CURACIÓN ESPIRITUAL
por Luis A. Blanco Andrés
Curar, devolver la salud física y mental es una de las actividades principales de la Fraternidad Rosacruz. Max Heindel explicaba que unos vehículos sanos son necesarios para la expresión plena del espíritu y su mejor trabajo en el mundo. Por consiguiente nos afanamos en mantener todos nuestros vehículos, no sólo el físico, en óptimas condiciones. Esta relación entre planteamientos espirituales y salud no es nueva. En la leyenda referente a Cristian Rosenkreutz y el origen de la Orden Rosacruz se recogen sus poderes y tareas curativas. Y más atrás también se asentó esta relación en los mismos Evangelios: el Verbo sana las almas y cura los cuerpos, a veces indisociablemente.
La Fraternidad Rosacruz llama nuestra atención sobre lo que ordinariamente no se ve y que, lejos de ser un postizo especulativo, explica y genera aquella parte del universo que percibimos ordinariamente. Pues bien, ¿Qué contestación puede dar a lo expuesto arriba? En la tradición cristiana exotérica triunfó el dualismo; el alma por un lado y el cuerpo por otro. Visto así, el cuerpo puede sufrir muchos males mientras el alma impoluta sigue su navegar. El extremo de este concepto es que no merece mucha atención el curar el primero sino ver qué aprovecha a la segunda.
Nuestra filosofía ofrece una visión más unitaria. La enfermedad constituye una experiencia excelente para el desarrollo porque estimula la superación de condiciones adversas, la búsqueda de soluciones, la aceptación de limitaciones, el cuestionamiento del sentido de la vida y numerosas virtudes según las circunstancias de cada enfermo. No es que sea deseable por sí misma sino que, como otras experiencias intensas, permite salir al espíritu de su letargo. Además, para la Fraternidad su llegada es algo explicable según las leyes del Cosmos. De errores y limitaciones pasadas viene la necesidad presente de afrontar la enfermedad. Y aquí se entiende por qué el desarrollo espiritual y la mejora de la salud están unidos en la obra de los grandes maestros. Ellos animan a buscar la plena expresión del espíritu y la enfermedad es un escalón intermedio que debe ser resuelto en el sendero del logro. No recuerdo un pasaje evangélico que hable de Jesús enfermo y si él es nuestro ideal buscaremos con diligencia resolver cualquier enfermedad.
CURACIÓN ESPIRITUAL
por Luis A. Blanco Andrés
Curar, devolver la salud física y mental es una de las actividades principales de la Fraternidad Rosacruz. Max Heindel explicaba que unos vehículos sanos son necesarios para la expresión plena del espíritu y su mejor trabajo en el mundo. Por consiguiente nos afanamos en mantener todos nuestros vehículos, no sólo el físico, en óptimas condiciones. Esta relación entre planteamientos espirituales y salud no es nueva. En la leyenda referente a Cristian Rosenkreutz y el origen de la Orden Rosacruz se recogen sus poderes y tareas curativas. Y más atrás también se asentó esta relación en los mismos Evangelios: el Verbo sana las almas y cura los cuerpos, a veces indisociablemente.
La Fraternidad Rosacruz llama nuestra atención sobre lo que ordinariamente no se ve y que, lejos de ser un postizo especulativo, explica y genera aquella parte del universo que percibimos ordinariamente. Pues bien, ¿Qué contestación puede dar a lo expuesto arriba? En la tradición cristiana exotérica triunfó el dualismo; el alma por un lado y el cuerpo por otro. Visto así, el cuerpo puede sufrir muchos males mientras el alma impoluta sigue su navegar. El extremo de este concepto es que no merece mucha atención el curar el primero sino ver qué aprovecha a la segunda.
Nuestra filosofía ofrece una visión más unitaria. La enfermedad constituye una experiencia excelente para el desarrollo porque estimula la superación de condiciones adversas, la búsqueda de soluciones, la aceptación de limitaciones, el cuestionamiento del sentido de la vida y numerosas virtudes según las circunstancias de cada enfermo. No es que sea deseable por sí misma sino que, como otras experiencias intensas, permite salir al espíritu de su letargo. Además, para la Fraternidad su llegada es algo explicable según las leyes del Cosmos. De errores y limitaciones pasadas viene la necesidad presente de afrontar la enfermedad. Y aquí se entiende por qué el desarrollo espiritual y la mejora de la salud están unidos en la obra de los grandes maestros. Ellos animan a buscar la plena expresión del espíritu y la enfermedad es un escalón intermedio que debe ser resuelto en el sendero del logro. No recuerdo un pasaje evangélico que hable de Jesús enfermo y si él es nuestro ideal buscaremos con diligencia resolver cualquier enfermedad.
Con este planteamiento esotérico, ¿Cuál es el camino de la salud? El origen del
mundo visible procede de la imparable marcha del Ego Virginal hacia la consciencia propia y manifestación de su divinidad. Los métodos han de ser a la fuerza espirituales y de manera resumida los concretaría en la búsqueda de la unión entre el Yo superior y el yo inferior. Bajo las alas del primero el segundo nada debe temer. Como declara el Libro de los Salmos: "El Señor es mi pastor, nada me falta. En verdes praderas me hace recostar, me conduce hacia fuentes tranquilas."
La confianza en ese Bien Supremo, en esa fuerza superior que puede modificar
una situación concreta es básica. La Fraternidad ofrece una actividad curativa a quien libremente la pida y periódicamente remita a la sede central su firma con pluma. No es necesario ser miembro de la Fraternidad ni aceptar todos sus planteamientos; sólo la confianza mencionada y la aceptación de remitir las firmas bastan para comenzar nuestra labor. Estas firmas transmiten la situación del cuerpo vital, llave de la salud, y mantienen el pacto de dar y recibir. Mediante esa tinta los auxiliares invisibles pueden tener acceso al enfermo durante la noche y recomponer su cuerpo vital. La energía con la que lo auxilian es muy peculiar pues procede de todos los que participan en los servicios de curación y es canalizada por los Hermanos Mayores de la Orden Rosacruz.
Este enfoque de una materia compleja no excluye otros. Así, en nuestra cultura
tenemos la medicina científica que establece relaciones entre ciertos productos químicos
y sus efectos en el organismo. Para la Fraternidad éste es un método legítimo y un aspirante diligente buscará la salud con todos los medios lícitos que estime convenientes, bien medicamentos o bien otros sistemas de curación.
De manera que todos podemos colaborar en esta obra básica de la Fraternidad
Rosacruz inspirada por su carácter esotérico y cristiano. En el presente momento evolutivo predomina la separatividad y pese a ello resulta notable cómo el sufrimiento puede acercarnos y hacernos sentir hermanos del doliente con más eficacia que un discurso sobre nuestra naturaleza divina. Los pensamientos altruistas sin duda crean una atmósfera beneficiosa pero tienen la limitación de manifestarse con dificultad en los planos etérico y químico del Mundo Físico. El Servicio de Curación que celebramos semanalmente en el Centro y también en nuestros domicilios ofrece una actividad precisa y eficaz para liberar energía curativa que pondremos a disposición de Cristo y de los Hermanos Mayores para que sea utilizada donde más se necesite. El propio texto del servicio nos explica la actitud idónea. Habla de la enfermedad, del emblema rosacruz, de cómo la cooperación de varios multiplica la energía y consigue más. La calidad de los participantes es debidamente señalada pues los pensamientos nobles y poderosos que genera el Servicio demandan que el resto de nuestra vida sean parecidos o no vibraremos en ese momento en la frecuencia que espera el diapasón celestial. Como dice el lema rosacruz: Una mente pura, un corazón noble, un cuerpo sano. La intensidad del deseo es fundamental, querer con todo el ser. Así lo inferior puede evocar lo superior y formarse el embudo por el que se derrama la energía cósmica. Mas ¿qué
pediremos? La salud por la salud, como un triunfo del cuerpo físico autónomo de su Yo superior no resulta una idea consecuente con lo expuesto hasta ahora. Se trata de pedir que el espíritu se manifieste plenamente en el cuerpo, en el modo y manera que haya de ocurrir y no como nosotros particularmente lo imaginemos. A la fuerza esa plena manifestación incluirá la salud, tarde o temprano.
Nosotros debemos considerar un aspecto delicado del proceso. Tal vez consigamos por la fuerza de nuestra actuación algo que no resulte bueno, porque somos
ignorantes de las maneras y momentos en que el Ego tiende a solucionar los problemas en sus vehículos. Para no causar daños como un cachorro entusiasmado que accede a una cristalería, por encima de ese querer intenso que precisa la curación pondremos las palabras de Cristo: "Que no se haga mi voluntad sino la Tuya". Así integramos nuestro poder individual en el Bien Supremo y si algo no encaja en él, pues que no se manifieste y punto. ¿No es paradójico desarrollar nuestro querer, nuestro poder y al tiempo anularnos como factor individual de desorden en el cosmos?
Esta contradicción entre el querer más intenso y el sometimiento máximo a la Voluntad Divina debe resolverse en la acción, en la experiencia de cada uno al servir de
canal para las corrientes curativas que sólo esperan la llamada adecuada para manifestarse.
En nuestras mentes consideramos razonamientos y conceptos, matizamos ideas pero el pensamiento no es el reino de Cristo, aquel Reino anunciado en los Evangelios y que esotéricamente identificamos con el Mundo del Espíritu de Vida. Cesemos pues en el pensamiento, sintonicemos con la salvadora energía crística y pasemos a la acción abandonándonos plenamente a la Voluntad curativa del Cielo.
Nosotros debemos considerar un aspecto delicado del proceso. Tal vez consigamos por la fuerza de nuestra actuación algo que no resulte bueno, porque somos
ignorantes de las maneras y momentos en que el Ego tiende a solucionar los problemas en sus vehículos. Para no causar daños como un cachorro entusiasmado que accede a una cristalería, por encima de ese querer intenso que precisa la curación pondremos las palabras de Cristo: "Que no se haga mi voluntad sino la Tuya". Así integramos nuestro poder individual en el Bien Supremo y si algo no encaja en él, pues que no se manifieste y punto. ¿No es paradójico desarrollar nuestro querer, nuestro poder y al tiempo anularnos como factor individual de desorden en el cosmos?
Esta contradicción entre el querer más intenso y el sometimiento máximo a la Voluntad Divina debe resolverse en la acción, en la experiencia de cada uno al servir de
canal para las corrientes curativas que sólo esperan la llamada adecuada para manifestarse.
En nuestras mentes consideramos razonamientos y conceptos, matizamos ideas pero el pensamiento no es el reino de Cristo, aquel Reino anunciado en los Evangelios y que esotéricamente identificamos con el Mundo del Espíritu de Vida. Cesemos pues en el pensamiento, sintonicemos con la salvadora energía crística y pasemos a la acción abandonándonos plenamente a la Voluntad curativa del Cielo.
Boletín Nº 34 AÑO 2.000 - PRIMER TRIMESTRE
(Enero - Marzo) FRATERNIDAD ROSACRUZ MAX HEINDEL (MADRID)
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