Fraternidad Rosacruz del Paraguay
EL CAMINO DE LA LIBERACIÓN
La siguiente es una meditación escrita por el Padre Ignacio Larrañaga sobre la situación del hombre en el mundo. Se denomina “Sufrimiento y Redención”:
“Señor, Señor que significa ser hombre? Sufrir a manos llenas. Desde el llanto del recién nacido hasta el último gemido del agonizante, sufrir es el pan cotidiano y amargo que nunca falta en la mesa familiar”
“Las mil enfermedades, las mil y una incomprensiones, los conflictos íntimos, las depresiones y obsesiones, rencores y envidias, melancolías y tristezas, las limitaciones e impotencias propias y ajenas. ¿Qué hace el hombre con ese bosque infinito de hojas muertas?”.
Así es como la generalidad de las personas concibe la vida en la Tierra: una sucesión de hechos a veces inentendibles que escapan a los proyectos ya establecidos. Y se vuelve difícil comprender el porqué del sufrimiento. De ahí surge ese deseo tan intenso y universal de liberarse de todas las penas a fin de alcanzar un estado de bienestar inalterable. Esto lo comprobamos diariamente al conversar con las personas con quienes compartimos; en el trabajo, o en la familia. Todos tienen alguna dolencia o situación determinada de la cual desean liberarse.
La gente tiene la ilusión de que cambiando los hechos exteriores que son muy fáciles de ver, se modificará su mundo interno. Algunas personas dedican todos sus esfuerzos en pos de un cuerpo sano a fin de lograr la salud física, pero no es suficiente para desterrar definitivamente la enfermedad, y en cuanto a las demás aflicciones cotidianas, tampoco se conoce la manera de alejarlas definitivamente de nuestras vidas a pesar del empeño puesto en ese fin.
Los que frecuentamos esta Fraternidad no estamos ajenos a estos anhelos, tal vez ellos mismos no dieron el impulso para llegar a este lugar. Pero a nosotros sí nos corresponde tratar de entender que sucede con el hombre; por que tantos pesares. Cómo encontrar al fin, si es posible, un camino que nos lleve a liberarnos de todos los males.
A fin de profundizar sobre este tema, recurrí en primer lugar al diccionario, para conocer el significado de la palabra liberación, y allí se lee: Liberación es la acción de poner en libertad. Carta o recibo que se da al deudor cuando se paga. Liberar es libertar. Eximir a uno de una obligación. Cómo sinónimos tenemos: libertar, absolver soltar, redimir, exonerar.
El sinónimo más utilizado es Redención.
Y Redimir es: rescatar al cautivo mediante precio. Dejar libre una cosa que se había vendido o empeñado. Librar de una obligación o extinguirla. Poner término a una adversidad o molestia.
Entonces, si liberación es quedar libre de una obligación, o poner término a una adversidad, surge el interrogante de cómo se lograría la redención. Cómo nos redimimos; cuál sería nuestra acción eficaz al respecto?.
Los que seguimos las enseñanzas cristianas sabemos que Cristo es el llamado Redentor. Es Él quien redimió de los pecados al mundo. Leemos en Gal 5.1 “Cristo nos liberó para ser libres”. Y en los Evangelios, en Mt. 20 -28: “Vino no ha ser servido sino a servir y a dar su vida como rescate por una muchedumbre”.
Se dice que Jesucristo es quien nos redimió con su sangre, expió satisfactoriamente con su muerte nuestros pecados y ofreció su propia vida como sacrificio para la redención de todos. Entendiendo así estas palabras, ya estamos liberados de nuestros pecados por ese hecho, requiriendo de nosotros una participación pasiva; es como si el dueño de un esclavo recibe del pagador el precio del rescate sin que el esclavo mismo ejerza ninguna acción.
Considerando también así el sacrificio de Jesús podríamos entender que Dios estaba airado y se apaciguó con la muerte de su hijo. Entonces podríamos preguntar: ¿Puede una persona sustituir a otra; morir en su lugar y continuar el hombre con su pecado? ¿Quien tiene que cambiar? ¿Dios debe cambiar su ira en bondad o es el hombre quien debe convertirse de pecador en justo?
En el Concepto Rosacruz del Cosmos, Max Heindel, plantea estas mismas interrogantes diciendo: “si las leyes del Renacimiento y consecuencia obran de tal manera que los seres evolucionantes recogen lo que han sembrado, y si el impulso evolutivo está constantemente elevando a la humanidad cada vez más alto para alcanzar la perfección ¿Dónde está pues la necesidad de redención? cómo puede la muerte de un individuo ayudar al otro ¿No sería mas noble que sufriera las consecuencias de sus propios actos que ocultarse tras otro?.
El mismo nos aclara: Es realmente cierto que el impulso evolutivo, ayudado por las leyes de Renacimiento y de Causa y Consecuencia trabajan para realizar la suprema perfección de todos; sin embargo, hay algunos que están constantemente quedándose atrás; y con objeto de darles esa ayuda especial y redimirlos fue la Misión de Cristo. La evolución se hubiera retrasado enormemente y muchos no hubieran podido seguir con nuestra oleada de vida, si no se hubiera procurado alguna ayuda.
El dijo que había venido a salvar a los que estaban perdidos y al mismo tiempo abrió el camino de la iniciación para todos los que quisieran buscarla. Cristo vino a salvar a los que estaban muy sumergidos en la materialidad, y para traer paz y buen voluntad a todos, elevándolos al grado necesario de espiritualidad produciendo un cambio en sus cuerpos de deseos que haría mas fuerte la influencia del Espíritu de Vida en sus corazones.
La expresión “La sangre purificadora de Cristo” quiere decir que cuando corría la sangre en el calvario, ésta llevó consigo al gran espíritu del sol, Cristo, quien por este medio aseguró su admisión en la tierra y desde ese momento se convirtió en el Espíritu planetario habitante dentro de ella.
La expresión “Cristo preparó la Tierra” significa que toda evolución dentro del Planeta es acompañada por la evolución del planeta mismo. Cuando su sangre cayó en la Tierra, difundió su propio cuerpo de deseos por todo el Planeta purificándolo, lo que le permitió trabajar sobre la tierra y sobre la humanidad desde dentro, atrayendo hacia nuestro c. de deseos materia emocional mas pura que antes. El continúa trabajando por un entorno cada vez más puro, para facilitarnos él esfuerzo de vivir una buena vida cultivando la espiritualidad y tratando de llegar a la perfección.
Entonces, Cristo quitó el pecado del mundo (no del individuo) y es en el verdadero sentido de la palabra el Salvador del Mundo.
En el libro “La verdad os hará libres” de Gustavo Gutiérrez, leemos que para visualizar aun más el sentido de la liberación, debemos comprender el Éxodo. Yahvé libera al pueblo Judío para hacerlo una nación santa: “Ya han visto lo que he hecho con los egipcios. Ahora pues, si de veras escuchan mi voz y guardan mi Alianza, ustedes serán mi propiedad personal entre todos los pueblos” EX. 19 – 4-6.
Es la Alianza, el cumplimiento de la palabra de Dios, la que da sentido a la liberación de Egipto; la una no se explica sin la otra: “ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios”.
Y decir la palabra de Dios es decir la Ley de Dios, a la que los Salmos alaban diciendo: “La ley del Señor es perfecta, es remedio para el Alma; las ordenanzas del Señor son rectas y para el corazón son alegría”.
Haciendo pues la similitud comprendemos que al cumplir el hombre la palabra o la ley de Dios, se libera de sus pecados.
Max Heindel habla de esta Ley, diciendo: que sólo hay una Ley Suprema, una Sabiduría Suprema, es decir un solo Dios, el punto culminante de todos los poderes, tanto espirituales como físicos del Universo; el centro único del cual todas las cosas, todos los atributos, todas las facultades, funciones y principios proceden y en el que todos han de culminar, siendo inconcebible para el hombre independizarse de Dios. Y por que la naturaleza entera y el hombre son mera manifestación de Dios, aquel solo puede esperar la realización de sus anhelos si obra en armonía con la Ley Universal o Voluntad Divina.
La explicación de la vida del hombre, todas las circunstancias que rodean a las mismas, descansa en el hecho de ser esencialmente espiritual y eterno. Y esa Voluntad Divina es la que se traduce para nosotros en armonía, paz y gozo. Y el hombre debe someterse a ella. No puede regirse por su voluntad, pues la voluntad humana se guía egoístamente por su conveniencia. Cuanto más se someta el hombre a la Voluntad Divina y deje de establecer leyes por si mismo, mayores serán sus progresos.
Y esta Ley Universal se manifiesta en un sin número de Leyes que rigen tanto el mundo físico como el espiritual, y nos encaminan por determinados senderos; nos inhabilitan para otros o los vuelven inaccesibles. Pero todas ellas actúan armoniosamente para dirigir a toda la humanidad, a toda la creación, a todas y a cada una de las oleadas de vida y a todos y a cada uno de los espíritus que las componen; hacia arriba y hacia delante, hasta alcanzar la perfección y la unión con Dios.
Algunas de las leyes que rigen el Mundo Físico son conocidas por la humanidad que las utiliza casi inconcientemente, por ejemplo: La Ley de la Gravedad, la Ley de electricidad, la rige la digestión y asimilación, las que rigen el equilibrio, el crecimiento, el habla; y otras tantas que nos ayudan a evolucionar en cuanto actuamos a su favor: por ejemplo, si no tocamos con la mano un conductor eléctrico, no sentiremos la sacudida de la electricidad. Estas mismas leyes nos castigan o “riñen” a su manera y nos llevan por mal camino si las infringimos: si ingerimos una sustancia inapropiada para el cuerpo nos enfermamos.
Pero existen otras leyes, además de las citadas, que son desconocidas por la generalidad de los hombres, y que la sabiduría Occidental nos enseña en las llamadas Escuelas de Misterios, y otras han sido reveladas por el mismo Cristo. Estas leyes rigen el mundo espiritual y su observancia nos permite avanzar sin tropiezos en el Sendero. Pero tanto las leyes del Mundo Físico como las del Mundo Espiritual tienen dos características comunes: estamos sometidas a ellas en el campo de actividad que dirigen y la ignorancia de nuestra parte no es excusa para que no nos traten con el mismo rigor.
La sabiduría Occidental destaca que el denominado “pecado” en lengua corriente, no es sino la trasgresión a una Ley Natural, y lo que se conoce por “castigo de Dios”, no es sino la consecuencia a esa infracción puesta en marcha por la propia Ley. Por eso, Jesús siempre utilizaba las mimas palabras: “Ve y no peques mas” o “tus pecados te son perdonados”, exponiendo de este modo el eterno e inmutable principio de que todo mal y su consiguiente pena son el resultado directo del quebrantamiento de la ley.
No existe un Dios vengador, ofendido, dispuesto a castigar, sino un Dios del cual formamos parte, del que somos como células y que es todo amor, todo ternura y comprensión.
Las Leyes que rigen el mundo Espiritual son numerosas pero citaremos algunas: la ley de polaridad: todo es vibración y por tanto cada virtud y su vicio opuesto no son sino distintos grados de la misma vibración, de ahí que “el mal es un bien en formación”; la ley de Atracción o Afinidad: el todo atrae y se siente atraído por lo similar. “lo semejante atrae lo semejante”. Esta ley actúa universalmente en cada plano de acción y a traemos lo que deseamos o esperamos; la ley de Analogía“como arriba es abajo y como es abajo es arriba”, refiriéndose a los distintos planos de existencia; La ley de evolución: “todo tiende a crecer hacia delante y hacia arriba”; y la Ley de dar y recibir: para poder recibir es necesario dar primero. “dad y se os dará”. Compartir lo que se tiene abre el canal para recibir cosas deseables.
Entre las leyes naturales básicas y que analizaremos con más profundidad están: la Ley de Renacimiento o Reencarnación; la de Causa y Efecto, Siembra o Cosecha o de Retribución; la Ley de Epigénesis, La ley del arrepentimiento o perdón de los pecados y la Ley del Amor.
Nos dice la Filosofía Rosacruz que las Leyes de Renacimiento y Causa y Consecuencia armonizan perfectamente con la concepción de un Dios justo y amante, pues a través ellas podemos emanciparnos de nuestra poca deseable condición actual y adquirir determinado grado de desarrollo por muy imperfectos que ahora seamos.
Lo que somos, lo que tenemos, todas nuestras buenas cualidades son el resultado de nuestras propias acciones y lo que nos falta puede ser nuestro en el futuro, y en vez de lamentarnos por la falta de esta o aquella facultad, o de las desigualdades de la vida, debemos idear los medios necesarios para superar nuestras carencias.
La ley de Renacimiento postula un lento avance efectuado persistentemente por medio de repetidas encarnaciones, en forma de creciente eficiencia, hasta llegar el tiempo en el que todos alcanzarán la cumbre de esplendor espiritual. (Lámina 9)
Esta ley que rige toda la naturaleza es muy visible en el reino vegetal: en la primavera la tierra se despierta y todas las plantas se llenan de brotes, generando frutos en el verano, hasta que en el invierno todo parece morir para luego reverdecer en la nueva primavera.
Y esta misma ley que despierta la vida en los vegetales trae, de nuevo al hombre a la tierra para que adquiera nuevas experiencias a través de encarnaciones sucesivas, pero en vehículos o cuerpos de creciente perfección. Los espíritus necesitan encarnar para adquirir experiencia para dominar al mundo, y lograr el dominio de si mismo, es decir el Yo inferior.
La Ley de Consecuencia está íntimamente ligada a la anterior. Todos hemos vivido en la Tierra muchas vidas en el pasado y habremos de vivir muchas en el futuro. En cada una de esas vidas pasadas hemos puesto en funcionamiento varias causas, algunas de las cuales están produciendo ahora en la vida presente, sus efectos conocidos como Karma o destino maduro. Así vamos pagando cuentas y cosechando premios del pasado que constituyen nuestro “mal” o “buen” destino, aun que en esta última encarnación hayamos remodelado nuestra vida. De ahí que ante hechos muy desagradables que nos agobian, no encontramos muchas veces una causa justificada y nos creemos sujetos de injusticias.
El proceso del pago de deudas es siempre restrictivo, limitador y desagradable. Pero también ofrece el consuelo de que las deudas una vez pagadas no pueden ser exigidas de nuevo y por tanto se queda libre de ellas para las futuras vidas. Y en cuanto termina la trasgresión a la ley, termina también la causa del sufrimiento, y aunque los residuos del pecado permanecen todavía, ya no se acumulan los efectos por que la causa ha desaparecido y el daño empezará a disminuir, no presentándose ya en la vida futura.
Vemos entonces que estas dos leyes de Renacimiento y Consecuencia: explican de forma razonable todos los problemas de la vida humana. Si miramos desde esta óptica las dificultades que experimentamos ya no nos asombran.
Se puede pensar que este cumplimiento sistemático de una causa y su efecto posterior lleve a acciones mecanizadas; cada causa produce un efecto y es una causa que a su vez produce otro efecto sin posibilidad de nuevas causas. Pero no es así, la ley de epigénesis establece que dado que el hombre es un Dios en formación, posee el germen de la facultad creadora y por tanto, utilizándola con su libre albedrío puede crear, es decir poner en funcionamiento causas nuevas antes inexistentes y no derivadas de otras anteriores, para cambiar el curso de la evolución propia o ajena. De acuerdo a esta ley, el Ego fue construyendo vehículos o cuerpos nuevos para adaptarse mejor en los distintos periodos de la evolución y este perfeccionamiento sigue actualmente.
La epigénesis es nuestra gran responsabilidad, y debemos procurar que las causas nuevas que pongamos en funcionamiento siempre se dirijan hacia lo verdadero, lo bueno y lo bello.
La Ley del arrepentimiento o del perdón de los Pecados es una aportación de la doctrina del Cristo. Su efecto es una muestra más del amor divino, que nos permite escapar al “castigo” o efecto de la Ley de Causa y Efecto por las infracciones cometidas. Según esta ley, cuando nos arrepentimos sinceramente de cualquier pecado o infracción a una ley natural y realizamos la reparación necesaria al perjudicado, los efectos que según la Ley de Consecuencia deberíamos experimentar, se disuelven y el pecado queda borrado.
Este es un hecho actual, que se puede realizar por el sincero arrepentimiento y modificación de la vida, lo que limpia el átomo-simiente en el corazón del recuerdo de pasadas malas acciones. Cuando este átomo-simiente ha sido limpiado de este modo, las imágenes de estas acciones son disueltas y no están estarán presentes cuando hayamos abandonado el cuerpo físico en el momento de la muerte, y así no nos causarán ya ningún sufrimiento en la región del purgatorio.
Este perdón de los pecados, muestra la necesidad de restituir lo que debemos a las personas que hemos perjudicado. Esta restitución puede hacerse directamente al individuo en cuestión, o en caso imposibilidad se restituye indirectamente en forma de servicios prestados a otros; es decir sirviendo al universo.
Así, el Ego o Espíritu en evolución aprende a cumplir las leyes naturales quebrantadas durante la presente encarnación, y en la siguiente, ya nacerá en el mundo físico con la tendencia innata a no hacer determinadas cosas.
La ley del Amor, el Amor es Dios y ningún mal lo puede resistir. Esta es la última ley Natural enunciada históricamente por el propio Cristo quien dijo “ama a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo” y sirve para enseñarnos la lección del amor in egoísta. ¿Por qué amar al prójimo como a uno mismo?. Cómo chispas emanadas de Dios y en Dios, formamos parte de él; nuestra vida y las de los demás seres vivos es toda una y la misma vida; la vida de Dios y este amor nos inspira el deseo de compartir, de dar, de ayudar a los demás.
Nos dice al respecto Waldo Trine en el Libro “Armonía con el Infinito”: “al reconocer nuestra unidad con la Vida Infinita, nos ponemos al mismo tiempo en acordes relaciones con nuestro prójimo y en armonía con las Leyes Eternas de modo que hallamos nuestra vida al perderlas por los demás. Comprendemos que nada podemos hacer a otros sin que a nosotros mismos nos lo hagamos, ni perjudicar al prójimo sin dejar por ello de ser nosotros los perjudicados. El hombre que emplea su vida en el servicio, la enriquece y la acrecienta mil veces y cada gozo, cada dicha, cada triunfo de los miembros del todo también será suyo”.
Desde Luego, nos recuerda permanentemente nuestra filosofía que: “el servicio amoroso y desinteresado que hacemos a los demás es el camino más corto, más seguro y más gozoso que nos lleva a Dios”.
Pero sucede que durante el transcurso de nuestra vida hay rasgos de carácter o expresiones de nuestra personalidad que con mayor frecuencia generan consecuencias desagradables, por ejemplo: la cólera, el orgullo, el temor, el odio, la venganza, la sensualidad, el egoísmo, la envidia y la intolerancia. Por eso debemos analizar constantemente nuestros pensamientos y emociones para ver si en ellos se manifiestan algunos de los rasgos citados, aunque sea en grado mínimo y cuando nos veamos dominados por ellos, debemos comenzar enseguida a trabajar para eliminarlos. Los dos principales medios para lograrlo son el cambio en el modo de pensar y en el modo de actuar con relación a los demás; comenzando con la modificación en el modo de pensar, por que si así lo hacemos, nuestros actos se adaptarán a los pensamientos. Si sólo tenemos pensamientos de bendición hacia los demás nuestras acciones serán siempre buenas.
Modifiquemos nuestros pensamientos y deseos. Y cuando nos veamos perturbados por uno malo, sustituyámoslo por uno bueno y concentrémonos en él con tanta intensidad que el primero no encuentre lugar en nuestra mente.
Meditemos sobre nuestras aflicciones, aceptémoslas y no nos lancemos mentalmente contra ellas como es la costumbre. No nos coloquemos en el camino para no dejarlas pasar. Resistiendo mentalmente a una situación desagradable, le damos por esa mismo hecho un poder que se volverá contra nosotros mismos y contra nuestros esfuerzos. Además, el temor, el odio y el resentimiento son ideas muy cargadas de emoción y cuando las añadimos a una dificultad estas se vuelven muy difíciles de vencer.
Obedezcamos la ley del Cristo quien dijo: “no os resistáis al mal”. Busquemos la presencia de Dios y fijemos nuestro pensamiento firmemente en esa presencia que está en nosotros y en la persona o en el mal que nos aflige, es decir “volvamos la otra mejilla”. Si así lo hacemos la situación desagradable desaparecerá. Si alguna persona nos hace un daño en vez de pensar en la falta cometida, fijemos la atención en lo divino de la persona y veremos como su conducta cambiará.
No nos protegemos de los males resistiéndolos, pues al hacerlo intensificamos su poder y nos ponemos completamente bajo su dominio. La doctrina de la no resistencia es el gran secreto metafísico. Cristo nos enseño lo que en realidad constituye una estrategia espiritual admirable. Cuando consideramos con hostilidad una situación le damos el poder de gobernarnos; cuando no le ofrecemos resistencia, le privamos de poder. Poco a poco debemos aprender a distanciarnos de todas las dificultades hasta que nos demos cuenta que realmente son sombras proyectas por nuestra personalidad.
Podemos concluir diciendo que Dios no creo ni la enfermedad ni el sufrimiento, ellas son el resultado de haber quebrantado las leyes a las que estamos sujetos, como habíamos dicho se cumplen aunque no las conozcamos. Aun no las entendemos totalmente, ni las respetamos y por que estamos desarmonizados con el Orden Divino sufrimos toda clase de pesares. La mayoría de los hombres cree que lo que les pasa depende principalmente de las personas y circunstancias que los rodean, creyendo que están expuestos a accidentes e imprevistos de toda clase que van cambiando sus vidas.
Queremos liberarnos de nuestras aflicciones que vienen a ser los efectos, pero prestamos muy poca atención a las causas. Lo semejante atrae a lo semejante; el odio, la envidia, los celos, la venganza tienen sus frutos. Cada mal pensamiento y cada mala acción engendran otros parecidos. Cada idea que emanamos, nos volverá con sus lógicas consecuencias y estas pueden acabar deteriorando el organismo. La misma salud física es un bien del cual no podemos gozar indefinidamente si no guardamos sentimientos de misericordia y buena voluntad hacia los demás.
Nos aumentamos o disminuimos la salud, nos atraemos a ciertas personas o condiciones y rechazamos otras, hacemos venir la serenidad o el temor. Así como pensamos, como actuamos y como hablamos con los demás, así nos harán a nosotros, lo bueno o lo malo que hacemos se nos devolverá en el mismo grado.
Busquemos el bien en todas las personas y en todas las cosas, envolviendo a quien sea en pensamientos de amor y benevolencia. Y así como lo malo genera consecuencias desagradables, cada buen pensamiento, sentimiento o acción, nuestra labor constructiva, el servicio a los demás, se van acumulando y creando buenos efectos que podrán modificar las circunstancias y oportunidades futuras. Nosotros creamos nuestro destino, la suerte y la casualidad son solo aparentes. Pero no olvidemos, que así cómo trabajamos sobre nuestros pensamientos, acciones y emociones, debemos también actuar sobre nuestro cuerpo físico para refinarlo y hacerlo más sensitivo. Este vehículo es el más evolucionado y nos permite adquirir las experiencias, por lo que debe estar libre de impurezas, esto se logra mediante una dieta naturista - vegetariana y una vida más pura.
Y ante las limitaciones y desengaños que continuamente se nos presentan, no nos abandonemos a las quejas y lamentaciones y cumplamos nuestros deberes, pues los deberes cumplidos con amor son el camino de la liberación. Dicen que las obligaciones diarias bien hechas, aunque sean materiales, constituyen la oración mas sublime que pueda elevarse desde la tierra.
Aprendamos pronto las lecciones que el dolor nos enseña; porque si no las aprendemos la Naturaleza nos proporcionará experiencias cada vez mas duras pero el dolor y el sufrimiento, ademas de ser consecuencias de nuestros errores, tienen la particularidad de mover a la persona a tratar de evitarlos y buscar a Dios. Por eso el dolor es bueno, lleva a la persona a descubrir a Dios y a través de ese contacto con él, puede liberarse de sus limitaciones. La mayoría no busca lo espiritual a menos que una adversidad los obligue.
Y en esos momentos de pesar recojámonos en nuestro interior y en oración pidiendo a Dios que todo sea conforme a su voluntad. Estemos con la predisposición de permitir que su Voluntad se manifieste en nosotros, aunque no sea del modo que nosotros hayamos preferido.
El aspirante a la vida espiritual debe saber retirarse en el silencio, apartarse del ruido de la vida, de las tristezas e incertidumbres, y lograr dentro de uno mismo un centro de equilibrio para percibir a Dios. Estar con Dios y ser uno con Él es estar en paz. Reconocer que somos espíritu, es vivir en armonía con Dios. Somos chispas divinas potencialmente omnipotentes como El. Esta es nuestra fuerza, nuestro Poder interno, El Ego, o Yo Superior.
Y este Poder o Dios interno, que posee en si mismo toda la sabiduría envía constantemente mensajes a la mente consciente. Estos mensajes aparecen en forma de intuiciones, aspiraciones e ideas originales, y estas nos dicen lo que nuestro Yo Superior con su sabiduría desea que hagamos.
La conciencia es uno de los mensajes del poder interno. Esta conciencia es ya el resultado de todas las experiencias vividas a lo largo de nuestra evolución, de las cuales hemos aprendido sus enseñanzas. Si siguiéramos sus instrucciones nuestras vidas se irían reformando gradualmente. Como nos dice Waldo Trine: “Se leal a tu propia alma pues a través de ella nos habla Dios. Esta es la guía interna. Esta es la Luz que ilumina a todo hombre venido al Mundo. Esta es la conciencia, esta es la intuición, la voz del Supremo Ser, la voz del Alma, la voz de Dios “Entonces tus oídos oirán a tu espalda una voz que diga: este es el camino, anda por él”. Isaías 30- 21.
Y termino con la meditación del inicio: “No se vence al sufrimiento lamentándolo, combatiéndolo o resistiéndolo, sino asumiéndolo. La perfecta libertad está, no solo en asumir la cruz con amor, sino en agradecerla, sabiendo que así asumimos solidariamente el dolor humano y colaboramos con la tarea trascendental de la redención de la humanidad”.
Queridos Hermanos y Hermanas que las Rosas florezcan en vuestra cruz.
Perla Pompa de Nuñez
Setiembre 2009
BIBLIOGRAFÍA
- Concepto Rosacruz del Cosmos, Max Heindel
- El Velo del Destino, Max Heindel
- La Masonería y el Catolicismo; Max Heindel
- La Verdad os Hará Libres; Gustavo Gutiérrez
- El Camino de la Liberación, Geoffrey Hodson, Triptico: Fraternidad Rosacruz del Paraguay.
- Las Leyes Naturales, Vía Internet: Francisco Nacher.
- La Liberación del Miedo y los Milagros, Vía Internet, WWWW.somosmente.com
- Lo Básico de la Expiación, Vía Internet.
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