LA VOZ DE LA CONCIENCIA
Aunque aún no hemos llegado al capítulo donde analizaremos lo que ocurre después de la muerte, es conveniente dejar claro respecto a lo que estamos tratando, qué es lo que, normalmente, llamamos “voz de la conciencia”. Por lo general, la mayoría de las personas no admiten que por encima de nuestra mente concreta haya un “ser” que pueda ser quien verdaderamente renazca, siembre y coseche, pero lo cierto es que es así. Cuando decimos que nos habla “la voz de la conciencia” estamos hablando como de otra persona pero como si estuviera más evolucionada que nosotros y, por tanto, como si fuera más sabia y lo cierto es que, como ya hemos explicado, así es y nosotros somos su personalidad aquí en la Tierra. Nosotros somos instinto, deseos, sentimientos, emociones y razonamiento pero ese otro Yo, el verdadero ser superior a nosotros, se manifiesta en nosotros como conciencia, voluntad, discernimiento, a veces profecía y otras como poderes ajenos al hombre.
Ese Yo superior o Ego del que estamos hablando es algo así como el representante del verdadero Espíritu diferenciado EN y POR Dios; es el Alma como resultado de las experiencias de la Vida Divina en los mundos inferiores; es el que recoge la quintaesencia de cada vida o renacimiento gracias a lo cual el hombre tomará conciencia de Él a la vez que Él (el Ego) se identifica cada vez más con el Espíritu. Por tanto, es un ser divino en su esencia pero pendiente del desarrollo necesario que le haga tan puro y perfecto como para identificarse con Dios. Su desarrollo depende de las experiencias que obtenga en sus cuerpos físicos y superiores a través de los mundos donde experimenta y desarrolla sus poderes latentes pero, normalmente, se le identifica como pensamiento individual o como el pensador. Sin embargo, su situación está por encima de la mente concreta con la que razonamos, el Ego está en las regiones superiores o abstractas del Mundo del Pensamiento y por eso, el hombre, la personalidad razonadora, anhela la unión con algo superior que, además de con nuestro Padre, también lo es con nuestro Ego. Según se desarrollan los poderes del Espíritu más se vive la vida interna y más se anhela la verdadera unión espiritual, de ahí la oración y la aspiración del hombre que ya ha tenido algún vislumbre de lo que es la vida superior. La unión con Dios en cada uno de nosotros (con nuestro Ego o Yo superior) es similar a la unión que debe conseguir el Ego respecto al Espíritu, pero nada de eso se conseguirá sin el esfuerzo, sacrificio y buena voluntad por parte nuestra.
Lo que nosotros creemos que somos como verdaderos Egos es una pequeñísima parte de lo que en realidad es el Ego en su propio plano, lo que ocurre es que aún no hemos desarrollado su conciencia en nosotros. Por eso no deberíamos pensar en elevarnos hacia Él sino de abrirnos a su influencia puesto que somos Él. Deberíamos actuar como Egos sabiendo que, cuando tengamos plena conciencia de él, será como haber desarrollado el Cristo en nosotros; deberíamos actuar como que nuestra vida es su vida y como que, lo que entendemos por conciencia, es su conciencia y voluntad. La meditación, la oración, la contemplación y la adoración entre otros ejercicios hacen que la conciencia del Ego se manifieste en el cerebro. Es una tarea muy larga, de varias vidas, pero progresivamente, se va percibiendo su influencia porque con dichos ejercicios se va abriendo cada vez más el canal de comunicación y transferencia.
El hombre basa sus acciones en su experiencia y en sus pensamientos, por eso se identifica plenamente con su forma de pensar y con sus deseos, sentimientos y emociones después de morir su cuerpo. Sin embargo, cuando alcanza las regiones superiores del Mundo del Pensamiento, ya no es ese hombre o personalidad sino la reencarnación del Ego, el cual, en los más atrasados, no comprende aún el sentido de la evolución ni de su ser.
En sentido general, se dice que la voluntad representa al Ego porque es una cualidad suya, es la energía que el Ego (como pensador) manifiesta hacia el exterior o mundo físico creyendo, a veces, el hombre que es él mismo. Esta voluntad está determinada o condicionada por la razón, por las experiencias pasadas, por conclusiones, etc., pero no hay que confundirla con los deseos, los que están condicionados desde fuera y dependen de los cuerpos inferiores. El deseo, es la energía del Ego (también como pensador) dirigida hacia afuera pero condicionado por los objetos, por eso, cuanto más atrás en la evolución de la humanidad, el deseo dominaba a la razón y el Ego apenas podía manifestarse. Actualmente hay una lucha en los que comenzamos a ver el verdadero sentido de la vida y deseamos terminar cuanto antes con los renacimientos; en el futuro el Ego impondrá su voluntad sobre el cuerpo de deseos y solo “deseará” lo que sabe que necesita para acelerar la unión con el Espíritu.
Para que algo exista ha debido ser creado y debe tener un origen, así, todo lo creado por el hombre ha tenido su origen en su mente; el verdadero Yo, el Ego, crea la idea que se manifiesta como una forma de pensamiento, la cual formamos después con materia física. Pero, en realidad, el Ego, como resultado de la evolución de la vida a través de la forma, no es normalmente un creador en el sentido que normalmente entendemos. El creador de los Mundos donde evolucionamos (Dios) también tiene Su Mente y es de esta Mente de donde surge el Mundo del Pensamiento, de donde, en realidad, nuestro Ego capta las ideas o arquetipos existentes en las regiones superiores. Todo el Plan de Dios se encuentra en esos arquetipos creados por las Jerarquías superiores que colaboran con Él (los Siete Espíritus ante el Trono) por tanto, todo el desarrollo pasado y futuro de la humanidad y todas sus creaciones tienen su origen en la mente Creadora de Dios. Por consiguiente, aunque el Ego envíe un sinfín de vibraciones mentales desde estas regiones arquetípicas o abstractas del Mundo del Pensamiento, el cerebro solo puede o suele reproducir una pequeña cantidad para luego darles forma con la mente concreta y crear las formas físicas. Por lo general, solo los cerebros muy activos y receptivos suelen captar mayor número de “ideas” dando así muestras de poder mental y genialidad. Así es que, las facultades mentales de cada persona representan el grado de sensibilidad que tiene su cerebro respecto a las vibraciones mentales que su Ego envía. Podríamos decir que las palabras representan los símbolos de las imágenes mentales que forma el cerebro bajo la acción de la mente concreta, sin embargo, la mente abstracta, es decir, lo que expresa el Ego desde las regiones superiores del Mundo del Pensamiento, pertenece a la razón pura, y eso no se puede expresar con palabras.
Cuando llega el momento de la muerte, el Alma o Yo superior ve, a la vez que graba en los cuerpos invisibles, la película de su vida (la propia vida de la que nosotros somos conscientes ahora) gracias a la cual obtendrá un aumento de conocimiento que se convertirá en sabiduría cuando lo asimile como quintaesencia de las experiencias pasadas. Una vez desconectado el Alma definitivamente del cuerpo físico, pasa al Purgatorio que se encuentra en las regiones inferiores del Mundo de Deseos para sufrir el mal que hizo y grabar o asimilar los resultados. Esta grabación se hace sobre un átomo simiente que forma parte de cada cuerpo físico que utiliza el Alma para renacer y, por ser precisamente donde se graban los resultados de todos los sufrimientos o efectos del mal cometido, se suele llamar el “Libro de los Ángeles Archiveros”. Este átomo o libro del destino tiene principalmente dos funciones: 1ª. Sirve como base para ver qué causas o siembra hemos hecho en las vidas para que en las próximas tengamos que afrontar las deudas pendientes como efecto o cosecha que necesitamos experimentar para acelerar nuestro desarrollo y; 2ª. Como base de la memoria del Alma que nos hablará, como conciencia, cuando reconozca el mal que hagamos y cuando lo hemos hecho porque sabe que en el Purgatorio tiene unos efectos de sufrimiento. Dicho de otro modo, cuando en nuestra vida surgen tentaciones que deberíamos superar porque ya caímos y sufrimos en otra vida por ellas, ese mismo sufrimiento nos advertirá puesto que está en el átomo simiente del cuerpo físico precisamente para que no cometamos el mismo error. Esa es la “voz de la conciencia”. Cuando superamos esa tentación consciente y voluntariamente, significa que hemos aprendido la lección y que la conciencia ha hecho bien su trabajo.
Como ya se ha dicho, el cuerpo físico se forma sobre un molde de materia etérica el cual tiene una relación directa con nuestro karma y con los Ángeles del Destino que son quienes lo administran sabiamente de acuerdo a nuestras necesidades evolutivas para la próxima vida. Pues similarmente, el Alma se esfuerza en cada vida porque el molde sea siempre superior en algún sentido, pues, mucho o poco, en cada vida extrae un beneficio que servirá como incentivo para hacer el bien. Así ha ido guiando el Alma al hombre desde sus primeros pasos y generación tras generación, con adelantos y retrocesos, disfrutando de los bienes celestiales y sufriendo de muy diferentes formas pero, al final, el hombre responderá a las vibraciones de su Ego, la voz de la conciencia.
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