EL GRADO DE SENSIBILIDAD A LAS VIBRACIONES PLANETARIAS
Al juzgar un horóscopo es de importancia primordial que tengamos una consideración debida hacia la situación social y racial del individuo, porque las configuraciones que son de gran significación en el horóscopo de un europeo educado, pueden significar poco o nada en la figura de un chino y viceversa. El olvido de este factor nos conducirá inevitablemente a conclusiones falsas, como a continuación explicaremos.
Es una máxima mística que cuanto más bajo en la escala de la evolución un ser se halla colocado, más ciertamente responde a los rayos planetarios y viceversa, cuanto más arriba asciende en la escala del desarrollo más el hombre domina y rige sus estrellas, librándose a sí mismo de las fuerzas que sobre él mantienen las Jerarquías divinas. Esta prueba, no obstante, no se impuso al hombre con objeto de contenerle, sino que al igual que nosotros en la vida ordinaria impedimos a un niño hacer cosas que en su ignorancia puedan herirle y, por lo tanto, obstruir su vida, así también nosotros estamos detenidos por las Jerarquías divinas por medio de los aspectos planetarios, de tal modo que no nos podamos herir a nosotros mismos más allá de la posibilidad de restablecimiento durante las experiencias de la vida.
Pero unida a esta guía hay, como es natural, la acción del libre albedrío, de la propia voluntad, que crece a medida que nos desarrollamos. El niño nuestro tiene actualmente muy poco libre albedrío, estando sujeto no solamente a sus padres, sino a los criados, si los hay en la casa, y a cualquiera con quien tenga trato, siendo así que todos ejercen control sobre el niño para el propio bien de él.
A medida que el niño crece, esta medida de restricción va disminuyendo gradualmente, y en el curso de los años el niño aprenderá a ejercer su propia voluntad. Este método ha sido seguido por las Jerarquías divinas en el caso del hombre.
La humanidad infantil fue guiada absolutamente por regentes divinos sin tener ninguna parte de acción por su voluntad. “Esto harás tú o no harás nada”, fueron los mandamientos que se le presentaron, los cuales debían obedecer implícitamente, pues de otro modo el enfado divino se mostraba inmediatamente mediante manifestaciones terribles, las cuales ejercían su efecto sobre la mente de la humanidad infantil, tal como los relámpagos, los truenos, los terremotos y las grandes epidemias o plagas. Todo esto fue para la guía colectiva; para el freno individual había leyes estrictas, mandamientos y ordenanzas. Los tributos debían pagarse continuamente al caudillo divino y ser ofrecidos en los altares de sacrificios, y por cada infracción de la ley tuvieron que hacer sacrificios de bienes materiales.
El miedo fue la nota culminante de tal dispensación: porque “el miedo o el temor del Señor es el principio de la justicia”. Este régimen fue llevado a cabo bajo la condición planetaria de Marte y de la Luna. Marte, que es el hogar de los espíritus dominantes de Lucifer, dio al hombre la energía necesaria para que la evolución pudiera seguir su paso y esta energía marciana fue de la mayor importancia, especialmente en el transcurso de los estados primitivos. La Luna, la cual es el hogar de los ángeles, bajo la dirección divina de Jehová, dio a la humanidad infantil una mente y un cerebro semejantes a los del niño, el cual es dócil a la dirección y se amolda muy fácilmente a la autoridad.
Éstos, y los de Saturno, fueron únicamente los rayos planetarios que afectaron a la humanidad en su totalidad durante la Época de Lemuria, y si hiciésemos un horóscopo para cualquiera de las gentes que entonces vivían, sería innecesario el buscar los lugares de los otros planetas, porque aquellos habitantes no podían responder a sus rayos. Aun hoy una gran parte de la humanidad no se ha desarrollado mucho más allá de aquel punto. Una clase muy numerosa, especialmente aquéllos a quienes nosotros conocemos como razas inferiores, y aun las clases bajas de nuestro mundo occidental, están dominadas principalmente por estos rayos planetarios. Bajo sus impulsos actúan de una manera automática y de una manera específica, y es posible el predecir lo que aquéllos harán bajo un aspecto determinado de tal planeta, debido a que ellos viven enteramente de sus emociones y son escasamente, si lo son en algún grado, sensibles a las vibraciones intelectuales de Mercurio.
Tampoco pueden apreciar aquellas emociones que se manifiestan por Venus o su octava, Urano; respondiendo únicamente a la naturaleza inferior”, a las pasiones animales. Se mueven bajo el impulso de Marte y de la Luna respecto al sexo y a la alimentación; sus placeres son de los más bajos y de la naturaleza más sensual; viven casi como los animales en cuanto a lo físico y su credo es: “comer, beber y ser felices”. Sus deseos se manifiestan casi exclusivamente en “vino y mujeres” porque todavía no han despertado al encanto de la música, ni tampoco a la belleza, no teniendo ésta ningún poder para encantar los corazones salvajes en este estado de desarrollo, puesto que la belleza se manifiesta gracias a los rayos de Venus que está mucho más allá de la órbita de tal gente. La mujer es para el hombre de tal estado solamente una bestia de placer y de conveniencia.
Durante este tiempo el “Padre Tiempo” representado por el planeta Saturno “lleva su cuenta” y mediante el latigazo de la necesidad les hace marchar hacia adelante en el sendero evolutivo, obligándoles a cosechar los frutos de las labores a la hora de la cosecha entre vidas.
Cuando el hombre ha cultivado las virtudes selváticas de la bravura, de la resistencia física, etc., sueña en la existencia post-mortem con nuevos campos para conquistar, y ve lo que no estaba bien preparado y por qué sus deseos se frustraron debido a la falta de elementos para conseguirlo. Gradualmente el rayo constructivo marciano y la astucia de Saturno fertilizan el cerebro lunar, el cual está construyendo el hombre, para que con el tiempo aprenda el desarrollo de los elementos necesarios para alcanzar sus primitivas ambiciones. Aun hoy vemos los mismos trazos de astucia en el carácter, las mismas mañas utilizadas por las razas inferiores con el propósito de regar sus tierras, extraer los minerales y moler el grano. Todos estos medios primitivos han sido el resultado de los rayos planetarios de Saturno, la Luna y Marte, que batían en el cerebro primitivo de la humanidad infantil.
Un poco más adelante en el sendero de la evolución, en la época Atlántica, los señores de Venus y de Mercurio vinieron a la Tierra con el propósito de dar un impulso ulterior al desarrollo de la mente y de la emoción. Fue el trabajo de Venus el de combatir las emociones inferiores y elevar la pasión brutal animal de Marte a la más suave, delicada y bella del amor de Venus. Este planeta añadió belleza a la fortaleza, y para alcanzar tal ideal los Señores de Venus impulsaron las artes plásticas, la pintura y la escultura. Estas bellas artes no se enseñaron al hombre públicamente en aquella época; los ideales que han de ser desarrollados en una raza son siempre enseñados a los más avanzados de la misma en un templo de Misterios, y en aquella época la iniciación no incluía una instrucción espiritual, sino que consistía especialmente en una educación en las artes liberales. La escultura nos enseñó el modo de incorporar la belleza en una forma física; atrajo la atención hacia el cuerpo e idealizaba las líneas de curvas suaves. El resultado está ahora incorporado en nuestro propio cuerpo de raza, pues debemos comprender terminantemente que en una escuela de Misterios no se enseña hoy un ideal simplemente para olvidarlo mañana o en la próxima generación, sino que los ideales están inculcados para que en su día sean una parte de la propia vida, alma y cuerpo de la raza. Comparemos el cuerpo de raza de un hombre civilizado moderno con el de un indio, un africano u hotentote, etc., y veremos que en aquél hay, sin duda, la belleza unida a la fortaleza.
Pudiera ser objetado que nosotros estamos degenerando comparados con aquéllos que se nos muestran en las artes helénicas, pero es positivamente incierto, y es más bien que nosotros no hemos alcanzado aún aquel ideal tan elevado.
En la antigua Grecia los templos de Misterios ocupaban una posición mucho más preeminente que hoy: la belleza de la forma fue idolatrada con detrimento de la mente, aunque no importa el hecho de que Grecia tuviese un Platón y un Sócrates.
Los Señores de Mercurio que tuvieron el cargo del desarrollo de la mente, en el momento en que los Señores de Venus ejercían su influencia marcada sobre las emociones, no habían sido capaces de hacer una impresión fuerte universalmente sobre la humanidad primitiva. Nosotros estamos persuadidos, aun hoy, de que nos perjudica el pensar, pero en cambio es muy fácil seguir las emociones.
Actualmente la clase media del Oeste está mucho más avanzada que los griegos antiguos, debido a la influencia de estos dos rayos planetarios en nuestras vidas. La mujer naturalmente sobresale por su imaginación elevada que es una facultad de Venus, debido a su parte en la función creadora, la cual favorece el moldeado del cuerpo de la raza. Por esta razón su figura tiene las curvas graciosas que implican naturalmente belleza, mientras que el hombre tiene el sabio intelecto, dotado por los Señores de Mercurio, y es el exponente de la razón, la fuerza creadora del progreso físico en el trabajo del mundo.
Nosotros siempre anhelamos y deseamos aquello que nos falta. En los días del salvajismo en los que los puntapiés y bofetadas eran su recompensa diaria, la mujer anhelaba ansiosa las caricias de su señor. Los rayos de Venus le dieron la belleza y la convirtieron en un adepto de las artes femeninas que conquistaron el corazón masculino, de modo que ahora el hombre juega el papel de protector argumentando que la mujer no está preparada mentalmente, y mientras tanto él se está convirtiendo en lo que admira en ella; se está haciendo más gentil y más bondadoso; Venus está conquistando a Marte, pero la ilusión mercuriana de la superioridad intelectual necesita otra influencia para conquistarla. Y esto la mujer lo está ahora conquistando por sus aspiraciones. Al igual que ella dominó la brutalidad marciana por la belleza de Venus, así también se librará a sí misma de las redes de Mercurio por la intuición de Urano.
Para el hombre primitivo conducido por el latigazo saturnino de la necesidad, cuando no por la lujuria y pasiones animales de Marte y de la Luna, el mundo parecía triste y apesadumbrado. El miedo es la nota-clave de su existencia; miedo de los animales; miedo de todo lo que le rodea. Tenía que estar muy vigilante y alerta: la vigilancia es inevitablemente el precio de su seguridad.
Pero cuando la evolución le hace sensible a las influencias de Venus y Mercurio, éstos suavizan sus emociones e iluminan su mentalidad y empiezan a considerar el amor y la razón como factores de la vida. El Sol también empieza a iluminar su ambiente circundante y su intenso brillo en la naturaleza del hombre durante esta fase de su evolución dispersa parcialmente la melancolía de Saturno. De este modo, por grados, a medida que el hombre se desarrolla y se hace más sensible a la música de las esferas, una cuerda después de otra del arpa celestial “hiere” la cuerda bondadosa del alma humana y le hace sensible a sus vibraciones, así como un diapasón afinado, cuando se pulsa, despierta la nota en Otro diapasón afinado a la misma tonalidad dentro de una distancia razonable, e igualmente los planetas en nuestro sistema solar en la sucesión evolucionaría han pulsado diferentes cuerdas, las cuales han encontrado un eco en el corazón humano.
Pero las cuerdas en la lira celestial de Apolo no están todas en armonía: algunas están en real disonancia; y mientras el hombre responde a algunas, debe permanecer necesariamente, por lo menos parcialmente, insensible a otras. En efecto, antes de que sea posible responder perfectamente a los rayos de Venus, es necesario para el hombre el conquistar la influencia de Marte en un grado considerable y tenerla bajo su control, de modo que ciertos trazos indeseables marcianos de su naturaleza sean mantenidos refrenados, mientras que otros que sean estimables se conserven.
El amor de Venus, que es deseo de darlo todo por aquéllos a quienes amamos, no puede permanecer paralelamente en el corazón con el rayo de Marte, el cual lo desea todo para sí. Por lo tanto, el salvaje debe aprender a conquistarse a sí mismo en cierta medida si es que quiere convertirse y formar parte de la familia civilizada de la humanidad de los modernos tiempos. Bajo los rayos pasionales sin restricción de Marte y de la Luna, los padres lanzan a los niños al mundo y los dejan al cuidado de sí mismos al igual que hacen los animales, porque éstos son producto de la pasión animal. Las mujeres son compradas o vendidas como un caballo o una vaca, y alguna vez tomadas por la fuerza y raptadas. Sin ir más lejos aun de la Edad Media, el caballero a menudo se llevaba la novia por la fuerza de las armas, prácticamente del mismo modo que el macho animal lucha por la posesión de una hembra en la época del celo.
De este modo se verá que el primer paso a la civilización requiere que un hombre domine o conquiste uno o más planetas, por lo menos en cierto grado. Las pasiones brutales tales como las generadas por los rayos primitivos de Marte no se pueden permitir más bajo el régimen de la civilización moderna, ni tampoco el dicho de que la “fuerza es un derecho” puede ser por más tiempo, salvo en la guerra, cuando volvemos al barbarismo.
La cualidad de Marte de la fortaleza física que en un tiempo fue una virtud para atacar a los hombres y robarles sus propiedades no es admirable ya en el individuo y al que así hace se les castiga por medios diferentes con arreglo a la ley, aunque todavía sea efectiva por lo menos en lo que concierne a las naciones, las cuales van a la guerra bajo este impulso primitivo con propósitos de engrandecimiento territorial. Sin embargo, como ya hemos dicho. Marte ha sido conquistado hasta un grado muy elevado tanto en la vida social como en la civil, de modo que Venus pueda tomar el lugar de la pasión de Marte.
Como hemos indicado anteriormente, los niños de los hombres primitivos eran abandonados a sus propios recursos, en cuanto se les había enseñado a defenderse en la guerra física. Con el advenimiento de Mercurio aparece otro método. La batalla del día actual no se lucha ya con medios físicos solamente. El cerebro es preferible al músculo para determinar la victoria. Por lo tanto, el período de la educación va siendo más largo a medida que la humanidad avanza y se esfuerza principalmente en los descubrimientos de la mente, debido a los rayos de Marte que acompañan al desarrollo de Venus de la civilización moderna. Así, pues, el hombre ve la naturaleza desde un aspecto mucho más alegre una vez que ha aprendido a responder a la influencia del Sol, de Venus, Mercurio, Marte, la Luna y Saturno, aunque sólo sea en una medida muy ligera. Pero aunque estos diversos estados de la evolución han llevado gradualmente al hombre bajo el dominio de diferentes rayos planetarios, el desarrollo ha sido sólo unilateral, porque se ha esforzado en alcanzar únicamente cosas sobre las cuales tiene derecho de propiedad: su negocio, su casa, su familia. su ganado, su granja, etc., todo eso es de importancia vital y debe tener mucho cuidado de ello. Sus propiedades deben aumentarse si es posible, no importa lo que ocurra con las casas y propiedades de los demás, pues esto a él no le interesa. Pero antes de que alcance un estado más elevado en la evolución, es necesario que este deseo de apropiarse de la tierra y retenerla para sí, si le es posible debe dar lugar al altruista deseo de beneficiar al prójimo. En otras palabras, el egoísmo debe ceder el paso al altruismo y al igual que Saturno mediante la aplicación del latigazo de la necesidad sobre él en sus días primitivos le ha traído al presente estado de civilización, así también Júpiter, el planeta del altruismo, está destinado a elevar al hombre de este estado actual de hombre al de superhombre, en el que estará bajo el dominio de los rayos de Urano respecto de su naturaleza emocional: en el que la pasión generada por Marte estará reemplazada por la compasión, y donde la conciencia infantil de su origen lunar será reemplazada por la conciencia cósmica de los rayos de Neptuno. Por lo tanto, el advenimiento en nuestra vida de los rayos de Júpiter marca un avance manifiesto en el desarrollo humano.
Como hemos dicho en el “Concepto Rosacruz del Cosmos” el hombre está destinado a pasar desde este período terrestre al período de Júpiter y, por lo tanto, los rayos de Júpiter denotan aquel elevado estado del altruismo que entonces será un factor prominente en nuestras relaciones de los unos para con los otros, y debe comprenderse terminantemente el que antes de que nosotros podamos responder a los rayos de Júpiter, debemos cultivar en cierta medida el altruismo y vencer el egoísmo que nos viene por medio del poder razonador de Mercurio.
Hemos aprendido a dominar algunas de las fases de Marte y de la Luna, así como podemos hacerlo con algunas de las fases inferiores de Mercurio y de Venus, y cuanto más vayamos dominando todas estas fases mejor responderemos nosotros a las fuerzas vibratorias más elevadas que emanan de este planeta; y ciertamente, si nosotros nos esforzamos activamente, algún día conseguiremos y llegaremos a ser capaces de superar hasta el estado más elevado del amor de Venus, que siempre se adhiere a un objeto poseído por nosotros.
Nosotros amamos a nuestros hijos debido a que son nuestros; amamos a nuestras esposas o esposos por la razón de que nos pertenecen; nosotros estamos orgullosos, con un orgullo de Venus, de sus características morales, u orgullosos por el lado Mercurio, por sus méritos y progresos. Pero Cristo sentó un modelo mucho más elevado: “A menos que un hombre deje a su padre y a su madre, no puede ser mi discípulo”. La idea de que nosotros debemos olvidar a nuestros padres y madres o que debemos odiarlos con objeto de seguir a Cristo, estaba muy lejos de la mente de Él, como es natural; pero el padre y la madre son sólo cuerpos; el alma que mora en el cuerpo de nuestros padres o de nuestras madres es lo que debemos amar, no simplemente el manto físico. Nuestro amor debe ser lo mismo tanto para una persona joven como vieja, fea o bella. Debemos buscar la belleza del alma, por la relación universal de todas las almas, sin importarnos mucho las relaciones de los cuerpos. “¿Quién es mi madre y mis hermanos?”, dijo Cristo, y señaló hacia sus discípulos, aquéllos que estaban con Él en Su gran trabajo de corazón. Estos discípulos estaban más estrechamente unidos a Él de lo que pudiera estarlo cualquier humano debido a sus meras relaciones físicas. Esta actitud constituye un paso hacia adelante con respecto al amor de Venus que únicamente tiene en cuenta el manto físico de los seres queridos y no tiene en consideración alguna el alma que está en el interior. El rayo de Júpiter, por otra parte, siente interés solamente por el alma, sin importársele el cuerpo que aquella alma lleva.
Mercurio, o la fase razonadora de la mente, también se cambia por la influencia de Júpiter, El frío cálculo no tiene ninguna importancia, y uno que siente los rayos expansivos de Júpiter es de gran corazón, primero, después y siempre en todos los sentidos; de un gran corazón en lo que atañe a sus emociones, a su amor; de gran corazón en lo que atañe a todas las cosas del mundo. “Un sujeto jovial”, es una expresión muy adecuada para determinarle. Es bien recibido y amado por cualquiera, que le conoce debido a que no irradia el egoísmo común, sino que siente el deseo de beneficiar a otros; que infunde en nosotros un sentimiento de confianza, diametralmente opuesto al sentimiento cíe desconfianza que sentimos instintivamente, cuando nos ponemos en contacto con un hombre de Saturno o de Mercurio.
Es un asunto de experiencia real de los astrólogos que están dotados de vista espiritual, que los rayos planetarios de todos los hombres producen ciertos colores en sus auras, en adición al color básico que es la estampa de la influencia cíe la raza a la cual pertenecen. El hombre de ojos tiernos y enfermizos de una mezcla de Saturno y Mercurio, debe ser compadecido más bien que censurado por la avaricia y melancolía que es la actitud constante de su mente; ve todas las cosas del mundo a través del espejo áurico que ha creado él mismo alrededor de sí; él nota que el mundo es frío, brutal y egoísta, que, por lo tanto, es necesario para él el ser más artero, frío y egoísta con objeto de protegerse a sí mismo.
Por otra parte, cuando vemos los divinos rayos azulados de Júpiter teñidos a veces con el oro fino de Urano, comprendemos cuán diferentemente este exaltado individuo debe ver el mundo y cuán diferente debe ser el sentido que éste tiene del mundo comparado con el de aquél, debido a su manera sórdida de ver las cosas. Aun las personas que son del más ínfimo tinte jupiteriano están en un mundo lleno de luz del Sol, de flores en brote; todo en la naturaleza es gayo y alegre. Y mirando al mundo a través de una atmósfera semejante, atraen hacia si de otras fuentes una respuesta semejante, al igual que el diapasón que hemos mencionado genera una vibración igual en otro diapasón del mismo tono. Después de lo que hemos dicho no será difícil el comprender que las características de Urano con las cuales el amor se convierte en compasión, da una sabiduría que no depende del razonamiento; un amor que no está fijo en un objeto solo, sino que incluye todo lo que vive y se mueve y es semejante a las características que deben ser desarrolladas por la humanidad durante el período de Venus en el que un amor perfecto expulsará todo el miedo; cuando el hombre haya conquistado todas las fases inferiores de su naturaleza y el amor llegue a ser tan puro como universal.
Cuando estas vibraciones de Urano son sentidas por un avance en la vida superior por medio de la aspiración, hay un gran peligro de que se desdeñen las leyes y los convencionalismos antes de que estemos realmente preparados para gobernarnos a nosotros mismos por la ley del amor divino, de que podamos desdeñar las leyes que rigen al mundo en que nos movemos, de que podamos dar al César lo que es del César, ya sea obediencia o dinero, de que no seamos lo suficientemente cuidadosos para anular la apariencia del mal, de que podamos pensar que nosotros estamos tan avanzados sobre el estado ordinario de la humanidad que podamos vivir como superhombres, de que la pasión de Marte haya sido cambiada en nuestro caso por la compasión de Urano, la cual no conoce sexo.
Bajo tales equivocaciones mucha gente, al esforzarse por recorrer el sendero, desdeñan las leyes del matrimonio y aceptan relaciones tales como las indicadas por las de las almas gemelas y afinidades por el estilo. Tales gentes sienten los rayos de Urano, pero no pueden responder perfectamente a su sublime pureza; por lo tanto, sienten una falsificación de la sensación de Venus que generalmente termina en el adulterio o en una perversión del sexo, así que en lugar de que la natural pasión animal de Marte haya sido transmutada en la compasión de Urano, en realidad ha degenerado en algo que es mucho peor que la expresión más completa del sexo de los rayos marcianos cuando están manifestados en una franca y debida manera. Éste es un peligro del que nosotros debemos guardarnos estrictamente y es necesario para todos aquéllos que desean vivir una vida superior no aspirar a los rayos de Urano hasta que primeramente hayan absorbido completamente las vibraciones altruistas de Júpiter, porque hay mucha más miseria traída al mundo por aquéllos que han aspirado demasiado alto y caído muy bajo, que por aquéllos que no han aspirado suficientemente. “El orgullo está expuesto a caer”, dice un antiguo proverbio, y muy exacto, el cual puede indicarse a todos y a cada uno para que lo apliquen a su propio caso. Cristo tomó parte en las bodas de Canaán. El matrimonio es una institución cristiana y debe existir hasta que sea abolido y en el reino venidero, en el que el cuerpo no se gastará y, por lo tanto, no habrá necesidad del matrimonio para generar otros nuevos.
Por otra parte, debe ser considerado que el sacerdote que efectúa el enlace no puede realmente unir a las gentes; por lo tanto, la presencia de la armonía básica para el matrimonio de verdad debe ser determinada antes de la ceremonia del enlace.
Como hemos dicho anteriormente, Marte, Venus y Urano marcan tres estados en el desarrollo emocional del hombre. Durante el estado en el que sólo se dejaba influir por Marte, la pasión animal reinó suprema y el hombre buscó la gratificación y la satisfacción sin restricción alguna de todos sus deseos inferiores en las relaciones con sus prójimos, pero especialmente con el sexo opuesto; durante el estado en el que se hizo sensible a los rayos de Venus, el amor suavizó la brutalidad de sus deseos y la pasión animal quedó mantenida en jaque en algún grado; todavía se halla bajo las fases superiores de este planeta y está dispuesto a sacrificarse a sí mismo y a sus deseos por el beneficio y por las comodidades de sus seres queridos. Cuando se ha desarrollado hasta el punto en que puede sentir los rayos de Urano, la pasión de Marte gradualmente se torna en compasión; entonces el amor de Venus, que únicamente se refiere a una persona determinada, pasa a incluir todo, así que abarca a toda la humanidad sin tener en cuenta el sexo ni ninguna distinción, porque es el amor divino del alma por el alma, el cual está sobre todas las consideraciones materiales de cualquier naturaleza que sean.
La mentalidad también se ha desarrollado durante tres estados en armonía con la sensibilidad de la persona hacia las vibraciones de la Luna, Mercurio y Neptuno. Mientras que el hombre solamente es sensitivo a la influencia lunar está en una situación semejante a la del niño y es guiado fácilmente por las fuerzas superiores, las cuales han ido guiándole a través de los diferentes estados mencionados en el capítulo anterior. Bajo los rayos estelares de Mercurio gradualmente desarrolló sus poderes intelectuales y se convirtió en un ser razonador. Como tal está colocado bajo la ley de causa y efecto que le hace responsable de sus propias acciones, para que puede cosechar lo que él baya sembrado y aprender mediante esto las lecciones que la vida humana debe enseñarle bajo el régimen actual. Como no tiene experiencia comete muchas equivocaciones en cualquier dirección indicada por las aflicciones de Mercurio en su horóscopo y consecuentemente sufre un castigo y penalidad correspondiente de tristezas y malestar. Si él no tiene la mentalidad para razonar la relación que existe entre sus equivocaciones y las experiencias que se derivan de ellas durante el tiempo de su vida, el panorama de la vida que se desarrolla en el estado postmortem hace esto claro y deja con ello una esencia de “sentimiento recto”, el cual conocemos como “conciencia”.
Esta conciencia le preserva de sus pasados errores cuando el sentimiento ganado ha sido suficientemente fuerte para contrabalancear la tendencia a satisfacer las tentaciones particulares que le causan el sufrimiento. De este modo se desarrolla gradualmente una conciencia espiritual, la cual está sobre y mucho más allá de la razón humana; pero, sin embargo, está también en conexión con la razón de forma tal que cuando el resultado ha sido alcanzado, el hombre que tiene esta conciencia cósmica conoce la razón del por qué semejante cosa debe ser así y por qué debemos obrar en determinado sentido. Esta conciencia cósmica se desarrolla bajo el rayo de Neptuno y difiere del sentimiento recto de la intuición desarrollada bajo el rayo de Urano en el punto importante de que mientras la persona que ha desarrollado la cualidad de Urano de la intuición alcanza la virtud instantáneamente sin necesidad de pensar sobre el asunto y razonarlo, es incapaz de conectar los diferentes estados de ordenación lógica por la cual ha alcanzado el resultado final. El hombre o mujer que ha desarrollado la facultad de Neptuno, también adquiere la contestación a sus interrogantes inmediatamente, pero es a la vez capaz de decir la razón del por qué esta contestación es la debida y verdadera.
La facultad de la intuición alcanzada mediante la pasión inferior de Marte a través del estado de amor de Venus y el rayo de compasión de Urano, depende de la capacidad de la persona dada para sentirlo muy intensamente. Por el amor y la devoción el corazón se afina con todos los demás corazones del universo, y de este modo conoce y siente todo lo que puede ser conocido y sentido por otro corazón humano en el universo compartiendo así la divina omnisciencia que une a nuestro Padre en el Cielo con Sus hijos, y mediante el toque, directo de corazón a corazón con tal omnisciencia, la persona obtiene la contestación de cualquier problema que se le pueda presentar.
Los hombres más nobles de todos los tiempos, los santos cristianos de la espiritualidad más trascendental, han alcanzado este maravilloso desarrollo mediante los rayos espirituales de este planeta debido a su intenso sentimiento de la unidad con lo divino y con todo lo que vive y respira en el universo.
Pero hay otros que no están constituidos de este modo y esos no está capacitados para pisar el sendero. Éstos, por medio de la Luna, Mercurio y Neptuno, han desarrollado su intelecto y han alcanzado los mismos resultados más el poder de idealización de Neptuno.
Éste es un punto muy importante y solamente se contiene en las Enseñanzas de la Sabiduría del Occidente, porque a la vez que anteriormente se enseñaba que el espíritu se envuelve a sí mismo en la materia y, por tanto, se cristaliza en la forma que entonces desarrolla, la enseñanza de la Sabiduría del Occidente nos dice que hay la adición de un tercer factor en el desarrollo y experiencia universal, es decir: epigénesis; la facultad por la cual el espíritu puede elegir un camino que es completamente nuevo e independiente del que ha seguido hasta entonces. Nosotros vemos la expresión de todo esto, en todos los planos relativos a la forma, pero en el reino humano la epigénesis se expresa como Genio, un instinto creador que hace al hombre mucho más semejante a la divinidad que cualquiera otra de sus creaciones. Esto es desarrollado bajo el rayo de Neptuno cuando tal planeta se halla bien colocado en el horóscopo. Hay, por supuesto, también algo así como un genio maligno, una facultad destructora, manifestada bajo un Neptuno afligido.
Solamente las personas más sensitivas en el mundo sienten los rayos de Urano y Neptuno actualmente. Para sentir estas vibraciones, las conexiones entre el cuerpo físico y el cuerpo vital, el cual está hecho de éter, deben estar bien un poco sueltas, porque cuando estos dos vehículos están firmemente unidos la persona es siempre de un aspecto materialista y no puede responder a las vibraciones más elevadas y sutiles del mando espiritual. Pero cuando los rayos que nos vienen de este planeta se manifiestan sobre una persona cuyo cuerpo vital está ligeramente conectado con el físico, tenemos lo que conocemos como una persona sensitiva. La dirección y la cualidad de esta facultad dependen de la colocación y el aspecto de los dos planetas mencionados. No obstante, aquéllos que están especialmente bajo el dominio del rayo de Urano en posición adversa, usualmente desarrollan las fases más indeseables de la clarividencia y de la mediumnidad. Estas personas se convierten en una presa fácil de entidades del mundo invisible que no tienen ninguna consideración por los deseos de sus víctimas, aunque éstas protesten de débil manera. Tales médiums son generalmente usados en las comunicaciones simples de trance, y en unos pocos casos conocidos del autor han podido gozar de vidas bellas y felices debido a su creencia implícita en los espíritus que los dominaban. En estos casos los espíritus de control fueron de mejor clase que los que generalmente se encuentran. Pero como esta facultad de Urano está manifestada por medio de Marte y Venus, la pasión es preeminente en tales naturalezas y bajo la influencia de los espíritus obsesores muchas de estas personas han sido conducidas a la inmoralidad más grosera. El vampirismo y prácticas igualmente repugnantes son engendradas por el uso perverso de los rayos de Urano en los médiums.
Podemos decir que Neptuno representa el mundo invisible en los aspectos más positivos, y que aquéllos que caen bajo los rayos adversos de este planeta son, por lo tanto, puestos en contacto con los habitantes más indeseables del mundo invisible. La obsesión real por la cual el poseedor de un cuerpo está privado de su vehículo, toma lugar bajo los rayos de Neptuno y no hay sesión materializante que pudiera hacerse si no fuera por estas vibraciones estelares. La magia, ya sea blanca o negra, no puede ponerse en práctica si no es por mediación y debido a las vibraciones de Neptuno. Aparte de que estos rayos permanecerían en teoría, en especulación y en el contenido ilustrativo de los libros. Por lo tanto, los iniciados de todas las Escuelas de Misterios, videntes espirituales que tienen control completo de sus facultades y los astrólogos son sensitivos en diversos grados a los rayos de Neptuno. El mago negro y el hipnotista, el cual es un gemelo de aquél, están también en dependencia del poder de estos rayos estelares para el uso de sus prácticas nefastas.
El desarrollo humano mas elevado en estos tiempos, es decir, el desarrollo del alma que, se alcanza en los templos de Misterios mediante la iniciación, es el resultado directo de los rayos de Neptuno, porque al igual que las configuraciones adversas hacen al hombre una presa fácil de las entidades invisibles, así también las buenas configuraciones de Neptuno son requeridas especialmente para capacitar a los hombres para desarrollar por medio de la iniciación los poderes completos de sus almas y convertirles en agentes conscientes en el mundo invisible. Recordemos, no obstante, que las configuraciones buenas o malas no son el resultado de la casualidad o de la suerte, sino que son los productos de nuestros propios actos pasados, razón por la cual el horóscopo indica lo que nosotros hemos adquirido por nuestra manera de vivir en el pasado y, por lo tanto a lo que estamos obligados en la vida presente.
Además, debe tenerse en cuenta que las estrellas inclinan, pero no obligan; y por el mero hecho de que un hombre o mujer tenga una configuración adversa de Neptuno o Urano, no es que irremisiblemente deba convertirse en un agente activo de la mediumnidad y de la magia negra y, por lo tanto, conquistarse una vida más dolorosa y más dura para el futuro. Su oportunidad para obrar así y la tentación hacia ello se presentará en momentos oportunos, cuando los marcadores celestiales del tiempo apunten a la hora exacta en el reloj del destino.
Entonces es el momento de estar firmes para el bien y para la justicia, y estando prevenidos mediante el conocimiento de la Astrología, estamos armados previamente también, y nos será más fácil dominar cuando culmine un aspecto adverso de éstos.
Así, pues, hemos visto que el hombre es sensitivo a los rayos planetarios en un grado creciente a medida que avanza en la evolución, pero a medida que nos desarrollamos espiritualmente menos permitiremos que los planetas nos dominen; mientras que las almas más jóvenes son conducidas irresistiblemente por las mareas de la vida en cualquier dirección en que las vibraciones planetarias las impelan. Es una marca del alma evolucionada la de que permanezca inalterable ante las vibraciones planetarias. Entre estos dos extremos hay naturalmente todas las gradaciones: algunos son responsables a los rayos de un planeta y otros a los de otro. La barca de la vida del hombre y de la mujer a menudo es llevada de acá para allá sobre las rocas del dolor y del sufrimiento, para que puedan aprender a desarrollar dentro de sí mismos la fuerza de voluntad que finalmente les libertará de la dominación de sus planetas regentes. Y como Goethe, el gran místico, dijo: “De todas las fuerzas que mantienen al mundo en cadenas, el hombre se liberta a sí mismo cuando gana su propio control”.
Pero puede ocurrir á alguno preguntar, ¿hemos pasado por toda la gama de vibraciones, cuando hemos aprendido a responder a los siete planetas, los cuales están místicamente representados como las siete cuerdas de la lira de Apolo? En otras palabras, ¿es Neptuno la vibración más elevada a la cual todos podremos responder? Las enseñanzas de la Sabiduría del Occidente nos dicen que hay dos planetas más en el Universo, los cuales serán conocidos en edades venideras y que éstos tendrán una influencia en el desarrollo de cualidades de naturaleza tan trascendental que no podemos ahora ni comprender.
El número de Adán, el hombre o la humanidad, es 9 y hay 9 escalones en la escalera estelar por la cual el hombre asciende hasta Dios. Hasta el tiempo actual el hombre ha subido solamente cinco de estos escalones. Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno y ni aun las vibraciones de éstos ha podido aprender completamente. Urano y Neptuno están lentamente entrando en nuestras vidas y no serán activos, sin embargo, en la misma manera y el mismo grado que, por ejemplo, la Luna y Marte son al presente tiempo, hasta que hayan pasado
muchísimos siglos. Pero cuando nosotros hayamos aprendido a responder a ellos, hay dos más de los cuales conoceremos algo después. Es la opinión de los autores del presente libro de que no son probablemente sentidos por ninguno, excepto de aquéllos que se han graduado en la Gran Escuela de Misterios y por los Hierofantes de tan sublime institución.
Para terminar este artículo sobre la sensibilidad del hombre a las vibraciones planetarias podemos copiar de nuestra obra “Los Misterios Rosacruces”, el artículo que versa sobre “Luz, color y conciencia”.
“Ciertamente, Dios es Uno e Indivisible. Él envuelve dentro de su ser todo lo que es, al igual que la luz blanca envuelve todos los colores. Pero se nos aparece en su manifestación en forma de Trinidad, así como la luz blanca se refracta en los tres colores primarios: azul, amarillo y rojo. Dondequiera que nosotros veamos estos colores representan emblemáticamente al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Estos tres rayos primarios de la vida divina se difunden e irradian por medio del Sol y producen: vida, conciencia y forma sobre cada uno de los siete portadores de luz, los planetas, que son llamados los “Siete Espíritus ante el Trono”. Sus nombres son Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno y Urano.
La ley de Bode nos prueba que Neptuno no pertenece a nuestro sistema solar y el lector queda remitido a la “Astrología Científica Simplificada”, obra escrita por uno de los autores del presente trabajo, para la demostración matemática de este aserto.
“Cada uno de los siete planetas recibe la luz del Sol en diferente medida con arreglo a su proximidad a la órbita central y a la constitución de su atmósfera, y los seres de ellos, en armonía con el estado de su desarrollo, tienen afinidad por uno u otro de los rayos solares. Los planetas absorben el color o colores en congruencia con ellos y reflejados llevan con ellos un impulso de la naturaleza del ser con los cuales han estado en contacto.
“Así, pues, la vida y luz divinas llenan a todos los planetas bien directamente desde el Sol o reflejados por sus seis planetas hermanos, y como la brisa del verano que revolotea sobre los campos en flor lleva en sus silenciosas y a la vez invisibles alas la fragancia mezclada de una multitud de flores, así también las influencias sutiles del “Jardín de Dios” nos traen a nosotros los impulsos mezclados de todos los Espíritus Planetarios y en tal multicolor luz nosotros vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser.
“Los rayos que nos vienen directamente desde el Sol producen una iluminación espiritual: los rayos reflejados de otros planetas nos dan una adición de conciencia y de desarrollo moral y los rayos reflejados de la Luna nos dan crecimiento físico.
“Pero como quiera que cada planeta puede absorber solamente una determinada cantidad de uno o más colores en armonía con el estado general de la evolución en el, así también cada ser sobre la Tierra ya mineral, vegetal, animal o humano puede absorber únicamente y asimilarse cierta cantidad de los diferentes rayos proyectados sobre la Tierra. El resto no le afecta ni le produce sensación, así como tampoco el ciego está consciente de la luz y del color que existen por todas partes alrededor de él. Por lo tanto, cada ser está diferentemente afectado por los rayos solares, y la ciencia de la Astrología. una ciencia fundamental de la Naturaleza, es de un beneficio enorme para el logro del crecimiento espiritual”.
del libro "El Mensaje de las Estrellas"
de Augusta Foss de Heindel y Max Heindel
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