CAPÍTULO 5: DEL MARAVILLOSO AFECTO DEL DIVINO AMOR.
El Alma:
1. Bendígote, Padre celestial, Padre de mi Señor Jesucristo, que tuviste por bien acordarte de este pobre.
¡Oh Padre de las misericordias, y Dios de toda consolación! Gracias te doy porque a mí, indigno de todo consuelo, algunas veces recreas con tu consolación.
Bendígote y te glorifico siempre con tu Unigénito Hijo, con el Espíritu Santo consolador por los siglos de los siglos.
¡Oh Señor Dios, amador santo mío! Cuando Tú vinieres a mi corazón, se alegrarán todas mis entrañas.
Tú eres mi gloria y la alegría de mi corazón.
Tú eres mi esperanza y refugio en el día de mi tribulación.
2. Mas porque soy aún flaco en el amor e imperfecto en la virtud, por eso tengo necesidad de ser fortalecido y consolado por Ti.
Por eso visítame, Señor, más veces, e instrúyeme con santas doctrinas.
Líbrame de mis malas pasiones, y sana mi corazón de todas mis aficiones desordenadas; porque sano y buen purgado en lo interior, sea apto para amarte, fuerte para sufrir, y firme para perseverar.
3. Gran cosa es el amor, y bien sobremanera grande; él solo hace ligero todo lo pesado, y lleva con igualdad todo lo desigual.
Pues lleva la carga sin carga, y hace dulce y sabroso todo lo amargo.
El amor noble de Jesús nos anima a hacer grandes cosas, y mueve a desear siempre lo más perfecto.
El amor quiere estar en lo más alto, y no ser detenido de ninguna cosa baja.
El amor quiere ser libre, y ajeno de toda afición mundana; porque no se impida su vista, ni se embarace en ocupaciones de provecho temporal, o caiga por algún daño.
No hay cosa más dulce que el amor; nada más fuerte, nada más alto, nada más ancho, nada más alegre, nada más lleno, ni mejor en el cielo ni en la tierra; porque el amor nació de Dios, y no puede aquietarse con todo lo criado, sino con el mismo Dios.
4. El que ama, vuela, corre y se alegra, es libre y no embarazado.
Todo lo da por todo; y todo lo tiene en todo; porque descansa en un Sumo bien sobre todas las cosas, del cual mana y procede todo bien.
No mira a los dones, sino que se vuelve al dador sobre todos los bienes.
El amor muchas veces no guarda modo, mas se enardece sobre todo modo.
El amor no siente la carga, ni hace caso de los trabajos; desea más de lo que puede: no se queja que le manden lo imposible; porque cree que todo lo puede y le conviene.
Pues para todos es bueno, y muchas cosas ejecuta y pone por obra, en las cuales el que no ama, desfallece y cae.
5. El amor siempre vela, y durmiendo no duerme.
Fatigado no se cansa; angustiado no se angustia; espantado no se espanta: sino, como viva llama y ardiente luz, sube a lo alto y se remonta con seguridad.
Si alguno ama, conoce lo que dice esta voz:
Grande clamor es en los oídos de Dios el abrasado afecto del alma que dice: Dios mío, amor mío, Tú todo mío, y yo todo tuyo.
6. Dilátame en el amor, para que aprenda a gustar con la boca interior del corazón cuán suave es amar y derretirse y nadar en el amor.
Sea yo cautivo del amor, saliendo de mí por él grande fervor y admiración.
Cante yo cánticos de amor: sígate, amado mío, a lo alto, y desfallezca mi alma en tu alabanza, alegrándome por el amor.
Amete yo más que a mí, y no me ame a mí sino por Ti, y en Ti a todos los que de verdad te aman como manda la ley del amor, que emana de Ti como un resplandor de tu divinidad.
7. El amor es diligente, sincero, piadoso, alegre y deleitable, fuerte, sufrido, fiel, prudente, magnánimo, varonil y nunca se busca a sí mismo; porque cuando alguno se busca a sí mismo, luego cae del amor.
El amor es muy mirado, humilde y recto; no es regalón, liviano, ni entiende en cosas vanas; es sombrío, casto, firme, quieto y recatado contra todos los sentidos.
El amor es sumiso y obediente a los superiores, vil y despreciado para sí; para Dios devoto y agradecido, confiando y esperando siempre en El, aun cuando no le regala, porque no vive ninguno en amor sin dolor.
8. El que no está dispuesto a sufrirlo todo, y a hacer la voluntad del amado, no es digno de llamarse amante.
Conviene al que ama abrazar de buena voluntad por el amado todo lo duro y amargo, y no apartarse de El por cosa contraria que acaezca.
del libro "Imitación de Cristo", de Tomás de Kempis
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