domingo, 26 de junio de 2016

Para Meditar


PARA    MEDITAR

            Todos sabemos que una flor, no importa cuan hermosa sea, con el tiempo se marchita cuando su tallo es cortado y es separada del resto de la planta. ¿Nosotros somos igualmente conscientes, sin embargo, de la extensión en la cual parecemos marchitarnos cuando cortamos la comunicación con nuestra Fuente?
            Nuestra vida interior se refleja en nuestra vida exterior. Si nuestra vida interna está centrada alrededor del yo, nuestras características externas indican esto. Manifestamos diferentes humores que van desde el enfado hasta el entusiasmo mundano, siempre de acuerdo con nuestras naturalezas.
            El efecto total que presentemos puede ser de opacidad o de brillo completo. Solo cuando nuestra vida interior gira alrededor de lo espiritual, sin embargo, es radiante la imagen exterior. Unicamente cuando nuestra consciencia se mantiene dirigida hacia Dios, la luminosidad de nuestra Fuente atraviesa nuestro interior físico, en tanto hacemos nuestro trabajo en el mundo.
            Solamente cuando el Cristo Interno ha sido despertado, la Chispa Divina del Padre, que somos cada uno de nosotros, se manifiesta abiertamente. Solo entonces ya no es necesario penetrar “el aspecto poco atrayente de nuestro prójimo”; el verdadero Espíritu Interno se revela muy claramente en todo su gran esplendor.
            Si estamos en el mundo, pero no somos de él, tal como lo sugiere Juan, llevamos a cabo nuestras tareas diarias con serenidad y confianza, limitando nuestros esfuerzos materiales al cumplimiento de nuestra responsabilidad y a la práctica del Servicio amoroso y desinteresado. Demostramos en todos nuestros pensamientos, palabras y obras, nuestra devoción a los ideales espirituales elevados, que son nuestra meta.
            La pureza y el inegoísmo, son las palabras claves de nuestros empeños terrenos. El tiempo que podamos en forma legítima restar a nuestro trabajo en el mundo, debe ser dedicado a la comunicación con la Fuente de nuestro ser, así como al mejoramiento de nuestra vida en general y a la adquisición de nuevos talentos, para que de esa manera podamos fomentar aún mejor la causa de la evolución humana, así como también  la nuestra.
            Si somos del mundo, sin embargo, nuestras auras – que pueden ser sentidas aunque no siempre vistas – siempre reflejan nuestra preocupación por todo lo que tiene que ver con lo material y con nosotros mismos. De esa manera, la divina irradiación interna está oculta; parece como si la flor de nuestra espiritualidad hubiese sido separada de su tallo y se fuera marchitando hasta morir.
            Afortunadamente, a diferencia de una planta, no es posible romper esta conexión. La Luz interna puede arder oscuramente por un tiempo, pero nunca puede ser extinguida por completo. Por muy tenue que pueda parecer nuestra unión con lo espiritual, dicha unión permanece siempre intacta. Cuando estemos listos, podremos dar los pasos necesarios para que podamos revelar nuestra Luz interior, de modo que todos la puedan ver. De Ustedes, en el Servicio del Señor.-

Fraternidad Rosacruz Max Heindel
Colombres 2113 – Bº Lomas de San Martín
5.008 – Córdoba – República Argentina
E-mail: cristianosmísticos@gmail.com


Agradecemos al Sr. Raúl Sasia, por este aporte

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