PREGUNTA Nº 80: La Biblia enseña la inmortalidad del alma categóricamente. La Filosofía Rosacruz la enseña también, apelando a la razón. ¿No hay prueba alguna positiva de la inmortalidad?
Respuesta: El preguntante se equivoca cuando dice que la Biblia enseña la inmortalidad del alma. No se menciona ni una vez siquiera en el Antiguo Testamento la palabra inmortalidad o cielo, en el sentido de que pertenezcan al hombre. Allí se dice explícitamente que “Los cielos son del Señor, pero que la Tierra se dio a los hijos de los hombres”. Salmos 115-16. También se dice explícitamente que “el alma que peque morirá”. Si el alma fuera inmortal eso sería una imposibilidad. En el Nuevo Testamento la palabra “inmortal” o mortalidad” sólo se emplea seis veces, y entonces se la emplea para indicar algo que hay que obtener o que es un atributo de Dios.
Sin embargo, en lo que al espíritu concierne, el caso es diferente, y aun cuando se trata de éste no se emplea la palabra inmortal. La inmortalidad queda sobrentendida en la misma forma en que la doctrina del renacimiento se sobrentiende en muchos pasajes, pero hasta la doctrina del renacimiento mismo implica la inmortalidad del espíritu humano, y dicha doctrina se enseñó una vez definitivamente, por lo menos, en San Mat. II: 47, cuando Cristo dice al Bautista: “Este es Elías”. En esa doctrina se sobrentendía la inmortalidad, porque si el espíritu de Elías había renacido como Juan el Bautista, tenía que haber sobrevivido a la muerte de su cuerpo.
La inmortalidad era entonces una de las enseñanzas de los Misterios, y hasta hoy en día apenas puede recibirla el hombre, salvo cuando ha entrado en el sendero de la iniciación y en él ve por sí mismo la continuidad de la vida.
Contestando la pregunta puede decirse, sin embargo, que todo depende de lo que se entienda por prueba positiva y de qué calificaciones tenga la persona que pide la prueba para juzgarla. No se puede probar un problema de trigonometría a un niño, pero si se le da tiempo y crece, aprendiendo los preliminares necesarios, podrá resolver fácilmente el problema. Tampoco se puede probar la existencia del color y de la luz a un hombre que ha nacido ciego; son hechos que no puede apreciar porque le falta la facultad requerida. Pero si una operación le devuelve la vista, no habrá necesidad de que le probemos esos hechos; entonces por sí mismo verá la verdad. Por parecidas razones nadie puede apreciar las pruebas de la inmortalidad del espíritu hasta que por sí mismo se ha preparado para verlo; entonces le será muy fácil obtener una prueba positiva de la inmortalidad del espíritu, de su existencia anterior al nacimiento y de su persistencia después de la muerte, mientras no se haya calificado convenientemente tendrá que satisfacerse con las inferencias razonables que pueden obtenerse en muchas formas.
Respuesta: El preguntante se equivoca cuando dice que la Biblia enseña la inmortalidad del alma. No se menciona ni una vez siquiera en el Antiguo Testamento la palabra inmortalidad o cielo, en el sentido de que pertenezcan al hombre. Allí se dice explícitamente que “Los cielos son del Señor, pero que la Tierra se dio a los hijos de los hombres”. Salmos 115-16. También se dice explícitamente que “el alma que peque morirá”. Si el alma fuera inmortal eso sería una imposibilidad. En el Nuevo Testamento la palabra “inmortal” o mortalidad” sólo se emplea seis veces, y entonces se la emplea para indicar algo que hay que obtener o que es un atributo de Dios.
Sin embargo, en lo que al espíritu concierne, el caso es diferente, y aun cuando se trata de éste no se emplea la palabra inmortal. La inmortalidad queda sobrentendida en la misma forma en que la doctrina del renacimiento se sobrentiende en muchos pasajes, pero hasta la doctrina del renacimiento mismo implica la inmortalidad del espíritu humano, y dicha doctrina se enseñó una vez definitivamente, por lo menos, en San Mat. II: 47, cuando Cristo dice al Bautista: “Este es Elías”. En esa doctrina se sobrentendía la inmortalidad, porque si el espíritu de Elías había renacido como Juan el Bautista, tenía que haber sobrevivido a la muerte de su cuerpo.
La inmortalidad era entonces una de las enseñanzas de los Misterios, y hasta hoy en día apenas puede recibirla el hombre, salvo cuando ha entrado en el sendero de la iniciación y en él ve por sí mismo la continuidad de la vida.
Contestando la pregunta puede decirse, sin embargo, que todo depende de lo que se entienda por prueba positiva y de qué calificaciones tenga la persona que pide la prueba para juzgarla. No se puede probar un problema de trigonometría a un niño, pero si se le da tiempo y crece, aprendiendo los preliminares necesarios, podrá resolver fácilmente el problema. Tampoco se puede probar la existencia del color y de la luz a un hombre que ha nacido ciego; son hechos que no puede apreciar porque le falta la facultad requerida. Pero si una operación le devuelve la vista, no habrá necesidad de que le probemos esos hechos; entonces por sí mismo verá la verdad. Por parecidas razones nadie puede apreciar las pruebas de la inmortalidad del espíritu hasta que por sí mismo se ha preparado para verlo; entonces le será muy fácil obtener una prueba positiva de la inmortalidad del espíritu, de su existencia anterior al nacimiento y de su persistencia después de la muerte, mientras no se haya calificado convenientemente tendrá que satisfacerse con las inferencias razonables que pueden obtenerse en muchas formas.
Max Heindel
FILOSOFÍA ROSACRUZ EN PREGUNTAS Y RESPUESTAS TOMO PRIMERO
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