EL SER HUMANO Y SUS CUERPOS
Cuando la ciencia descubrió hace años el átomo pensaba que había llegado a lo más sutil de la materia pero no mucho tiempo después tuvo que rectificar (como en todo y casi siempre a lo largo de la historia) y admitir que había otras partículas en su composición; hoy ya no se habla de materia sino de energía como origen de la materia. En un futuro, cuando la ciencia descubra lo que afirma la filosofía oculta sobre el origen de la materia, tendrá que admitir que hay muchos grados de la misma más allá de los electrones y los protones y, por tanto, verá y comprobará que nuestro cuerpo físico es el resultado o manifestación de otros cuerpos que bien podríamos llamar energéticos. Aún con estas afirmaciones es lógico que algunos se pregunten: ¿Qué es y qué forma puede tener la vida que abandona el cuerpo físico en el momento de la muerte? ¿De dónde nacen y qué son los sentimientos, deseos y emociones? ¿Qué son los pensamientos y quién los crea voluntariamente? ¿Quién o qué es lo que conocemos como voluntad? ¿Qué ocurre o a dónde van después de la muerte esos “aspectos” del hombre que originan los deseos, sentimientos y pensamientos?
¿Por qué no admitir que podemos tener otros cuerpos de materia más sutil que los átomos y que son el origen de esos aspectos? ¿Por qué no puede ser que la muerte sea un abandono del cuerpo físico (y por tanto la pérdida de conciencia del mundo físico) para pasar a otro mundo también de materia más sutil con otra conciencia como ocurre por las noches mientras se duerme? Si, como se sabe, las células del cuerpo se renuevan cada varios años, no se puede pensar que la mente sea material porque si fuera así nos quedaríamos sin memoria cada pocos años, luego entonces ¿No es lógico pensar que la mente esté compuesta de algo muchos más sutil que las células o las neuronas? Y si es así, ¿En qué nivel de sutilidad material se encuentra ese “ser” que utiliza la mente para razonar o discernir?
La filosofía oculta o esotérica afirma que todos esos aspectos del hombre son cuerpos a través de los cuales se manifiesta el Espíritu y que están compuestos de la misma materia que los mundos de donde pertenecen como ocurre con el cuerpo físico respecto al mundo físico. Así es que, hay un grado de materia o lugar de donde toma forma la vida individualizada que aviva el cuerpo físico; hay un mundo de otro grado de materia más sutil donde se originan nuestros deseos, sentimientos o emociones; y hay otro mundo más sutil aún de cuya “materia” está compuesta nuestra mente. Pero por encima de todo eso (como podemos comprobar cuando utilizamos la voluntad para razonar y dominar un deseo) está el Yo superior en su propio mundo espiritual donde recibe las impresiones del mundo físico donde se mueve, y desde donde responde a las mismas a través de pensamientos, sentimientos y acciones. Siempre habrá gente que afirme categóricamente que esto no puede ser porque sólo tenemos un cuerpo físico, si es así, solo hay que razonar con una mente abierta todo lo que aquí se expone para luego aplicarlo a sí mismo de una forma meditada y olvidándose de todo lo conocido por la ciencia hasta ahora ¿O no es cierto que en un trozo de hielo hay materia sólida, líquida, gaseosa, elementos químicos, átomos, protones, electrones y otros ocupando un solo espacio y cuerpo sólido?
Si, como pretendo, queremos comprender lo que ocurre en el momento de la muerte y después de la misma, para así llegar a la conclusión de que la muerte no existe sino que es solo una transformación o cambio en su estado de conciencia, es obvio que lo primero que debemos saber es quiénes somos. De una forma general podemos decir que estamos compuestos de:
1º.- Un cuerpo físico formado por materia cuya composición es análoga a cualquier otro
cuerpo u objeto material y que, por tanto, no tiene sentimientos ni puede pensar.
2º.- Una vida o cuerpo etérico, (el cual vivifica el cuerpo físico) que durante su existencia
mantiene unidas las células para que cumplan con su misión hasta el momento de la
muerte donde, al abandonar el cuerpo, quedan libres y descomponen el cuerpo para
que la materia vuelva a su origen.
3º.- Un cuerpo, normalmente llamado de “deseos” o “emocional”, que es el incentivo
imprescindible para que actuemos y, por tanto, para experimentar en la vida pero que tampoco razona puesto que representa los deseos, los sentimientos y emociones.
4º.- Una mente que es la que se está imponiendo cada vez más sobre el cuerpo de deseos para
que seamos más racionales y menos animales como lo fuimos en un tiempo pasado cuando
solo actuábamos por instinto y sin ningún tipo de razonamiento.
Con lo dicho hasta aquí podemos llegar a la conclusión de que desde que nacemos nos identificamos con el cuerpo físico y que, dependiendo del grado de desarrollo mental y del discernimiento que tengamos, así podremos imponer la razón sobre el cuerpo de deseos o, por el contrario, dejarnos llevar por ellos así como por los sentimientos y emociones. Dicho de otro modo, el buen uso de la mente, de la razón, nos capacitará para (por ejemplo) decir ¡No! ante una tentación que sabemos que puede perjudicar al organismo mientras que otros que se dejen dominar por este cuerpo accederán gustosamente con tal de satisfacer ese deseo.
Ese mismo discernimiento del cual estamos hablando es el que en estos mismos momentos debería hacer que el lector se preguntara ¿Quién utiliza la mente? o sea, ¿Quién razona cuando le apetece para decidir si cede ante una tentación o no? Es aquí donde tenemos que hacer una provisional pero necesaria aclaración. Lo mencionado hasta ahora, incluyendo la razón, es la “personalidad”, el ser humano físico tal y como lo entienden la mayoría de las personas, sin embargo, a la pregunta de ¿Quién se manifiesta a través de la voluntad a lo largo de la vida para intentar dirigir y controlar los diferentes cuerpos mencionados? hay que responder que es el Alma, también llamada Ego o Yo superior. Con esta pequeña aclaración ya podemos definir al ser humano como una “personalidad” a través de la cual se manifiesta en parte, según el grado de desarrollo, el Alma evolucionante o “individualidad”.
Lo mismo que la humanidad, a lo largo de su evolución, ha ido descubriendo y clasificando las partes y órganos que componen el cuerpo para encontrar respuesta a sus muchas dudas sobre cómo funciona, así mismo, en el futuro tendrá que continuar investigando y descubriendo clases de “materia” más allá del átomo para encontrar otras muchas respuestas que, a lo largo de la historia, han negado. Todas las partes y órganos que forman nuestro cuerpo son necesarios para que el mismo pueda funcionar correctamente, pero es que también cada órgano necesita de sus correspondientes células, y moléculas, y cada molécula de los átomos, y cada átomo de sus protones y electrones, y de los éteres que ya se comienzan a hablar como componentes de la energía que hace que los órganos puedan funcionar y el cuerpo pueda vivir.
A lo largo de la vida se renuevan las células y las moléculas, los átomos se combinan para formar inteligentemente esas diminutas vidas (bacterias, células, moléculas, etc.) y también toda la materia de nuestro cuerpo ¿Quién o qué inteligencia hace que todo eso cumpla una función de supervivencia en el organismo y evita que cada una de esas vidas actué por su cuenta? Nuestro cuerpo físico está compuesto por el mismo material que los cuerpos de los tres reinos que nos siguen y en cada forma material cumplen una determinada misión. La planta tiene una “vida” que no tiene el mineral; el animal tiene deseos, sentimientos y emociones que no tiene la planta; y el hombre tiene una mente para razonar y una voluntad que no tiene el animal; y sin embargo todos estamos evolucionando en un “cuerpo” y en un planeta material y todos nos necesitamos para continuar experimentando y desarrollando cualidades. Por otro lado, nuestro planeta es parte de otro esquema llamado sistema solar (como lo son los protones o electrones del átomo) que a su vez es parte de un gran cuerpo llamado macrocosmos ¿O quizás deberíamos decir que nosotros somos átomos de la célula Tierra que es una más de las que componen el cuerpo manifestado de un Ser Incognoscible, Omnipotente y Omnisciente? ¿Por qué no? Todo lo que compone nuestro cuerpo está dentro de nuestra influencia como vida y conciencia, y cuando la individualidad (la vida y la conciencia) abandona el cuerpo en el momento de la muerte, todo se descompone y vuelve a su origen atómico para formar nuevos cuerpos evolucionantes. Luego entonces, nosotros no somos nuestro cuerpo físico como yoes individuales y con voluntad propia.
El hombre actual es como un puente entre el animal que fue cuando aún no tenía autoconciencia y el hombre futuro con cierto grado de conciencia del Alma, pero nunca ha sido, es, o será su cuerpo físico. El Alma o Ego utiliza los cuerpos en cada vida para experimentar y desarrollar sus poderes (actualmente latentes en nosotros) como el niño utiliza los libros cada día que va a clase hasta que en un futuro alcance su meta o carrera donde pueda desarrollar sus cualidades también latentes. El Yo superior intenta espiritualizar al yo inferior o personalidad para manifestar su poder sobre sus cuerpos como el ser humano intenta dominar el mundo físico para crear formas más perfectas que le sean de mayor utilidad en sus proyectos de convivencia. Pero algún día ambos se encontrarán a mitad de camino y entonces la personalidad tomará conciencia de la inmortalidad del Alma y el Alma podrá desarrollar sus poderes y manifestarse en una común unión con los demás. Entonces habrá continuidad de conciencia y la pérdida del cuerpo (muerte) será como cuando tiramos un traje porque ya no nos sirve o está viejo.
Aunque este tema pueda parecer aburrido, es necesario dejar claro que no somos el cuerpo físico y que, como ya se verá, tampoco es el cuerpo el que renace, es más, tampoco lo hacen las emociones, ni los deseos, ni siquiera la mente. Hasta ahora hemos dividido al ser humano como un Ego o Alma y una personalidad, (cuerpo físico, de deseos y mente) quienes lean por primera vez esta clase de enseñanza pueden pensar que es absurda pero los que estén familiarizados con la filosofía oculta o esotérica, verán que es la explicación más lógica y razonable que se puede dar. He de decir que lo que se expone en esta obra es una mínima parte, lo imprescindible, para poder explicar lo que deseo, sin embargo, lo podría ampliar mucho más como lo han hecho tantos y tantos verdaderos ocultistas.
Estas enseñanzas no son nuevas, pero hasta hace poco más de un siglo solo unos pocos tenían acceso a ellas. El renacimiento en la India es comprendido sin ninguna duda, Cristo mismo habló de “renacer” y de “Espíritu y cuerpo”, incluso grandes filósofos enseñaban a sus discípulos que el Espíritu renace en cuerpos físicos cada cierto tiempo. Platón explicaba que el Espíritu había sido creado por lo que comúnmente llamamos Dios, que los otros cuerpos eran corruptos porque habían sido creados por los “dioses menores” y que de esa unión y por medio del renacimiento se forma un Alma. También San Pablo habla de “cuerpo terrenal” y “cuerpo espiritual” y, junto a Platón y a Pitágoras, también menciona tres principios (cuerpos) que a su vez se convierten en siete.
En esta obra se tratará del Espíritu manifestado (que es trino como Dios mismo, su creador) por medio de cuatro cuerpos, entendiendo que el Yo superior es el individuo que en un momento dado de su evolución nace (se individualiza como conciencia) al recibir la mente y al reconocerse a sí mismo como separado de los demás, lo que, por cierto, algún día les ocurrirá también a las vidas que animan los cuerpos de los animales. Por tanto, estaremos más acertados si al hablar del cuerpo físico, en vez de pensar o hablar como un “yo”, lo hacemos como “mi cuerpo”. Si nuestra autoconciencia fuera el cuerpo físico no experimentaríamos el sueño puesto que el cuerpo no desaparece, el sueño o pérdida de conciencia del mundo físico, no es otra cosa que la salida del Alma autoconsciente del cuerpo y, por tanto, la inconsciencia del mismo.
Lo mismo que el niño que nace va desarrollando los sentidos según pasan los años y luego se va identificando con los deseos, sentimientos y emociones a la vez que va utilizando la mente para aprender y actuar hasta que, a cierta edad, se le puede considerar maduro y responsable como individuo, así mismo, la humanidad ha ido adquiriendo sus cuerpos a lo largo de millones de años pasando por estados de conciencia inferiores donde se guiaba por su instinto hasta que adquirió la mente que es la herramienta que utiliza el Alma para intentar dirigir su destino. ¿Qué es, si no, el típico “fantasma” que tantas personas han visto incluso después de haber muerto? ¿Qué es la imagen que sale de un médium en una sesión espiritista? ¿Qué es lo que sale del cuerpo cada noche e incluso en el momento de la muerte como se ha comprobado con básculas muy precisas que demuestran que hay una pérdida de peso? Ni más ni menos que el “Yo superior” con sus cuerpos superiores dejando en el lecho al cuerpo físico y, por tanto, perdiendo la conciencia de él a la vez que la adquiere en los otros mundos.
Estamos hablando de renacimiento del Alma en un cuerpo físico, podríamos hablar de la eternidad de esa alma que adquiere sabiduría y desarrolla poderes en cada vida, pero de lo que no se puede hablar es de “resurrección de la carne.” La personalidad con sus deseos, pasiones, pensamientos, etc. no puede ser eterna porque la meta es “Sed perfectos como nuestro Padre es perfecto”. La carne y lo corrupto y malévolo no pueden heredar el reino de los cielos, de ahí que Cristo dijera que sólo llegaremos al Padre imitando su amor y a través de Él. Pero, como es lógico, lo mismo que un niño no consigue una carrera universitaria en un solo día de clase, tampoco una persona puede adquirir la perfección de la que habla Cristo en una sola vida. Luego entonces, si el mal que cometemos no es eterno y tenemos que ser perfectos para entrar en el Reino de Dios, está claro que algo tiene que ir recopilando lo bueno de cada vida para que al cabo de cierta cantidad de renacimientos sea perfecto. ¿O qué es, si no, la conciencia que nos advierte antes de hacer el mal y nos causa remordimiento después de haberlo hecho? Por supuesto, el Alma.
Sócrates, Platón y otros filósofos griegos dividen al ser humano en cinco principios que son: Espíritu, Alma, mente, deseos y cuerpo físico. Mientras que los egipcios lo hacían en siete como actualmente lo hacen casi todas las escuelas serias de ocultismo. Las religiones y escuelas de la India, del Tíbet, o incluso personajes como Lao Tse en su “Tao-Te-King”, hablan del ser humano como de un Espíritu con varios principios o cuerpos. Basándonos en todas estas escuelas y estudios podemos decir que el Triple Espíritu (al cual está unida el Alma o Yo superior) manifestado en nosotros como voluntad, conciencia, intuición y mente abstracta, se sirve de la mente concreta para imponer la razón sobre el cuerpo de deseos y así extraer más provecho de las experiencias que obtiene en el mundo físico.
Desde que teníamos una conciencia similar a la que tienen actualmente los animales hasta nuestros días, en cada renacimiento hemos ido aborreciendo o superando el aspecto animal o más bajo de nosotros. Hemos pasado de matarnos por el instinto de supervivencia a respetar la vida, de ser tremendamente egoístas a comenzar a ser altruistas, de dejarnos dominar por los deseos a imponer la razón y la voluntad sobre ellos, de hacer la guerra por intereses personales a no querer guerra, de ver las necesidades del tercer mundo y no hacer nada a que haya cientos de ONG. Pero eso no es nada para lo que nos queda por desarrollar hasta alcanzar la perfección, y si no fuera así ¿Por qué unos van a nacer con una naturaleza o carácter tan santo mientras que otros son lo contrario? ¿Lo va a hacer Dios cuando nos crea? Entonces no sería Dios puesto que, como dicen las religiones “Dios es amor” y, aunque así fuera ¿Qué motivos tiene Dios para ello sabiendo que -según dice la iglesia- los pecadores sufrirán por toda la eternidad? Lo mismo que el niño comete errores y faltas en el colegio, los que tiene que corregir después del examen o al siguiente día, también ese Yo superior renace para aprender, para purificar su cuerpo de deseos, para desarrollar la mente y para controlar sus cuerpos por medio de la voluntad. Por tanto, es a través de renacimientos en cuerpos (aunque ahora la mayoría de nosotros solo veamos el físico) como cada uno de nosotros aprende, se perfecciona y se adapta más que otro, lo que significa que evoluciona más y desarrollará antes los poderes del Alma.
Dice San Juan en su evangelio de acuerdo a la enseñanza de Cristo respecto a los principios del hombre: “Yo soy la vid (el Yo superior o Alma) y mi Padre es el labrador (el Espíritu como hijos creados por Dios que somos) Cada sarmiento que en Mi no da fruto (cada personalidad o cuerpos que utiliza el Alma en cada vida) lo arranca(el Espíritu hace que muera)....” “Así como no puede el sarmiento dar fruto por sí solo sino manteniéndose en la cepa, tampoco vosotros lo podéis dar como no viváis en Mi; Yo soy la cepa, vosotros los sarmientos. Si un hombre no vive en Mi, es desechado como un sarmiento y se secará, luego se le echará al fuego y se quemara.” Cristo está diciendo que para llegar a la perfección de nuestro creador o Padre, tenemos que imitar su vida y hacer lo que predica También está explicando que el Espíritu (labrador) tiene que desarrollar sus poderes latentes gracias al Alma reencarnante (la vid) la cual extrae la sabiduría de las experiencias por medio de la personalidad (el sarmiento) y que cuando ese sarmiento ya no cumple con su función, el Espíritu hace que fallezca para prepararle y fortalecerle para otro nuevo renacimiento (nuevo sarmiento) después de asimilar el fruto de la última vida.
Si estudiamos un átomo nos daremos cuenta que su existencia (como todo lo manifestado) no puede ser casual, si alguien lo piensa es simplemente porque la ciencia aún no ha ido mucho más allá. Los elementos que componen un átomo y sus movimientos son una manifestación de sabiduría, a su vez, los átomos mismos demuestran “inteligencia” porque tienen sus “preferencias” a la hora de combinarse para formar los elementos químicos. Esa es la base de toda existencia o manifestación de toda la materia y formas donde se pueda manifestar la vida, es decir, los mismos átomos forman nuestros cuerpos como también forman cualquier otro objeto. Entonces, ¿Podemos decir que nosotros somos la materia física? Por supuesto que no, si lo fuéramos también nos identificaríamos con todo lo material. Tenemos un cuerpo físico porque lo necesitamos en nuestros renacimientos para poder experimentar, aprender y evolucionar en este planeta físico. Pero cuando el Alma haya aprendido las lecciones correspondientes, ya no lo necesitará más porque continuará su desarrollo en los mundos donde se encuentra mientras duerme y donde recopila el beneficio de sus experiencias de una vida una vez abandonado el cuerpo físico.
Con lo dicho anteriormente debemos llegar a la conclusión de que el hombre no es la materia, sin embargo, todavía hay quien piensa que somos la “vida” que abandona el cuerpo físico en el momento de lo que llamamos muerte. Hay tres líneas de desarrollo en el ser humano, estas son: La forma, la vida y la conciencia. La forma o materia, evoluciona gracias a la vida que la habita, es decir, la vida de la planta, del animal y del ser humano ha hecho que la materia haya evolucionado desde el origen de este planeta como tal hasta nuestros días, y la conciencia (como resultado de esa unión y desarrollo) es la que acelera ese proceso según el reino donde se manifieste. Por ejemplo, la vida y la autoconciencia del hombre transforman los elementos químicos (la materia) en objetos que necesita para su propio progreso y evolución. Así es que, aunque la vida de los diferentes reinos tiene un mismo origen divino, la vida que anima nuestros cuerpos está más evolucionada y lista para que el Alma la pueda utilizar con su conciencia individual que hace que nos reconozcamos como un “Yo”; lo que no pueden hacer los tres reinos que nos siguen.
La vida es la que hace que el hombre respire y se sirva de los éteres vitales del Sol (entre otras cosas) para tener salud, la que hace que se extraigan los nutrientes de los alimentos, la que hace que los órganos funcionen (pulmones, corazón, etc.) y, en definitiva, la que nos mantiene vivos; por tanto tiene que estar dentro del cuerpo físico. Pero si la vida no se ha podido identificar como elemento químico o materia, quiere decir que debe estar compuesta de otra clase de materia más sutil que la que conocemos, que la ciencia aún no ha descubierto, y que debe estar más allá de los protones y electrones; es decir, más allá de lo que llamamos energía. Así es, la vida, en su manifestación más densa está compuesta de éteres, unos éteres que ya desde hace bastantes años se han podido detectar en las plantas, en los animales y en el hombre en forma de aura o ectoplasma y que se relaciona con los meridianos energéticos de la acupuntura y con el magnetismo. La vida también es la manifestación de esos cuerpos etéricos (fantasmas) que muchos y en muchas ocasiones han visto, principalmente de personas fallecidas o a punto de fallecer.
Por tanto, la vida en el hombre se manifiesta con la misma forma e imagen del cuerpo físico, como un molde sobre el cual se construye el mismo desde los átomos hasta las células. Es más, este molde o cuerpo etérico es el que mantiene unidas a las células haciendo que éstas cumplan su misión en la generación, desarrollo y regeneración del organismo con tal de mantenernos vivos. Ya hemos dicho que el hombre espiritual está compuesto de siete principios, a lo que hay que añadir que, aunque está evolucionando en cuatro mundos (de los que obtiene la materia para formar cada uno de sus cuerpos en cada renacimiento) también terminará su desarrollo espiritual futuro en siete mundos o planos creados por Dios para ese fin. El cuerpo físico y la vida que lo anima también forman siete grados de materia, los tres que todos conocemos como sólido, líquido y gaseoso, más los cuatro éteres que forman el cuerpo etérico que anima o vitaliza el cuerpo físico. Estos cuatro éteres están relacionados con la actividad de los órganos internos, con lo sentidos, con el sistema nervioso y con la conciencia, por consiguiente son los medios por los cuales el Ego o Yo superior maneja y dirige el cuerpo físico. O sea, el cuerpo etérico es, para el Yo superior, el medio de comunicación de lo que percibimos y sentimos por medio del cuerpo de deseos (el cual normalmente crea un sentimiento, deseo o emoción) y de la mente (la que, normalmente, emite un pensamiento como respuesta) Pero, además, también es el medio por el cual ese Yo superior impresiona el cerebro a través de la voluntad en su intento de dirigir su destino.
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