El AMOR ESPIRITUAL
“Aunque hablase lenguas humanas y angélicas y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena o címbalo que retiñe”
Cuando vemos los divinos rayos azulados de Júpiter teñidos a veces con el oro fino de Urano, comprendemos cuán diferentemente este exaltado individuo debe ver el mundo y cuán diferente debe ser el sentido que éste tiene del mundo comparado con el de aquél, debido a su manera sórdida de ver las cosas. Aun las personas que son del más ínfimo tinte jupiteriano están en un mundo lleno de luz del Sol, de flores en brote; todo en la naturaleza es gayo y alegre. Y mirando al mundo a través de una atmósfera semejante, atraen hacia si de otras fuentes una respuesta semejante, al igual que el diapasón genera una vibración igual en otro diapasón del mismo tono.
Después de lo que hemos dicho no será difícil el comprender que las características de Urano con las cuales el amor se convierte en compasión, da una sabiduría que no depende del razonamiento; un amor que no está fijo en un objeto solo, sino que incluye todo lo que vive y se mueve y es semejante a las características que deben ser desarrolladas por la humanidad durante el período de Venus en el que un amor perfecto expulsará todo el miedo; cuando el hombre haya conquistado todas las fases inferiores de su naturaleza y el amor llegue a ser tan puro como universal.
Cuando estas vibraciones de Urano son sentidas por un avance en la vida superior por medio de la aspiración, hay un gran peligro de que se desdeñen las leyes y los convencionalismos antes de que estemos realmente preparados para gobernarnos a nosotros mismos por la ley del amor divino, de que podamos desdeñar las leyes que rigen al mundo en que nos movemos, de que podamos dar al César lo que es del César, ya sea obediencia o dinero, de que no seamos lo suficientemente cuidadosos para anular la apariencia del mal, de que podamos pensar que nosotros estamos tan avanzados sobre el estado ordinario de la humanidad que podamos vivir como superhombres, de que la pasión de Marte haya sido cambiada en nuestro caso por la compasión de Urano, la cual no conoce sexo.
Bajo tales equivocaciones mucha gente, al esforzarse por recorrer el sendero, desdeñan las leyes del matrimonio y aceptan relaciones tales como las indicadas por las de las almas gemelas y afinidades por el estilo. Tales gentes sienten los rayos de Urano, pero no pueden responder perfectamente a su sublime pureza; por lo tanto, sienten una falsificación de la sensación de Venus que generalmente termina en el adulterio o en una perversión del sexo, así que en lugar de que la natural pasión animal de Marte haya sido transmutada en la compasión de Urano, en realidad ha degenerado en algo que es mucho peor que la expresión más completa del sexo de los rayos marcianos cuando están manifestados en una franca y debida manera. Este es un peligro del que nosotros debemos guardarnos estrictamente y es necesario para todos aquellos que desean vivir una vida superior no aspirar a los rayos de Urano hasta que primeramente hayan absorbido completamente las vibraciones altruistas de Júpiter, porque hay mucha más miseria traída al mundo por aquellos que han aspirado demasiado alto y caído muy bajo, que por aquellos que no han aspirado suficientemente.
“El orgullo está expuesto a caer”, dice un antiguo proverbio, y muy exacto, el cual puede indicarse a todos y a cada uno para que lo apliquen a su propio caso. Cristo tomó parte en las Bodas de Canaán. El matrimonio es una institución cristiana y debe existir hasta que sea abolido y en el reino venidero, en el que el cuerpo no se gastará y, por lo tanto, no habrá necesidad del matrimonio para generar otros nuevos seres.
Por otra parte, debe ser considerado que el sacerdote que efectúa el enlace no puede realmente unir a las gentes; por lo tanto, la presencia de la armonía básica para el matrimonio de verdad debe ser determinada antes de la ceremonia del enlace.
Como hemos dicho anteriormente, Marte, Venus y Urano marcan tres estados en el desarrollo emocional del hombre. Durante el estado en el que sólo se dejaba influir por Marte, la pasión animal reinó suprema y el hombre buscó la gratificación y la satisfacción sin restricción alguna de todos sus deseos inferiores en las relaciones con sus prójimos, pero especialmente con el sexo opuesto; durante el estado en el que se hizo sensible a los rayos de Venus, el amor suavizó la brutalidad de sus deseos y la pasión animal quedó mantenida en jaque en algún grado; todavía se halla bajo las fases superiores de este planeta y está dispuesto a sacrificarse a sí mismo y a sus deseos por el beneficio y por las comodidades de sus seres queridos.
Cuando se ha desarrollado hasta el punto en que puede sentir los rayos de Urano, la pasión de Marte gradualmente se torna en compasión; entonces el amor de Venus, que únicamente se refiere a una persona determinada, pasa a incluir todo, así que abarca a toda la humanidad sin tener en cuenta el sexo ni ninguna distinción, porque es el amor divino del alma por el alma, el cual está sobre todas las consideraciones materiales de cualquier naturaleza que sean.
La facultad de la intuición alcanzada mediante la pasión inferior de Marte a través del estado de amor de Venus y el rayo de compasión de Urano, depende de la capacidad de la persona dada para sentirlo muy intensamente. Por el amor y la devoción el corazón se afina con todos los demás corazones del universo, y de este modo conoce y siente todo lo que puede ser conocido y sentido por otro corazón humano en el universo compartiendo así la divina omnisciencia que une a nuestro Padre en el Cielo con sus hijos, y mediante el toque directo de corazón a corazón con tal omnisciencia, la persona obtiene la contestación de cualquier problema que se le pueda presentar.
Los hombres más nobles de todos los tiempos, los santos cristianos de la espiritualidad más trascendental, han alcanzado este maravilloso desarrollo mediante los rayos espirituales de este planeta debido a su intenso sentimiento de la unidad con lo divino y con todo lo que vive y respira en el universo.
Como hemos dicho en el “Concepto Rosacruz del Cosmos” el hombre está destinado a pasar desde este período terrestre al período de Júpiter y, por lo tanto, los rayos de Júpiter denotan aquel elevado estado del altruismo que entonces será un factor prominente en nuestras relaciones de los unos para con los otros, y debe comprenderse terminantemente el que antes de que nosotros podamos responder a los rayos de Júpiter, debemos cultivar en cierta medida el altruismo y vencer el egoísmo que nos viene por medio del poder razonador de Mercurio.
Hemos aprendido a dominar algunas de las fases de Marte y de la Luna, así como podemos hacerlo con algunas de las fases inferiores de Mercurio y de Venus, y cuanto más vayamos dominando todas estas fases mejor responderemos nosotros a las fuerzas vibratorias más elevadas que emanan de este planeta; y ciertamente, si nosotros nos esforzamos activamente, algún día conseguiremos y llegaremos a ser capaces de superar hasta el estado más elevado del amor de Venus, que siempre se adhiere a un objeto poseído por nosotros.
Nosotros amamos a nuestros hijos debido a que son nuestros; amamos a nuestras esposas o esposos por la razón de que nos pertenecen; nosotros estamos orgullosos, con un orgullo de Venus, de sus características morales, u orgullosos por el lado Mercurio, por sus méritos y progresos. Pero Cristo sentó un modelo mucho más elevado: “A menos que un hombre deje a su padre y a su madre, no puede ser mi discípulo.” La idea de que nosotros debemos olvidar a nuestros padres y madres o que debemos odiarlos con objeto de seguir a Cristo, estaba muy lejos de la mente de Él, como es natural; pero el padre y la madre son sólo cuerpos; el alma que mora en el cuerpo de nuestros padres o de nuestras madres es lo que debemos amar, no simplemente el manto físico.
Nuestro amor debe ser lo mismo tanto para una persona joven como vieja, fea o bella. Debemos buscar la belleza del alma, por la relación universal de todas las almas, sin importarnos mucho las relaciones de los cuerpos”. ¿Quién es mi madre y mis hermanos?,” dijo Cristo, y señaló hacia sus discípulos, aquellos que estaban con Él en su gran trabajo de corazón. Estos discípulos estaban más estrechamente unidos a Él de lo que pudiera estarlo cualquier humano debido a sus meras relaciones físicas. Esta actitud constituye un paso hacia adelante con respecto al amor de Venus que únicamente tiene en cuenta el manto físico de los seres queridos y no tiene en consideración alguna el alma que está en el interior. El rayo de Júpiter, por otra parte, siente interés solamente por el alma, sin importársele el cuerpo que aquella alma lleva.
De aquel amor fraternal de que habló Cristo, como el coronamiento del cumplimiento de todos los mandamientos.
Todos somos Cristo en formación; la naturaleza de amor se está desenvolviendo en todos nosotros.
Es un hecho de la mayor significancia el de que hasta la época de Cristo la ley exigía ojo por ojo y diente por diente; pero antes de empezar a predicar el evangelio del amor al prójimo y el perdón de nuestros enemigos, Él pasó a través de las Aguas del Bautismo, y allí recibió al Espíritu Universal, el cual suplantará al egoísmo que hoy impera.
Así Él quedó henchido de amor, y por esto mismo naturalmente irradiaba aquella cualidad, tan naturalmente como una estufa cargada de carbón encendido irradia calor. Por mucho que prediquemos a la estufa recordándola que su deber es el de calentar, si no la llenamos de carbón permanecerá fría. De igual modo podemos predicar a la humanidad que debemos ser hermanos y amarnos los unos a los otros, pero hasta tanto que nos pongamos afines con el infinito, no podremos amar al prójimo, al igual que la estufa vacía no da calor. Como Pablo dice: “Aunque hable con las lenguas de los hombres y de los Ángeles y no tengo amor, me convierto en un bronce que suena o en un címbalo.”
Si podemos inculcar un espíritu de compasión, el deseo de la carne se desvanecerá muy pronto ante el espíritu del amor.
Hemos de aprender la lección del trabajo para un fin común, sin que nos guíen; cada uno guiado por igual por el Espíritu del Amor interno, debe esforzarse para la elevación física, moral y espiritual del mundo a la altura de Cristo – “el Señor y la luz del mundo.
Del amor bajo la influencia de Venus al Altruismo de Urano.
En el capitulo decimotercero de la primera epístola de San Pablo a los corintios, encontramos una alabanza del “amor.” La palabra empleada por la versión autorizada es “caridad,” pero debiera ser interpretada como amor y dice: “El amor sufre largo tiempo y es bondadoso; el amor no se vanagloria ni se encumbra; cree todas las cosas y sufre todas las cosas… y si hubiera profecías no se manifestarán, y si hubiera conocimiento se desvanecerá”. San Pablo termina diciendo que con el tiempo la fe y la esperanza dejarán de ser debido a que nosotros conoceremos todas las cosas en las cuales tenemos puesta ahora nuestra fe y todas nuestras esperanzas se realizarán; pero el amor, sostiene San Pablo, permanecerá para siempre.
La nota clave de Venus es “amor,” “armonía” y “ritmo” y si nosotros deseamos conocer su naturaleza podemos leer con provecho aquel capítulo substituyendo“Venus” por “amor” y diciendo:
“Venus no se jacta ni se encumbra, no busca su conveniencia, no se goza en la iniquidad sino en la verdad, aguanta todas las cosas, cree en todas las cosas y todas las soporta.”
Todas estas sentencias son verdaderamente ciertas cuando se aplican a Venus, porque este planeta es el lazo que une a todos los miembros de la familia humana en cualquier clase de relaciones en que se manifieste. Es el rayo del amor de Venus que hiere profundamente el corazón de la madre donde nace el fuerte cariño con el cual nutre a sus hijos durante toda su infancia desvalida. Venus lanza la llamada del amor que atrae al mozo y a la doncella, da y toma, suavizando todas las dificultades en las relaciones conyugales. Venus siempre está quemando incienso sobre el altar de sus afecciones y en su jardín amoroso crecen todas las flores que perfuman aún a las almas más sórdidas con su aroma celestial y las elevan mientras dura su infidencia a la categoría de los dioses.
El rayo de amor de Venus va hacia el amado y hacia las relaciones sanguíneas, pero por un buen aspecto hacia Urano se eleva más allá del plano del amor sexual a proporciones cósmicas; hacia el amor aquel que Cristo sintió cuando mirando hacia Jerusalén dijo que, al igual que una gallina cobija su cría bajo sus alas, así a Él le hubiera gustado cobijarles a todos bajo su manto. Las personas que tienen este amor de Urano se convierten en consecuencia en constructores de la sociedad y se les ve asociados a todos aquellos movimientos que elevan a la misma. Un aspecto adverso de Urano y Venus.
Amor es una palabra de la que se ha abusado mucho y la emoción llamada de este modo está a menudo teñida de un deseo que es una pasión marciana antes bien que un amor venusiano. Coalición, la nota clave de Venus, sugiere una unión mucho más íntima, una combinación, y mezcla de las almas de dos o más personas que componen la familia. Pero Altruismo, la nota clave de Urano, indica aquel amor que todo lo abraza y comprende como sintió nuestro Salvador.
Así, pues, Urano es la octava de Venus y cualquiera preparado para penetrar en el sendero de la vida superior que conduce a la iniciación, debe gradualmente aprender a sobrepasar el amor de Venus, que hace a las familias unas, y empezar a cultivar el altruismo de Urano que todo lo abarca. Esta meta es elevada y aquellos que anhelan llegar tan alto, a menudo caen muy bajo. Cuando nosotros ensayamos trascender el amor de Venus y cultivar el altruismo de Urano, estamos en tan gran peligro y las vidas más prometedoras se ven alguna vez arruinadas por la teoría perniciosa de las almas gemelas, la cual conduce a negocios de amor clandestinos y a la perversión de la función creadora.
Pero recuérdese esto:
El altruismo no requiere la recompensa del amor que tiene sobre los demás; ni tiene absolutamente ninguna relación con el sexo; tampoco disminuirá el amor hacia nuestras familias, sino que estando lo más cerca de nosotros sentirán el aumento de nuestro amor a un grado mucho más elevado que el que se tenga hacia aquellos más alejados. Y a menos que nuestro amor dé tales frutos no será de calidad de Urano y no nos hará progresar en el sendero del desarrollo.
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