gozando de bienestar, empezará anhelar nuevas cosas para sí,  creando  un  círculo  vicioso,  el  cual  le  coartará  la  posibilidad  de  que  él  mismo encuentre la forma de satisfacer si deseo y, por lo tanto, de vivir las experiencias que lo llevarán a un mayor crecimiento anímico.

            Muchas  veces,  el  deseo esconde  una  necesidad  mayor,  que  puede  ser falta de comunicación,  ausencia  de  amor,  carencia  de  afecto  o  falta  de  tolerancia;  el  servidor
debe saber descubrir la causa que está moviendo al otro a llamar la atención a través de la petición o exigencia de su deseo. Hablar de los deseos, partir de ellos para entrar en comunicación con los demás, por medio de la palabra y no por medio del regalo o de la satisfacción directa del pedido, es la manera en que fácilmente se conoce la necesidad y se  prestará  un  mayor  servicio,  descubriendo  la manera  de  fabricar  lo  que  no  se  ha conseguido, de alcanzar el objetivo, sin la participación de otros. Como dijo el Hermano Lego  Max  Heindel:  “Los  actos  se  deben  dirigir  hacia  la  realización  de  los  deseos, porque el mundo necesita más trabajadores y menos deseos”.
 
            Encontrar la causa real de la necesidad porque, detrás de ella, hay una lección  que  aprender. Detrás  de  una  gran  necesidad  hay  una  situación,  emocional,  mental  o espiritual no resuelta, la cual fue generada en el pasado. Toda acción en contra de las leyes de Dios puede proyectarse en una experiencia de carencia y esa carencia no será erradicada de  la vida  hasta tanto se encuentre aquello  que la ocasionó  y se tomen las medidas pertinentes para que, una vez resuelta esa situación, no aparezca de nuevo otra experiencia dolorosa. Por eso, el mejor servicio que se puede prestar a los demás es la búsqueda de una transformación fundamental, el cambio de hábitos negativos de vida, ya sean físicos, vitales, emocionales o mentales, que producen efectos adversos, porque están en inarmonía con los postulados divinos. Sólo en la transformación de la misma persona puede estar la cesación de la crisis que viene desarrollándose.
 
            Ver si nuestro servicio erradica la necesidad o sólo es una ayuda temporal o  paliativa. Se puede ayudar a una persona temporalmente cuando se encuentra pasando por una necesidad muy grande, pero no se debe seguir supliendo la necesidad sin una búsqueda de la causa que la originó.  En este caso, el servicio recibido puede convertirse en  un  medio  que  únicamente  reprima  la  experiencia  dolorosa,  la  cual  aparecerá nuevamente en esta misma vida o en una futura. Por lo tanto, para servir es necesario discernir y, mucho más, si se tienen bienes materiales. Cualquier rico puede alimentar los cuerpos de otros; los que poseen conocimiento pueden alimentar las almas; pero, si no hay una transformación verdadera, el alimento físico y el conocimiento no servirán para evitar las experiencias dolorosas.
 
            Reconocer que, en la carencia de algo, hay una lección que aprender. Esto, para muchas personas puede ser tomado como falta de misericordia.  Pero, si la compasión 
por  los  otros  erradicara  el  dolor  en  el  mundo,  Jesucristo  nos  habría  liberado  de  todo
sufrimiento. Cuando alguien tiene un karma de destino maduro, la experiencia dolorosa podrá ser reprimida temporalmente, pero volverá, tantas veces como sea necesario, para que el ser equilibre totalmente una deuda pendiente con el destino. Así como algunos encuentran  el  remedio a  su mal obrar por medio de  la  enfermedad  y,  por  mucho  que busquen  ayuda  en  los  mejores  médicos  o  terapeutas,  no  encontrarán  su  salud  sino mediante  su  transformación  interna,  otros  lo  harán  únicamente  por  medio  de  una carencia  y  se  necesita  una  visión  clara,  que  evite  suplir  una  circunstancia  que necesariamente debe sucederle a la persona. En estos momentos es cuando se necesita más amor, mayor comprensión y, muchas veces, la urgente necesidad de apartarse de su camino, especialmente cuando el implicado no quiere reconocer que la deuda dolorosa no  es  debida  al  capricho  de  Dios  o  de  los  otros  hombres,  sino  a  su  alejamiento  del camino verdadero. La Astrología presta en estos casos ayuda muy valiosa, y el estudio de  los  tránsitos  y  progresiones  puede  dar  la  clave  para  enseñar  al  hermano  la  causa pasada de su gran dolencia y de su carencia.
 
            Contar siempre con la Voluntad Divina y actuar como Jesucristo cuando, en los momentos previos a su muerte, exclamó: “Señor, que no se haga mi voluntad, sino la  tuya”. Toda  ayuda  prestada  a  otros  y  todo  servicio  desplegado,  debe  ir  siempre acompañado  por  la  invocación  de  la  Voluntad  del  Padre  porque,  siendo aún  hombres imperfectos,  nuestros  deseos  y  anhelos  de  mejorar  a  alguien  pueden  interferir  con  la intención Divina.
 
            No actuar en contra de la voluntad de la persona. La llave de entrada que nos abre las puertas para prestar un servicio verdadero, es la aprobación de la persona a la que  se  pretende  ayudar.  Con  esta  actitud  de  recibir  auxilio,  la  persona  está  en disposición armónica con el servidor y recibe mejores bendiciones; además, si hay un contacto físico, habrá una mayor comunicación que les permitirá investigar la causa de la carencia. Pero, cuando el otro desconoce que le están ayudando, el contacto no se da y toda energía enviada podrá fácilmente perderse y no mover al individuo internamente para que él mismo solucione el conflicto.
           
            Realizar  internamente  una  transformación. Es  muy  fácil  tener  el  deseo,  el anhelo  de  ayudar  pero,  si  no  hay  un  proceso  interno  de  desarrollo,  la  ayuda  puede originar confusión. Cuando se pretende tener una sociedad mejor y se quiere colaborar para ello, lo más correcto es empezar por uno mismo, quitar de la condición emocional los  hechizos,  y  de  la  mente  las  ilusiones,  de  tal  suerte  que  se  ayude  a  los  otros  a  no crear  más  prejuicios,  dogmas  y  creencias  erróneas  que  los  atrapen  y  los  encadenen. Cuando hay un proceso de crecimiento interior, se estará libre de convicciones ajenas, de  creencias  o  de  dogmas  establecidos.  El  corazón  estará  abierto  y  libre  de  las influencias nefastas de la mente y de la emoción, y se conocerá la verdadera necesidad, ayudando  a  la  gente  con  sabiduría,  más  que  con  conocimiento.  La  sabiduría  es  la expresión más elevada del amor, y amor es sacrificio de sí mismo, es la búsqueda de Dios dentro de cada uno.
 
            Aprender de las pequeñas oportunidades de servicio, para merecer las grandes.  Muchas  personas  sufren  porque  creen  que  no  están  sirviendo  correctamente.  Todo momento  de la  vida  es  una  gran  oportunidad  de  servicio  que,  si  se  sabe  aprovechar correctamente,  se  habrá  servido  en  la  pequeña  y  se  ganará  el  derecho  de  servir  en  la grande.  Si  aún  se  sufre  por  las  necesidades  de  los  más  allegados,  se  debe  tratar  de cubrirlas,  teniendo  presente  lo  que  se  dijo  anteriormente:  toda  acción  correcta,  todo sentimiento  en  armonía  con  la  ley  divina  y  todo  pensamiento  puro  y  bello,  serán  las mejores  oportunidades  de  servicio.  Lo  más  importante  del  servicio  es  la  calidad  del mismo y no la cantidad.
 
            Darse a sí mismo en el servicio. Como dice la escritura bíblica, la fe sin obras es cosa muerta, cuando se sirve, el servidor debe entregarse en cuerpo, mente y emoción de tal suerte que, la energía que se moviliza empiece a fluir y a circular con este acto y se  sienta  un  gozo  profundo,  una  nueva  fuerza  y  una  paz  nueva.  Se  puede  decir  que desciende  una  minúscula  corriente  de  energía  vital  en  el  mecanismo,  desde  el  fuego central  y,  en  su  trayectoria,  elimina  algunos  obstáculos.  Cuando  se  sirve constantemente,  se  advierte,  poco  a  poco,  que  los  problemas  emocionales  y  físicos disminuyen  y,  a  menudo,  desaparecen  porque  la  energía  de la  vitalidad  y  del  amor disipan  las  nieblas  del  caótico  mundo  emocional.  El  servicio  es  un  tipo  de  entrega mediante el cual se abren las puertas interiores para que el amor y el pensamiento puro puedan  filtrarse  y  aumentar  de  esta  manera  la  comunicación  interior  con  la  esencia divina.
 
            Servir  donde  se  está  mejor  preparado  para  ello. Si  se  quiere  agrandar  un edificio, todo lo que se necesita hacer es llevar los materiales y ladrillos necesarios al lugar de la acción, e impulsar la fuerza de los trabajadores para que la obra se realice rápidamente; pero, si se quiere aumentar el tamaño de un árbol o el de un animal, no se puede conseguir este propósito clavando maderas al tronco del árbol o colocando pieles o carne a la espalda del animal. Las cosas vivientes tienen su desarrollo en el interior y no  puede  apresurarse  su  crecimiento  hasta  una  extensión  apreciable  sin  peligro  de complicaciones; lo mismo sucede con el servicio, pues no se puede esperar servir, sólo porque  se  siente  la  llamada  interior  de  cumplir  con  este  beneficio,  sino  que  se  debe pedir un renunciamiento al egoísmo y a todas las bajas pasiones. Cada uno puede servir, con  mucha  mayor  ventaja,  si  la  línea  de  sus  servicios  es  paralela  a  la  de  sus inclinaciones y habilidades personales y naturales, y es bueno animar a los otros para que busquen oportunidades de servir en la dirección en la que se sientan más inclinados. No  hay  mérito  alguno  en  buscar  servir  en  algo  que  puede  ser  desagradable  para  la persona; lo importante es cumplir  los oficios en gracia del servicio. El servicio puede definirse como el mejor uso que podamos dar a nuestros talentos y disposiciones.
 
            Cuando  se  cumplan  todas  las  condiciones  del  servidor,  seremos  llamados  por
Dios para servir en lo grande, como dice la Biblia en Juan 15: 16-17: “No me habéis  elegido vosotros a mí, sino yo os elegí a vosotros y os he preparado para que vayáis y  deis fruto y para que este fruto permanezca, a fin de que cuanto pidiereis al Padre en  mi nombre, os lo dé”.
 
            Tipos de servicio
 
            *  Hacia  uno  mismo.  Servir  es  alimentar  bien  nuestro  cuerpo  y  el  cuerpo  de quienes dependen de nosotros; servir es cuidar las emociones negativas y expresar las
positivas; servir es estudiar las leyes divinas, vivirlas en nuestra vida diaria y enseñarlas a  los  otros  por  medio  de  nuestro  ejemplo.  En  la  medida  en  que  seamos  mejores hombres, nuestra área de servicio se extenderá y no se verá limitada por la inercia del cuerpo físico, por las bajas pasiones ni por los pensamientos impuros.
 
            *  Hacia los demás:
 
            a.- Suplir, ante todo, las necesidades de los seres que comparten la vida y que dependen  de  nosotros,  como  hijos,  padres,  esposos,  hermanos  y  animales.  También tener  en  cuenta  las  obligaciones  con  los  amigos,  no  propiamente  los  físicos,  sino  los espirituales,  tales  como  una  voz  de  aliento  en  los  momentos  difíciles,  un  abrazo,  es decir,  toda  la  gama  de  expresiones  humanas  de  compañerismo  espiritual.  Muchas personas evaden las necesidades de los allegados y algunas veces ni les importa hacerles sentirse bien, se alejan de ellas buscando servir a otros, y eso no es servicio verdadero. Se supo el caso de una cubana que, para cuidar a una enferma, no podía ser un auxiliar invisible  ni  dedicarse  completamente  a  la  vida  espiritual.  Mientras  estaba  sin  esa obligación,  podía  atender  los  quehaceres  del  hogar,  sus  obligaciones  espirituales  y 
armonizarse  con  todos  los  amigos  que  a  diario  la  visitaban  y  con  los  cuales  hablaba 
temas espirituales que ella sentía la elevaban. Para ella eso era estar en el paraíso y vivir en  paz  y  felicidad.  Con  la  llegada  de la  enfermedad  de  su  familiar,  todas  sus costumbres se alteraron, al entender de ella, en forma negativa pues, cuando la enferma no gritaba por hambre, era porque había hecho sus necesidades en la cama, en la sala o en  cualquier  parte  de  la  casa  o,  sencillamente,  porque  empezaba  a  escandalizar  en  la forma en que a ella se le ocurría. Una noche, pidiendo al cielo que no la alejara tanto del camino  y  le  diera  la  posibilidad  de  ser  Auxiliar  Invisible,  su  cuerpo  entró  en relajamiento total y tuvo un sueño en el cual ella seguía deseando ardientemente servir a mucha  gente,  y  su  deseo  le  fue  concedido  y  fue  llevada  a  un  lugar  donde  un  ser necesitado  esperaba  sus  servicios.  Entró  en  una  habitación  que  le  resultaba  familiar, donde se sentía el quejido de una anciana que yacía  en el suelo medio inconsciente y con un fuerte golpe en la cadera. Ella se le acercó presurosa y, tal fue la impresión que recibió, que se despertó de un tirón. La anciana que la habían llevado a auxiliar no era otra que la que ella cuidaba en su casa. 
            Pero  lo  anterior  no  debe  ser  mal  entendido  y  mal  interpretado,  y  quedarse siempre  sirviendo  a  los  más  cercanos,  incumpliendo  otras  obligaciones  adquiridas  o pretendiendo  ensanchar  nuestra  área  de  servicio.  El  servicio  exige  también  un  mayor sacrificio,  especialmente  de  nuestro  tiempo,  y  una  mejor  distribución  del  mismo. Cuando el gran trabajo de servicio requiere algo de nuestro tiempo, se pueden presentar varias  excusas:  “Tengo  una  hija  a  la  que  debo  llevar  al  colegio  y,  cuando  haya  terminado con ella y estén liquidadas nuestras obligaciones, me ocuparé de ello.” Otro dice:  “Mis  negocios  requieren  mi  presencia  día  a  día  y  llego  por  las  noches  muy fatigado.  No  puedo  cumplir  con  una  obligación  diferente  a  ésta,  porque,  al  día siguiente, no podría dedicar todas mis energías al trabajo. Pero me ocuparé de ello tan  
pronto  como  termine  mis  negocios”.  Un  tercero  dirá:  “Tengo  muchos  hijos  que  reclaman mi atención y cuidado  en distintas  funciones  sociales,  no puedo hacer  otra  cosa,  porque  los  descuidaría.  Pero,  una  vez  que  los  haya  casado,   trabajaré  por  la  causa  del  servicio”.  Es  perfectamente  cierto  que,  al  asumir  obligaciones,  se  deben cumplir  de la  mejor  manera  posible.  Al  mismo  tiempo,  hay  también  más  de  una probabilidad  de  que,  reflexionando  profundamente  sobre  el  asunto,  se  encontrarán algunos  ratos,  aparte  de  nuestros  deberes,  que  podrían  dedicarse  al  gran  trabajo.  Se cosechará  el  beneficio  espiritual  en  proporción  directa  en  que se emplean  los  propios pensamientos, el tiempo de que se disponga y todo el dinero posible para la causa que se haya  abrazado.  Cuando  alguien  se  consagra  totalmente  a  la  vida  del  sacrificio  y  la regeneración, las cosas antiguas  se desvanecen; de  una u otra  manera, la  hija va a  su colegio, los hijos encuentran otro acompañante tan capaz como su madre o su padre. En todos los casos en que se haga renuncia de algo en bien de la seguridad y prosperidad de una obra, el tiempo que se emplee en ella y el dinero que se pueda esparcir en una bien entendida  y razonada caridad, será resarcido y compensado bajo la ley que trabaja para el bien. Todo aquél que viva la vida y cumpla con su trabajo entenderá que sólo hay progreso en el servicio.
 
            b.-  Cumplir  con  la  responsabilidad  del  trabajo,  sin  importar  que  no  esté enmarcado en lo que se considera un camino del sendero espiritual. El mejor servicio que se le puede prestar a la sociedad es realizar cualquier trabajo con responsabilidad, honestidad  y  puntualidad.  Recordar  que  de  nuestro  trabajo  y  de  su  cumplimiento depende el pan, la economía y la educación de muchas personas.
 
            c.- Practicar las Obras de Misericordia:

            * Dar de comer al hambriento y de beber al sediento. En todo momento llegan a nuestras vidas personas que, no sólo necesitan de alimento físico, sino también alimento vital, emocional y mental. El primero de ellos es fácil suplirlo pero los otros exigen que el servidor posea, no sólo medios físicos, sino también cualidades vitales, emocionales y 
mentales o, por lo menos, que las busque en otros. Cuando hay una carencia vital, bien sea que se manifiesta con enfermedad, debilidad o desvitalización, cuando hay carencias afectivas  y  desconocimiento  del  plan  divino  y  del  papel  de  cada  ser  dentro  de  él,  el servidor debe enseñar  por qué aparecen estas  condiciones y ser el medio a través del cual, las condiciones internas son restauradas, para que aumente su vitalidad y se sienta 
querido e importante.

            *  Dar  buen  consejo  al  que  lo  necesita.  Debemos  tener  en  cuenta  que  este servicio debe ser continuo y con prudencia.

            * Corregir al que yerra. Debe hacerse con mucha discreción,

            * Consolar al triste. Debe hacerse con caridad y dulzura.

            *Visita a los enfermos. E ir con una actitud optimista y alegre para equilibrar los pensamientos y emociones de apego que se han originado por el miedo a la pérdida de la persona querida. 
            * Vestir al desnudo. Especialmente a aquéllos que se sienten vacíos por dentro y que no pueden  ofrecer nada  en pos de una fraternidad  universal.. Esto  presupone una educación destinada a fortificar las virtudes. 
            *  Dar  posada  al  peregrino.  Todo  aspirante  espiritual  debe  abrir  su  corazón  a todos los hombres, sin importar su raza, sexo, edad, religión o parentesco.
 
            d.- Ofrecer generosamente las virtudes, como fe, esperanza, caridad, tolerancia, paciencia,  diligencia,  templanza,  pureza,  generosidad  y  humildad.  El  servidor  debe obrar bien, procurar ser siempre  instrumento de buena voluntad y en todos sus actos,
sentimientos y pensamientos, tratar de expresar las virtudes que ha desarrollado  en su vida, hasta donde es capaz de hacerlo. Esto es vida creativa: es el camino del servicio. Durante todo el tiempo se debe pensar, sentir, hablar y vivir  y expresar lo bueno que haya  en  cada  uno.  Entonces  la  mente  recibirá,  poco  a  poco,  una  acrecentada  luz;  el corazón irá cambiando  lentamente y el servidor se convertirá en una usina de amor y resplandor, el cuerpo será sano, brillante y fuerte, debido a que la vida virtuosa acorta la distancia  entre  el  Yo  Inferior  y  el  Yo  Superior,  haciendo  posible  el  contacto  con  la fuente de Luz, Belleza y Verdad. 
            Servir es ser honestos, sinceros y transparentes en las relaciones con los demás.La hipocresía, la mentira, la falta de sinceridad, son trabas para el despertar espiritual y hacen  que  se  cierren  las  puertas  hacia  las  grandes  oportunidades  del  servicio.  Habrá ocasiones  en  las  que  no  se  pude  ayudar  financieramente  a  los  demás;  tal  vez  sólo necesiten  una  sonrisa,  una  palabra  amable,  una  hermosa  canción,  un  abrazo  fuerte  y  sentido,  oír  un  te  quiero,  emitir  un  pensamiento  bondadoso  o,  simplemente,  estar
presentes aunque silenciosos. Nunca se debe servir cuando hay pensamientos de odio, maldición, escándalo, envidia, calumnia, murmuración, chisme, ya que las condiciones 
estudiadas  no  se  dan  en  el  servidor.  El  servicio  debe  ser  verdadero,  sin  mentiras,  ni
grandes ni pequeñas.
 
            e.- Cuidar la palabra.  En la Época Lemúrica, cuando se separaron los sexos, la mitad  de la  energía  creadora  subió  por  la  columna  vertebral  y  permitió  al  hombre construir el cerebro y la laringe. De acuerdo con lo anterior, la laringe, que expresa la palabra, es creadora y, al igual que la energía que se expresa por medio de los órganos sexuales,  puede  construir  o  destruir.  En  un  futuro  muy  lejano,  la  mayoría  de  la Humanidad la utilizará, para generar un nuevo cuerpo pero, actualmente, la mayoría de las veces, se utiliza para destruir a través de la crítica menoscabadora, y muy poco, para construir  a  través  del  halago,  de  las  palabras  dulces  y  cariñosas  o  de  aquéllas  que alientan a continuar en la lucha en momentos difíciles.
 
            f.-  Cuidar los pensamientos y las emociones emitidas. Si los pensamientos son bajos,  saldrán  de  la  mente  y  contaminarán  el  plano  mental,  haciendo  que  formas
negativas mentales crezcan y tomen fuerza, las cuales irán posteriormente a las mentes activas y aumentarán el mal en el mundo. Por esta razón es importante comprender que, aunque  sirvamos  para  suplir  necesidades  físicas,  si nuestro  pensamiento  es  dañino,  el servicio que se hace de una manera se está opacando con el pensamiento continuamente 
expresado por la mente.. El contagio mental es más dañino para la sociedad. La crítica destructiva contagia los pensamientos y las emociones de los otros y crea una energía negativa  alrededor  de  las  personas  que  no  las  deja  libres  y  con  la  capacidad  de  ser 
auténticas. Otra forma de servir  cuidándonos de emitir sentimientos bajos, los cuales saldrán del cuerpo emocional y contagiarán los cuerpos de deseos de las personas que vibran en resonancia con ellos.
 
            g.- Servir a otros seres vivos. Los animales, los vegetales, los minerales y hasta la  Tierra  misma.  Se  debe  llegar  a  ser  completamente  inofensivos  con  todos  ellos, respetando las formas de vida animal, procurándoles un ambiente mejor y enseñando a 
la gente la necesidad de una dieta vegetariana. También se pude servir a los animales dejándolos  en sus ambientes  naturales y evitando usar elementos que provengan de la matanza de ellos, como pieles, chaquetas de cuero y otros. En cuanto al reino vegetal, se les  sirve  respetando  sus  hábitat  de vida  y  enseñando  a  la  gente que  el  equilibrio  del planeta  depende  de  las  especies,  tanto  animales  como  vegetales.  Usar  los  derivados vegetales,  como  papel,  utensilios  de  cocina  y  otros  en  forma  moderada,  haciendo  un buen uso de ellos, reutilizándolos varias veces, reciclándolos, etc

          Cualidades del necesitado:
            *  Desear  el  servicio,  para  que  esté  dispuesto  al  cambio  que  exige el  universo
para que cese su carencia.
            *  Pedir  ayuda  si  su  necesidad  no  se  conoce  y  solamente  si  se  es  incapaz  de 
suplirla por sí mismo.
            * Comprender la causa real de la necesidad.
            * Estar dispuesto a transformarse internamente.
 
            La importancia del servicio en el camino espiritual

            La  ética  de  dar  está  bellamente  expresada  en  “La  visión  de  Sir  Launfal”,  de Lowells.  El  pretencioso  caballero  Sir  Launfal,  envuelto  en  armadura  brillante  y  con
trajes  de  gran  lujo,  parte  en  busca  del  santo  Grial,  con  el  corazón  lleno de  orgullo  y desdén para el necesitado. En su camino encuentra a un leproso que le pide una limosna
y  le  arroja  despreciativamente  una  moneda. El  leproso  no  recogió  el  oro  del  polvo  y
replicó:  “Mejor  para  mí  es  la  corteza  de  pan  del  pobre,  mejor  la  bendición  de  éste,  
aunque  tenga  que  retirarme  de  su  puerta  con  las  manos  vacías”.  A  su  regreso,  Sir
Launfal, sin haber encontrado el Santo Grial, encuentra a otro en posesión de su castillo y se dirige hacia la puerta haciendo poco caso de la pérdida de su señorío y sin lucir pomposas vestiduras, pero con el corazón lleno de amor e impreso en él el signo del que sufre. De nuevo encuentra al leproso, que le pide otra limosna, hallando en el caballero una respuesta diferente. Le dijo: “Veo en ti la imagen de Aquél que murió en el madero. Tú  también  has  tenido  tu  corona  de  espinas.  Tú  también  has  sufrido  los  escarnios  y  desprecios del mundo…”. Luego, partió en dos su único pedazo de pan y, rompiendo el hielo  en  la  orilla  del  arroyo,  dio  de  comer  y  beber  al  leproso.  Éste  se  transformó, milagrosamente,  en  el  Divino  Señor  y  le  dijo:  “Mira,  soy  yo,  no  temas.  En  muchas  tierras gastaste tu vida sin provecho, buscando el Santo Grial. ¡Mira, aquí está! Es esta  taza que acabas de llenar en el arroyo para mí; esa corteza es mi cuerpo partido para ti;  esta  agua,  la  sangre  que  por  ti  derramé  sobre  el  madero”.  La  Sagrada  Cena  se efectúa ciertamente en cualquier cosa, cuando participamos de las necesidades de otro, pues la dádiva sin el dador es estéril; el que da su propio ser, alimenta a tres con sus limosnas: a sí mismo, a su prójimo hambriento y a Dios. 
            El amor, como causa, produce su efecto: el servicio. Y, junto con él, las acciones bondadosas y benéficas que, al ser demostradas en la vida, entretejen la preciosa túnica de Cristo. A través del servicio a los demás, los hombres cambian la atención que tienen sobre su propia vida y beneficio, al bienestar de todos los hombres. La Humanidad es una unidad y el aspirante debe comprender que, para que se instauren en su corazón la bondad, la benevolencia y la justicia, debe emprender una lucha contra la ilusión de la separatividad y seguir el ejemplo de Cristo. Éste último vino con la intención de llevar a la  Humanidad  al  Reino  del  Padre,  donde  se  sentarán  juntos  todos  los  hombres,  sin distinción de raza, sexo o edad, puesto que el Padre no hace distinción entre ellos.

            Tres cosas son necesarias para alcanzar la realización y están en relación directa con  el  triple  aspecto  divino:  Voluntad,  Amor-Sabiduría  e  Inteligencia  Creadora.  La voluntad  se  despierta  mediante  la  disciplina,  no  represiva,  basada  en  las  leyes  de  la naturaleza.  El  Amor  se  despierta  mediante  el  servicio;  y  la  Inteligencia  Creadora, mediante  la  acción  recta.  Es,  pues,  el  servicio  la  válvula  de  drenaje  que  da  paso  al caudal del Amor Universal, ese bálsamo sublime que cura todas las heridas del alma y satisface todas las necesidades humanas.


  Boletín Nº 36 AÑO 2.000 - TERCER TRIMESTRE 
(Julio-Setiembre) FRATERNIDAD ROSACRUZ  MAX HEINDEL (MADRID) 

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