CAPÍTULO XXI
EL MATRIMONIO Y LA DESCENDENCIA
Hubo un tiempo en el que el hombre en formación era bisexual (hombre-mujer) y capaz de engendrar y de multiplicarse sin la asistencia de otro ser; pero cuando uno de los polos de la fuerza creadora fue dirigida hacia arriba para construir el cerebro y la laringe, el hombre cesó de ser bisexual y desde aquel instante cada varón o hombre tuvo que buscar su complemento con objeto de conseguir su multiplicación y la concepción de sus hijos. Por lo tanto, el matrimonio fue instituido por los ángeles como un sacramento y el rito sagrado de la generación fue realizado bajo supervisión en los grandes templos en épocas determinadas del año, cuando las líneas interplanetarias de fuerza eran propicias para la propagación. El resto del tiempo vivieron todos juntos en una bendición paradisíaca de casto compañerismo. Así, pues, el parto era sin dolor y las enfermedades y el sufrimiento eran desconocidos.
Pero cuando, bajo la guía de los ángeles caídos, los espíritus de Lucifer, el hombre comenzó a ejercer la función creadora por placer, sin tener en cuenta el rayo estelar, la muerte se manifestó y la mujer empezó a parir sus hijos con el dolor de su vientre, manifestándose también el dolor y el sufrimiento. Porque aunque. un ministro pueda unir a las personas legalmente, este ministro, como es ignorante del manuscrito estelar, no puede ver si hay entre ellos la armonía necesaria básica para unir a dos almas verdaderamente. Por lo tanto, desgraciadamente, muchos de los matrimonios fracasan en dar la alegría y la satisfacción al alma que marca y señala el compañerismo real de dos seres.
Además, hay el incidente del dolor del parto para contribuir al aumento del sufrimiento del ego que está construyendo su cuerpo bajo unas condiciones prenatales faltas de armonía. ¡Ciertamente, una deuda grave que tienen que pagar por ignorancia de la ciencia estelar! Y peor aún, en la gran mayoría de los casos en los que las personas conocen astrología o cuando éstas están informadas de su pronunciamiento y sus casos, rehúsan atender las voces de atención siempre que son contrarias a sus deseos. Aun a menudo odian al astrólogo que tiene la temeridad de decirles que su matrimonio envuelve dolor para ellos, de modo que en el mejor de los casos se realiza con tales personas un trabajo que no es agradecido.
Pero este asunto es tan importante en nuestro estado de evolución actual, tiene unas consecuencias de tan lejano alcance, tanto para el individuo como para la sociedad, que es realmente criminal el dejar a la suerte la elección de un compañero. Afortunadamente, estamos cerca de la Edad Acuaria y no hay duda que las personas estudiarán entonces el escrito estelar y acaso instituirán departamentos matrimoniales mantenidos por la Iglesia o por el Estado con el punto de vista de guiar sus generaciones en la dirección debida. Si los niños cuyos natalicios sean armoniosos se visitaran en sus hogares y se hicieran compañeros de juego, la relación se formaría de modo que se convertiría en amor con el curso de los años. Entonces el matrimonio no terminaría el punto romántico de las relaciones como desgraciadamente ocurre hoy en la mayoría de las uniones que se consuman, sino que se intensificarían el amor y la felicidad año tras año. Los lazos de afecto se harían más fuertes y aumentarían el desarrollo del alma de aquellos nacidos bajo su mágico hechizo, como ninguna otra relación podría hacerlo.
Los hijos entonces no serían un mero accidente. Ellos serían amados tan sinceramente en esta vida que no echarían de menos el cielo que acababan de dejar, porque encontrarían en sus hogares un cielo terrestre. Por lo tanto, reguemos porque aquel día pueda venir pronto; un día en que cada población tenga su departamento matrimonial asentado sobre bases astrológicas donde los padres puedan enviar la fecha del nacimiento de sus hijos y recibir en cambio el nombre y la dirección de otra persona que será armoniosa como compañera de
sus hijos. Si los padres de ambos sé sienten satisfechos con respecto a las relaciones familiares, etc., los chicos pueden hacerse amigos; si no, otros nombres podrían ser suministrados por el departamento, hasta que se encontrase uno que estuviese en armonía desde los puntos de vista sociales y astrológicos. En este caso, los niños podrían ser compañeros de juego y no hay duda que con el tiempo su afecto cristalizaría en amor que satisfaría los sentimientos juveniles románticos.
Y un matrimonio ideal coronaría la felicidad de ambos.
Por nuestra parte, no debemos aguardar a que la Iglesia o el Estado tomen la iniciativa por nosotros. Si los padres que creen en la astrología formasen asociaciones, manteniendo un departamento central en el que los horóscopos de sus hijos se conservasen, se agrupasen y clasificasen con el deseo de encontrar unos compañeros apropiados para ellos, esto daría tal demostración práctica del valor de la astrología, que sólo veinticinco años serían suficientes para llamar la atención del resto de las personas.
del libro "El Mensaje de las Estrellas"
de Augusta Foss de Heindel y Max Heindel
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