Respuesta: Vivimos en una era de gérmenes y sueros. Se supone que cada enfermedad tiene su microorganismo y se da un antídoto, ya sea curativo o preventivo. Uno puede aun ser inoculado para un resfriado y se afirma que si la operación tiene éxito, ya queda uno inmune desde entonces. ¡Quizás algún día todos los diferentes antídotos puedan combinarse en un elixir-vitae que nos inmunice contra la horda entera de los temidos microbios. Seriamente hablando esta condición es una anomalía. El hombre ha conquistado al mundo entero y sembrado el terror en los corazones de todas las criaturas que puede alcanzar por medio de los varios dispositivos que ha fabricado para su destrucción. Aún la más grande de las criaturas tiembla en su presencia, pero he aquí que él mismo teme a las pequeñas criaturas que son tan diminutas que únicamente puede verlas con la ayuda del más poderoso microscopio. Estos pequeños microbios son tan temidos que algunos de los hombres más capaces del mundo pasaron todas sus vidas haciendo esfuerzos para restringir los desmanes del diminuto enemigo.
Es cierto que los microorganismos existen, pero también es cierto que ellos no pueden asentarse en un organismo que esté en estado de salud normal. Es sólo cuando por otras causas nuestros cuerpos se han debilitado, que los gérmenes de la enfermedad pueden hacer tal cosa, y comenzar sus actividades destructivas. Los que poseen una salud radiante, y usamos esta frase literalmente, pueden ir sin miedo a cualquier lugar infectado, aun habiendo allí más gérmenes en una pulgada cuadrada del cuerpo de los pacientes que gente en el mundo, mientras el hombre se halle en estado de salud radiante no pueden afectarle.
Para aclarar más el significado de esta frase, salud radiante, debemos reiterar el hecho sobre el cual hemos insistido tanto, hecho que la ciencia está comenzando a descubrir, a saber, que nuestros cuerpos están ínter penetrados por éter en tal proporción que en la mayoría de los casos irradia del cuerpo. La persona dotada de visión espiritual ve dentro del cuerpo físico denso otro vehículo semejante a éste de una manera exacta, órgano por órgano, y el cual está formado de éter. Ve también que a través del bazo existe un flujo, continuo de fuerza vital etérica que sufre un cambio químico en el plexo solar y luego circula a través de todo el cuerpo en forma de un fluido rosa pálido con un ligero tinte púrpura. Este fluido etérico irradia de la periferia total del cuerpo a través de cada poro de la piel, acarreando consigo una enorme cantidad de los gases venenosos que se generan por la alimentación que ingerimos, alimentación usualmente escogida más por el hecho de que agrada a nuestro paladar, y no por el valor nutritivo que contiene.
En tanto que esta radiación vital de la fuerza etérica es suficientemente fuerte, no solamente expulsa las toxinas del cuerpo, sino que impide a los organismos destructores entrar, por el mismo principio que hace imposible que las moscas u otros insectos entren a un edificio a través de una abertura en la que un ventilador eléctrico envía una corriente de aire al exterior.
Pero en el momento en que el ventilador es detenido, se abre la puerta para las varias clases de insectos que infectan nuestros edificios. De parecida manera, si por alguna razón el organismo humano se hace incapaz de asimilar suficiente cantidad de fuerza vital como para conservar esta emanación radiante, también es posible para los temidos microorganismos entrar y obtener en el cuerpo un asidero donde puedan comenzar a ejercer su obra de destrucción con el consiguiente detrimento para la salud. En vista de estos hechos, la prevención de la enfermedad se reduce al problema de cómo evitar que el organismo se obstruya o bloquee, de tal modo que la fuerza vital radiante pueda fluir sin impedimentos. Cuando se han establecido las condiciones morbosas, el proceso curativo debe tener el efecto de abrir los canales obstruidos para tener éxito.
El Dr. Harvey W. Wiley, ex-jefe del Departamento de Química en Washington, decía que la mejor manera de curar un resfriado es tomar una botella de medicina para la tos, ponerla en la mesa del cuarto del paciente, abrir las ventanas y arrojar la botella de medicina por una de ellas. En otras palabras, en lugar de tomar remedios para la tos y el resfriado, es mejor respirar abundante aire puro y fresco. Sin duda hay mucha sabiduría en este consejo, pero no es suficiente con eso. Si el doctor hubiese dicho: "Tráigase también una buena comida, desayuno y cena para el paciente y arrójelos después de la botella de medicina", se habría acercado más a la cura del resfriado. Porque puede decirse sin miedo de suscitar contradicción, que la mayoría de las enfermedades que afligen la carne vienen de comer demasiado, de comer alimentos inadecuados y de falta de masticación. Este último es, quizá, el más grande de nuestros pecados.
El célebre barón Munchausen, campeón de la mentira, relata que cuando visitó la Luna encontró que allí la gente cocía los alimentos como nosotros, pero que en lugar de sentarse a la mesa y comerlos bocado a bocado, simplemente abrían una puerta en el lado izquierdo del abdomen y depositaban el alimento en sus estómagos. Al presente no hemos llegado hasta ese punto, pero estamos muy cerca de él. La manera en que el americano corriente engulle sus alimentos es deplorable, por no decir más. Los restaurantes para el almuerzo rápido con sus incómodos asientos sin respaldo, en los que es imposible descansar mientras se participa de los así llamados alimentos, son una amenaza nacional. Todo aquel que va a uno de tales lugares parece querer batir el record por ingerir la mayor cantidad de comida en el menor tiempo posible. Y los abominables métodos de conservar todo en hielo por muchos meses con el fin de que ciertos comerciantes minoristas y los vendedores al por mayor puedan elevar los precios, se suman en no pequeña proporción a los peligros de la mala salud que amenazan a todas las comunidades del así llamado mundo civilizado en los que estos discutibles métodos modernos están en boga. Con estos alimentos "puros" sobrecargados de venenos, estamos tratando de construir nuestros cuerpos y esto, como es bien sabido, se lleva a cabo mediante la transformación de tanto como sea posible de ellos, en sangre, mientras que el resto debe ser eliminado como desecho.
Es costumbre de la profesión médica ver que tenga lugar la eliminación adecuada de los desechos, sin importar cuál sea la naturaleza de la enfermedad. Cualquier persona que trate de cortar un resfriado debe necesariamente imitar este sabio método y ver que la adecuada función excretoria sea estimulada al más alto grado posible, porque ése es un importante método de descongestionar el sistema y hacer que la fuerza vital fluya de nuevo a través de él.
La otra parte del alimento que es transformada en sangre no permanece en estado fluidico sino que es evaporada o se estearifica según el desarrollo del Ego en cuyo cuerpo circula. Surge a través de todo el cuerpo como el vapor en la caldera, y cuando se pone en contacto con el aire frío a través de los poros obstruidos por una cantidad excesiva de toxinas alimenticias y en parte anestesiados en tal grado que no responden al impulso nervioso, el cual, en otras circunstancias, los cierra parcialmente contra el frío, la sangre se licua, o se licua en parte, y se convierte en una carga y en un obstáculo para la parte del torrente sanguíneo que no está afectada. Cómo resultado, se generan microorganismos que forman el pus cuya presencia en el organismo provoca los síntomas que sentimos en forma de resfriado.
Una persona que es herida y pierde una cantidad de sangre se siente débil. Así le pasa a la persona cuya sangre se ha enfriado en su interior y, por la misma razón, el que tiene un resfriado debe hacer esfuerzos por librarse de los desechos deletéreos antes de que pueda curarse.
La glotonería, la mala comida y la masticación defectuosa no son las únicas causas de los resfriados. Es un hecho bien conocido de todos los ocultistas, que todo lo que está en el mundo visible es una manifestación de algo que ya existía en los reinos invisibles de la naturaleza, y el resfriado no es la excepción. Al reconocer que existe una ley inmutable de causa y efecto, y que no puede haber efecto sin una causa adecuada y subyacente, podemos fácilmente comprender la verdad de esta afirmación. También es cierto que nada puede venirnos que no hayamos merecido en alguna forma y, por consiguiente, si buscamos las causas en el reino invisible encontraremos que naturalmente tienen que ver con nosotros mismos.
El resfriado que sentimos aquí, y que es algo desagradable para nosotros, es la consecuencia de algo que existía ya dentro de nosotros, pero ¿qué es? A esta pregunta puede contestarse con toda confianza que nuestra propia actitud mental es un factor muy importante en el estado de la salud. Esto también es conocido de la ciencia médica y de todas las personas observadoras.
Un hombre que habitualmente es optimista, cuya boca tiene un sesgo hacia arriba en las comisuras, siempre dispuesta a expandirse en una amplia sonrisa, se hallará que es singularmente inmune a los resfriados y a otras enfermedades. Por otra parte, la persona que tiene la boca con las comisuras hacia abajo y la cara larga, que está siempre preocupándose de cosas que nunca suceden, que ve un enemigo en cada ser humano, y persistentemente adopta una actitud de cólera y malicia hacia sus enemigos reales o figurados, por esa misma actitud mental se encierra en una concha e impide la asimilación de las radiantes fuerzas vitales etéricas. Por lo mismo es una presa de todos los males de que es heredera la carne. Ni tampoco puede ser curada por todas las medicinas que hayan sido fabricadas hasta que aprenda a abandonar su oscura visión de la vida. Estos casos son, por supuesto, extremos, y existen todas las gradaciones y mezclas de las dos naturalezas. Sin embargo, se encontrará que la salud de una persona varía según su visión de la vida en proporción casi exacta.
De las notas que anteceden podemos, por lo tanto, sacar la siguiente deducción: lo que mejor conserva la salud es una actitud mental optimista que se enfrenta a la vida intrépidamente y ve un amigo en todo hombre.
También debe haber circunspección y discernimiento en el asunto de la comida. Debemos evitar los excesos. Es mejor comer poco que demasiado, y debemos procurar tener un asiento confortable donde podamos descansar el cuerpo mientras masticamos despacio nuestro alimento.
Asimismo, debe darse la atención debida al asunto de la eliminación, y cuando no es normal deben tomarse ciertos alimentos que contienen abundante celulosa para promover esta perfecta acción.
Para resumir: sea alegre y sobrio en el comer. Alegría, templanza en la comida y eliminación perfecta constituyen un tríptico que curará casi todas las enfermedades de que la carne es heredera.
del libro "Filosofía Rosacruz en Preguntas y Respuestas"
Tomo Segundo, de Max Heindel
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