martes, 16 de febrero de 2016

Todos los niños ¿son clarividentes hasta cierta edad?


PREGUNTA Nº 139:  Todos los niños ¿son clarividentes hasta cierta edad?

Respuesta: Sí, todos son clarividentes, por lo menos durante el primer año de su vida. Y eso depende de la espiritualidad del niño en gran extensión, así como de su alrededor ambiente, cosas ambas que determinarán el tiempo que conserve esa facultad, porque la mayor parte de los niños cuentan todo lo que ven a sus mayores y su facultad clarividente queda afectada por la actitud de aquellos. Muy a menudo se burlan de los pequeñuelos, y nada hay que hiera más a esas sensibles naturalezas. Muy pronto aprenden a no ver las escenas que sus  mayores ridiculizan, o por lo menos aprenden a reservarse esas experiencias para sí  mismos. Si se les escucha muchas veces revelan cosas maravillosas, y en ciertos casos se puede conocer su vid a anterior mediante los informes aportados por el mismo niño. Por supuesto, esto ocurre más fácilmente cuando el niño murió niño en su vida anterior, porque entonces sólo habrá estado en el Mundo Invisible de uno a veinte años, de manera que es fácil comprobar sus informaciones. Los niños que en su vida anterior murieron como niños recuerdan mucho mejor el pasado y son más clarividentes que los otros, porque su cuerpo de deseos y su cuerpo vital no nacen al mismo tiempo que el físico, sino a los siete y catorce años de edad, y lo que no ha nacido no puede morir, de manera que si el niño muere antes del nacimiento del cuerpo vital o del cuerpo de deseos no irá ni al Segundo ni al Tercer Cielo, sino que se quedará en el Mundo del Deseo y renacerá con el mismo cuerpo de deseos y con la misma mente que poseyó en su vida anterior, y, por lo tanto, podrá recordar mucho más fácilmente lo que le haya sucedido. El autor tuvo ocasión de ver un ejemplo de esto en la California del Sur.
Cierto día, en Santa Bárbara, un señor llamado Roberts iba paseando por la calle cuando una nena corrió hacia él, abrazándose a sus rodillas y llamándolo “papá”. Mr. Roberts creyó que alguien querría atribuirle la paternidad de la nena y la rechazó indignado. La madre de la niña también se indignó y se la llevó. Pero la niña continuaba gritando “es mi papá”,” es mi papá”.
Debido a ciertas circunstancias que se verán más adelante, el incidente afectó mucho a Mr. Roberts y fue a ver a un caballero que llamaremos X. Juntos fueron a la casa donde vivía la niña con sus padres, y después de alguna conversación se les permitió preguntar. Tan pronto como la niña vio a Mr. Roberts corrió hacia él, llamándolo “papá”. Entonces, contestando a preguntas intermitentes durante la tarde, la nena contó la historia que aquí damos coordinada.
En otro tiempo ella vivió con Mr. Roberts, que era su padre, y con otra mamá, en una pequeña casita que estaba al lado de un arroyuelo, en cuyas márgenes había plantas con flores (entonces la nena salió y volvió con algunas flores iguales). Había un tablón sobre el arroyo que se le había prohibido cruzarlo, de miedo de que se cayera al agua. Un día Mr. Roberts dejó a su mamá y a ella y no volvió más. “Se puso muy triste y murió”... “Entonces -dijo la niña- yo también me morí ... Pero no, no; porque vine aquí.
Entonces Mr. Roberts contó su historia. Dieciocho años antes había vivido con su padre, que era cervecero, en Inglaterra. Se enamoró de su sirvienta, pero el padre no les dio permiso para que se casaran. Entonces el joven se casó y huyó de Londres, yendo a Australia, donde se construyeron una pequeña granja en un bosque, edificando una casita al lado del arroyo. Allí también estaba el tablón sobre el arroyo. Nació una niña allí, y cuando ésta tendría unos dos años de edad Mr. Roberts salió a cosa de una milla de la granja, y un oficial, aproximándose a el, lo arrestó, acusándolo de un robo en un Banco, robo que se cometió en la misma noche que él huyó de Londres.
El protestó de su inocencia, rogando que lo dejaran ir a visitar a su esposa e hijita antes; pero el oficial, temiendo caer en manos de los confederados, lo obligó a ir hacia la costa, amenazándolo con darle un tiro. De allí fue llevado a Inglaterra, donde la justicia lo declaró inocente. Hasta entonces las autoridades se negaron a escuchar lo que decía de su esposa e
hija, las que seguramente debían haberse muerto de hambre en los desiertos de Australia.
Se envió un telegrama, se organizó una partida en su busca y a su tiempo llegó la contestación:
Sólo habían encontrado los esqueletos, y Mr. Roberts entonces emigró a América, con el corazón destrozado.
Entonces se le mostraron a la niña varias fotografías mezcladas, entre las cuales había dos fotografías de Mr. Roberts y de su esposa. El aspecto de aquél había cambiado mucho desde el tiempo en que se hizo aquella fotografía; pero, sin embargo, cuando la nena vio ese retrato, exclamó enseguida con alegría: “¡Oh, aquí está papá!” También reconoció el retrato de su madre de su vida anterior. La nena tendría unos tres años cuando Mr. Roberts la encontró en Santa Bárbara, de manera que era imposible que hubiera inventado ese relato.
Más tarde el caso fue investigado por uno de los diarios de más circulación en la California del Sur, The Los Ángeles Times, y se verificó que los hechos relatados eran absolutamente ciertos.

Max Heindel
FILOSOFÍA ROSACRUZ EN PREGUNTAS Y RESPUESTAS TOMO PRIMERO


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