sábado, 13 de mayo de 2017

El primer panorama





EL MUNDO DEL DESEO

CAPÍTULO VIII

LOS CINCO PANORAMAS

EL PRIMER PANORAMA

En el momento de la muerte, los vehículos superiores (cuerpo vital, de deseos y la mente) son vistos abandonar el cuerpo físico con un movimiento en espiral, llevándose consigo las fuerzas del átomo simiente que habían estado en el ápice del ventrículo izquierdo del corazón durante la vida del Ego; éste se llama el "átomo-permanente", y será el núcleo que sirva para el cuerpo de la siguiente encarnación.

Todos los demás han sido renovados de tiempo en tiempo pero este último ha peregrinado con el Ego a través de todas sus vidas, desde el tiempo en el que el átomo fue recibido de los Señores de la Llama en el Período de Saturno. El ápice del corazón es su "punta", la parte más declive del mismo el cual inclinándose un poco hacia la izquierda sobresale bajo las costillas; el resto de este órgano vital se encuentra en la mitad del cuerpo.

A la muerte este átomo-simiente del cuerpo físico asciende al cerebro, vía el nervio pneumogástrico, junto con las envolturas, y abandona el cuerpo por las suturas existentes entre los huesos parietal y occipital. Sin embargo, estas envolturas todavía están conectadas con el vehículo denso por medio del cordón plateado, y el punto medio del mismo que tiene la forma de dos seis en el lugar donde se han encontrado y unido al tiempo de los primero movimientos del feto, es visto colgando a mitad del camino entre el cuerpo y el Ego que, dentro de sus vestiduras áuricas, flota todavía como un globo aerostático a pocos pies por encima del cadáver (o por encima del cuerpo durmiente, durante la encarnación).
La ruptura del átomo-simiente del corazón hace que éste se detenga y obligue al Ego a salir del cuerpo; pero el resto del cordón, todavía intacto permanece adherido al corazón y al átomo roto en él. De esta manera las "fuerzas" del átomo-simiente, son sacadas fuera del átomo físico que las albergó durante la vida corporal.

Ahora bien, mientras el Ego flota en su "globo aerostático" por encima del cuerpo físico, sus poderes espirituales vuelven en cierta medida, y puede leer en el Éter Reflector el registro de su recién terminada vida, el cual se encuentra en el polo negativo del Éter Reflector. El Ego no siente nada en relación con estos cuadros; simplemente está absorto en ellos, de tal forma que el registro es profundamente impreso sobre el cuerpo de deseos, y viene a constituir la base de las experiencias subsecuentes en el Mundo del Deseo. Después tiene lugar una segunda división en el cuerpo etérico; los dos éteres inferiores permanecen flotando sobre el cadáver, pero los dos superiores se van con el Ego. Al tiempo del colapso del cuerpo vital y la ruptura del cordón plateado el Ego cae en sueño, despertando en el Mundo del Deseo; usualmente en el Purgatorio. Así termina el primer panorama que dura unas pocas horas o días, dependiendo ello más que nada del tiempo que el Ego pueda permanecer normalmente despierto. Por lo tanto, tres días y medio es lo usual para revisar su vida pasada.

Obsérvese que los primeros movimientos del feto ocurrieron en la matriz, cuando los dos segmentos del cordón plateado se encontraron y unieron en el átomo-simiente del cuerpo vital, entonces localizado en el plexo solar; después de la muerte los dos segmentos están todavía unidos en el mismo átomo-simiente del cuerpo vital, el cual se encuentra en el punto de unión de los dos "seis".

Cuando el cordón plateado se parte en ese lugar, las fuerzas del átomo-simiente del cuerpo vital y el segundo segmento (que está compuesto de materia de deseos) salen con el cuerpo de deseos, al cual están adheridos en el gran vórtice. El doble etérico permanece con el cadáver, unido al átomo-simiente roto en el corazón por medio de la parte inferior del cordón plateado y los dos éteres superiores, se integran al cuerpo de deseos y forman la matriz de una nueva imagen del hombre, en la cual vivirá su vida en el Mundo del Deseo.

del libro "Temas Rosacruces" Tomo Segundo, 
de la Fraternidad Rosacruz de Max Heindel


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