EL SEGUNDO CIELO
Por último, el hombre, el Ego, el triple espíritu, penetra en e segundo cielo. Está envuelto en su cuerpo mental que contiene los tres átomos-simientes, la quintaescencia de los tres vehículos abandonados.
Cuando el hombre muere y pierde sus cuerpos vital y denso, se encuentra en las mismas condiciones que cuando uno está dormido.
El cuerpo de deseos, según ya se explicó, no tiene órganos a propósito para ser empleado. Ahora se transforma de un ovoide, en una figura que se parece al cuerpo denso que ha sido abandonado. Podemos fácilmente comprender que debe haber un intervalo de inconsciencia parecida al sueño y después el hombre despierta en el Mundo del Deseo. No sin cierta frecuencia ocurre que tales personas permanecen durante largo tiempo inseguras de lo que les está ocurriendo. No comprenden que han muerto. Ven que pueden pensar y moverse. Y algunas veces cuesta mucho trabajo conseguir hacerles creer que están realmente "muertos". Comprenden que hay algo diferente, pero no entienden qué es lo que es.
No sucede así, sin embargo, cuando el cambio se hace desde el primer cielo, que está en el Mundo del Deseo, al segundo cielo, que está en la Región del Pensamiento Concreto. Entonces el hombre abandona su cuerpo de deseos. Está perfectamente consciente. Pasa a una gran paz. Durante ese intervalo todo parece desvanecerse. No puede pensar. Ninguna de sus facultades está viva, pero él siente que es. Tiene un inexplicable sentimiento de encontrarse en el "Gran Siempre", de hallarse completamente solo, si bien sin temor, y su alma se inunda de una paz inefable, "que sobrepasa toda comprensión".
La ciencia oculta lo llama "El Gran Silencio".
Entonces viene el despertar. El espíritu está ahora en su patria-hogar, el cielo. Aquí el primer despertar trae al espíritu el sonido de "la música de las esferas". En nuestra vida terrestre estamos tan abstraídos en los pequeños ruidos y sonidos de nuestro restringido alrededor, que somos incapaces de oír la música de las esferas en marcha, pero el ocultista la oye. Sabe que los doce signos del Zodiaco y los siete planetas forman la caja y las cuerdas de la lira de Apolo. Y sabe también que un solo desacorde e esa armonía celestial ocasionada por ese Gran Instrumento produciría "una explosión de la materia y una colisión de mundos".
El poder de vibración rítmica es bien conocido de todos los que hayan dedicado al asunto el más ligero estudio. Por ejemplo: se ordena a los soldados que rompan el compás de marcha cuando cruzan un puente porque de otra manera su paso rítmico podría destruir la construcción más fuerte. Los relatos de la Biblia sobre el efecto del sonido de las trompetas alrededor de los muros de la ciudad de Jericó no es una cosa sin sentido para el ocultista. En algunos casos han ocurrido cosas semejantes sin haber provocado esa sonrisa mundial de supercelosa incredulidad. Hace años una banda de música estaba practicando en un jardín cercano a los muros de un sólido y antiguo castillo. Sucedió en cierto momento que la música dio un sostenido y un tono muy penetrante. Cuando sonó esa nota, el muro del castillo se derrumbó súbitamente. Los músicos habían tocado la nota-clave del muro y la prolongaron suficientemente para hacerlo caer.
Cuando se habla de que este es el mundo del sonido no debe creerse por ello que no hay color. Muchos saben que hay una relación muy íntima entre el color y el sonido y que cuando se toca cierta nota aparece simultáneamente el color correspondiente. Así es también en el mundo celeste. El color y el sonido están presenten a la vez, pero el sonido es el que origina el color. Por lo tanto se dice que este es especialmente el mundo del sonido, y este sonido es el que construye todas formas del Mundo Físico. El músico puede oír ciertos sonidos en diferentes partes de la naturaleza, tales como el viento en el bosque, el rumor del océano y el canto de las aguas. Estos sonidos combinados forman un todo que es la nota tónica de la Tierra, su "tono".
Así como se forman figuras geométricas pasando un arco de violín sobre el borde de un cristal plano cubierto de arena fina, así también, las formas que vemos en torno nuestro son las figuras cristalizadas de los sonidos de las fuerzas arquetípicas que obran en los arquetipos en el Mundo Celeste.
El trabajo que realiza el hombre en el Mundo Celeste es múltiple. No es una existencia inactiva, soñadora o ilusoria la que lleva, sino que, por el contrario, es de la más intensa e importante actividad preparándose para la próxima vida, así como el sueño es una preparación activa para el trabajo de día siguiente. Aquí se absorbe la quintaesencia de los tres cuerpos en el triple espíritu. Tanto como haya sido trabajado por el hombre durante su vida el cuerpo de deseos, purificándolo de sus pasiones y emociones, será lo que absorba el Espíritu Humano como beneficio, proporcionando así al hombre una mente mejorada para el futuro.
Tanto como haya sido trabajado el cuerpo vital por el Espíritu de Vida, transformándolo y espiritualizándolo, salvándolo así del decaimiento a que está sujeto el cuerpo vital, se amalgamará con el Espíritu de Vida para asegurarle un cuerpo vital y un temperamento mejor en las vidas subsiguientes.
Tanto el cuerpo denso como el Espíritu Divino haya salvado por la rectitud en el obrar, se reabsorberá en él y proporcionará un ambiente mejor y mejores oportunidades en el futuro.
La espiritualización del vehículo se realiza por medio del cultivo y desarrollo de las facultades de observación, discernimiento, devoción a los elevados ideales, concentración, perseverancia y justo empleo de las fuerzas vitales.
El segundo cielo es el verdadero hogar del hombre, el Ego el pensador. Aquí permanece durante siglos enteros, asimilando el fruto de su última vida terrestre y preparando las condiciones terrestres más apropiadas para su próximo paso de progreso. El sonido que compenetra esta región y que se hace aparente por doquier como color, es su instrumento, por decirlo así. Esa vibración armoniosa y sonora es la que, cual elixir de vida, disuelve en el triple espíritu la quintaesencia del triple cuerpo de quien depende su crecimiento.
La vida en el segundo cielo es una vida extraordinariamente activa, variada en numerosos sentidos. El Ego asimila los frutos de su última vida terrestre y prepara el ambiente que lo rodeará en una nueva existencia física. No basta con indicar que las nuevas condiciones estarán determinadas por la conducta y los actos de la última vida. Es necesario que los frutos del pasado sean trabajados y realizados en el mundo que será el próximo campo de actividad, mientras que el Ego está adquiriendo nuevas experiencias físicas frescas y obteniendo nuevos frutos. Por lo tanto todos los habitantes del mundo celeste trabajan sobre los modelos de la Tierra, los que se encuentran en la Región del Pensamiento Concreto. Son ellos los que alteran las formas físicas de la Tierra y producen los cambios graduales que varían su aspecto, de manera que en cada nueva venida a la vida física se han preparado un nuevo ambiente en el cual podrán adquirir nuevas experiencias. El clima, la flora y la fauna son alterados por el hombre bajo la dirección de elevados Seres que se describirán más tarde. Así que el Mundo es exactamente lo que nosotros mismos, individual y colectivamente, le hemos hecho; y será lo que lo hagamos. El ocultista ve en todo cuanto ocurre, una causa de naturaleza espiritual manifestándose, sin omitir el alarmante aumento de las perturbaciones sísmicas, producidas por el pensamiento materialista de la ciencia moderna.
Es cierto que causas físicas puramente pueden producir perturbaciones, pero, ¿es ésa la última palabra sobre el asunto? ¿Podemos explicarnos ampliamente las cosas con solo registrar lo que aparece en su superficie? Seguramente, ¡no! Vemos dos hombres discutiendo en la calle y súbitamente uno golpea al otro, haciéndolo caer. Un observador podrá deducir que un pensamiento de odio fue la causa original del golpe. En cambio, otro puede sostener que el vio el brazo tendido, contraidos los músculos hasta ponerse en contacto con la víctima. Esto es también cierto, pero es obvio añadir que si no hubiera habido un pensamiento de odio de por medio, el bofetón no se habría producido. De parecida manera, dice el ocultista, que si no fuera por el materialismo, las convulsiones sísmicas no se producirían.
La obra del hombre en el mundo celeste no está confinada únicamente a la alteración de la superficie de la Tierra, que será el campo de acción de sus futuras luchas para dominar el Mundo Físico. Está también ocupado muy activamente en aprender a construir un cuerpo que sea un medio mejor de expresión. El destino del hombre es convertirse en una Inteligencia Creadora y está haciendo su aprendizaje para conseguirlo durante todo este tiempo. Durante su vida celeste está aprendiendo a construir toda clase de cuerpos, el humano inclusive.
Hemos hablado de las fuerzas que trabajan sobre los polos positivo y negativo de los diferentes éteres. El hombre mismo es una parte de esas fuerzas. Aquellos que llamamos muertos son los que nos ayudan a vivir. Ellos, a su vez, son ayudados por los llamados "espíritus de la Naturaleza", a quienes mandan. El hombre es dirigido en su trabajo por Instructores de las más elevadas jerarquías creadoras, los que le ayudan a construir sus vehículos antes de que alcance la conciencia de sí mismo, de la misma manera que él construye actualmente sus vehículos durante el sueño. En el transcurso de su vida celeste ellos le ayudan conscientemente. Al pintor se le indica cómo construir un ojo sutil, capaz de tomar perspectivas perfectas y de distinguir los colores y las sombras hasta un grado inconcebible para los que no se interesan en el color y en la luz.
El matemático tiene que tratar sobre el espacio, y la facultad para la percepción de este espacio está relacionada con el delicado ajuste de los tres canales semicirculares que están situados dentro del oído, apuntando cada uno a una de las tres dimensiones del espacio. La lógica y la habilidad matemática están en proporción directa al ajuste de esos canales semicirculares. La habilidad musical depende también del mismo factor, pero además de la necesidad del debido ajuste de dichos canales semicirculares, el músico precisa que las "Fibras de Corti" sean extremadamente delicadas y de las cuales hay cerca de diez mil en el oído humano y son capaces de interpretar cada una alrededor de veinticinco gradaciones de tonalidad. En los oídos de la mayoría de los hombres esas fibras no responden más que de tres a diez de las gradaciones posibles.
Entre los músicos ordinarios, el mayor grado de eficiencia es alrededor de quince sonidos por cada fibra; pero el maestro de música que puede atraer e interpretar la música del mundo celeste requiere un mayor grado de eficiencia para poder distinguir entre las diferentes notas y notar la más ligera disonancia en las más complicadas melodías. Las personas que requieren órganos de tan extremada delicadeza para la expresión de sus facultades deben prestarles el mayor cuidado, como lo requiere su elevado grado de desarrollo. Ningún otro es tan elevado como el músico, lo que es muy razonable si consideramos que mientras el pintor atrae fácilmente la inspiración del mundo del color -- el más próximo al Mundo del Deseo --, el músico evoca y nos ofrece la atmósfera de nuestro hogar celeste, al que como espíritus pertenecemos, y nos la traduce en sonidos de nuestra vida terrestre. Su misión es la más elevada, porque como medio de expresión del alma viviente, la música es reina suprema. El que la música sea diferente y más elevada que las otras artes se comprende si consideramos que una estatua o un cuadro, una vez creado, es permanente. Estos son evocados del Mundo del Deseo y por lo tanto se cristalizan más fácilmente, mientras que la música, siendo del mundo celeste, es más evasiva y debe reproducirse cada vez que la queremos oír. No puede ser aprisionada, como lo demuestran las tentativas infructuosas, para hacerlo parcialmente por medio de mecanismos tales como el fonógrafo y los autopianos. La música sí reproducida pierde mucho de la dulzura y grandeza que posee cuando viene fresca de su propio mundo, trayéndole añoranzas de su verdadera patria y hablándole en un lenguaje de bellezas tal, que ningún mármol ni ningún cuadro pueden expresar.
El instrumento por el cual siente el hombre la música es el más perfecto sentido del cuerpo humano. El ojo no es, en manera alguna, verdadero, pero el oído es perfecto en el sentido de cualquier sonido que oye lo oye sin deformarlo, mientras que el ojo tergiversa muy a menudo lo que ve.
Además del oído musical, el músico debe también aprender a construir una mano fina y delicada, con dedos ágiles y sensitivos nervios, pues en caso contrario no podría reproducir las melodías que oye.
Es una ley de la naturaleza el que nadie pueda habitar un cuerpo más eficiente que el que sea capaz de construir. Se aprende primeramente a construir en cierto grado el cuerpo y después se aprende a vivir en él. De esta manera se descubren los defectos y se le enseña a corregirlos.
Todos los hombres trabajan inconscientemente en la construcción de sus cuerpos durante la vida antenatal hasta llegar el momento en el que la quintaesencia de sus cuerpos anteriores -- esencia que han conservado-- debe ser edificada o encarnada. Entonces trabajan ya conscientemente. Se comprende, pues, que cuanto más avanza el hombre y más trabaja sobre sus vehículos, haciéndolos así inmortales, más poder tiene para la construcción de una nueva vida. El discípulo desarrollado en una escuela ocultista algunas veces comienza a construir él mismo tan pronto como se ha realizado el trabajo de las tres primeras semanas, que pertenece exclusivamente a la madre. Cuando ha pasado el período de construcción inconsciente, se le presenta al hombre una oportunidad para ejecutar su naciente poder creador, y entonces comienza el verdadero proceso creativo original : Epigénesis.
Vemos, pues, que el hombre aprende a construir sus vehículos en el Mundo Celeste, y a usarlos en el Mundo Físico. La naturaleza suministra toda clase de experiencias de manera tan maravillosa y con tan consumada sabiduría, que cuanto más profundamente penetramos en sus secretos, vamos siendo cada vez más impresionados por nuestra insignificancia, creciendo nuestra reverencia hacia Dios, de Quien la Naturaleza es su símbolo visible. Cuanto más sabemos de sus maravillas, más comprendemos que este sistema mundial no es la vasta y perpetua máquina en movimiento, mecánica, que el materialismo nos ha hecho creer. Sería enteramente tan lógico como pensar que si arrojamos al aire una caja de tipos, los caracteres se arreglarían por si mismos formando un hermoso poema cuando llegaran al suelo. Cuanto más grande es la complejidad del plan, más poderoso es el argumento en favor de la teoría de un Autor Divino Inteligente.
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