PREGUNTA Nº 99: CRISTO, ESPÍRITU DE NUESTRA TIERRA
¿Es Cristo (el individuo del Período Solar) el Espíritu de nuestra Tierra? ¿Puesto que la tierra
era con dificultad una masa muerta hace 2000 años, dónde está el ocupante previo? Si es sólo un Rayo del Cristo Cósmico, que, como torrente purificador está trabajando en y a través de la Tierra, ¿existe algún otro Espíritu cuyo cuerpo sea nuestra tierra? Cuando el Espíritu de Cristo sea liberado, ¿quién será el Espíritu interno de la Tierra?
Respuesta: La ley de analogía es buena dondequiera. Es la llave maestra de todos los misterios, y usted hallará que lo que se aplica al hombre microcósmico se aplica también al Dios macrocósmico, o sea el Poder Divino. Los animales están siendo guiados ahora por Espíritus desde afuera. En un período posterior se convertirán en Espíritus internos y aprenderán a guiar sus vehículos sin ayuda de ninguna clase. Cosa parecida ha sucedido con la Tierra, tal como se ha afirmado en el Cosmos y en varias otras partes de nuestra literatura.
Hasta hace 2000 años Jehová la tuvo a su cargo y la guió desde afuera, del mismo modo que los animales son guiados por los Espíritus-Grupos. Así es que la Tierra era conservada en su órbita por medio de Su poder, y hasta ese tiempo fue el Dios Supremo.
Sin embargo, en el cambio que tuvo lugar en el Gólgota el Espíritu de Cristo entró en nuestra Tierra con el objeto de que Él pudiese ayudarnos a desarrollar facultades que Jehová no pudo darnos. Jehová nos dio leyes que nos mantuvieron en jaque, pero el Cristo nos dio amor. Una es la fuerza conservadora, aplicada desde afuera; la otra es una fuerza centrífuga o impelente aplicada desde adentro. Así, pues, el Cristo está ahora guiando a la Tierra en su órbita desde adentro, y continuará haciéndolo hasta que hayamos aprendido a vibrar con ese atributo, amor, por medio del cual podremos aplicar la fuerza a nuestro planeta y así guiarlo en su órbita desde adentro.
Cristo es el más alto Iniciado del Período Solar y como tal tiene su morada en el Sol. Es el sostenedor y conservador del sistema solar entero. En un sentido es correcto hablar de que lo que mora dentro de nuestro planeta es un Rayo del Cristo, aunque esto no exprese la idea exacta de lo que el caso es. Tal vez podamos acercarnos a ello por medio de una ilustración.
Comparemos al gran Espíritu del Sol a un refinador de metales. Él tiene sobre su horno un cierto número de crisoles y a todos los está vigilando. El calor está fundiendo a estos metales y arrojando la escoria a la superficie. El refinador está gradualmente removiendo la escoria de los crisoles, hasta que al fin los metales se hermosean absolutamente y se aclaran, y él puede ver su faz reflejada en cada uno de ellos. Similarmente podemos ver al Cristo dirigir Su atención de un planeta a otro, y cuando dirige su atención a nuestra Tierra, por ejemplo, Su imagen se refleja en ella. No es una imagen muerta, sin embargo. Es un ser viviente y omnisciente tan lleno de vida y sensación que nosotros mismos en nuestro presente estado de muerte, morando en estos cuerpos terrestres, no podemos tener idea de esa facultad de sensación poseída por el Espíritu interno de la Tierra.
Así es que, por un tiempo, Su energía es impartida a esta imagen como a un foco, y no obstante que El está realmente en el Sol, el Cristo Cósmico siente todo lo que pasa en la Tierra, como si de hecho estuviese aquí presente. Esa imagen interna, que debe ser comprendida completamente, no es una imagen en el sentido ordinario de la palabra; es una contraparte, una parte del Cristo Solar, y a través de ella Él sabe y siente y percibe todo lo que pasa sobre la Tierra como si efectivamente estuviese presente. He repetido esto, pero podría ser repetido una y otra vez sin perjuicio, porque es algo que debe ser muy bien comprendido.
Esto es lo que realmente significa la palabra omnipresencia. Así es que, si bien el Cristo es el Espíritu interno del Sol, también es el Espíritu interno de la Tierra, y debe continuar haciéndonos este Servicio de ayuda sintiendo todo, soportando todo lo que sucede con una presencia real, por nosotros.
Consideremos por un momento qué es lo que llamamos la Tierra -es decir, su origen-. La solidificación comenzó en el Período Solar, cuando fuimos incapaces de vibrar al alto grado exigido para permanecer allí. Así es que gradualmente nos salimos del Sol y fuimos proyectados al espacio. La cantidad de vibración disminuyó gradualmente hasta mediados de la Época Atlante, y así podemos decir que la tierra se cristalizó en una masa de piedra. De modo es que nosotros mismos hicimos de la tierra lo que es, y si no hubiese sido dada ayuda, habríamos sido incapaces de librarnos de las redes de la materia. Jehová desde afuera se esforzó por ayudarnos mediante leyes. Conocer la ley y observarla nos habría ayudado con el tiempo, suponiendo que tuviéramos la fortaleza requerida. Sin embargo, por la ley ningún hombre se justifica, y mediante la ley todo espíritu se enmaraña más aún. Por consiguiente, tenía que ser dado un nuevo impulso que inscribiese la ley en los corazones de los hombres.
Existe una gran diferencia entre lo que hacemos, porque debemos hacerlo, por el temor a un amo externo que da una justa retribución por cada ofensa, y el impulso interno que nos impele a hacer lo recto porque es lo recto. Reconocemos lo que es recto cuando la ley es inscripta en nuestros corazones, y entonces obedecemos sus dictados incuestionablemente, aun cuando ello pueda hacer vibrar de dolor nuestro ser entero.
Así es que nosotros somos colectivamente los Espíritus de la Tierra. Algún día debemos guiar el vehículo que hemos creado. Jehová lo guió desde afuera por medio de leyes. Sin embargo, como esto no fue suficiente para llevarnos al punto de individualización en que seremos capaces de cuidar de nosotros mismos, Cristo entró en escena como Salvador, y nos está ayudando hasta que llegue el tiempo en que habremos desarrollado internamente una naturaleza de amor suficiente para mantener a flote la Tierra. Así es que no han habido otros Espíritus dentro de la tierra. El Cristo está aquí solo temporalmente para ayudarnos, y con el tiempo será nuestro privilegio tomar a nuestro cargo la tarea y guiar nuestro planeta como queramos y como debamos. El aumento de la fuerza vibratoria ya ha hecho la tierra mucho menos densa, mucho más ligera, y a su tiempo se hará de nuevo etérea como una vez lo fue.
Cesará de estar muerta en pecados (ella misma). Se vivificará por medio del amor.
del libro "Filosofía Rosacruz en Preguntas y Respuestas"
Tomo Segundo, de Max Heindel
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