CAPÍTULO 4
LAS PAREDES DEL TEMPLO SON PAREDES VIVIENTES
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Nuestras viviendas están hechas de ladrillos, piedras o madera; cada tabla, ladrillo, piedra o madera está hecha de diferentes organismos pequeños. En el caso de la madera, estos pequeños organismos se llaman células. Pero las células de madera utilizadas para construir casas son células muertas. El árbol está hecho de células vivas que le permiten crecer. Las piedras y los ladrillos no crecen porque no tienen células.
A diferencia de todos los otros edificios, el templo humano puede desarrollarse porque está formado por células vivas. De hecho, todo el maravilloso y complejo cuerpo humano, está compuesto de millones y millones de células, tan pequeñas que para formar una pulgada, utiliza de 250 a 300 de ellas en fila, generadas a partir de una sola célula viva.
En el pasado se creía que esos pequeños organismos que componen el Templo viviente, formaban sacos y por esta razón se los llamaba células, es decir, sacos. Hoy sabemos que la célula es mucho más que eso. Es una porción viva de algo llamado protoplasma, un organismo vivo que respira, se alimenta, se mueve, crece, genera otras células y muere. Su vida es tan real como tu vida misma, y tu vida y tu salud dependen del trabajo armonioso de todos estos millones y millones de vidas separadas. En cada órgano del cuerpo, las células se distinguen por la forma, por el trabajo que hacen y por el nombre con el que se les llama. Las células de la piel se llaman células epiteliales.
Probablemente te habrás encontrado en medio de una multitud, esperando superar el amontonamiento, o al entrar a un edificio conociste cómo se siente ser empujado continuamente por aquéllos que vienen detrás de ti. En tal sentido, las células epiteliales se dividen y se multiplican constantemente y, cuando esto sucede, las células externas se empujan hacia la superficie para dejar espacio a las nuevas células. La capa superficial de la piel, la Epidermis, no tiene vasos sanguíneos, pero los millones de células ansiosas de alimento que la componen, se nutren de diminutos capilares.
Además, la epidermis contiene algunas células muy pequeñas llamadas células de color. La piel de la persona de raza negra es la misma que la de cualquier otra raza. La causa del diferente color de la epidermis, que no lo hace parecer similar a otros, reside en la capa superficial. La diferencia se debe única y exclusivamente al color de la piel.
En la dermis, entre las células de grasa, hay muchos depósitos y conductos, como resortes en espiral. Al igual que sacacorchos, estos pequeños conductos cruzan la dermis y la epidermis. El extremo más pequeño del conducto llega a la superficie en forma de un poro llamado ranura. Los tubos se llaman conductos sudoríparos, el depósito o reservorio se llama glándula sudorípara.
En muchos lugares, los agricultores cavan canales en sus campos de granos y trigo para recoger las aguas residuales que se eliminarán. Probablemente tu casa esté provista de tuberías con el mismo propósito. Al igual que ello, los tubos de la piel se utilizan para eliminar el desperdicio. En la palma de la mano hay más de 2.500 poros por centímetro cuadrado de piel. Hay más de 2.500.000 poros en toda la piel. Trata de imaginar cuántas cosas podrías ver si cada uno de esos 2.500.000 poros fuera un ojo.
Si se conectaran los 2.500.000 conductos sudoríparos en uno solo, se formaría un conducto de más de doce kilómetros de longitud. Para cada depósito pequeño, en el tejido adiposo, hay muchos vasos sanguíneos capilares. El reservorio recoge el agua y los materiales de desecho que son separados de la sangre, empujándolos a través de los pequeños capilares hasta la superficie. Este líquido es lo que conocemos como transpiración o sudor. Todos los días, en una persona joven o adulta, estos pequeños tubos transportan de uno a tres litros de agua y material de desecho, depositándolos en la superficie del cuerpo. El sudor se evapora y de esta manera refrescan la piel.
Si la piel no se mantiene limpia, los poros se llenan de suciedad, el sudor no puede salir y luego se transporta a la sangre. Pero en este punto, el sudor se ha convertido en un veneno y, si vuelve a ingresar en el torrente sanguíneo, inmediatamente causará alguna enfermedad. Ésta es otra buena razón para bañarse a diario: limpiar el sudor, mantener los poros abiertos y permitir que escape el veneno.
En cierta ocasión, unas personas se estaban preparando para una gran celebración, querían que un niño pareciera como un ángel, para lo cual, le cubrieron todo el cuerpo con una fina lámina de oro y lo pusieron en un pedestal. Por supuesto que su intención no era hacerle daño, pero al cubrirle todo su cuerpo impidieron que los poros de la piel expulsaran los desperdicios y el pequeño murió al día siguiente.
Cuando a uno le da fiebre los poros se cierran. Por eso es que las mamás dan un sudorífico cuando a sus hijos les da un fuerte resfriado. Ella desea facilitar el trabajo de la naturaleza abriendo los poros y expulsando los venenos.
Durante el invierno a ti te gusta ver como el termómetro baja hasta cero y en verano te gusta verlo subir. Y hasta es posible que hayas pensado en “lo maravilloso que es un termómetro”. Tu piel sin embargo, registra los cambios de temperatura con mucha mayor rapidez y exactitud que el termómetro mejor calibrado. La piel detecta los más ligeros cambios en la atmósfera y abre o cierra los poros según sea necesario. En el verano te ayuda a mantenerte fresco y te protege del calor, y en invierno te mantiene caliente y te protege del frío.
del libro
La Historia de Un Templo Viviente
UN ESTUDIO DEL CUERPO HUMANO
FREDERICK M. ROSSITER, B S., M.D. Y MARY HENRY ROSSITER, A.M.
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