domingo, 6 de marzo de 2016

La inmortalidad del Espíritu



LA INMORTALIDAD DEL ESPÍRITU

El Espíritu que fue diferenciado “En” y “Por” Dios y que se manifiesta en varios mundos (ver “El desarrollo espiritual después de la muerte del mismo autor”) es inmortal y eterno como Dios mismo. El Alma o Yo superior, representante o rayo del Espíritu (como puede representar un embajador a un rey como si tuviera sus atributos, autorización y guía) es el que renace en los cuerpos Mental, de Deseos y Etérico-físico y evoluciona a través de los mundos de cuya materia están hechos dichos cuerpos. Dicha Alma es la que siembra y recoge gracias a dos principales leyes, la deRenacimiento y la de Consecuencia. El fruto de dicha cosecha (el desarrollo físico, moral, mental y espiritual) abre la puerta a la influencia del Espíritu en el Alma lo mismo que el Alma intenta manifestarse en sus cuerpos para acelerar su evolución. Por tanto, el Espíritu inmortal será quien adquiera, al final de la evolución de cada ser humano, todo el desarrollo alcanzado en los mundos (desde el físico hasta el de Dios) lo mismo que el Alma o Yo superior asimilará todo el desarrollo de la personalidad cuando ya no necesite renacer. Entonces, el Espíritu absorberá o reunificará su Alma y todo su poder alcanzado, resultando de todo ello que el Espíritu, que desde que fue diferenciado tenía la conciencia de Dios y todos sus poderes latentes, tendrá la conciencia de Dios, la conciencia de sí mismo como un Dios individual, y los poderes de Dios desarrollados. Resultando de todo esto que solo se pueden considerar inmortales el Espíritu y el Alma como su manifestación reencarnante.

Estas y otras muchas verdades más fueron enseñadas por Cristo a sus discípulos, los cuales y a su vez, también las enseñaron. Pero lo mismo que unos padres se valen de un cuento para inculcar a sus hijos una serie de verdades o normas morales, así mismo se valía Cristo de las parábolas para enseñar las verdades que en aquella época estaba preparada la humanidad para escuchar y comprender. Pero las iglesias occidentales no quisieron continuar en esa línea y rechazaron hacer oficial el renacimiento mientras que las orientales llegaron a tenerlo tan presente que muchos ni se esforzaban en progresar materialmente con tal de dedicarse al Espíritu. El cristianismo se centró demasiado en predicar la inmortalidad y la felicidad eterna para todo aquel que aceptara y practicara su doctrina a la vez que amenazaba con un infierno para los que la rechazaban. Sin embargo, hoy, lejos de ese Dios lleno de odio, se ha impuesto la sensatez y la razón y se habla de un Dios de amor aunque poco más sobre lo que se está tratando en esta obra.

San Pablo dijo que “El hombre cosecha lo que siembra” como también lo hizo Cristo cuando al responder a sus discípulos a la pregunta de ¿Quién pecó él o su padre para naciera ciego? dijo: “Es para que se cumpla la Ley”. Ambos, a través de estos pasajes bíblicos, están refiriéndose a la Ley de Consecuencia o de Causa y Efecto, normalmente conocida como la ley del karma. En otra parte añade San Pablo: “Alcanza tu propia salvación” lo que, como es obvio, la salvación (perfección espiritual) no se puede alcanzar en una sola vida, por tanto se está refiriendo a laLey de Renacimiento a través de la cual se alcanzará algún día el nivel de Cristo y más aún como Él mismo dijo cuando afirmo: “Sed perfectos como vuestro Padre en el Cielo es perfecto”. Para poder superar el mal, para hacernos perfectos y, por tanto, elevarnos al cielo no hay otro camino que el del renacimiento que va unido a la Ley de Consecuencia. El hombre lucha por progresar y superarse, el Alma está deseosa y colabora para que el hombre encuentre el camino de salvación y perfección porque sabe que es inmortal, pero ambos saben, (una vez se toma conciencia de estas verdades) que esa inmortalidad nada tiene que ver con el goce en el cielo o castigo en el infierno para toda la eternidad. Tarde o temprano la humanidad tendrá conocimiento de esta enseñanza oculta y, cuando así sea y tenga conciencia de que es un Espíritu Divino inmortal hermano de todos los seres humanos, descenderá el cielo a la Tierra como preparación para la segunda venida de Cristo. El hombre y el Alma se deben fusionar en algún momento de su evolución para alcanzar la inmortalidad en el Espíritu Uno.

Además de ser inmortal, el Espíritu diferenciado de Sí mismo por Dios, es la propia conciencia no interrumpida, es decir, cuando el Alma ya no necesita renacer y ha adquirido la perfección en los diferentes cuerpos y sus correspondientes mundos. Ahora somos “inmortales” como Yo superior que siempre está en vigilia procurando ayudarnos en nuestra vida cotidiana como personas, pero nosotros, como conciencia personal, no lo somos puesto que es temporal y física hasta el momento de la muerte. El día en que el hombre alcance cierto grado de desarrollo espiritual, normalmente llamado “iniciación”, podrá tener continuidad de conciencia y para él no existirá lo que hoy llamamos infierno, purgatorio y cielo; entonces obtendrá un estado de conciencia de eterna felicidad celestial. 

Claro que estas enseñanzas esotéricas no van a convencer al materialista incrédulo como tampoco se convencería una persona que lleve aislada del mundo desde su nacimiento, de todo lo que se puede hacer con las nuevas tecnologías; ambos dirían “Mientras no lo vea no lo creeré” Aunque así sea, el origen del hombre, en su esencia, es inmortal y la muerte, por tanto, es temporal porque solo tenemos conciencia del cuerpo y del mundo físico. La misma Biblia en el Antiguo Testamento ni en los Evangelios, refiriéndose al hombre como alma humana, menciona la palabra “inmortal”, pero San Pablo sí la menciona varias veces en sus Epístolas. Por ejemplo: “Esto mortal debe ser vestido de inmortalidad” refiriéndose a la perfección que se debe alcanzar; “Cuando esto mortal fuere vestido de inmortalidad”, que se refiere a lo mismo, también cuando habla de que “La inmortalidad se concede a quien la busca”; que “Solo Dios es inmortal” o cuando habla de la “Adoración al Rey de los siglos, inmortal e invisible”. Sin embargo, la Biblia deja claro que “El Alma que peque debe morir”. San Juan dice que “De tal manera ama Dios al mundo que ha dado a Su Hijo para que todo aquel que crea en Él no se pierda y tenga una vida eterna”. Este es el único camino que nos puede llevar a la unión con el Espíritu, la práctica de la enseñanza de Cristo que es el que representa el Amor del Padre. Respecto a la muerte, se nos dice en Eclesiastés que no hay diferencia entre el animal y el hombre; “Como mueren los unos así mueren los otros y hay una misma respiración en todos”, lo que significa que la vida de ambos tiene el mismo origen divino mientras que el cuerpo (una vez muerto) vuelve a su origen atómico o a ser polvo.

La palabra “muerte” no aparece unida al Espíritu porque los que escribieron la Biblia sabían la diferencia entre el Espíritu y el cuerpo u hombre. Pero San Mateo sí se refiere a la inmortalidad y al renacimiento cuando menciona, hablando Cristo de Juan el Bautista, “Este es Elías”, o sea, el Espíritu de Elías había superado la muerte y estaba encarnado en San Juan Bautista. Por otro lado y refiriéndose a la absurda enseñanza de la resurrección del cuerpo, podemos leer en Job “Y después de que mi piel y aún éste mi cuerpo sean deshechos; entonces sin mi carne he de ver a Dios”; lo que invalida lo que dice el Credo de los Apóstoles que fue escrito siglos después de que murieran. También sabemos por la Biblia que “la sangre y la carne no pueden heredar el Reino de Dios” y que “en la resurrección (cuando no necesitemos renacer y estemos en los mundos espirituales) no habrá casamientos ni dados en matrimonio; lo que significa que estaremos en otro cuerpo espiritual y no de carne. En Corintios se dice que “la simiente es puesta en la tierra en cada ocasión para formar un nuevo cuerpo”, si a esto añadimos que la materia del cuerpo se renueva varias veces durante una misma vida ¿Qué átomos formarían el cuerpo de resurrección si esa teoría fuera cierta?

El Alma o Yo superior existirá aún después de desaparecer la Tierra como escuela para la evolución del Espíritu o desarrollo del Alma, porque cuando el Alma ya no necesite renacer en cuerpo físico continuará su evolución en los mundos superiores. La liberación o no necesidad de renacimiento en la Tierra, no significa que se haya alcanzado la meta de perfección ni la unión con el Espíritu pero sí que ninguna ley obliga a renacer. Por tanto, quien lo hace (como actualmente ocurre) es a modo de sacrificio y para ayudar a los reinos u oleadas de Espíritus que necesiten evolucionar en este planeta a través de otras formas. El hombre comienza a acelerar el proceso de liberación respecto al renacimiento en cuerpo físico cuando conoce la Verdad sobre su propia naturaleza y su relación con Dios. Unos se liberarán por medio del servicio y el amor al prójimo, otros por medio de la razón, la intuición, el discernimiento, etc., y otros a través de ambos caminos que es lo que representa esta pequeña enseñanza, es decir, por el conocimiento y práctica de la filosofía oculta y de una escuela iniciática. Esta enseñanza o filosofía espiritual no solo facilita la manera de vencer el miedo a la muerte, sino que también enseña el sendero que hay que recorrer, las verdades que ayudarán a recorrerle, y las ayudas que se puede obtener para vencer los obstáculos. El hombre se debe conocer a sí mismo para vencer su naturaleza animal que le ata a lo material y para desarrollar el Alma que le puede llevar a la liberación del renacimiento; entonces vivirá eternamente en el Paraíso, de donde procede, pero con los poderes del Espíritu y sin ninguna tentación que le pueda vencer.


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