CAPITULO IX
EL ANILLO DE LOS DIOSES
Por el acto de apropiarse una parte del Oro Rhin, representando al espíritu universal, y de darle forma de anillo, como símbolo de que el espíritu no tiene principio ni fin, el ego llegó lo de existencia de una entidad separada. Dentro de los límites de este anillo de oro, el ego es soberano, bastándose a sí mismo, y se resiente la imposición que otro pretenda ejercer sobre sus dominios. En efecto, de este modo es colocó fuera del recinto de la confraternidad. Como el hijo pródigo, se fue lejos de la casa paterna, pero aún antes de darse cuenta de que estaba alimentándose de los desechos de la materia, se presentó la religión para guiarle otra vez a su hogar eterno, para liberarle de la ilusión y del engaño que trae consigo la existencia material; para redimirle de la muerte que forma parte integrante de la encarnación densa, y para enseñarle el camino hacia la verdad y hacia la vida eterna.
En el mito teutónico, los custodios de la religión son representados como dioses. Su jefe es Wotan, idéntico al Mercurio de los latinos y Wotansday, o miércoles, se llama todavía en su honor o recuerdo. Freya, la Venus de Noruega, era la diosa de la hermosura, que alimentaba a los demás dioses con las manzanas de oro que preservaban su juventud.
Su día es el viernes. Thor, el Júpiter del Norte, es el dios que conduce su carro por encima de los cielos y el ruido que hace es el trueno, y los relámpagos son las chispas que lanza su martillo cuando hiere a sus enemigos. Loge es el nombre del dios del sábado “Lorday” en las lenguas escandinavas, una derivación de “lue”, o sea el nombre de la llama en esta
lengua. Realmente, éste no es un dios, sino un ser relacionado con los gigantes o fuerzas de la naturaleza. Su llama no es solamente la llama física, sino también un símbolo de la ilusión, siendo a la vez el espíritu del engaño; algunas veces ganándose la voluntad de los dioses y traicionando a los gigantes y otras engañando a los dioses y ayudando a los gigantes. Lo mismo que Lucifer, el ardiente espíritu de Marte, es también un espíritu de negación, pero igualmente le gusta crear obstáculos en el camino de la vida como suele hacerlo el frío Saturno.
En la mitología del Norte se hace igualmente ilusión a un culto aún más antiguo en el cual se veneró a los dioses del agua, pero los dioses que acabamos de mencionar eran superiores a estos últimos; y se dice que cabalgan todos los días al lugar donde se administra justicia, pasando por el puente del arco iris llamado “Bifrots”. Así vemos que esta religión data del albor la de la época presente, cuando la humanidad salido de las aguas de la Atlántida para llegar a la clara atmósfera de los arios, en la cual vivimos ahora y donde vieron por vez primera el arco iris.
Se dijo a Noé cuando sacó a la humanidad primitiva de la gran inundación diluvial, que mientras la señal del arco iris existiera en las nubes, los ciclos alternos de verano e invierno, día y noche, no cesarían y el mito del Norte nos enseña también a los dioses reunidos en el puente del arco iris, al principio de esta era. El arco iris y los dioses, permanecerán hasta el momento del fin de esta fase de nuestra evolución; acontecimiento
idéntico al descrito en el Apocalipsis del Nuevo Testamento, el cual podrá ayudar a explicar el mito escandinavo.
La verdad es universal e ilimitada. No conoce fronteras, pero cuando el ego se envolvió en un anillo de vehículos separados que le apartaron de los demás, esta limitación le hizo incapaz de comprender la verdad absoluta. Por este motivo, una religión que contuviera la plenitud de verdad pura hubiera sido incomprensible para la humanidad y, por consiguiente, inútil para su ayuda. Así como un niño va a la escuela y aprende las lecciones elementales el primer año como preparación para más tarde de los problemas más complicados, así también se dieron a la humanidad al principio religiones de la especie más primitiva, para educarla luego poco a poco hacia estados más elevados.
De este modo vemos que los custodios de la religión, los dioses, nos son presentados como deseosos de construir una fortaleza rodeada de murallas para atrincherarse detrás de ellas y concentrar allí sus poderes contra la fe contraria. El espíritu no puede ser limitado sin enmarañarlo en la materia; por esta razón los dioses, aconsejados por Loge, el espíritu del engaño, hacen un trato con los gigantes Fafner y Fasolt (representantes del egoísmo) para construir la muralla de limitación. Cuando esta muralla rodea a los dioses, ellos han perdido la luz y el saber universales; por esta razón el mito nos relata que una parte del precio pagado a los constructores de Valhal tenía que ser el Sol y la Luna.
Además, cuando la religión se ha limitado a una misma detrás de la muralla de un credo, el espíritu de la decadencia entra en ella y envejece como un vestido usado; por esta razón se dice Wotan (sabiduría o razón) consintió en entregar a los gigantes la diosa de la belleza, Freya, que alimentaba a los dioses con sus manzanas oro para conservar su juventud. Así, escuchando el consejo de Loge, el espíritu del engaño los dioses han sacrificado sus luces, su sabiduría y su esperanza de eterna juventud y Utilidad. Sin embargo, como dejamos dicho, esto era hasta cierto punto necesario, porque la humanidad no podía comprender entonces la verdad en toda su amplitud: ni aun podemos nosotros comprenderla todavía en la actualidad.
El poder espiritual de la religión está simbolizado por la vara mágica de Aarón en la Biblia, por la lanza mágica de Parsifal en el mito del Grial y por la lanza de Wotan en el cuento del Nibelungo. Para fijar el arreglo hecho con los gigantes, se grabaron letras mágicas en el mango de la lanza, que quedó de este modo debilitada, y así se demuestra que la religión pierde en poder espiritual lo que gana por medios materiales cuando admite arreglos con los que gobiernan el mundo y satisfaciendo los bajos apetitos.
Según la tradición escandinava, solamente aquellos que morían combatiendo tenían derecho a ser llevados a Valhal. Wotan no quería más que a los guerreros fuertes y poderosos. Los que morían de enfermedad o pacíficamente en su cama estaban condenados a entrar en el infierno, el mundo inferior. Aquí también hay una gran enseñanza porque nadie más que los nobles y valerosos que pasan sus días luchando en la batalla de la vida hasta perder el aliento, son dignos del progreso. Los que faltan a sus obligaciones y gustan de la paz y el bienestar más que de trabajar en el mundo, no pueden aspirar a ascender en categoría en la escuela de la vida. No importa dónde trabajemos ni qué clase de experiencia tengamos, si de verdad luchamos fielmente con los problemas de la vida, tales como se nos presentan. Tampoco no bastará que hagamos esto durante un año o dos y que nos quedemos inactivos luego: tenemos que seguir trabajando y luchando hasta el final de la vida.
Así la antigua religión del Norte enseña la misma lección que San Pablo cuando aconsejó “persistencia paciente en hacer el bien”. Aun dándonos cuenta de que no poseemos toda la verdad: que estamos limitados por la separatividad, el egoísmo simbolizado por el Anillo de los Nibelungos, y por el credo y convencionalismos simbolizado por el Anillo de los dioses, a pesar de todo esto, podemos estar seguros de adelantar en una época futura, si cumplimos ahora con nuestras obligaciones lo mejor que podamos durante toda esta vida. Veremos más claramente a través del velo del egoísmo, si vivimos con buena voluntad la vida en el puesto donde hemos sido colocados porque los Ángeles del Destino no se equivocan nunca. Ellos nos han puesto en el sitio donde podemos recibir las lecciones que necesitamos a fin de prepararnos para una esfera de mayor utilidad.
De lo dicho se desprende, que las condiciones creadas por los credos de las distintas iglesias — la insistencia en el dogma y el ritual — no son males desmesurados, como muchos podrían creer, sino más bien la consecuencia necesaria de las limitaciones inherentes a la existencia material por la cual el espíritu humano está pasando actualmente y de este modo cada clase de la sociedad humana está debidamente atendida. Recibe la cantidad de verdad que puede comprender y que le conviene para su presente desarrollo.
No es preciso preocuparse de nadie, porque nadie se perderá, puesto que en Dios vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser; y por consiguiente si alguno se perdiese una parte del Divino Autor de nuestro sistema faltaría, lo que es una suposición increíble.
Pero mientras que una gran mayoría de la humanidad está entregada al cuidado y altivo de las religiones ortodoxas, hay siempre algunos cuantos precursores — personas cuya facultad de intuición les habla de mayores alturas todavía no escaladas, y que ven la luz solar de la verdad al otro lado de la muralla del credo religioso —. Sus almas no se satisfacen con la cáscara del dogma, y anhelan ardientemente las manzanas de juventud y amor vendidas por los dioses a los gigantes. Hasta los dioses se hacen viejos rápidamente, porque ninguna religión exenta de amor puede esperar jamás cautivar a los humanos durante un período más o menos largo. Por esta razón los dioses fueron otra vez obligados a buscar el consejo de Loge, el espíritu del engaño, esperando salir de la dificultad gracias a su astucia.
Loge les cuenta cómo Alberico, el Níbelungo. ha logrado acumular un tesoro inmenso, esclavizando a sus hermanos. Con el consentimiento de los dioses emplea artes engañosas para capturar a Alberico y le obliga a devolver todos sus tesoros. Después se aprovecha hábilmente de la avaricia conocida de los gigantes y logra finalmente rescatar a Freya.
Así, pues, la maldición del Anillo (egoísmo) ha corrompido hasta a los dioses. Para obtener el Anillo (poder) Alberico el Nibelungo, fue perjuro al amor, oprimió a sus hermanos y los dominó con férrea disciplina. La religión, por su parte, fue perjura al amor vendiendo a Freya. También condescendió al engaño obligando a los amos del mundo a pagar su tributo; y cuando el anillo de los Nibelungos llegó a las manos de los gigantes. la misma suerte le acompañó, porque un hermano asesina a otro, para ser el único dueño de la riqueza del mundo.
Los dioses han rescatado en efecto a Freya, pero ésta ya no es la pura diosa del amor. Ha quedado prostituida; no es más que la apariencia de su ser interior. Ya no puede satisfacer a quienes su intuición penetra por debajo de la superficie, semejantes seres son llamados “Walsungs” en el mito escandinavo. La primera sílaba es derivada de la palabra alemana “waehlen”, escoger, que corresponde a “vaelge” del escandinavo, y la última significa hijos. Son hijos del deseo de la libre voluntad de escoger, que quieren elegir su propio sendero, y tratan de seguir su propio instinto divino.
Del libro "El Misterio de las Grandes Óperas", de Max Heindel
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