CAPITULO IX
SISTEMA CURATIVO DE LA FRATERNIDAD
ROSACRUZ
La Panacea Espiritual
Con la venida de Cristo a la Tierra tenemos una analogía entre ella y la administración de la Panacea Espiritual, de acuerdo con la Ley "Como arriba así es abajo". En cada una de las pequeñas células del cuerpo humano existe una vida separada, pero sobre ellas está el Ego que dirige y controla todas las células, de manera que actúen armónicamente. Durante ciertas enfermedades muy prolongadas, el Ego se deja arrastrar en tal forma por el sufrimiento, que deja de vivificar las células, y entonces la enfermedad física provoca una inactividad mental y puede resultar imposible desprenderse de la enfermedad a menos que primeramente se le dé un impulso especial para que se disipe la nebulosidad mental y se estimule la actividad celular de nuevo. Eso es lo que hace la Panacea Espiritual. De la misma manera que la Vida del Cristo en el Gólgota al irrumpir en la Tierra comenzó a disipar la costra de temor creada por la ley inexorable, el cual colgaba cómo un palio sobre la Tierra; así como esa vida encaminó a millones de seres humanos por la senda de la paz y de la buena voluntad, así también, cuando se aplica la Panacea Espiritual, la vida crística concentrada en ella irrumpe a través del paciente e infunde en cada célula la vida y el ritmo que despierta el Ego prisionero de su letargo, devolviéndole la vida y la salud.
Con objeto de describir la Panacea, tendremos que describir una experiencia del propio autor.
A éste se le mostró en el Templo de los Rosacruces, en cierta noche memorable, una substancia con la que el Espíritu Universal podía combinarse instantáneamente, de la misma manera que grandes cantidades de amoníaco se combinan con el agua. Había tres esferas suspendidas la una sobre la otra, en el centro del Templo, encontrándose la esfera del medio a mitad de la altura entre el suelo y el techo. Era mucho mayor que las otras dos, que se encontraban, respectivamente, por encima y por debajo. Dentro de la esfera central, que era la mayor, había un pequeño recipiente con un número de paquetes que contenían dicha substancia. Una vez colocados los Hermanos en determinada posición, y cuando la armonía de cierta música había ya preparado el camino, súbitamente los tres globos comenzaron a brillar con los tres colores primarios: azul, amarillo y rojo. Para la visión del autor era evidente que, durante el encantamiento de la fórmula, el recipiente que contenía los mencionados paquetes empezó a brillar con una esencia espiritual que antes no estaba allí. Algunos de esos paquetes fueron utilizados inmediatamente por los Hermanos con un éxito instantáneo. Ante ellos las partículas cristalizantes que envolvían los centros espirituales del paciente se disiparon como por arte de magia y el enfermo se despertó con una sensación de plena salud y bienestar.
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del libro "Principios Ocultos de la Salud y la Curación", de Max Heindel
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