El destino maduro
PREGUNTAS Y RESPUESTAS
(De Rays from the Rose Cross de enero/febrero de 1.989)
Respuesta: Tiene razón. Dios no quiere que paguemos, ni siquiera una sola vez, si nos arrepentimos y nos reformamos. Pero el problema de liquidar una cadena de causas y efectos en una vida es mucho más complicado que pagar los artículos que compramos en una tienda. Hay muchos aspectos distintos en cada caso particular. Permítasenos tomar el ejemplo de un borracho que se convierte en una fiera, que abusa de sus hijos, privándolos de la satisfacción de sus necesidades y de la educación a que tienen derecho, que golpea a su mujer, dando a sus hijos un ejemplo que seguramente seguirán y, en general, degradando su nivel moral.
Tras la muerte, sentirá en el Purgatorio, primero, la necesidad del alcohol, que ya no puede satisfacer y, luego, todo el sufrimiento que ha infligido a su familia. Con ello habrá “pagado” sus malas acciones y, por tanto, en cuanto a ellas se refiere, renacerá completamente limpio. Pero él se había comprometido a amar a la mujer que se convirtió en su esposa y, mediante la realización del acto creador, y al proporcionar los núcleos para los cuerpos de sus hijos, asumió la responsabilidad de la paternidad frente a ellos, que nacieron con derecho a su ayuda y protección. Esas obligaciones las incumplió, de lo que se deriva un lazo entre él y los miembros de su familia. Y aún tendrá ante ellos una deuda de amor y de servicio que habrá de ser pagada en el futuro.
Entonces, en otra vida, esos espíritus serán relacionados de nuevo con él y colocados en tal situación que tenga la oportunidad de pagarles con bien. Si no lo hace, en otra vida futura, deberá prestar un servicio proporcionado a cualquier otro. Es en beneficio suyo por lo que se le hace prestar el servicio, para que desarrolle la naturaleza amorosa y se expanda hasta hacerse universal y omniabarcante.
La misma regla rige en todos los casos. Y, como las circunstancias extremas constituyen el mejor ejemplo, veamos el caso de un asesino y su víctima. Tras la muerte, experimentará en el Purgatorio el daño causado y su actual deuda quedará saldada. Pero, entre esos dos Egos se habrá creado un lazo y, en una vida futura, volverán a encontrarse de modo que el asesino tenga oportunidad de servir a su víctima, y se reconcilien como amigos. El sentimiento de fraternidad ha de universalizarse, pues es el principio básico en el reino de Dios.
En resumen, podemos decir que todas nuestras deudas las pagamos en el Purgatorio, en cuanto a los actos realizados se refiere, pero que las deudas de amor, de amistad y de servicio, permanecen vivas para su liquidación en vidas futuras.
Boletín Nº 35 AÑO 2.000 - SEGUNDO TRIMESTRE
(Abril-Junio) FRATERNIDAD ROSACRUZ MAX HEINDEL (MADRID)
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