jueves, 2 de junio de 2016

Inmortalidad del Alma

PREGUNTA Nº 29:  INMORTALIDAD DEL ALMA
Se supone comúnmente que cada alma individual ha tenido un principio, pero sin embargo está de tal manera constituida que es imperecedera. Esta idea fue puesta en duda por un individuo que cree que la muerte es el fin de todo y a mi me gustaría encontrar algún argumento o pasajes de la Biblia para poder convencerle de que está errado. ¿Me ayudaría usted, por favor?

Respuesta: Aunque existen suficientes maneras por medio de las cuales es posible demostrar que la muerte no lo acaba todo, no tenemos ninguna cantidad de argumentos que convencerá a quien no desea ser convencido. Usted recordará la parábola que Cristo narró acerca del rico y de Lázaro, quien murió, y cuando el rico deseaba que le fuese permitido a Lázaro volver de entre los muertos para prevenir a sus hermanos, Cristo dijo: "Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán, si alguno se levantare de los muertos". Y ése es el punto.
Hemos oído manifestar a los que se dicen científicos que ellos no se convencerían de la vida después de la muerte aun cuando viesen real y verdaderamente un fantasma, porque habiendo establecido mediante la razón y la lógica, a su completa satisfacción, que no hay fantasmas, considerarían que ellos mismos estarían sufriendo una alucinación si efectivamente viesen una aparición.
Tampoco es posible dar a usted afirmaciones autorizadas tomadas de la Biblia. La palabra "inmortal" no se encuentra en el Antiguo Testamento. Entonces se decía "Muriendo, morirás", y la larga vida se tenía como una recompensa a la obediencia. Tampoco es hallada la palabra en los Cuatro Evangelios, pero en las epístolas de Pablo aparece seis veces. En un pasaje habla de que Cristo sacó a la luz la inmortalidad en el evangelio. En otro nos dice que "esto mortal debe ser vestido de inmortalidad". En el tercer pasaje aclara que esta inmortalidad es dada a los que la busquen. En un cuarto pasaje habla de nuestro estado "cuando esto mortal fuere vestido de inmortalidad". En un quinto pasaje declara que sólo Dios tiene inmortalidad, y el sexto pasaje es una adoración al Rey de los siglos, inmortal e invisible. Así es que la Biblia de ninguna manera enseña que el alma es inmortal, pero por otra parte dice enfáticamente que "el alma que peque, debe morir".
Si el alma fuese inherente e intrínsecamente imperecedera, tal cosa sería una imposibilidad.
Tampoco podemos probar la inmortalidad por medio de la Biblia citando pasajes como éste de Juan 3:16: "Porque de tal manera amó Dios al Mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en él, no se pierda, más tenga vida eterna". Si confiamos en estas palabras para probar que el alma no tiene fin, sino que posee vida interminable, también debemos aceptar los pasajes que afirman que las almas están condenadas a tormento eterno como lo proclaman algunas iglesias ortodoxas. Pero lo cierto es que estos pasajes no prueban que haya bienaventuranza o tormento eternos. Si usted toma el Diccionario griego de Liddel y Scott y busca la palabra eterno, encontrará que la palabra así traducida es una palabra griega, "aionian", que significa «por un corto tiempo", "una edad", "tiempo limitado", "la duración de una vida". Usted fácilmente echará de ver esto en el caso de Onésimo con relación al cual escribe Pablo a Filemón: "Porque acaso por esto se ha apartado de ti por algún tiempo, para que le recibieses para siempre". Estas palabras: para siempre" podrían significar solamente los pocos años de la vida de Onésimo sobre la tierra, y no una duración infinita.
¿Cuál es entonces la solución? ¿Es la inmortalidad sólo una ficción de la imaginación, imposible de probarse? De ninguna manera, pero debemos establecer claramente la diferencia entre el alma y el Espíritu. Estas dos palabras son muy a menudo tomadas como sinónimos, y no lo son. Tenemos en la Biblia la palabra hebrea Ruach, y la palabra griega Pneuma, las cuales significan ambas Espíritu, mientras que la palabra hebrea Neshammah y la palabra griega Psyke significan alma. En adición a éstas tenemos la palabra hebrea Nephesh, que significa soplo, aliento, pero que ha sido traducida por Vida en algunos pasajes y Alma en otros, según convenía al propósito de los traductores de la Biblia. Y esto es lo que crea la confusión. Por ejemplo, se nos dice en el Génesis que Jehová formó al hombre del polvo de la tierra y sopló en sus narices el soplo o aliento (Nephesh) y el hombre se convirtió en una criatura que respira (Nephesh chayim), no en un alma viviente.
Con respecto a la muerte se nos dice en Eclesiastés 3:19-20, y también en otros lugares, que no hay diferencia entre el hombre y el animal, "como mueren los unos, así mueren los otros; y una misma respiración tienen todos" (otra vez Nephesh). Así es que se nos indica que el hombre no tiene preeminencia sobre la bestia y que todos van a un lugar. Pero hay una distinción muy definida entre el Espíritu y el Cuerpo, porque se nos dice que cuando el cordón plateado se quiebre entonces el polvo (cuerpo) se tornará a la tierra, como era, y el Espíritu se volverá a Dios que lo dio".
La palabra muerte no está aquí ni en ninguna parte conectada con el Espíritu, y la doctrina de la inmortalidad del Espíritu se enseña definidamente una vez, por lo menos, en la Biblia, en Mateo 11-14, en cuyo pasaje dijo el Cristo hablando de Juan el Bautista: "Este es Elías". El Espíritu que había animado al cuerpo de Elías había renacido como Juan el Bautista. Por consiguiente el Espíritu debe haber sobrevivido a la muerte del cuerpo de Elías y haber sido capaz de continuar su vida.
Para enseñanzas más profundas y definidas con referencia a este asunto debemos ir, sin embargo, a la enseñanza mística, y leemos en el Concepto Rosacruz del Cosmos que los Espíritus virginales enviados al desierto del mundo como chispas de la Llama Divina, la cual es nuestro Padre Celestial, primero sufrieron un proceso de involución en la materia, cada chispa cristalizándose en un triple cuerpo. Luego les fue dada la mente, y llegó a ser el punto de apoyo sobre el cual la involución se vuelve evolución, y la epigénesis) o habilidad creadora divina inherente al Espíritu interno, es la palanca por medio de la cual el triple cuerpo se espiritualiza en forma de la triple alma y se amalgama al triple Espíritu, siendo el alma el extracto de la experiencia mediante la cual el Espíritu evoluciona de la ignorancia a la omnisciencia, de la impotencia a la omnipotencia, y así, finalmente, se hace semejante a su Padre Celestial.
Para nosotros, con nuestras limitadas capacidades presentes, es imposible aun concebir la magnitud de esta tarea, pero podemos comprender que estamos todavía muy, muy lejos de la omnisciencia y de la omnipotencia, de suerte que esto requiere muchas vidas. En consecuencia, tenemos que ir a la escuela de la vida, así como el niño va a nuestras escuelas de aquí. Y así como hay noches de descanso entre los días de escuela del niño, así también hay noches de muerte entre los días de escuela de la vida. El niño reanuda sus estudios cada día en el punto en donde los dejó la tarde anterior. Así también nosotros, al volver al renacimiento, reanudamos las lecciones de la vida donde fueron interrumpidas en nuestra previa existencia.
Si se pregunta por qué no recordamos nuestras existencias anteriores si las hemos tenido, la respuesta es fácil. No recordamos ahora lo que hicimos hace un mes, un año o hace unos pocos años. ¿Cómo podríamos, entonces, recordar tan atrás? Teníamos un cerebro diferente entonado con la conciencia de la vida anterior. Sin embargo, existen personas que recuerdan sus existencias pasadas y muchas están cultivando esta facultad cada año, facultad que está latente en cada ser humano.
Pero como Pablo dice muy atinadamente en la epístola a los corintios Cap. 15 Ver. 14: "Si los muertos no resucitan, nuestra fe es vana, los más miserables somos de todos los hombres". Por consiguiente el neófito que ha pasado por la puerta de la iniciación al mundo invisible es siempre llevado junto al lecho de un niño agonizante. Ve al Espíritu salir del cuerpo a la muerte y se le pide que siga al mismo en el mundo invisible hasta que tome un nuevo nacimiento. Para este propósito se escoge generalmente un niño que esté destinado a renacer dentro del término de un año o dos. Así, en un lapso comparativamente corto, el neófito ve por sí mismo como un Espíritu pasa a través del portal de la muerte y entra a la vida física de nuevo a través de la matriz. Así es como obtiene la prueba. La razón y la fe deben ser suficientes para aquellos que no están preparados para pagar el precio del conocimiento directo, el cual no se compra con oro. El precio es pagado por medio del esfuerzo de una vida entera.

del libro "Filosofía Rosacruz en Preguntas y Respuestas" 
Tomo Segundo, de Max Heindel


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