CAPITULO VII
PARSIFAL
EL FAMOSO DRAMA MÍSTICO
MUSICAL DE WAGNER
Mirando a nuestro alrededor en el universo material vemos miles de millones de estrellas de formas y todas ellas tienen cierto color y muchas de ellas emiten un tono definido: en verdad todas lo hacen, porque hay sonido hasta en la llamada inanimada. El viento en los árboles, el murmullo del arroyo, la agitación del océano, son todas contribuciones a la armonía de la naturaleza.
De estos tres atributos de la naturaleza: forma, color y tono, la forma, la forma estable, con tendencia a permanecer en “statu quo” durante un tiempo considerable, y con cambios muy lento. El color, por otro lado, se modifica más menudo, palidece; y hay algunos colores que cambian de aspecto según el ángulo que se un tiempo considerable. y con cambios muy lentos. El tono es el más falaz de los tres, porque va y viene con tal
rapidez que es Imposible acogerlo o retenerlo.
También tenemos tres artes que tratan de expresar lo bueno, lo verdadero y lo bello en estos tres atributos del Alma del Mundo: la escultura, la pintura y la música.
El escultor, que se entiende con la forma, trata de incrustar la belleza en una estatua de mármol, que resistirá las inclemencias del tiempo durante miles de años. Pero una
estatua de mármol es fría y ‘habla” sólo a unos cuantos de !os más evolucionados, capaces de influir en ella su propia vida.
El arte del pintor, se sirve sobre todo del color y no da ninguna forma tangible a sus creaciones. La forma, en una pintura, es una ilusión desde el punto de vista material, pero aún así, es mucho más real para la mayoría de la gente que la estatua con toda su realidad, porque en el lienzo de un gran artista hay una belleza viva, que mochas personas son capaces de apreciar y sentir profundamente.
Pero una pintura ofrece por otro lado, el inconveniente de la relativa facilidad de descomposición de los colores, que pierden su vigor con años y no habrá lienzo que dure tanto como una estatua.
Ahora bien, en las artes basadas sobre la forma y el color, hay una creación única, para siempre y en este punto son perfectamente iguales, pero a la vez difieren aquí del
tercero, o sea la música, que es tan sutil que hay que crearlo de nuevo cada vez que queremos disfrutarlo. Sin embargo, este arte tiene el poder de hablar a todos los seres humanos de un modo muy superior al de los otros dos. La música es capaz de intensificar aún nuestras mayores alegrías y de calmar nuestros más agudos dolores; puede ahogar la pasión del salvaje y estimular al más cobarde a cometer actos de valor; es el factor más poderoso conocido por el hombre para ejercer influencia sobre las grandes masas: pero desde un punto de vista puramente material, es superfluo, como lo demostraron Darwin y Spencer.
Solamente cuando nos colocamos detrás de la escena del mundo visible y nos damos cuenta de que el hombre es un ser compuesto de espíritu, alma y cuerpo, estamos en situación de comprender por qué razón los productos de las tres artes nos afectan de tan distinta manera.
Mientras el hombre vive una vida exterior en el mundo de las formas, donde vive una vida de forma entre otras formas, también vive a la vez una vida interior que es de mucha mayor importancia para él; una vida en la cual sus sentimientos, pensamientos y emociones, crean ante su “visión interna” imágenes y escenas que están cambiando constantemente, y cuanto mas intensa son manifiesta esta vida interior, tanto menos necesitará el hombre buscar compañía fuera de si mismo, porque él es su mejor compañero, independiente de toda distracción exterior tan asiduamente buscada por todos aquellos cuya vida interior es infecunda, porque son extraños a si mismos, teniendo miedo de su propia compañía.
Si analizarnos esta vida interior, veremos que es de dos aspectos:
1) la vida del alma compuesta de sentimientos y emociones,
y 2) la actividad del ego, que dirige todas las acciones por el pensamiento.
Lo mismo como el mundo material es la base de aprovisionamiento del cual se ha sacado el material para la construcción de nuestro cuerpo denso, y es eminentemente el mundo de la forma, así hay un mundo del alma, llamado entre los Rosacruces del Mundo del Deseo, que es a base de donde ha sido sacada a sutil vestimenta del ego, que llamamos alma y este mundo es particularmente el mundo del color. Pero el aún más sutil Mundo del Pensamiento, es el hogar del espíritu humano, el ego, y es también la morada del sonido.
Por esta razón, de las tres artes es la música la que tiene el mayor poder sobre el hombre;
porque mientras estemos en esta vida terrestre desterrados de nuestro hogar celeste, muchas veces lo hemos olvidado por completo en medio de nuestros afanes materiales, pero entonces viene la música como un perfume cargado de recuerdos inenarrables; como un eco del hogar que nos trae un recuerdo de aquel país olvidado donde todo es paz y alegría; y aunque rechacemos con desdén semejante ideas en nuestra mente material, el ego reconoce cada nota bendita como un mensaje de nuestro país natal que le llena de alegría.
Esta realización de la naturaleza de la música, es necesaria para la debida apreciación de una obra maestra tan grande como el Parsifal de Ricardo Wágner, donde la música y los caracteres están íntimamente ligados como en ninguna otra producción musical moderna.
El drama de Wágner está basado en la leyenda de Parsifal, que tiene su origen envuelto en el misterio, en cuya sombra se ha desenvuelto la infancia de la raza humana.
Es un error el pensar que un mito es una ficción de la imaginación humana, sin tener ninguna base fundamental. Al contrario un mito es un estuche que condene a veces, las más preciosas joyas de verdades espirituales perlas de una belleza tan rara y etérea que no pueden ser expuestas al intelecto material. A fin de protegerlas y permitir al mismo tiempo que ejerzan su influencia sobre la humanidad para su desarrollo espiritual, los Grandes Instructores que guían la evolución, invisibles pero poderosos, facilitan estas verdades espirituales a la humanidad naciente, encajadas en el simbolismo pintoresco de os mitos, de modo que puedan obrar sobre nuestros sentimientos hasta el momento en que nuestra inteligencia en formación esté suficientemente desenvuelta y espiritualizada, para que podamos sentir y saber sin más ayuda. Exactamente lo mismo como damos a nuestros hijos enseñanzas morales por media de libros ilustrados de hadas, reservando la enseñanza más directa para los años venideros.
Wágner hizo más que copiar tan sólo la leyenda. Las leyendas, como todo lo demás, se encostran a fuerza de transmisión y pierden la belleza y esto es otra evidencia de la grandeza de Wágner, que nunca fue cohibido ni limitado en la libre expresión de su genio por la moda imperante ni por las creencias de ni su clase. El mantuvo siempre las prerrogativas del arte, empleando y sirviéndose de las alegorías de un modo libre y sin trabas.
En su tratado “Religión y arte”, dice: Se podría decir que cuando la religión se hace artificial, incumbe al arte el salvar el espíritu de ésta, por el reconocimiento del valor figurativo del símbolo místico, al cual la religión se quisiera que lo tomáramos en un sentido literal y revelando sus profundas y ocultas verdades por medio de una presentación ideal... Mientras que el sacerdote lo basa toda en alegorías religiosas, aceptadas como hechos concretos, el artista desdeña completamente semejante subterfugio, puesto que presenta abiertamente su obra como produce de su propia invención. Pero la religión ha caído en una vida artificiosa cuando ella se ve en la necesidad de poner constantemente añadidos al edificio de sus símbolos dogmáticos, y oculta así a la divina verdad única que hay en ella, debajo de un montón siempre creciente de cosas imposibles de creer que recomienda sin embargo a la fe de sus creyentes. Dándose cuenta de este hecho, la religión siempre ha buscado la ayuda del arte el cual por su parte ha permanecido incapaz de una evolución más elevada mientras tiene que presentar al creyente aquella pretendida realidad en forma de ídolos y fetiches, pudiendo en efecto cumplir solamente su verdadera misión por medio de una presentación ideal de la figura alegórica, la llevándonos a la comprensión de su verdadero contenido, la inefablemente divina verdad”.
Volviendo ahora al drama de Parsifal, vemos que la escena de entrada está localizada en las tierras del Castillo de Mont-Salvat. Es un lugar de paz donde la vida toda es sagrada: fieras y aves son dóciles y mansas, puesto que, igual que todos los hombres realmente santos, los Caballeros son inofensivos, no matando ni para comer ni por deporte.
Ellos aplican el lema Vivid y dejad vivir a todas las criaturas sin excepción.
Amanece, y apercibimos a Gurnemanz, el más viejo de los Caballeros del Grial, con dos jóvenes caballeros bajo un árbol. Acaban de despertar de su sueño y a lo lejos están viendo acercarse a Kundry que viene galopando sobre un corcel salvaje.
En Kundry vemos a una criatura de dos existencias, una como servidora del Grial, dispuesta y afanosa para fomentar los intereses de los Caballeros del Grial por todos los
medios a su alcance; ésta parece ser su verdadera naturaleza. En la otra existencia ella es, contra su Voluntad, la esclava del mago Klingsor y es forzada por a tentar y perturbar a los
Caballeros del Grial, a los cuales ella quisiera servir con verdadero afán. La transición que conduce de una existencia a la otra es ‘el sueño’, y ella se ve forzada a servir a aquel quien
la encuentre y la despierte. Cuando Gurnemanz la encuentra es la sincera servidora del Grial, pero cuando Klingsor la evoca por su magia negra, él tiene derecho a hacerse servir
por ella quieras que no.
En el primer acto, Kundry está vestida con una túnica de piel de serpiente, símbolo de la doctrina del renacimiento, porque lo mismo como la serpiente echa su piel, capa tras capa, exudándola de su cuerpo, también el ego, en su peregrinación evolucionaría, emana de si mismo un cuerpo detrás del otro, echando fuera cada vehículo como la serpiente echa su piel, cuando se ha endurecido y cristalizado hasta el punto de perder su eficacia. Esta idea corre parejas con la enseñanza de la ley de Consecuencia, la cual nos trae el fruto de todo lo que hemos sembrado lo que halla su expresión en la respuesta de Gurnemanz a la manifestación de desconfianza en Kundry por parte del joven caballero:
“Es posible, que ella este bajo el efecto de una maldición lanzada contra ella en una vida pasada y oculta a nuestra vista, y que trate de liberarse de las consecuencias del pecado
por medio de buena obras. Es seguramente el bien lo que ella persigue, ayudándose así a si misma mientras nos está sirviendo”.
Cuando Kundry entra en escena saca de su seno una redomita la cual, según dice, ha traído de Arabia, y cree que contiene un bálsamo para la herida de Amfortas, el Rey del Grial, herida que le hace sufrir de un modo indecible, y que no se puede curar. Después traen al rey dolorido medio acostado en un lecho. Le llevan a tomar su baño diario en un lago próximo, donde nadan dos cisnes, convirtiendo el agua en una loción curativa que alivia su horroroso sufrimiento. Amfortas da las gracias a Kundry, pero expresa la opinión de que no puede curarse hasta tanto que no venga el salvador del cual el Grial ha dicho que será “un tonto virgen, iluminado por la piedad”. Pero Amfortas cree que la muerte vendrá antes que la curación.
Se llevan a Amfortas y cuatro de los jóvenes caballeros rodean a Gurnemanz y le ruegan que cuente la historia del Grial y lo de la herida de Amfortas. Todos se sientan debajo del árbol y Gurnemanz dice:
“La noche en la cual nuestro Señor y Salvador, Jesucristo, tomo la última cena con sus discípulos, bebió el vino en cierto cáliz que después fue empleado por José de Arimatea para recoger la sangre que manó de la herida del costado del Salvador. También guardó la lanza ensangrentada con la cual se habla hecho la herida, y llevó estas reliquias consigo a
través de muchos peligros y persecuciones. Finalmente, ambos objetos los tomaron bajo su custodia los ángeles que los guardaron hasta que cierta noche apareció un mensajero místico, enviado por Dios, quien rogó a Titurel, el padre de Amfortas, que edificase un castillo para la recepción y para conservar en él con toda la seguridad de estas reliquias. Así fue construido el castillo de Mont-Salvat encima de una alta montaña, y las reliquias fueron colocadas allí bajo la guardia de Titurel y un grupo de caballeros santos y castos que
él habla reunido a propósito. Este sitio se transformó en un centro desde donde salían poderosas influencias espirituales hacia el mundo”.
“Pero en un valle de aquellos contornos, vivía un “caballero negro” que no era casto, pero que sin embargo deseaba hacerse Caballero del Grial, y para lograrlo se mutiló.
Se privó a si mismo de la posibilidad de satisfacer su pasión, pero la pasión quedaba intacta. El rey Titurel vio que su corazón estaba repleto de siniestros deseos, y le negó la admisión. Entonces Klingsor juró que si no podía servir él al Grial, el Grial habría de servirle a él. Construyó un castillo con un jardín mágico poblándolo de doncellas de belleza radiante, que esparcían un olor como las más fragantes flores, y era su misión interceptar el camino de los Caballeros del Grial que tenían que pasar delante del castillo cuando iban o
volvían de Mont Salvat, y tenderles un lazo para hacerles olvidar sus juramentos y violar sus votos de castidad. De este modo caían prisioneros en manos de Klingsor y sólo unos
cuantos permanecieron fieles defensores del Grial”.
“Entre tanto Titurel había cedido el cargo de guardián del Grial a su hijo Amfortas y éste, viendo el mal causado por Klingsor, se decidió a ir a su encuentro para combatir con él. Y a este fin llevó consigo la lanza sagrada”.
“El cauteloso Klingsor no fue personalmente al encuentro de Amfortas. sino que evocó a Kundry y la transformó de criatura repugnante que era como servidora del Grial, en una mujer de belleza trascendental. Bajo el hechizo de Klingsor ella salió al encuentro y tentó a Amfortas, el cual se rindió y cayó en sus brazos, dejando escapar de sus manos la lanza sagrada”.
“Entonces apareció Klingsor, cogió la lanza, hirió con ella al indefenso Amfortas y si no hubiera sido por los heroicos esfuerzos de Gurnemanz, se hubiese llevado prisionero a Amfortas. Pero Klingsor pudo quedarse con la lanza, sin embargo y el rey está inutilizado por el sufrimiento y sin que haya esperanzas de que la herida se cure”.
“Los jóvenes caballeros se levantan ardiendo en deseos de venganza y juran que ellos se batirán con Klingsor y le vencerán y recuperarán la lanza. Gurnemanz mueve tristemente la cabeza y dice que esa acción es superior a sus fuerzas, reiterando la profecía que dice que la redención la llevará a cabo un “tonto puro, iluminado por la piedad”.
De repente se oyen gritos “¡El cisne ! ¡Oh, el cine!”, y uno de los cisnes del lago cruza la escena revoloteando y viene a caer muerto a los píes de Gurnemanz y de los escuderos que le acompañan quienes al ver esto quedan presos de viva agitación. Otros caballeros entran en escena acompañado a un alto y hermoso mancebo armado de arco y flechas el cual, cuando Gurnemanz le pregunta entristecido: “¿Por qué has matado a este inocente animal?”, le contesta con suma ingenuidad: “¿Esta mal hecho?” Entonces Gurnemanz le dice del sufrimiento del rey y de la parte que el cisne tomaba en la preparación del baño curativo. Al oír esto, Parsifal queda profundamente emocionado y rompe su arco.
El espíritu al resurgir e iluminarse ha sido representado simbólicamente en todas las religiones en forma de ave. El momento del bautismo, cuando el cuerpo de Jesús estaba en
el agua, el Espíritu de Cristo descendió sobre él en forma de paloma.
“El Espíritu se mueve encima del agua”, un agente fluídico, como los cisnes se mueven en el debajo del “Yggdrasil”, el árbol la vida de la mitología del Norte, o en las aguas del lago en la leyenda del Grial. El ave es, por consiguiente, una representación directa de la más alta influencia espiritual; y por este motivo los Caballeros tenían razón de lamentarse por su pérdida. La verdad tiene muchas facetas. Hay por lo menos siete interpretaciones adecuadas de cada mito, una para rada mundo y mirando desde el punto de vista material y literal, la Compasión nacida en Parsifal y el acto de romper su arco marcan un paso definitivo en la vida superior. Nadie puede realmente ser compasivo y un auxiliar para la evolución, mientras mate para comer, sea personalmente o por delegación en otro.
La vida inofensiva es un requisito preliminar indispensable para la vida de ayuda al prójimo.
Ahora Gurnenanz empieza hacerle preguntas de su persona: quién es y cómo llegó al Mont Salvat. Parsifal demuestra la más extraña ignorancia. A todas las preguntas contesta: “Yo no sé”. Finalmente, Kundry interviene y dice:
“Yo puedo deciros quién es. Su padre era el noble Gamuret, un príncipe entre los hombres que murió combatiendo en Arabia cuando este jovenzuelo estaba aún en el vientre de su madre: la Señora Herzleide. Al exhalar su último aliento su padre le dio el nombre de Parsifal, “el tonto puro”. Temiendo que al crecer el joven aprendiese el arte de la guerra y le fuese arrancado de su lado, su madre le llevó a un bosque intrincado, haciéndole permanecer en la más completa ignorancia del arte de la guerra”.
Aquí Parsifal la interrumpió diciendo: “Sí; y un día vi algunos hombres sobre hermosos corceles, y deseé ser como ellos, y les seguí durante muchos días hasta que por fin llegué aquí, después de haber tenido que combatir con muchos monstruos semejantes a hombres”.
En esta historia tenemos una excelente imagen del alma que está escudriñando las realidades de la vida. Gamuret y Parsifal son distintas fases de la vida del alma.
Gamuret es el hombre del mundo, pero a su debido tiempo se casa con “Herzleide”, aflicción del corazón, en otras palabras. Encuentra la pesadumbre en su camino y muere para el mundo, como hacemos todos los que hemos entrado en la vida superior. Cuando la nave de la vida está flotando en aguas serenas y nuestra existencia toda parece ser una suave y hermosa melodía, entonces no nos sentimos empujados hacia arriba: cada fibra de nuestro ser grita: “Esto me basta, no quiero más”; pero cuando las oleadas de la adversión nos rodean y envuelven y cada sucesiva ola trata de tragarnos, entonces nos hemos desposado con la aflicción del corazón y nos convertimos en hombres tristes, y estamos dispuestos a nacer como Parsifal, el tonto de corazón puro, o el alma que ha olvidado la sabiduría del mundo y está buscando la entrada en la vida superior.
Mientras el hombre trata de acumular dinero o de pasar bien cierto rato, no tiene más sabiduría que la de este mundo: pero cuando toma el rumbo hacía las cosas del espíritu, aparece como un tonto ante la vista de los hombres. Olvida todo lo que se refiere a su vida pasada y deja sus penas atrás, como Parsifal dejó a Herzleide y se nos dice que ella murió cuando Parsifal no volvió a su lado. Así la pena muere cuando ha dado lugar al nacimiento del alma que aspira al cielo y huye del mundo; uno puede estar en el mundo para cumplir en él con su deber, pero no es de este mundo.
Gurmemanz se ha convencido poco a poco de que Parsifal ha de ser el salvador de Amfortas y le lleva consigo al Castillo del Grial. A la pregunta de Parsifal: “¿Quién es el Grial?, él contesta:
“No podemos decirlo: pero si tu vienes llamado por El, la verdad te será descubierta. Me parece que tu cara no me es desconocida. Para llegar al Grial no hay que buscar ningún camino terrestre: y toda tentativa de ir a su encuentro nos aleja aún más, si El mismo no es nuestro guía.”
Aquí Wágner nos lleva hacia atrás, a los tiempos pre-cristianos — pues antes del advenimiento de Cristo la Iniciación no era libremente accesible a cualquiera que quisiera
buscarla de un modo apropiado - , sino que se reservaba a ciertos individuos escogidos, como Brahmanes y Levitas, que recibían privilegios especiales como recompensa por haberse dedicado al servicio del templo. Pero la venida de Cristo operó ciertos cambios definidos en la constitución de la humanidad y desde entonces todos estamos capacitados
para entrar en el sendero de la iniciación. Tenia que ser así, en efecto, desde el momento en que los casamientos entre miembros de distintas naciones hicieron desaparecer las castas.
En el castillo del Grial se le insta a Amfortas para que celebre el rito sagrado del servicio del Grial; a que descubra el santo cáliz para que su vista pueda renovar el ardor de los Caballeros y estimularles para que efectúen actos de servicio espiritual, pero él se resiste temiendo el sufrimiento que la vista del cáliz le hará sentir cuando la herida que tiene en el costado siempre vuelve a sangrar a la vista del Grial, como la herida del remordimiento nos hace sufrir cuando hemos cometido un pecado contra nuestro ideal.
Finalmente, cede a las súplicas combinadas de su padre y de los caballeros y celebra el rito sagrado, esta sufriendo al mismo tiempo la más la más atormentadora agonía.
Parsifal, que está en un rincón, siente por simpatía el mismo sufrimiento, sin darse cuenta del porque y cuando Gurnemanz le pregunta después de la ceremonia, lo que ha visto, el se queda mudo, y entonces le echa airadamente fuera del castillo el desengañado caballero.
Los sentimientos y emociones no refrenados por el saber, son buenas fuentes de tentación. La misma inocencia y sencillez del alma, es necesario que estas tentaciones se presenten para hacernos ver nuestros puntos flacos. Si caemos, sufrimos lo mismo que Amfortas; pero el dolor desarrolla la conciencia y nos hace aborrecer al pecado. Nos fortifica contra las tentaciones. Todos los niños son inocentes porque no han sido aún tentados; solamente cuando hemos sido tentados y hemos permanecido puros, o bien cuando hemos caído y nos hemos arrepentido y reformado somos virtuosos. Por esta razón, Parsifal debe ser tentado.
En el segundo acto vemos a Klingsor despertando a Kundry, porque ha observado que Parsifal viene hacia su castillo, y le teme más que a todos los que han venido antes, porque es un tonto. Un hombre de sabiduría mundana es enredado fácilmente por los engaños de las doncellas flores de su jardín, pero la sencillez de Parsifal le protege, y cuando estas aparentes flores humanas le rodean, él pregunta inocentemente: “¿Sois flores? ¡Exhaláis un olor tan suave!” .Para vencer su pasividad es preciso emplear la astucia superior de Kundry y aunque ella suplica, protesta y se opone, es forzada a tentar a Parsifal y a este fin se le aparece como una mujer de belleza soberana, llamando a Parsifal por su nombra. Este nombre evoca en su pecho recuerdos de su niñez: el amor de su madre y Kundry le hace sentarse a su lado, y empieza a actuar delicadamente sobre sus sentimientos, recordando a su memoria visiones del amor de su madre y de la tristeza que sintió cuando él se había marchado y de la cual murió. Después le habla del otro amor que pueda ser una compensación para él, del amor del hombre para la mujer y finalmente ella pone en sus labios un beso ferviente, largo y apasionado.
Entonces se produce un silencio profundo y terrible, como si el destino del mundo entero estuviese pendiente de este beso y cuando ella le coge en sus brazos, la cara de Parsifal sufre un cambio gradual, dibujándose en ella una mueca de sufrimiento. De repente se levanta de un salto, como si aquel beso le hubiese inferido un nuevo sufrimiento las líneas de su figura pálida se hacen más intensas y con las manos fuertemente apretadas sobre el corazón, como para sofocar una tremenda agonía. Se le aparece en una visión el cáliz del Grial y Amfortas con el mismo horrible sufrimiento, gritando por fin: ¡oh Amfortas!. Ahora lo sé: la herida de la lanza en tu costado es la que no quema el corazón y está aniquilando mi propia alma. ¡Qué penal qué miseria! Angustia espantosa. . ., la herida está sangrando en mi propio costado.”
Y continúa con la misma horrorosa entonación: “No es eso sólo. Esto no es la lanza hundida en mi costado, sino que hay fuego y llama dentro de mi corazón que perturba mis sentidos y me hace delirar en una locura horrible de un amor doloroso. . Ahora sé cómo el mundo se ve excitado, agitado y convulso y a menudo hundido en la vergüenza por las terribles pasiones del corazón.”
Kundry le tienta de nuevo: “Sí este solo beso os ha dado tanta sabiduría, ¿cuánta más tendréis si os abandonáis a mi amor, aunque sólo sea por una hora?”
Pero ya no hay vacilación: Parsifal ha despertado; ya distingue entre el bien y el mal y contesta: La eternidad estaría perdida para nosotros dos si yo me abandonara entre tus brazos aunque sólo fuese una corta hora: no sólo no haré esto, sino que quiero salvarte y también liberarte de la maldición de tu pasión: porque el amor que arde dentro de ti no es más que sensual y entre éste y el amor verdadero de corazones puros, hay un abismo tal como entre el cielo y el infierno”...
Cuando finalmente Kundry tiene que darse por vencida se entrega a una explosión de cólera. Llama a Klingsor para que la ayude y éste aparece con la lanza sagrada que tira contra Parsifal. Pero a éste, siendo puro e inocente, nada puede herir y la lanza revolotea alrededor de su cabeza sin tocarle. El la coge, hace la señal de la cruz y el castillo de Klingsor con su jardín mágico cae destrozado.
En el tercer acto estamos en un día de Viernes Santo, muchos años después. Un guerrero que parece venir de un largo viaje, vestido con una cota de malla negra, entra en las tierras de Mont Salvat, donde Gurnernanz vive en una cabaña. Se quita su casco de acero, apoya su lanza contra una roca y se arrodilla para orar. Gurnemanz, entrando en escena con Kundry reconoce a Parsifal con la lanza sagrada, y con gran alegría le da la bienvenida, preguntándole de donde viene.
La misma pregunta le había hecho con ocasión de la primera visita de Parsifal, y entonces éste le ha a contestado: “No lo sé”. Pero esta vez es otra cosa, porque Parsifal contesta: Vine después de haber buscado y sufrido. Lo primero significa uno da los vislumbres que el alma percibe de las realidades de la vida superior; pero lo segundo es la llegada consciente a un nivel superior de actividad espiritual de aquellos que se han desarrollado como conciencia de sus penas y sufrimientos, Parsifal cuenta luego que muchas veces ha sufrido embestidas de enemigos y hubiera podido escapar por el empleo de la lanza, pero que se abstuvo de hacerlo porque esta es Instrumento para curar y no para herir. La lanza es el poder espiritual que se comunica al corazón puro, pero debe sólo ser empleado para fines altruistas. La impureza y la pasión ocasionan su pérdida, como sucedió en el caso de Amfortas. Aunque el hombre que posee tal poder pueda ocasionalmente dar de comer a cinco mil personas hambrientas, no le está permitido convertir ni una piedra en pan con el fin de aquietar su propia hambre: y aunque pueda emplearlo para contener la sangre que corre de la Oreja cortada de un centurión, no le es licito usarlo para contener la sangre que se escapa de su propio costado. Como se ha dicho siempre de semejante ser: “Él salvó a los demás, pero a si mismo no pudo (o no quiso) salvarse”.
Parsifal y Gurnemanz entran ahora en el Castillo del Grial donde e Amfortas esta solicitado a celebrar el rito sagrado, pero se niega a ello como el fin de evitar el sufrimiento que le causa la vista del Santo Grial y desnudando su pecho suplica a sus correligionarios que le maten. En este momento Parsifal se acerca a él y toca la herida con la lanza, curándola en el acto. Sin embargo, destrona a Amforta se hace cargo el mismo de la guardia del Santo Grial y de la Lanza Sagrada.
Sólo aquellos que cultivan el desinterés más absoluto y a la vez poseen el mayor discernimiento, están calificados para disfrutar el poder espiritual, simbolizado por la lanza.
Amfortas la hubiera empleado para atacar y herir a un enemigo. Parsífal no quiso siquiera emplearla para su propia defensa. Por esto él puede curar, mientras que Amfortas cayó en el foso que él había cavado para Klingsor.
En el último acto, Kundry, que representa la naturaleza inferior, no dice más que una palabra: “Servicio” Ella ayuda a Parsifal al espíritu, a lograr el ideal por su intachable servicio. En el primer acto ella se fue a dormir cuando Parsifal visitó al Grial.
En aquel estado desarrollo el espíritu no puede remontarse al cielo sino cuando el cuerpo se ha dejado dormido o ha muerto. Pero en el último acto. Kundry, el cuerpo va también al Castillo del Grial, porque ahora está dedicado al yo superior y cuando el espíritu, lo mismo que Parsifal ha llegado la meta, entonces ha alcanzado el estado de liberación mencionado en el Apocalipsis. “Al que venga yo le convertiré, en un pilar de la casa de mi Dios y ya no saldrá más de allá”. Un ser semejante trabajará por la humanidad desde los mundos superiores no necesita ya un nuevo cuerpo físico, porque está más allá de la ley del Renacimiento y por esta razón Kundry muere.
Oliver Wendell Holmes, en su bellísimo poema, “El caracol nautilus” ha encerrado en verso esta idea de la progresión constante en vehículos gradualmente más perfectos y la liberación final el caracol construye su concha espiral en secciones abovedadas, abandonando constantemente las más pequeñas, que ya ha utilizado por la última que edifica:
“Año tras año soportando en silencio su trabajo que hace desplegar su lustrosa espiral, callado, viendo crecer sus anillos deja la mansión que tuvo esta año por a nueva, deslizándose bajo el brillante arco con suave paso y construye una puerta innecesaria y se amolda a su nuevo hogar, sin conocer más el antiguo”.
“Gracias por el celestial mensaje que me traes, hijo del inquieto mar expulsado de tus orígenes los olvidas”.
“De tus mudos labios sale una nota más elocuente que las emitidas por el cuerno enroscado de Tritón; mientras suena en mis oídos a través de las profundas grutas del pensamiento, oigo una voz que canta ”Construyo mansiones más duraderas, ¡alma mía! según las veloces estaciones ruedan. Abandona tus criptas ya surcadas. Haz que cada templo sea más noble que le pasado; abarca un espacio celeste más ancho hasta que por fin te libertes arrojando tu concha subterránea por un océano de vida inmortal.”
del libro "El Misterio de las Grandes Óperas", de Max Heindel
*
No hay comentarios:
Publicar un comentario