CAPITULO XIII
JÚPITER, EL PLANETA DE LA BENEVOLENCIA
De cada una de las Jerarquías divinas que han asistido al nacimiento y a la evolución de la humanidad nos hemos basado para pasar de la nesciencia a la omnisciencia y desde la impotencia a la omnipotencia en la gran escuela de la vida.
De los Señores de Venus hemos recibido el don inestimable del amor que eslabona a la humanidad en las afecciones más tiernas de grados diferentes y hace la vida bellísima.
De los Señores de Mercurio hemos recibido el regalo no menos valioso de la mente, la cual nos capacita para la conquista del mundo material y nos proporciona las grandes comodidades de la vida, pero hay algo más que nos es necesario.
La chispa divina dentro de nosotros está siempre buscando un algo superior y a medida que se aumentan las dos cualidades del amor y de la inteligencia, tanto más fuerte es el impulso interno y hacía arriba, pero esto no puede satisfacer totalmente si el espíritu no busca elevarse a sí mismo hacia su fuente divina solamente por medio de la naturaleza del amor expresada por Venus y culminando en su octava superior, Urano. El fervor religioso entonces se expresa como una devoción de la naturaleza más sublime, pero aun en esto hay algo que
nos falta. El sentimiento sin el conocimiento es incompleto. Ni tampoco puede el impulso interno quedar satisfecho si a través del canal mercurial de la inteligencia intenta elevarse hacia la percepción espiritual de Neptuno, la octava superior dé Mercurio, porque aunque el intelecto sea tan afilado como una navaja de afeitar no es digno de tenerse en cuenta cuando está desposeído del amor. Por lo tanto, se sigue de aquí que solamente por el maridaje del amor y del intelecto puede nacer la sabiduría.
El conocimiento mercurial en sí mismo, aunque ni es bueno ni malo, puede ser usado con un propósito u otro. Aun los genios indican también la inclinación de este conocimiento. Nosotros hablamos de un genio militar, de uno que tiene un conocimiento maravilloso de la táctica de la guerra, pero un hombre de guerra, tanto si es un Napoleón como un soldado raso, no puede clasificarse como un sabio porque asfixia sus sentimientos deliberadamente, de los cuales podemos tomar como símbolo el corazón. Solamente cuando la facultad mercuriana de la mente está templada, combinada y equilibrada con la facultad del amor generada por el rayo de Venus, es cuando la sabiduría nace de tal unión. Y ésta es la cualidad que el espíritu planetario de Júpiter está buscando para infundirla en la humanidad, para que pueda elevarse sobre el plano material y cruzar las esferas superiores.
Por lo tanto, el rayo de Júpiter hace a las personas humanas, honradas, corteses, refinadas, generosas, temerosas de la ley, religiosas, alegres y optimistas. La persona verdaderamente característica de Júpiter se la puede describir muy apropiadamente como un sujeto jovial y es usualmente de estatura elevada, pero su corazón es demasiado grande para hallar espacio a pesar de la ancha capacidad de su pecho. Las comisuras de sus labios están siempre entreabiertas con una sonrisa placentera que puede describir únicamente la palabra radiante, y su sentimiento bondadoso es tan demostrativo que cuando choca su mano con la de otro los ligamentos de su brazo están casi distendidos.
Estas personas son de las que son siempre bien recibidas por todo el mundo y siempre están dispuestas a dar cualquier cosa o a cualquier persona una mano.
Tanto es así que estas personas se sienten realmente agradecidas hacia la persona que les pide un favor y nunca están tan felices y contentas como cuando pueden trabajar extraordinariamente para ayudar al prójimo. No son capaces de herir a un niño y nunca se es ve coléricos por cosas que se refieran a ellos; pero cuando les mueve la indignación debido a los atropellos inferidos a los demás puede ser temible su cólera; sin embargo, nunca se manifiestan crueles ni para el agresor ni para el opresor, sino que tienen indulgencia, misericordia y bondad aun para éstos en el momento que les han vencido. Tal es el puro nativo de Júpiter; pero, como es natural, es muy raro encontrarle en el tiempo presente. Sin embargo, un número creciente de personas está empezando a caminar hacia el sendero de la sabiduría y a señalar los rasgos jupiterianos.
Se dice que la “oportunidad llama a la puerta de todos los hombres”; sin embargo, a menudo oímos a personas lamentarse de su desgracia porque ellas nunca encuentran esa oportunidad. Saturno se ve censurado por nuestras desgracias cuando hemos empezado a estudiar la astrología, y entonces estamos tan inclinados a mirar al lado malo que generalmente olvidamos el aspecto bueno y de este modo perdemos nuestra oportunidad. Saturno emplea treinta años en atravesar todo el horóscopo para formar aspecto con los otros planetas; pero Júpiter, la influencia más beneficiosa del sistema solar, lo cruza solamente en once años, y de este modo las buenas fortunas que él nos pueda traer son por lo menos tres veces más numerosas que las desgracias que puedan manifestarse por el aspecto perverso de Saturno.
En efecto, nosotros únicamente podemos alcanzar de los demás lo que nosotros les demos. Cada uno está rodeado de una atmósfera de su aura sutil, la cual da color a nuestra visión sobre los otros, y los pensamientos, ideas y acciones de los demás hacia nosotros. Si nosotros abrigamos villanías o infamias en nuestro corazón, éstas colorean esta atmósfera de modo que nosotros vemos en los demás villanías y bajezas dirigidas hacia nosotros, y por esta forma de pensar nosotros despertamos este rasgo en ellos, del mismo modo que las
vibraciones de un diapasón harán que se manifiesten en otro las vibraciones siempre que sean de igual nota.
Por otra parte, si nosotros cultivarnos las cualidades benévolas de Júpiter, su expansiva sonrisa y alegría contagiosa, su cordial actitud mental, etcétera, nosotros sentiremos pronto la respuesta en nuestro círculo de relaciones y el aspecto benéfico de Júpiter tendrá entonces un mayor efecto en hacer que nuestras vidas y nuestro trabajo sean más placenteros.
Júpiter está esencialmente dignificado cuando se encuentra en Piscis, o en Sagitario, el signo de la aspiración. Está exaltado en Cáncer, la casa de la Luna, pues el átomo simiente que provee al cuerpo del ego expectante es proyectado por la Luna en la esfera de Cáncer; pero Júpiter representa la parte espiritual y por lo tanto, preside el ingreso del ego mismo en el cuerpo. También gobierna la sangre en la cual el espíritu que mora en el cuerpo encuentra su expresión, aunque sus actividades se hallan confinadas principalmente a la circulación arterial. Estimula también la asimilación y el crecimiento, y de ahí que gobierne también el hígado. (Saturno rige la vejiga de la hiel). Los nativos de Júpiter son muy amantes de la exhibición y de la ostentación. En sus observancias religiosas gustan del ceremonial y son parciales hacia las iglesias establecidas, pero a menudo muestran aversión hacia cualquier “ismo” que no esté sancionado por la sociedad en forma correcta.
Cuando Júpiter está afligido su influencia hace a la persona enemiga de las leyes, sensual, indulgente con sus pasiones, glotona, extravagante y sin la atención debida hacia sus obligaciones; de aquí que se vea expuesta a la pérdida de la salud, a los disgustos por litigios y a la desgracia social consiguiente. Un Júpiter afligido hace a la persona de carácter deportivo, amiga de las carreras de caballos y de toda clase de juegos.
del libro "El Mensaje de las Estrellas"
de Augusta Foss de Heindel y Max Heindel
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