jueves, 22 de septiembre de 2016

La balanza de la alegría y de la trizteza

PREGUNTA Nº 125:  LA BALANZA DE LA ALEGRÍA Y DE LA TRISTEZA
¿Es el dolor necesario en el gran esquema de las cosas? ¿No es una parte del plan de Dios acerca de nosotros el que seamos alegres?

Respuesta: Cuando Taunhauser, arrastrado por su profana pasión hacia la noble, pura y virtuosa Elizabeth, vagaba por la montaña y fue atraído a la caverna de Venus como el hierro hacia el imán, no solamente le fue permitido, sino incitado a satisfacer sus deseos sensuales hasta la saciedad. Naturalmente, pronto sació su pasión y oró por poder escapar de la diosa Venus y porque le fuese permitido regresar a la tierra. En el curso de su oración, confiesa la verdad de que en el presente estado de desarrollo el hombre requiere tanto de la alegría como de la tristeza para su adecuado desarrollo. En la mente filosófica este sentimiento evoca un asentimiento instantáneo, porque aunque todos somos lo suficientemente humanos como para anhelar la alegría y temer la tristeza, no podemos, pensando rectamente, dejar de reconocer el hecho de que una vida de constante alegría sin la más ligera sombra de aplicación que la empañase sería absolutamente insípida e incolora. Lo que da belleza a la pintura de un paisaje es la mezcla adecuada de la luz y la sombra, y un arreglo similar de la tristeza y la alegría es necesaria para dar gusto a la vida y hacerla digna de vivirse.
Desde el punto de vista astrológico la luz y la sombra de la vida las dan, la posición y los aspectos de Júpiter y de Saturno al nacimiento, junto con sus progresiones y tránsitos con respecto al horóscopo de cualquier persona. La alegría y la risa vienen de Júpiter, el planeta de la benevolencia y el optimismo, que nos dispensa los favores de los dioses en la medida en que hayamos merecido sus liberalidades. Y por el contrario, Saturno, el planeta del pesimismo y de la obstrucción, es el dispensador de los disfavores en que hemos incurrido por medio de nuestras acciones en desarmonía con la ley, y como todavía ignoramos cómo trabajar en armonía con el gran plan divino del universo, no es de maravillarse que sea necesaria la vara de Saturno para llamarnos al orden cuando nos hemos apartado del sendero de la virtud. Sin embargo, es una señal muy significativa del amor de nuestro Padre, que Júpiter viaje tres veces alrededor del horóscopo, haciendo aspectos y dándonos oportunidades para el bien, por cada revolución de Saturno, quien nos trae las experiencias que son llamadas malas por aquellos que carecen de comprensión.
Qué maravillosa bendición es la astrología; al darnos a comprender el infinito plan de la evolución mediante él cual todos estamos siendo educados y transformados gradualmente de ignorantes en omniscientes!. Saturno es uno de los principales factores en este proceso de iluminación. A aquellos que no conocen la astrología, puede parecerles que les vienen aflicciones sin que puedan descubrir la razón, Y muy a menudo envidian a aquellos que aparentemente son más afortunados que ellos; Sin embargo, una vez que han aprendido a buscar la luz a través de la astrología, todo el punto de vista sobre la vida se cambia. Entonces se nos hace evidente que no estamos aquí para el placer, sino para la experiencia, y no importa cuán tristes o desastrosas puedan ser estas experiencias, el verdadero estudiante de astrología les da la bienvenida y trata de encontrar la razón desde el punto de vista astrológico, así como de aprender las lecciones. Más aún, obtiene consuelo de su conocimiento de que los aspectos que producen efectos desastrosos tienen que pasar a su debido tiempo, cosa que puede calcular definidamente; el azote de Saturno desaparece y el benéfico rayo de Júpiter de nuevo disipará la saturnina sombra de la tristeza y curará nuestras heridas. Este conocimiento, naturalmente, le da coraje para resistir en los días de prueba, y le mantiene en una actitud mental de esperanza, aguardando el tiempo en que pasará la tribulación.
Cuando vivimos en ignorancia del gran plan de Dios y no tenemos concepto de las recurrencias cíclicas de la tristeza y de la alegría traídas a nuestras vidas para nuestro bien por Saturno y Júpiter, nos engreímos demasiado y nos regocijamos mucho cuando Júpiter hace llover los buenos dones de los dioses -salud, riqueza, amigos, éxito y prosperidad- sobre nosotros. También somos propensos a descorazonarnos indebidamente cuando bajo el látigo de Saturno se nos priva de todo lo que hace a la vida digna de vivirse. Sin embargo, cuando la sagrada ciencia de la astrología nos abre el libro de la vida y reconocemos el benevolente propósito de Dios y de sus Ministros hacia nosotros, gradualmente aprendemos a conservar nuestro equilibrio de modo que llegan los goces de Júpiter a nuestra vida y no nos embriagamos con ellos, sino que los recibimos con Espíritu de templanza y aprendemos a considerarnos como mayordomos o administradores de todos los bienes que son puestos en nuestras manos. Aprendemos que debemos usarlos no para nuestros propios intereses y propósitos egoístas, sino para el bien de todos, y que el día de la rendición de cuentas seremos requeridos para demostrar cómo hemos usado los dones de nuestro Señor.
Por otra parte, el azote de Saturno no será aplicado, o no será aplicado tan a menudo a quienes realicen el auto-examen para ver en qué está fallando y para encontrar la falta que le está causando tribulación y sufrimiento. Esa lección será ciertamente agradecida por el buscador sincero, y cuando la haya descubierto, el gozo de haber encontrado una valiosa perla de sabiduría sobrepasará al dolor implicado en la lección. En el curso de los años abrase desarrollado la más valiosa de todas las posesiones del Ego, el equilibrio, que lleva al hombre por encima del turbulento mar de las emociones, hacia el reino de la eterna paz que sobrepasa todo entendimiento. Cuando ha llegado a ese punto de su desarrollo, ni Saturno, ni Júpiter, ni ninguno de los otros Espíritus planetarios, tendrá poder de afectarle, porque habrá aprendido entonces a dominar sus estrellas y a regular su destino de acuerdo con su propia Voluntad divina.

del libro "Filosofía Rosacruz en Preguntas y Respuestas"
 Tomo Segundo, de Max Heindel


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