EL "CUERPO DEL PECADO". - POSESIÓN POR DEMONIOS AUTO CREADOS. - ELEMENTALES
Los espíritus errantes y confinados a la Tierra, según ya hemos manifestado, gravitan hacia la parte más inferior del Mundo del Deseo el cual interpenetra el éter, y se hallan en constante y estrecho contacto con aquellas personas de aquí situadas más favorablemente para ayudarles en sus malignos designios. Generalmente están en esta situación de confinación terrestre durante cincuenta, sesenta o setenta y cinco años, pero se han visto casos extremos en los cuales tales desgraciados espíritus han permanecido aferrados a nosotros por siglos. En lo que el autor ha sido capaz de descubrir y examinar hasta el momento presente, parece que no hay límite en lo que ellos pueden hacer o cuan rápidamente puedan dejar de ejecutar la obsesión o sugestión. Pero mientras tanto están amontonando sobre ellos mismos una carga horrorosa de responsabilidad y de pecado, la cual no podrán evadir ni escapar, pues el cuerpo vital refleja y graba en el cuerpo de deseos un registro de tales acciones y cuando finalmente abandonan su vida errabunda y entran en la existencia del Purgatorio encuentran la retribución que merecen.
Este sufrimiento es por consiguiente de una duración proporcionada al tiempo en el que han permanecido en sus prácticas perniciosas después de la muerte del cuerpo denso, -otra prueba de que "aunque los molinos de Dios muelen muy lentamente, lo hacen muy excesivamente menudo".
Cuando el espíritu ha dejado el Cuerpo del Pecado -como llamaremos a este vehículo en contraste con el Cuerpo del Alma-, para ascender al Segundo Cielo, no se desintegra tan rápidamente como lo hace el cascarón abandonado por la persona de condición normal, porque la conciencia en él se halla aumentada por su compasión dual, es decir, estando compuesto de un cuerpo vital y otro de deseos, tiene una conciencia individual o personal que es verdaderamente remarcable. No puede razonar, pero persiste una astucia inferior que lo hace aparecer como si estuviera dotado de la presencia de un espíritu, un ego, y esto le facilita el vivir una vida separada por muchos siglos. El espíritu que ha partido en el ínterin entra en el Segundo Cielo, pero no habiendo efectuado ningún trabajo en la Tierra que le haga merecer o desear una prolongada estancia allí o en el Tercer Cielo, solamente permanece en estos lugares el tiempo suficiente para crear un nuevo ambiente para sí y entonces renace mucho antes de lo corriente, para satisfacer el anhelo de cosas materiales que tan intensamente le atraen.
Cuando este espíritu retorna a la Tierra, su Cuerpo del Pecado es atraído naturalmente a él y generalmente permanece a su lado toda la vida como un demonio. Las investigaciones han demostrado que esta clase de criaturas sin alma fueron muy abundantes en los tiempos bíblicos y fue hacia ellas a quien nuestro Salvador se refería como diablos, pues son también la causa de diversas obsesiones y enfermedades corporales tal cual se refieren en la Biblia. La palabra griega "daimon" los describe gráficamente. Aun hoy todavía hay una gran proporción
en el Sur de Europa y en Oriente que se hallan de tal modo cohibidos, estando esta aplicación agravada especialmente en Sicilia, Córcega y Cerdeña. Tribus completas de África en las que prevalecen las prácticas de magia negra tienen con ellas tales horrorosos espectros, estando influenciados por los mismos también, los indígenas de América y los negros de los Estados del Sur.
Pero desgraciadamente el mal no está confinado a estas llamadas inferiores o retrasadas razas. Entre nosotros mismos, entre los habitantes de los países conocidos como civilizados, en el Norte de Europa y Norte y Sudamérica vemos que la posesión demoníaca es muy frecuente, aunque, como es natural, su forma no es de naturaleza tan abyecta como en la de los casos arriba citados, en los que a menudo va acompañada de las prácticas más abominables y repulsivas.
El escritor estuvo en una época muy preocupado sobre el efecto que la guerra pudiera tener referente a la trabazón del cuerpo vital y de deseos produciendo el nacimiento de legiones de monstruos que afligirían a las generaciones futuras.
Pero es con la mayor alegría y agradecimiento que él se complace en indicar la convicción de que no debemos estar temerosos por tal causa. Únicamente cuando el hombre es perverso y vengativo premeditadamente, y con persistencia anhela la ocasión y el propósito de venganza, solamente cuando tales sentimientos son cultivados, estimulados y mantenidos producen la cristalización del cuerpo vital y causan la ligazón de estos dos vehículos.
Sabemos por los registros de la gran guerra que las tropas no tienen sentimientos semejantes unas contra otras, sino que esos enemigos se relacionan como amigos y camaradas cuando la ocasión les lleva a entrar en relación y pueden charlar unos con los otros. Así, pues, aunque la guerra es responsable por tan tremenda mortandad actual, que acarreará una deplorable mortalidad infantil en fecha próxima, no merece censuras con respecto a las enfermedades desastrosas engendradas por la obsesión y los crímenes sugeridos por estos cuerpos demoníacos pecadores.
Los Cuerpos del Pecado abandonados a que nos hemos referido en la parte anterior de este capítulo habitan normal y preferiblemente las regiones más inferiores del éter y llegan a una condensación hasta la misma línea de la visión física. Algunas veces aun pueden hacer uso de algunos de los constituyentes del aire y parecen usualmente ser perfectamente visibles para aquellas gentes a las que molestan y obstruyen, aunque sus víctimas tienen casi siempre mucho cuidado para que nadie advierta que tienen tal demonio a su alrededor, por lo menos en el mundo occidental. Parece que en la parte Sur de Europa no son tan delicados en este punto ni toman esta preocupación.
Siguiendo las investigaciones anteriores hemos intentado un número de experimentos con los espíritus que estaban en los planos superiores del éter que acababan de abandonar su cuerpo y con personas que habían estado en el Mundo del Deseo un tiempo más o menos largo, algunos de ellos estando ya en condiciones para pasar al Primer Cielo. Un número de espíritus que habían partido de este plano cooperaron cariñosamente con nosotros en este sentido. El objeto de estos experimentos era el de determinar hasta qué punto sería posible para ellos el
envolverse a sí mismos en los materiales etéreos inferiores y aún hasta en las regiones gaseosas.
Fue comprobado que aquellos que acababan de morir podían fácilmente aguantar las vibraciones del éter bajo, aunque siendo como eran de buena condición no estaban muy cómodos, ni resistían más tiempo que el buenamente necesario puesto que les era molesta la situación. Pero al probarlo con gentes de las sucesivas regiones superiores del Mundo del Deseo hasta el Primer Cielo, se hizo más y más difícil en envolverse en el éter o penetrar en él.
La opinión general fue de que la sensación era semejante al efecto de descender por el interior de un pozo profundo hasta llegar a la asfixia. También se comprobó que fue absolutamente imposible para los del mundo físico verles.
Intentamos por todos los medios de sugestión el llevar una sensación de nuestra presencia a los hombres congregados en los salones que visitábamos, pero no percibimos respuesta de ninguna clase, aunque en algunos casos las formas que condensamos eran tan opacas que pareció al escritor que estaban tan oscuras como las personas físicas a las cuales deseábamos atraer.
Colocamos nuestros sujetos experimentales entre los cuerpos físicos y la luz, sin embargo no obtuvimos éxito alguno tanto con aquellos que procedían de las regiones superiores como con los que acababan de morir y podían resistir la posición tomada y la densidad durante un tiempo considerable.
Además de las entidades ya mencionadas que moran en un Cuerpo de Pecado hecho por ellas mismas y quienes de esta suerte sufren enteramente por sus hechos durante el período de la expiación, se encuentran dos clases que en cierto sentido son iguales aunque en otros completamente diferentes.
En adición a las Divinas Jerarquías y las cuatro oleadas de vida de espíritus que se hallan evolucionando ahora en el Mundo Físico por medio de los reinos mineral, vegetal, animal y humano, hay además otras oleadas de vida que se manifiestan en los mundos invisibles. Entre ellas hay ciertas clases de espíritus sub-humanos que son llamados elementales.
Ocurre algunas veces que uno de tales elementales toma posesión de un Cuerpo de Pecado o algún otro de una tribu salvaje y de este modo añade una inteligencia extra a tal ser. Al renacimiento de aquel espíritu que generó este Cuerpo de Pecado la atracción natural les une, pero debido al elemental que anima ha dicho cuerpo el espíritu se hace diferente de los otros miembros de la tribu y entonces le vemos actuando como médico o en ocupaciones similares. Estos espíritus elementales que animan a los Cuerpos de Pecado de los indios también actúan como espíritus de control de los médiums, y habiendo alcanzado poder sobre un médium durante su vida, cuando éste muere, estos espíritus de control elementales le expulsan de los vehículos que contienen la experiencia de la vida y como consecuencia de ello el espíritu del médium puede retrasarse en su evolución durante edades sin cuento, porque no hay poder que pueda obligar a los mencionados elementales que abandonen su presa una vez han ganado control sobre un cuerpo. Por lo tanto, aunque la mediumnidad no pueda producir efectos malos visibles en el curso de una
vida, existe un marcado y grande peligro a la muerte de la persona que permite que su cuerpo sea posesionado por un algo externo. El espiritismo ha cumplido con el trabajo a que estaba destinado en el mundo. Fue probablemente el medio más activo para hacer frente y mantener en ciertos límites al materialismo de la ciencia y ha traído solaz a millares de almas sufrientes que lamentaban la pérdida de sus seres queridos; también ha logrado que muchos escépticos creyeran en una existencia superior.
Tampoco tenemos ningún deseo, bajo ningún punto de vista, de hablar en sentido despectivo de los que militan en él, pero de todos modos no podemos contenernos en emitir nuestra advertencia, en poner en guardia a los que lo practican, pues creemos un deber de conciencia indicarles el enorme peligro en que se hallan aquellos que permiten ser controlados habitualmente por espíritus a quienes no pueden ver y sobre quienes ellos no pueden conocer nada en absoluto.
del libro "El Velo del Destino", de Max Heindel
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