domingo, 16 de julio de 2017

Los Trovadores, Iniciados de la Edad Media



CAPITULO XVI

LOS TROVARES, INICIADOS DE LA EDAD MEDIA

Cuando Tannhauser salió de la cueva de Venus, uno de los primeros sonidos que le saludó fue el canto de un coro de peregrinos yendo a Roma para obtener el perdón de sus pecados y esto despertó en él una sensación abrumadora de su propia delincuencia. Por esta razón, se arrodilla y exclama profundamente contrito:
“Todopoderoso, te alabo, y te ruego me concedas misericordia. Estoy oprimido por el pecado y su peso es demasiado fuerte para mí. No tengo paz y no encontraré reposo hasta
que Tú me hayas perdonado.”
Mientras está de este modo abatido y se siente maldecido y condenado a vagar solo por el mundo a causa de su impío amor por Venus, los trovadores le encuentran, le reconocen y tratan de persuadirle de acompañarles a Wartburg, pero como dijimos antes, fue el amor apasionado de Elisabeth lo que le separó de allí y siente que no se atreverá a acercarse a ella. Como último argumento, Wolfram de Escbenbach cuenta a Tannhauser que Elizabeth le ama. Elizabeth no ha presenciado ningún concurso de canto desde que se marchó Tannhauser y Wolfram de Eschenbach, uno de los más puros y más hermosos caracteres de la historia medieval, intenta conseguir la felicidad de Elisabeth, llevando a Tannhauser otra vez a su lado, a pesar del amor que él mismo siente por ella, y del profundo dolor que su corazón sufre obrando así. Oyendo esto la pasión enciende otra vez el alma de Tannhauser, y canta:
“¡Ah, otra vez contemplo tu sonrisa, mundo radiante que había perdido! ¡Oh, sol del cielo, tú no te me escapas detrás de nubes tormentosas que tanto tiempo te me han ocultado! Estamos en el dulce mes de mayo. Sus miles de alegres cantares me quitan penas y tristezas. Un rayo de un esplendor nuevo e inusitado ilumina mi alma. ¡Oh, alegría, te reconozco; eres ella!”
Encontrando luego a Elizabeth en el castillo ella le dice:
“Ahora en el mundo para mí se ha oscurecido. El reposo y la alegría han huido de mí. Desde cuando yo escuché locamente tus canciones, he conocido las angustias de felicidad y dolor; y cuando tú te habías marchado de este país, la paz de mi corazón se había ido contigo. Ningún trovador ha podido despertar mi alegría, sus canciones me parecen tristes y muertas. En mis sueños muchas veces sentía la desesperación de mi corazón, y despierta me perseguía angustia tras angustia. Mi vida se pasa sin alegría alguna.
¡Oh, cuéntame por qué estoy subyugada así”.
Y Tannhauser la replica:
“Alabanzas al amor por esta delicada prueba. El amor ha tocado mi arpa con dulce magia. Por mi canción el amor te ha hablado, y cautivo, me deja prosternado a tus píes.”
Elisabeth entonces confiesa:
“¡Oh, bendita sea la hora de nuestro encuentro! ¡Oh, bendito poder del amor! Por fin he podido saludarte, y ya no vagarás por más tiempo. Ahora la vida despierta nuevamente dentro de mi corazón: la nube de pesares se ha rasgado y el sol de alegría alumbra.”
Elisabeth ha inspirado amor en los corazones de dos de los trovadores: Wolfram y Tannhauser; pero la diferencia entre las dos maneras de amar resaltará del modo como cada cual trata el tema en el concurso de canto, que tiene lugar en el segundo acto, y donde el dueño de Wartburg abre el concurso con estas palabras:
“Como muchas veces en tiempo de guerra, hemos desafiado a la muerte y luchado como buenos caballeros para mantener el honor. Así vosotros, trovadores, habéis luchado y salvado la virtud y mantenido la verdadera fe con la dulce voz de vuestro canto. Afinad ahora vuestras arpas y componed nuevas canciones. Describid el verdadero amor, para que lo conozcamos a fondo y el que lo haga del modo más noble recibirá su recompensa de manos de la princesa.”
Este último verso nos hará comprender bien el objeto y la misión de caballeros y trovadores. Era deber de los caballeros ir a la guerra, defender con la espada a todos los que necesitaban protección y ayuda. A medida que un caballero seguía el código de honor entonces en uso y defendía a los débiles, siendo leal con amigos y enemigos, él aprendía las lecciones del valor físico y de cierto modo también las del valor moral, que son tan necesarias para el desarrollo del alma. Todos los que entran en el sendero del progreso espiritual son también caballeros de noble nacimiento y tienen la obligación de comprender que deben tener las mismas virtudes que las exigidas de los caballeros antiguos, porque en el sendero espiritual existen también peligros y sitios en los cuales se necesita valor físico.
Así por ejemplo, el espíritu no puede libertarse sin inconvenientes físicos. Todo crecimiento del alma va generalmente acompañado de enfermedades, de más o menos intensidad: y se necesita valor físico para soportar el sufrimiento inevitable para lograr el desarrollo espiritual que todos anhelamos, sacrificando de este modo el cuerpo por el alma.
Era la misión de los trovadores fomentar este valor e inculcar también las virtudes superiores. Todos ellos tenían por consiguiente aquel estilo poético que nos pone en contacto con las esferas más delicadas de la naturaleza, que no son apercibidas por la humanidad ordinaria; pero, además de esto, muchos de los trovadores de la Edad Media eran Iniciados, o acaso hermanos legos. Por esta razón sus palabras semejaban muchas veces perlas de sabiduría. Eran considerados como instructores, como hombres sabios, y
eran amigos de la aristocracia verdadera.
Había naturalmente excepciones, pero Tannhauser no era de ellas. Veremos luego que era realmente un alma noble a pesar de sus faltas, y en verdad debemos tener presente que todos somos Tannhauser antes de convertirnos en Wolframs. Todos nosotros respondemos a la definición de amor de Tannbauser antes de llegar al concepto espiritual de Wolfram, tal como es explicado en el concurso de canto.
Se hace un sorteo para designar al que debe empezar el certamen y le toca a Wolfram el primero. Este empieza como sigue:
“Mirando sobre encima de esta vistosa asamblea,
¡cómo se dilata el corazón al ver tan hermosa escena!
Estos valientes campeones, sabios y gentiles,
cual árboles robustos de un verdoso bosque,
y floreciendo a su lado en dulce perfección,
veo una corona de hermosas damas y doncellas.
Su aspecto glorioso ciega al espectador,
mi canto es mudo ante una visión tan rara.
Levanto mis ojos a uno cuyo esplendor celeste
en este cielo radiante brilla con suave fulgor,
y mirando este resplandor puro y tierno,
mi corazón se hunde en oraciones y en santos sueños.
Y entonces la fuente de toda delicia y poder
es revelada a mí alma atenta,
de cuyas profundidas insondables me inunda una lluvia de alegría
Un tierno bálsamo que cura todos los pesares.
¡Oh! ¡Qué no se me ocurra nunca turbar sus aguas tan puras
ni agitarlas con turbulentos deseos!.
Te quiero adorar, arrodillado, con alma devota
Mi corazón aspira a vivir y morir por ti.
No sé si estas débiles palabras podrán expresar
lo que yo he sentido del verdadero y tierno amor.
Al final del canto de Wolfram, Tannhauser comienza como si saliese de un sueño y levantándose, canta:

“Yo también he bebido de aquella fuente de placeres.
Sus aguas, Wolfram, yo las conozco bien.
¿Quién, que tenga vida, puede atreverse a ignorarla?
Escucha cómo demostrare sus virtudes:
pero yo no me acercarla a su borde
si no me consumiera un deseo del alma:
sólo en este caso dejarla que sus ondas me refrescasen
y restaurasen mi vida toda y mi corazón.
¡Oh, marea de alegría, permite que yo te posea!
Ante ti huyen temores y dudas,
deja que tus raptos insondables me bendigan.
Por ti sólo mi corazón late con violencia,
y me siento poseído de un esplendor ardoroso,
y quisiera arder con eterno afán.
Te digo, Wolfram, así yo traduzco
lo que he conocido del verdadero amor.”

Aquí tenemos, la exacta descripción de los dos extremos del amor; el de Wolfram es el amor del alma por el alma, y el de Tannhauser el amor sensual. El uno es el amor que trata de dar, y el otro pide la posesión, o sea, el recibir.
Esto no es más que el principio del certamen, el cual tendremos ocasión de oír después en total, pero siendo éstas las definiciones dadas al principio por los dos más importantes exponentes del amor, conviene tomar nota de que Wolfram de Eschenbach figura como exponente del nuevo y más hermoso amor que tiene que substituir al concepto que del amor se tenía al principio. Hasta hoy en día, desgraciadamente, la antigua idea subsiste, es decir, que la posesión es la característica del amor. Aquellos que creen en reencarnaciones en sexos alternos, deberían por el hecho expuesto convencerse de una vez, que siendo el alma bisexual y conteniendo nuestros cuerpos órganos rudimentarios pertenecientes al sexo opuesto, no es sino justo y adecuado que cada ser humano, sin tener en cuenta la polaridad de su vestidura actual, tenga los mismos privilegios que los demás.

Del libro "El Misterio de las Grandes Óperas", de Max Heindel


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