Capítulo II
EL JARDÍN DEL EDÉN
Las doctrinas Rosacruces dividen la evolución y desenvolvimiento del hombre hasta el presente, en cinco períodos o épocas. Ya hemos descripto este desenvolvimiento corporal durante la Época Polar, y ahora haremos un estudio del mismo durante el siguiente período, el de la Época Hiperbórea. En la primera, el hombre era análogo al mineral, y en el segundo, al desarrollar un cuerpo vital, era similar al vegetal. En el tercer período, la Época Lemuriana, desarrolló un cuerpo de deseos y se convirtió en algo semejante al animal. La Tierra ya había formado ciertas incrustaciones y se había endurecido en distintos lugares y la atmósfera era densa y neblinosa. El hombre vivía entonces en medio de una vegetación densísima para protegerse contra el intenso calor, y su cuerpo había adquirido un tamaño gigantesco:
largos brazos con grandes manos, mandíbulas muy macizas y poderosas, carente de frente, de manera que la cúpula craneana estaba muy próxima a donde se encuentran actualmente las cejas. El esqueleto se había ya formado parcialmente, pero era de una naturaleza blanda y cartilaginosa y el hombre no podía aún caminar verticalmente. La sangre, que hasta entonces era fría, comenzó a recibir hierro y empezaron a formarse los corpúsculos rojos, los que a su vez endurecieron la estructura corporal, haciendo así posible que el hombre pudiera marchar verticalmente.
Hemos llegado ahora al período del desenvolvimiento humano, según se registra en el segundo capítulo del Génesis, donde el Señor dio a Adán una compañera, produciéndose la separación de los sexos. Hasta entonces el ser humano había sido un hermafrodita; pero ahora hemos llegado al tiempo mencionado en la historia Bíblica de Adán y Eva, cuando fueron arrojados del jardín del Edén por sus pecados. La separación de los sexos no se produjo en un día, como podría parecer al leer el Génesis, sino que fue produciéndose lentamente y por grados. Y conforme la Tierra se fue cristalizando más y más, la evolución del ser humano fue marchando con ese cambio, hasta que se hizo imprescindible que el Ego penetrara dentro del cuerpo para poder manejarlo. Para poder lograrlo era indispensable que se agregara un cerebro y una laringe, y con este objeto el ser humano tuvo que sacrificar una mitad de sus fuerzas creadoras. Entonces se transformó en una entidad individualizada, creadora, pensante, y se encontró en condiciones de comenzar a trabajar con los minerales.
El ser humano estaba en ese tiempo completamente inconsciente del cambio sexual, así como tampoco se daba cuenta de su ambiente circundante, porque sus ojos no se habían abierto aún. Como los peces de las zonas abismales o los topos, no tenía necesidad de esos órganos, puesto que la atmósfera era demasiado densa y nebulosa. Sin embargo, después de que la Tierra fue arrojada del Sol central, la luz que hasta entonces venía de lo interior, se recibió del exterior. La Naturaleza siempre satisface todas las necesidades, y entonces los ojos humanos comenzaron a desenvolverse lentamente. Y así como el cerebro se iba desarrollando por etapas, de la misma manera otros órganos relacionados con él también se fueron formando de acuerdo con las exigencias del desenvolvimiento humano.
Conforme se separaron los sexos y sólo el hombre demostró externamente el sexo, entonces la glándula pineal, que en las Épocas Polar, Hiperbórea y primera parte de la Lemuriana, sobresalía de la parte posterior de la cabeza, comenzó a hundirse dentro del cráneo.
Existe también otro órgano diminuto dentro del cerebro humano: el cuerpo pituitario, que tiene mucho que ver con su desarrollo, tanto mental como físico, y que es tan importante como la epífisis o glándula pineal. El cuerpo pituitario o hipófisis es muy necesario para la vida y desenvolvimiento del ser humano y ya aparece en el feto en la cuarta semana de gestación.
Podemos seguir el desenvolvimiento del cuerpo humano en todas sus etapas, desde su mismo principio hasta el maravilloso mecanismo a que ha llegado actualmente, en la vida y desenvolvimiento del feto. Podemos ver a éste primeramente como una partícula de substancia gelatinosa, que es atraída a otra partícula de vibración opuesta.
Estas partículas son positivas y negativas. Seguimos al embrión en su desenvolvimiento conforme asume primeramente su forma ovular o de bolsa, que es la primera tentativa de constituir una forma, ya descripta en el capítulo precedente: la forma globular y gelatinosa de la Época Polar. Este saco embrionario contiene dentro de sí todos las potencialidades del actual cuerpo perfeccionado, con sus dos polaridades, la positiva y la negativa, la masculina y la femenina, la glándula pineal y el cuerpo pituitario.
Podemos seguir este embrión humano a través de todos sus cambios y crecimiento, los que, como en el caso del hombre prehistórico, pasa por una etapa similar a la del mineral, a la del vegetal, a la del reptil con su bien marcada cola, que desaparece en la novena semana; pasando luego a la etapa animal, con su rostro semejante al de un perro, en el que hay como una manchita, que más tarde se transforma en ojos, oídos, etc. En un momento de ese desenvolvimiento de la glándula pineal emerge del embrión en forma de saco, y esa minúscula forma pasa por la etapa hermafrodita, como en la Época Hiperbórea, sin que pueda apreciarse ninguna distinción de sexo exteriormente. Así podemos seguir la Evolución del cuerpo humano, observando los cambios que se producen en el desarrollo del feto en la matriz materna.
del libro Temas Rosacruces UNO
publicado por Estudiantes de la Fraternidad Rosacruz de Max Heindel
* *
No hay comentarios:
Publicar un comentario