PREGUNTA Nº 42: DESTRUCCIÓN DE LAS “VIBRACIONES” DE LA ENFERMEDAD
La siguiente pregunta fue enviada por un médico osteópata: ¿Puede uno destruir las "vibraciones" de la enfermedad al tiempo de dar el tratamiento, de modo que no retornen después del mismo?
Respuesta: Si leyésemos entre líneas esta pregunta, notaríamos dos muy comunes dificultades en la práctica de la osteopatía y métodos parecidos de tratamiento por medio de imposición de manos. En este proceso hay dos distintas operaciones. Uno es extraer del paciente algo que es venenoso y nocivo, que provoca la enfermedad; y también hay un suministro de fuerza vital por parte del médico mismo. Todo aquel que haya hecho un trabajo de esta naturaleza sabe esto, porque lo ha sentido y es notado por cualquiera que tenga éxito. Ahora, bien, a menos de que el doctor esté rebosando de radiante salud, dos cosas pueden suceder: o las miasmas humanas extraídas del paciente se le adhieren de modo que, usando una expresión común, "adquiere uno la enfermedad» del paciente, o le dé a éste demasiada fuerza vital, de tal suerte que queda completamente exhausto. Ambas condiciones pueden combinarse y entonces llega un día en que el médico o curandero se siente agotado y se ve obligado a descansar.
Los sanadores por medio del fluido magnético, que son francamente empíricos, a menudo escapan de la condición mencionada en primer lugar "echando fuera el magnetismo", como dicen ellos, pero están expuesto a quedar extenuados. Esto es algo de lo que nadie puede escapar, excepto aquel que pueda ver los efluvios etéricos que extrae y el fluido vital que da.
La mayoría de las personas se convierten en vampiros cuándo están enfermas, y cuanto más fuertes y más robustas son generalmente son peores sobre todo cuando la enfermedad les obliga a guardar cama. Yo nunca he estado tan enfermo como cuando lo estuve después de tratar a un gigante que estaba sufriendo de inflamación intensa de los riñones y había estado en cama por esta causa más de dos semanas. Era algo terrible ver su agonía, y yo me di por entero, con el resultado de que me vi postrado. El paciente, sin embargo, se levantó a la mañana siguiente tan bien como siempre. El tenía mi vitalidad y yo su enfermedad, o por lo menos los efluvios de ésta, y tardé tres días en librarme de ella. Esto fue, por supuesto, antes de que yo pudiese ver espiritualmente.
Desde entonces he obtenido considerables conocimientos sobre este particular, y el preguntante hallará ser de valor la siguiente sugestión, para conservarse a salvo de estas indeseables condiciones: primero, fijar sus pensamientos firmemente de tal manera que usted no permita que estos efluvios miasmáticos que emanan del cuerpo del paciente entren en su cuerpo más allá de los codos; segundo, cuando esté usted dando tratamiento, deje al paciente de vez en cuando y lave sus manos en agua corriente si es posible; pero de cualquier manera, lávese con agua, y cambie el agua tan frecuentemente como sea posible. El agua tiene un doble efecto. En primer lugar, los efluvios que abandonan el cuerpo del paciente tienen afinidad por el agua. En segundo lugar, la humedad que permanece en sus manos le permite extraer las miasmas del paciente en mayor cantidad que lo que hubiese podido hacer de otra manera.
Esto sucede en virtud del mismo principio de que si usted toma los electrodos de una batería eléctrica y los sumerge en agua, notará que el efecto de la electricidad se intensifica muchas veces cada vez que usted trate de tocar el agua.
Así pasa también con usted mismo: en este caso usted es la batería eléctrica, y sus manos, estando mojadas, atraerán las miasmas hacia usted en mucho más cantidad que de otro modo.
Si las condiciones son tales que usted no puede conseguir agua, puede tratar de echar fuera el magnetismo, pero entonces es necesario ser cuidadoso, porque cuando el magnetismo es tirado, es atraído a la tierra, porque está sujeto a la gravedad. A la visión espiritual es un fluido gelatinoso, oscuro, más bien negro, que permanece sobre el piso trémulamente. Ahora, si el paciente se levanta recobrado del lecho donde ha sido dado el tratamiento, y camina sobre el lugar donde este magnetismo ha sido lanzado, entonces las miasmas volverán a entrar al cuerpo, y la persona se encontrará en una condición peor que la que tenía antes de iniciar el tratamiento. Por consiguiente, el mejor método es arrojar tales miasmas por la ventana, o todavía mejor, dejarlos caer sobre el "hogar", y luego encender fuego sobre ellas.
Por lo que antecede, es evidente que esta imposición de manos es algo que no debe hacerse indiscriminadamente por alguien que no esté entrenado en alguna de las muchas escuelas adecuadamente equipadas de Osteopatía, Quiropráctica, etc. En la Escuela de los Rosacruces, los probacionistas que viven vidas meritorias son entrenados bajo la dirección especial de los Hermanos Mayores.
del libro "Filosofía Rosacruz en Preguntas y Respuestas"
Tomo Segundo, de Max Heindel
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