CAPÍTULO 7
LA RUTA DEL SABOR
¿Alguna vez has sido testigo de la construcción de una torre de la iglesia? Ciertamente habrás notado que los albañiles realizan un entretejido grueso de andamios para acceder a las partes más altas durante las obras. Ocasionalmente expanden el andamio para que puedan escalar más y más. Finalizada la construcción de la torre, quitan el andamio y sólo entonces puede admirarse la belleza de la iglesia en su totalidad: el andamio lo estaba ocultando, dando al edificio sagrado una apariencia desordenada.
También habrás visto a los albañiles hacer un camino de tarimas sobre el cual transportar ladrillos, cal y otros materiales. El andamio, el camino provisional, los martillos y las vigas, son todos elementos necesarios para el trabajo de los albañiles.
Pero el Divino Constructor del Templo viviente no necesita ninguna de estas herramientas. En silencio, sin confusión, sin andamios, el Templo del cuerpo crece desde una sola célula hasta un ser humano. En lugar de madera, piedras y ladrillos, los materiales utilizados para el Templo viviente son alimentos, agua, aire y sol. La comida y el agua se incorporan en el organismo a través de la boca, en la primera parte del camino del sentido del gusto: la lengua. No es un viaje provisional, sino definitivo, concebido y realizado con una pericia divinamente superior a la del hombre.
Probablemente hayas notado que todo lo que te pones en la boca tiene sabor. Digamos que algunas cosas son insípidas porque no son ni dulces ni agrias, ni agradables ni desagradables. Sin embargo, cualquier cosa concebida por la naturaleza como alimento o lo que suponga que es un alimento, cuando entra en contacto con la lengua tiene su propio sabor particular. Lo que se ha creado como alimento para los humanos tiene un sabor estimulante, un buen olor y también es agradable de mirar. Lo que los hombres no pueden comer, pero se puede confundir con la comida, tiene un sabor, un olor y una apariencia que evitará que alguien lo trague. Esto es parte del plan del Arquitecto Divino para evitar el ingreso al organismo de sustancias que podrían impedir la construcción del Templo.
Por ello, si introduces algo con un sabor amargo o desagradable en tu boca, mejor expulsarlo de inmediato. A veces no puedes ingerir algunos alimentos porque no se ven bien. En estos casos, dices que esos alimentos no son apetitosos. A veces, sólo por el olor, se hace imposible ingerir un alimento determinado. Todos los alimentos naturales se caracterizan por la aprobación total de tres sentidos importantes: el sentido del gusto, el sentido del olfato, y el sentido de la vista.
Imaginemos que analizamos la ruta del sentido del gusto para comprender cómo el Gran Constructor lo concibió de forma tal, que impidiera que algo ingresara en el estómago sin haber sido previamente degustado. Primero consigue un espejo y, sosteniéndolo frente a tu boca, mira tu lengua. ¿Ves esas pequeñas protuberancias rojas esparcidas sobre ella? Algunas de ellas son pequeñas, otras más grandes y, detrás de ellas, hay otras ocho o diez muy distintas, dispuestas en forma de cuña: gracias a estas protuberancias puedes saborear tus alimentos. Emergen de la superficie de la lengua y tienen una forma circular. Alrededor de cada protuberancia hay pequeños cuerpos que forman un círculo perfecto.
Viendo por el microscopio estos pequeños cuerpos, aparecen como brotes de hojas o como una cebolla cortada en el centro. Se le llaman papilas gustativas, porque es en ellas donde se ubica la facultad del gusto. Sea cual fuera el alimento o la bebida que se introduzca en la boca, primero entra en contacto con las papilas gustativas que indican si es dulce, agrio, amargo, agradable o desagradable.
Las papilas gustativas que reconocen los sabores dulces se hallan en la punta de la lengua, las correspondientes a los sabores ácidos se sitúan en los lados, mientras que los sabores amargos se disfrutan mejor a través de la parte posterior de la lengua. Muchos sabores que gustamos, están completamente identificados por el sentido del olfato.
Dije que la ruta del sentido del gusto o del sabor, comienza a partir de la lengua con el paladar, pero como ya he dicho anteriormente en lo que se refiere a la piel, no es la piel en sí misma la que percibe sensaciones, sino que es uno mismo en su cerebro. De la misma manera, no son tus papilas gustativas las que saborean, sino que siempre la sensación está en tu cerebro. Es otro cable de la gran línea telegráfica, el sistema nervioso, que va del cerebro a la lengua y se conecta con las papilas gustativas para alertar inmediatamente cuando algo entra en la boca y así le permite al cerebro decidir si se puede tragar o no.
Una comida sin gusto o sabor no es demasiado buena para el cuerpo. Por ejemplo, si los constructores se relajan, la construcción del edificio no avanza demasiado rápido. El resultado del trabajo depende de la firmeza y eficiencia con la que se ponga en funcionamiento el estómago y otras fuerzas digestivas, y esto sucederá con mayor efectividad y rapidez dependiendo de lo que las papilas gustativas le comuniquen.
Si las personas nunca hubieran maltratado sus papilas gustativas, ellas siempre serían muy confiables. Pero desafortunadamente, durante mucho tiempo las papilas suelen ya estar muy contaminadas. Es posible hacer de un perro pequeño un animal terrible simplemente por maltratarlo. Asimismo, las personas han maltratado sus papilas gustativas sometiéndolas en forma sistemática a sabores fuertes como mostaza, pimienta, especias y vinagre, y hasta tal punto, que ahora ya no pueden identificar los sabores de la comida con los que entran en contacto. Algunas papilas gustativas han recibido ese maltrato tan a menudo por estos sabores fuertes que ya han perdido el poder de retener los sabores delicados de los alimentos naturales.
Si usas un cuchillo común para cortar vigas o triturar piedras, la hoja pierde inmediatamente su filo. De una manera similar, se puede cancelar la capacidad del gusto habituándolo a la cerveza, tabaco u otras cosas como el whisky, el té y el café y otras sustancias alcaloides que no deben ser consideradas entre los alimentos, pues van dañando las papilas gustativas y los respectivos mensajes al cerebro, hasta que finalmente, serán tan inútiles como un cuchillo que ya no corta.
Otro tema es considerar que no hay papilas gustativas en ninguna otra parte del cuerpo, como las hay en la boca, incluso ni en el conducto que conecta la boca con el estómago ni tampoco en el estómago. Entonces: ¿no te parece tal vez algo tonto ingerir alimentos que pasan por las papilas gustativas por muy escaso tiempo, para luego llegar a los órganos que, al no poder degustarlos, pueden quedar gravemente dañados? ¡Sin duda: muy tonto! Y si además, consideras tu cuerpo como un templo dedicado al Creador Divino, eso significa inclusive que cometes un grave error. Hay jóvenes y ancianos que comúnmente ingieren los alimentos que les gustan lo más rápido posible para poder comerlos en abundancia.
Ese comportamiento no sólo puede ser considerado codicioso, egoísta y hasta grosero, sino también como antes mencioné: muy tonto. Y aún muchísimo más que tonto, codicioso y egoísta. Porque al comer muy rápido incluso no puedes llegar a disfrutar intensamente lo que comes! Si en realidad deseas disfrutar del verdadero placer de la comida, es fundamental que mantengas cada bocado en la boca el tiempo suficiente para poder saborearlo plenamente.
Al organizar todas las papilas gustativas en la boca, la Naturaleza quería darte la oportunidad de probar y degustar el alimento por todo el tiempo que permanezca en esa cavidad y, siempre según la naturaleza, la comida permanece en el boca el tiempo que se tarda en masticarla por completo y mezclarla con el fluido llamado saliva, para que pueda digerirse adecuadamente. Para realizar este proyecto de la Naturaleza es necesario masticar cada bocado cuidadosamente.
Sólo cuando el sabor casi ha desaparecido, el bocado está listo para ser ingerido. Comer demasiado rápido y tragar alimentos que no han sido bien masticados con sus dientes, pierde un gran placer y significa cometer con el cuerpo un error indescriptible.
¿Alguna vez has pensado en cuántos sabores naturales, simples y deliciosos existen? Puedes distinguir cualquier fruto que conozcas sólo por su sabor, sin verlo ni olerlo. Manzanas, naranjas, peras, ciruelas, fresas, frambuesas, plátanos, moras y muchas otras frutas tienen un sabor diferente. Lo mismo se aplica para nueces, cereales y vegetales. Es mucho mejor preservar estos sabores sencillos y delicados que destruirlos u ocultarlos mediante sabores muy fuertes o artificiales. Si pones especias en la comida o demasiados condimentos, no solo alterarás el sabor natural, sino que también inhibirás finalmente las facultades de tus papilas gustativas.
del libro
La Historia de Un Templo Viviente
UN ESTUDIO DEL CUERPO HUMANO
FREDERICK M. ROSSITER, B S., M.D. Y MARY HENRY ROSSITER, A.M.
*
No hay comentarios:
Publicar un comentario