CAPITULO V
VENDIENDO SU ALMA A SATAN
(continuación)
En un acceso de temeridad, Fausto contesta alegremente a la petición de Lucifer de firmar el pacto con sangre, diciendo:
“No temas que el pacto rompa:
todas las faenas del ánimo
rindo, entrego y comprometo,
al admitirlo y firmarlo.
Tanto voló mi arrogancia,
que en tus filas ahora marcho.
Burlóme el excelso Espíritu,
e insensible a mis halagos.
la esquiva Naturaleza
arrebujóse en su manto;
la hebra del pensar se ha roto,
y estoy del saber cansado.
Templen los blandos deleites
las vivas llamas en que ardo,
y envueltos en gasas de oro
vengan, Magia, tus encantos”.
Habiendo sido desdeñado por los espíritus del bien y estando por otro lado impulsado por el deseo de obtener un conocimiento directo y un poder real, está dispuesto a ir hasta donde sea preciso. Pero en el prólogo, Goethe había puesto en boca de Dios estas palabras:
“En su más profunda aberración, el hombre bueno conoce aún el camino que conduce a la salvación”.
Fausto es el alma aspirante: y el alma no puede estar permanentemente desviada del sendero de la evolución.
La indicación que Fausto hace de los propósitos que le animan, es prueba de que su ideal es elevado y aun cuando con miras reverentes, lo que anhela es experiencia.
“De felicidad no te hablo:
lo que yo quiero es el vértigo.
el goce inquieto y amargo,
el avivador despecho,
el amor que crece odiando.
El alma, al saber cerrada,
a otras emociones abro;
cuanto el hombre goza y sufre
quiero sufrirlo y gozarlo.
Sentir quiero en mis entrañas
todo lo bueno y lo malo,
y en la esencia de mi vida
convertirlo y apropiármelo.
¡Venturoso yo si toda
la Humanidad en mí abarco,
y al fin y a la postre, como ella,
choco, reviento y estallo!”.
Antes de que alguien pueda ser verdaderamente compasivo, tiene que sentir como Fausto desea sentir, la profundidad de los pesares del alma humana, lo mismo que sus alegrías más exuberantes; porque solamente cuando conocemos estos extremos de la pasión humana podemos sentir aquella compasión que es necesaria para los que quieren cooperar a la elevación de la humanidad. Con la ayuda de Lucifer, Fausto queda capacitado para conocer a fondo la alegría y’ la tristeza, y así Lucifer revela y manifiesta sus características cuando dice:
“El poder que hace el bien
aun queriendo hacer el mal.”
Por la intervención de los espíritus de Lucifer en el esquema de la evolución, las pasiones de la humanidad fueron encendidas, intensificadas y conducidas por un canal que han causado todos los pesares y sufrimientos en el mundo. Sin embargo, así ha sido despertada la individualidad del hombre, libertando a éste de la tutela conductora de los ángeles. Fausto igualmente, con la ayuda de Lucifer, es guiado fuera de los caminos convencionales, y de este modo se personaliza. Cuando vemos cerrado el pacto entre Fausto y Lucifer, tenemos la réplica de los Hijos de Caín, quienes son los descendientes y pupilos de los Espíritus de Lucifer, como hemos visto en “Masonería y Catolicismo.
En la tragedia de Fausto, Margarita es la pupila de loe Hijos de Seth, la casta sacerdotal descrita en la leyenda masónica.
Ahora tienen que encontrarse las dos clases representadas por Fausto y Margarita y entre ellas será representada la tragedia de la vida, y de los pesares que cada uno ha de sufrir, el alma se forjará las alas que la elevarán otra vez a las regiones gloriosas de donde ha Venido. Entre tanto Lucifer conduce a Fausto a la cocina de las brujas donde recibirá el elixir de juventud, para que, rejuvenecido, pueda ser deseable a la vista de Margarita.
Cuando la tragedia se representa en el teatro, la cocina de brujas está llena de instrumentos que se supone que son usados para las obras de magia. Un fuego del infierno arde debajo de un caldero en el cual se hacen mezclas de pociones amorosas, añadiéndose algunas otras cosas fantásticas. Pero los objetos inanimados importan poco y podemos pasar adelante aun sin nombrarlos y vamos a mirar, con más provecho, lo que puede significar la familia de monos que vemos allí, porque ellos también representan una fase de la evolución humana.
Llena de una pasión encendida por los espíritus de Lucifer, o ángeles caídos, la humanidad se upará de la hueste angelical dirigida por Jehová. Como consecuencia del poder endurecedor del deseo se formaron pronto las “vestimentas de piel” que les envolvieron y les separaron a los unos de los otros. El egoísmo sustituyó al sentimiento de fraternidad según se iba acercando al nadir de la materialidad. Algunos eran más apasionados que otros, y sus cuerpos, pon consiguiente, se cristalizaron en mayor grado.
Degeneraron y se convirtieron en monos. Su tamaño también disminuyó a medida que se acercaron a la línea en que las especies deben desaparecer. Ellos son por consiguiente, los
pupilos especiales de los Espíritus de Lucifer. Así el mito de Fausto nos enseña una fase de la evolución humana, no incluida en la leyenda masónica; y nos da una idea más amplia y
más completa de lo que realmente ha sucedido.
Hubo un momento en el que toda la humanidad estuvo en el punto donde los hombres de ciencia creen que existía el eslabón que falta. Los qué hoy son monos, degeneraron desde aquel estado, mientras que la familia humana evolucionó a su estado actual de desarrollo. Sabemos cómo la satisfacción de las pasiones embrutece a los que se entregan a ella; y fácilmente podemos imaginarnos qué en un tiempo en que el hombre estaba aún desarrollándose, no individualizado, y bajo la vigilancia directa de fuerzas cósmicas, esta gratificación hubiera carecido del freno de la consciencia de sí mismo, el que hoy nos impone cierta moderación. Pon consiguiente, los multados habrían sido entonces de mucho más alcance y más desastrosos.
Algún día, el alma aspirante tiene que entran en la cocina de la bruja como lo hizo Fausto, y afrontar la lección material de las consecuencias del mal, como nos las enseñan los monos.
Entonces el alma se queda sola para encontrarse con Margarita en el jardín, para tentar y ser tentada, para escoger entre pureza y pasión, para caer como hizo Fausto o para hacerse campeón de la pureza como lo hizo Parsifal. Bajo la ley de la compensación, el alma recibirá entonas su recompensa pon todo lo hecho en el cuerpo físico. En efecto, la suerte es melliza del mérito, como Lucifer hace ven a Fausto: la verdadera sabiduría se adquiere solamente por una paciente persistencia en hacer el bien.
“Cuán estrechamente unida está la suerte al mérito, cosa que no concibe el ignorante. Si éste tuviera la piedra filosofal, yo lo aseguro, la piedra no tendría al filósofo”.
Fiel a su propósito de estudiar la vida en vez de los libros, Fausto pide a Lucifer que procure que se le admita en casa de Margarita y trata de ganan su afecto pon un espléndido regalo de alhajas introducido clandestinamente en su gabinete pon Lucifer. El hermano de Margarita está ausente combatiendo por su patria. Su madre no es capaz de decidir lo que conviene hacer con el regalo y lo lleva a la iglesia para enseñarlo a su director espiritual.
Este aprecia las piedras preciosas más que las pobres almas confiadas a su cuidado.
Desatiende su deber pon un collar de perlas, más ansioso de posesionarse de las joyas para adornan un ídolo, que de preservar a una hija, de la iglesia contra los peligros morales que la rodean. Así Lucifer sale vencedor y cosecha rápidamente un premio de sangre y de almas humanas, porque, con el fin de obtener acceso al gabinete de Margarita, Fausto la induce a dar a su madre una poción para hacerla dormir, la cual provoca su muerte. Valentino, el hermano de Mangarita, es matado por Fausto. Margarita misma es llevada a la cárcel y condenada a la última pena.
Si recordamos que la sangre es el asiento del alma y que se adhiere a la carne de una persona que encuentra una muerte repentina y antes de tiempo, con la misma tenacidad
como el hueso se adhiere a la carne de una fruta no madura, comprenderemos fácilmente que tina muerte semejante es un verdadero tormento. Los espíritus de Lucifer, hallan un gran gozo en las sensaciones intensas y evolucionan así. La naturaleza de una emoción no es tan esencial como la intensidad, por lo menos en lo que se refiere al propósito. Por esta razón ellos excitan las pasiones humanas de la naturaleza inferior, que son más intensas en nuestro presente grado de evolución que los sentimientos de alegría y amor. Así se explica que empujen a los hombres a la guerra y a la efusión de sangre, y que parezcan fuerzas malignas, pero en realidad se valen de esto como escalones que llevan hacia ideales más altos y nobles, porque, por pesares y sufrimientos como los engendrados en el pecho de Margarita, el alma se eleva a regiones superiores de la evolución. El alma aprende el valor de la virtud por un mal paso hacia el vicio.
Apreciando como es debido esta circunstancia, Goethe escribía:
“El que nunca comió su pan con sollozos,
el que nunca pasó las horas de la noche
llorando, y aguardando por el alba,
no os conoce, oh potestades celestes”.
del libro "El Misterio de las Grandes Óperas", de Max Heindel
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