(Centro de Corrientes. Argentina. Publicado en el nº 1 de “Amistad”, en enero de
1969)
Corría el año 1952. Mi salud decaía notablemente. Conocía las Enseñanzas Rosacruces desde hacía un par de años y había solicitado curación, después de haber probado los métodos alópatas en varias ciudades.
Diversos trastornos me aquejaban. No podía retener ni digerir nada. La vida se me escapaba, lenta pero segura.
Convencida de que encontraría la salud en Mount Ecclesia, partí para la ciudad soñada. Era como una sonámbula que dejaba tras sí todo, hijos pequeños, como si mi alma necesitara lavarse en la fuente de la purificación…
Así como dice el ritual: “desnudo y con lágrimas de contrición”, mas con profunda fe y firme convicción, me dirigí al lugar que inmensamente amo: Monte
Ecclesia.
Era la víspera de Navidad. Estrellas simbólicas de cinco puntas adornaban las calles de las ciudades cercanas que atravesaba: Los Ángeles, San Diego, otras vecinas a Oceanside.
Esto produjo en mi alma un fuerte despertar; era como si me diesen la bienvenida fuerzas venidas de los mundos en que moran los bienaventurados.
Tal como lo había planeado en mi interior, recibía el bautismo de la oleada Crística más poderosa del año, al poner los pies en ese santo lugar pocos minutos antes de las 12 P.M. ¡Nochebuena! Himnos de júbilo cantaban los ángeles, al igual que mi
corazón, al ser recibida por tan tiernos y amorosos brazos de los amigos reunidos en la cafetería, conmemorando tan magna fecha. Imposible narrar la experiencia en tan poco espacio. Pero una de las más importantes está relacionada con la recuperación de mi salud, y es la que me llevó al tema escribirlo.
Sentí en ese bendito lugar inspiraciones inenarrables. Mi alma percibía algo más de la materia física. Me dedicaba a escuchar música selecta antes de entregarme al sueño. La música de violín era mi preferida. Así, en toda esa vibrante armonía, ocurrió la maravillosa curación.
Recuerdo nítidamente haberme entregado al sueño para estar consciente, durante la noche, de la presencia de los médicos espirituales. Aún me parece ver los gestos de Max Heindel, delante de todos y al costado de mi cama, dando instrucciones; luego, oí cómo me pedía que me diera la vuelta (así lo hice), mientras él pasaba al otro costado, seguido de varios personajes de guardapolvo blanco. Luego, perdí la conciencia.
A la mañana, me levanté en la forma acostumbrada mas, cuál sería mi asombro cuando, el entonces secretario de español, después de saludarme afablemente, me pregunta suavemente. “¿Recuerdas lo que te hicieron anoche?” Abrí los ojos asombrada y callé, mientras él me narraba detalladamente la operación que me habían efectuado en los cuerpos sutiles. Así fue como, de una mujer desahuciada, de 51 kilogramos de peso y 1.70 cm. de estatura, me convertí en una mujer rozagante, que amaba la vida, con 70 kilogramos de peso. Volví a mi país pero, una noche antes de partir, me veía a mí misma descender desde una alta montaña en cuya cumbre lucía inmaculado nuestro bellísimo Templo. Numerosos escalones me acercaban al mundo. Llevaba en mi brazo derecho el Libro del Probacionista, pues había hecho mi juramento en ese Templo sagrado pocos meses atrás. Internamente, escuchaba una voz que me decía: “Id y sembrad en el mundo. He ahí tu misión.”
No sé si he estado o estoy a la altura de los que han confiado en mí; sólo sé que siempre fui sincera en mi esfuerzo y conservo una eterna gratitud hacia nuestro amado guía y su fiel compañera, como también hacia todos aquellos que me ayudaron con tanto desinterés, seres invisibles y visibles (no puedo dejar de nombrar a estos últimos), algunos vivirán con su recuerdo permanente en mi corazón, pues contribuyeron a mi recuperación física y a la adquisición de las experiencias de estos últimos años, lo que, en otra forma, no hubiese sido posible.
Monte Ecclesia es un lugar sagrado. Se respira allí otra atmósfera. Es un pedazo de tierra obtenido para el cielo. Se percibe música celeste en ciertos lugares. Todo es…
El alma se ensancha, mientras el pecho humano se expande. Debo mi vida presente a seis meses de júbilo pasados en ese bello lugar del mundo y que marcaron un trascendental cambio en mi vida.
¡Quiera el Señor derramar Sus dones sobre Monte Ecclesia y sus fieles servidores!
FRATERNIDAD ROSACRUZ MAX HEINDEL (MADRID)
BOLETÍN INTERNO Nº 40 AÑO 2.001 - TERCER TRIMESTRE
(Julio - Septiembre)
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