domingo, 20 de marzo de 2016

Entrada triunfal de Jesucristo a Jerusalen




Estimados amigos en el sendero estrecho de La verdad:

Hoy es el sábado víspera del Domingo de Ramos, domingo que recuerda la Entrada Triunfal del Gran Maestro de maestros a la Ciudad de Jerusalén.
Sin embargo, si bien es reconocido ampliamente la conmemoración de dicho Domingo, poco es reconocido que este sábado víspera fue el día en que ocurrió el suceso extraordinario conocido bíblicamente como el día de La Resurrección de Lázaro por Nuestro señor Jesucristo y que JUSTAMENTE LA ENTRADA TRIUNFAL DE JESUCRISTO A JERUSALEN SIGNIFICÓ PARA LOS DISCÍPULOS DE CRISTO EL FESTEJO DE ESTE SUCESO , conocido en la Filosofía Oculta cristiana como La Primera Iniciación de Fuego impuesta por Cristo.

Para meditar sobre estas verdades tan profundas y esenciales para el aspirante sincero a la vida Superior, fue que una de las principales amigas y discípulas de Max Heindel, y bajo la inspiración y asistencia de éste -según ella misma Corinne Heline lo indica- es que fue dado al mundo la Obra Misterios de los Cristos, en cuyos Capítulos X a XIII se da información específica sobre la Iniciación de Lazaro y la Pasión de Jesucristo en Getsemaní.
SE ADJUNTA EL TEXTO REVISADO TRADUCIDO DE dichos capítulos.
Que sea para el enriquecimiento de todos y cada uno de nosotros para el exclusivo Servicio a la Humanidad.

                                                              CAPÍTULO X

            ETAPAS PREPARATORIAS, DESDE LÁZARO HASTA GETSEMANÍ

            Habiendo pasado la Cuaresma en profunda meditación sobre los próximos Misterios de la Pascua, el candidato está ya preparado para penetrar en los Divinos Misterios mismos, tal y como se celebran anualmente en los planos internos, en ese tiempo sagrado del año, cuando el Cristo Arcángel retorna a Su hogar en el Sol Espiritual. Conocer estos Misterios es penetrar en lo más profundo de la más iluminadora de todas las revelaciones espirituales hechas jamás a los hombres: El Misterio de Cristo. Algo de la verdad de la Pascua puede captarse mediante el estudio de sus aspectos externos; pero, sólo mediante una aproximación espiritual, puede descubrirse su trascendentalísima significación. En la primitiva iglesia, la Cuaresma era tiempo de seria y profunda preparación, para afrontar las pruebas y tests de la Semana de Pasión que, pasados con éxito, conducían al progreso en los siempre ascendentes Grados de la Iluminación.
            La cristiandad ortodoxa, al haber perdido las claves de la Iniciación, acentúa la Pascua histórica; la cristiandad esotérica, por su parte, enfatiza su aspecto iniciático en términos de desarrollo espiritual individual. La ortodoxia se centra en la Pasión de Cristo, mientras que el cristiano esotérico se concentra sobre los efectos de la Pasión dentro de sí mismo, reconociendo que él también es un Cristo en formación. De ahí la afirmación de Orígenes, el Maestro alejandrino de los Misterios Cristianos durante la tercera centuria, de que "los sucesos de Palestina resultan inútiles para nosotros, a no ser que tengan lugar en nuestro interior". Y, en el mismo sentido, las palabras del santo medieval Angel Silesio:
            "En vano habrás puesto la esperanza en la cruz del Gólgota, si no ha sido erigida de nuevo dentro de ti mismo".
            Igual que los Antiguos, los Grandes Misterios, inaugurados por Cristo, se dividen en tres etapas o Grados principales.
            El Primero es el Rito de la Purificación, relativo a la limpieza de la naturaleza inferior de la vida sensible. Conduce a lo que, comúnmente, se llama "vivir la vida". Cada etapa del Sendero lleva consigo una compensación espiritual. La de este Primer Grado consiste en la facultad de servir como Auxiliar Invisible consciente. Muchas clases de discípulos que habían alcanzado este Grado, y sus poderes anejos, se mencionan en el libro de los Hechos de los Apóstoles.
            El Segundo Grado es el Rito de la Iluminación. Mediante él, se ponen en movimiento ciertas corrientes en los vehículos internos del hombre, que despiertan las facultades de la clarividencia y la clariaudiencia positivas. Tanto en los Evangelios como en los Hechos de los Apóstoles se pueden encontrar muchos ejemplos de tal consecución.
            El Tercer Grado es el de Maestro. Su consecución es el Matrimonio Místico entre la personalidad y el espíritu, que queda entonces consumado. Las fuerzas del yo personal se han sublimado de tal modo que se ha podido lograr su perfecta unión con el espíritu interno. Los cielos y la Tierra, al unísono, rinden obediencia al que tal cosa ha logrado puesto que, en verdad, se ha convertido en Maestro de todo lo que maneja.
            La pista relativa a este Grado está disimulada en el relato de las Bodas de Caná de Galilea, con el que Juan inicia su Evangelio. Como esta boda pertenece al Tercer Grado, se dice que tuvieron lugar "el tercer día". La palabra "Caná" significa "sanar" o "avanzar", y la palabra "Galilea" significa "la blancura de la nieve". Juan empieza su Evangelio con la fiesta de bodas porque informa a los que pueden discernir su significado interno, al punto del Sendero al que él mismo había llegado.
            Hay "claves" colocadas en los relatos bíblicos de las vidas de los seguidores de Cristo y que, para los lectores iniciados, indican el Grado específico hasta el que habían progresado y que, además, sirven para bosquejar el proceso de desarrollo a los aspirantes esotéricos que intentan tomar el Sendero de la Cruz y seguir el Camino del Discipulado Cristiano.
            La mayor parte de los Evangelios está dedicada al trabajo de los hombres y mujeres discípulos de Cristo, y al esfuerzo que hicieron para alcanzar la iluminación en los Misterios Cristianos durante la espiritual Marea Pascual. Esos días han sido denominados la "Semana Grande", a causa de la inmensa significación de los acontecimientos a ellos asociados, y también la "Semana Santa", a causa de la profunda santidad de los Misterios a que se refiere.
            La Semana Santa comienza con la Entrada Triunfal en Jerusalén y concluye con la gloria de la Resurreción, cuando la muerte es, verdaderamente, transformada en vida. Entre estos dos acontecimientos se encuentran las Estaciones de la Cruz, que constituyen la Vía Dolorosa o Camino del Dolor. Vienen tras el Domingo de Ramos y la Pascua. Suceden a los hosannas que acompañan a la Entrada, y preceden a la Resurrección, en que la conciencia de Cristo, que estaba despertando el Domingo de Ramos, se eleva a la oleada de gloria de la vida iluminada y resurrecta de la alborada de Pascua. El ideal, antes entrevisto, se hace realidad.

                                               LA INICIACIÓN DE LÁZARO
            La excelsa labor de Iniciación desarrollada durante la Semana de Pasión, se inaugura, el sábado anterior a la Entrada Triunfal, con la Iniciación de Lázaro. Debido a la trayectoria ascendente de la evolución humana, las antiguas fases de la Iniciación, así como ciertos aspectos de la religión de Jehová, estaban muriendo. Cristo vino para "hacer todas las cosas nuevas". Las fuerzas que liberó con Su venida eran necesarias para salvar a la Humanidad de extraviarse en un materialismo que estaba destinado a hacerse más y más denso durante los siglos venideros. Pero, en un proceso ordenado de crecimiento, lo nuevo crece e incorpora los valores conquistados por lo antiguo. Por eso, en el Rito iniciador de Lázaro se combinaron los procesos prevalecientes en el ritual antiguo y los que se trataba de instaurar, dando esa mezcla como resultado el nacimiento de los Nuevos Misterios Cristianos. Este acontecimiento, por tanto, señala el comienzo de los Misterios de la Semana Santa o las profundas enseñanzas espirituales sobre las que se fundó la Iglesia Cristiana inicial.
            El gran poder que detentó la Iglesia Cristiana Inicial, el poder de curar y de hacer milagros, derivaba del conocimiento de los Misterios. Luego, cuando los intereses mundanos fueron invadiendo la iglesia y el pensamiento materialista oscureció su conciencia, perdió contacto con la fuente original de poder, y cayó en una relativa impotencia, situación que se ha prolongado durante centurias y que continúa en nuestros días. Hasta que la iglesia no haga suyas, de nuevo, las verdades de la Iniciación, no recuperará el poder suficiente para conducir a la Humanidad hacia la necesaria regeneración, lo cual la calificará para establecer un orden cristiano sobre la Tierra. Ha habido siempre algunos, sin embargo, tanto dentro como fuera de la iglesia, que han conservado la luz interior y han preservado para la Humanidad la Sabiduría de las Enseñanzas Iniciáticas. Son los que conocemos como santos ilustres, cuyas vidas y hechos han escrito gloriosas páginas de la historia, a lo largo de los tiempos.
            El trabajo del Primer Grado, de los tres de que se componen los Misterios Cristianos, lo constituye la Purificación. Afecta primordialmente al cuerpo de deseos. El trabajo del Segundo Grado lo constituye la Iluminación y afecta especialmente al cuerpo vital. El Rito del Tercer Grado, denominado del "Maestro", unifica las fuerzas del cuerpo de deseos y el vital, de tal manera, que el espíritu iluminado puede establecer contacto con el mundo interno y entrar en comunicación consciente con seres pertenecientes a los reinos suprahumanos e infrahumanos.
            En el Rito de la Purificación se le enseña al neófito cómo vivir una vida casta e inofensiva. Si el aspirante permanece fiel a los principios establecidos para este Grado, experimenta, en su momento, un despertar de ciertos centros latentes del cuerpo de deseos. Obtenido esto, adquiere conocimientos, de primera mano, relativos a los planos situados más allá del alcance de los sentidos físicos.
            La siguiente etapa del desarrollo esotérico, la del Segundo Grado o Rito de la Iluminación, consiste en conseguir que los recién despertados centros del cuerpo de deseos, impresionen o sensibilicen los centros correspondientes del cuerpo vital. Con tal fin, el aspirante ha de practicar ciertos ejercicios de concentración y meditación, hasta que se desarrollan la clarividencia y la clariaudiencia.
            Estos resultados se obtenían en las Iniciaciones precristianas de modo muy distinto. En los antiguos Ritos de Egipto y Babilonia, por ejemplo, derivados originariamente de los Ritos Atlantes, el (espíritu del) candidato a la Iniciación era extraído de su cuerpo físico por el Maestro Supervisor, junto con sus cuerpos de deseos y vital y, en los planos internos, los centros activos del cuerpo de deseos activaban los del cuerpo vital durante un período de tres días y medio. Era, pues, necesaria, una situación anormal, dirigida por un Maestro Iniciado, para conseguir el fin propuesto.
            Con la venida de Cristo, esa situación cambió y se hizo posible para el hombre obtener el mismo desarrollo, pero en estado de vigilia y sin necesidad de estados anormales ni de supervisiones elevadas. Tras despertar del estado de trance, el neófito era considerado, en las iniciaciones precristianas, como alguien que había resucitado de entre los muertos. Verdaderamente, era un "recién nacido", puesto que había adquirido facultades supranormales y poderes de que antes carecía.
            El pensamiento materialista y sensual tiende a entrelazar de tal modo los cuerpos de deseos y vital, que hace la iniciación extremadamente difícil, si no imposible. Tal era el estado de la Humanidad, en general, en el momento de la venida de Cristo Jesús. Su labor consistió en liberar al hombre de esa barrera que le privaba del desarrollo espiritual. Los comienzos de tal logro se obtienen mediante la concentración y la meditación, a los que se añade el ejercicio vespertino de la retrospección; los tres formaban parte de las enseñanzas de la iglesia primitiva. Durante la concentración, el polo masculino del espíritu o voluntad, es el predominantemente activo; durante la meditación, el factor dominante es el polo femenino o imaginación. Mediante estos ejercicios, los centros del cuerpo de deseos pueden imprimirse en el cuerpo vital sin disociar éste del cuerpo físico. Actualmente, debido al materialismo prevaleciente, la dificultad para extraer ambos vehículos al modo precristiano es tan grande que podría llegar a ser catastrófico. Su resultado, con demasiada frecuencia, sería la locura o, incluso, la muerte.
            Para recibir la nueva forma de Iniciación Cristiana se eligió al más avanzado entre los seguidores de Cristo. Fue el discípulo amado del Maestro, cuyo nombre de iniciación fue "Lázaro". Lázaro significa "aquél a quien Dios asiste". Fue su elevado estado de desarrollo lo que le capacitó para responder a la llamada: "Lázaro, sal fuera" y, luego, a la gran recomendación de su Maestro: "Desembarazadlo y dejadlo libre".
            Fue el maridaje que se produjo con la resurrección de Lázaro, entre lo viejo y lo nuevo, lo que produjo tan gran regocijo entre el pueblo cuando Cristo Jesús hizo, el Domingo de Ramos, su entrada triunfal en Jerusalén, al día siguiente del acontecimiento iniciático.

                                               LA ENTRADA TRIUNFAL
            Cada acontecimiento de la vida de Cristo Jesús durante la Semana de Pasión, representa alguna fase de Iniciación en los Misterios Cristianos. La Entrada Triunfal representa los gozos, así como el Calvario simboliza los sufrimientos. Para las masas que presenciaban la procesión del Domingo de Ramos, ésta no era sino la atribución de honores al gran Maestro que, durante los tres últimos años, había realizado tales milagros entre ellos, que había hecho ver a los ciegos, andar a los tullidos y sanar a los enfermos. Pero, para los cristianos esotéricos, su significado era más profundo. Para ellos era una manifestación externa del santo gozo que experimentará toda la Humanidad cuando haya alcanzado la conciencia crística, hecha posible, gracias al recientemente instaurado nuevo procedimiento de Iniciación en los Misterios Cristianos.
            Los hosannas de las multitudes que bordeaban el camino, a lo largo del cual pasó el Maestro durante Su Entrada Triunfal, no eran sino el eco de los coros angélicos que saludaron el nacimiento de Jesús. Entonces habían cantado: "Paz en la Tierra y buena voluntad hacia los hombres"; el día de Su entrada en Jerusalén para los acontecimientos finales de Su ministerio terrenal, cantaban: "Bendito sea el Rey que vino en nombre del Señor; paz en los cielos y gloria en lo más alto". Por tanto, anunciaban el amanecer de la Nueva Dispensación, bajo la cual, cada hombre está destinado a convertirse en rey de su propio reino espiritual y a caminar en el nombre del Señor o en la Ley del Amor, la Luz y la Verdad.
            El escenario de la Entrada Triunfal fue Jerusalén, la ciudad de la Paz, que representa el corazón o centro del amor en el cuerpo, el primero en el que comienza a vivir el Espíritu de Cristo. El asno, sobre el que Cristo marchaba, simboliza la Antigua Sabiduría. Y las palmas esparcidas sobre el camino representan consecuciones victoriosas. Por tanto, Cristo escenificó, mediante Su Entrada Triunfal, algo que apuntaba a la gloria de la Nueva Edad, cuando las verdades de los Misterios Cristianos se hayan convertido en la religión universal de la Humanidad.
            El Maestro había enviado a dos de Sus discípulos, Pedro y Juan, a preparar Su entrada, diciéndoles que "fuesen al pueblo frente a ellos", donde encontrarían un pollino; que se lo trajeran y, sobre él, Cristo cabalgaría hacia Jerusalén.
            El "pueblo de enfrente" es el Sendero, que siempre se extiende ante el aspirante; y el pollino, símbolo de la sabiduría, que nunca había sido montado, es el recién liberado impulso espiritual, que dio nacimiento a los Misterios Cristianos. El hecho de que esos discípulos supieran el camino del pueblo y trajesen enseguida el pollino, significa que ellos habían sido ya iniciados en el Sendero Cristiano de la Iluminación Espiritual.

                                               EL MAESTRO EN BETANIA
            Todas las noches de la Semana Santa, el Maestro las pasó en el amado hogar de Su seguidor más avanzado espiritualmente, Lázaro, y de sus dos hermanas, Marta y María. El lunes santo, lo dedicó a instruir a estos discípulos en las fases más profundas del trabajo iniciático.
            Es interesante llamar la atención sobre el hecho de que, de esos tres discípulos, dos eran mujeres. Y esto es más notable aún, si se tiene en cuenta el status inferior a que las mujeres eran entonces relegadas, especialmente en los países de Oriente. Pero, viniendo, como vino, a elevar a la Humanidad toda, quiso dejar bien sentado que las dos polaridades, la masculina y la femenina, han de llegar a equilibrarse. Él mismo extendió Su consideración a las mujeres y al elevado lugar que, justamente, debían ocupar, reconociendo que anticipaba la posición que asumirán en el mundo cuando la Nueva Edad Acuaria, de igualdad y camaradería entre los sexos, se haya hecho totalmente manifiesta.
            Las dos discípulas femeninas representan los dos senderos: Marta, la mentalidad y el sendero del trabajo. Marta estaba siempre ocupada "en muchas cosas"; María tipifica el sendero del corazón, el camino de la devoción. Renunciaba a todo para sentarse a los pies del Maestro. De las dos, el Maestro observó que ésta había hecho la mejor elección.
            Como se ha dicho, los centros sensibilizados del cuerpo de deseos, imprimen su huella sobre los correspondientes del cuerpo vital, de acuerdo con determinados procesos que tienen lugar a lo largo del desarrollo espiritual. Un cuerpo preparado de tal modo, adquiere una luminosidad que es el más preciado regalo para Cristo, puesto que significa una vida de dedicación y, por tanto, calificada para servir, en el plano externo y en el interno, como Auxiliar Visible e Invisible. Ahí se puede encontrar el verdadero significado de la rotura del tarro de alabastro por María, a los pies del Maestro, ungiéndolos con fragante aceite. En la simbología cristiana primitiva, un tarro representaba el alma. La afirmación de que el perfume de su tarro llenó toda la casa significa que su fragante cuerpo del alma vestía la luminosa blancura del tarro de alabastro que María dedicó al servicio del Señor.

                        LUNES, MARTES Y MIÉRCOLES DE LA SEMANA DE PASIÓN
            El lunes de la Semana de Pasión, como se ha dicho, lo pasó el Señor en Betania con Lázaro, Marta y María. Las profundas enseñanzas dadas a las dos hermanas durante ese tiempo están hermosamente descritas en la alegoría de la cena que se le ofreció en casa de Lázaro, y a que se refiere el capítulo doce del Evangelio de San Juan. Los procesos iniciáticos están frecuentemente velados con cenas o banquetes, puesto que alcanzar tal exaltación de conciencia es, verdaderamente, un banquete para el alma, más allá de toda comparación.
            Aunque Marta, la neófita, estaba preparada para su promoción espìritual por su servicio, el texto deja entender claramente que aún no lo estaba para participar en la comida iniciática. Lázaro, el "recién nacido", se sentó a la mesa con el Maestro y participó con Él, libremente, del pan de los cielos y de las aguas de la vida eterna.
            María estaba en el mismo umbral del Templo de la Luz, como indica su ceremonia de dedicación, consistente en ungir los pies del Maestro durante la cena.
            El martes, el Maestro comenzó a impartir a otros hombres y mujeres lecciones avanzadas, conducentes al glorioso Rito de la Resurrección. El Libro de los Proverbios fue el texto empleado en esa ocasión, debido a que sus poderes mantrámicos son tales, que pueden estimular y elevar ciertas corrientes del cuerpo vital, que han de activarse en el proceso iniciático.
            El miércoles, Judas sucumbió a la tentación de los sumos sacerdotes, que tipifican la humana razón o mente mortal, no iluminada por el poder del espíritu. Las treinta monedas de plata se refieren numéricamente, a la tríada (3+0) compuesta por el cuerpo físico, el cuerpo de deseos y la mente inferior o concreta. Cuando esos cuerpos o principios actúan en el nivel inferior, como sucedió con Judas al llevar a cabo la gran traición, se destruyen siempre a sí mismos, como ocurrió con él, al suicidarse. Este fracaso de Judas indica que no había logrado pasar el Primer Grado o Rito de la Purificación.

                                                           EL JUEVES SANTO
            Para preparar el Rito de la Eucaristía, que tuvo lugar el Jueves Santo, Cristo comisionó a dos de Sus discípulos para ir a la ciudad, donde encontrarían a un hombre con un cántaro de agua. Debían seguirle hasta una casa en la que debía prepararse una gran "habitación superior" para la llegada del Maestro y Sus discípulos. Irían a celebrar juntos allí la cena de Pascua.
            Estas instrucciones son, realmente, un anagrama críptico perteneciente al desarrollo esotérico del aspirante. El hombre que lleva un cántaro de agua hace referencia a Acuario, el signo del Portador de Agua, regente de la Nueva Edad, en que el espíritu de la verdadera iluminación será derramado de nuevo sobre toda la carne, y cuya preparación tenía lugar entonces. La "habitación superior" es la cabeza, la cual, cuando está "amueblada y a punto", gracias al despertar de los centros espirituales de su interior, proporciona la visión de los mundos internos y superiores. Con la glándula pineal y el cuerpo pituitario despiertos y activados, se levanta el velo del Sancta Sanctorum y el hombre se encuentra en presencia de su propio Yo Superior, como creado a imagen y semejanza de Dios y capaz de manifestar los poderes del hombre crístico.
            A la luz de esta lectura simbólica, puede deducirse cuál era el status espiritual de Pedro y Juan, los dos discípulos enviados delante por el Maestro. Ambos habían sido ya encontrados dignos de entrar en la "sala superior". Suyo era entonces el privilegio de preparar el camino para cualquiera que, en cualquier tiempo futuro, desease seguir sus pasos.

                                               EL LAVATORIO DE PIES
            Quizás la humildad y la voluntad y disposición para servir a todos y a cada uno, sea la más importante lección que ha de aprender el candidato a la Iniciación. Hasta que esta lección no ha sido dominada, el hombre no se encuentra suficientemente cualificado para gobernar y manejar con seguridad los poderes que la Iniciación le confiere. Hay una ley fundamental de la evolución que establece que los más avanzados sólo pueden continuar su subsiguiente progreso si se detienen para servir a los más rezagados y para ayudarles a alcanzar niveles superiores. El sacrificio propio yace en el corazón de toda verdadera consecución. Y fue por obediencia a esta ley cósmica por lo que el Lavatorio de Pies precedió a la más excelsa de las enseñanzas que el Maestro impartió al círculo de Sus más próximos discípulos a lo largo de todo Su ministerio terrenal. "Si no te lavo - respondió Él cuando Pedro protestó que el Maestro no debía humillarse así -, no tendrás parte en ". La humildad y el olvido de sí mismo son las palabras de pase para la consecución más elevada. Es aquél que se anula el que lo alcanza todo.
            Cristo conocía el elevado destino que aguardaba a Pedro, cuando su orgullo e impetuosidad fueran reemplazados por una serena humildad. Consecuentemente, Pedro se convirtió en la figura central de la escena del lavatorio con la cual se da, a todos los discípulos de todos los tiempos, la suprema lección, objetiva, de la humildad, como requisito previo para la consecución espiritual.
            Debido a la vieja costumbre de lavar los pies a los pobres en este día, en cumplimiento del "nuevo mandamiento", la iglesia lo denominó Jueves del Mandato, término derivado del latín "mandatum", que significa "mandamiento".

                                                           LA ÚLTIMA CENA
            "Si tú te elevas a Cristo para celebrar la Pascua con Él, Él te dará el pan de la bendición, Su propio cuerpo; y te entregará Su propia sangre". - escribió Orígenes, el místico primitivo cristiano.
            La última Cena o Rito de la Eucaristía ha formado parte de todas las enseñanzas iniciáticas que se han dado al hombre en todos los tiempos. En Egipto, los místicos pan y vino significaban las bendiciones del dios sol, Ra. En Persia, la Eucaristía formaba parte de los Misterios de Mitra. En Grecia, el pan estaba consagrado a Perséfone y el vino a Adonis. También se refiere a este rito un viejo fragmento del indio Rig-Veda: "Hemos bebido soma; - dice - nos hemos hecho inmortales; hemos entrado en la luz; hemos conocido a los dioses".
            Cada edad, pueblo o religión han recibido este sacro ritual del pan y el vino, y siempre ha sido observado como el ceremonial que ha proporcionado las más elevadas enseñanzas que en ese momento se podían impartir. Con cada era y cada religión posteriores, al ampliarse la revelación divina, el ritual eucarístico ha ido adquiriendo significados más profundos, alcanzando su más honda significación espiritual cuando Cristo, el Supremo Maestro del Mundo, celebró el Rito con Sus discípulos en la Sala Superior, en la medianoche del Jueves Santo, inmediatamente anterior al Viernes Santo o Día de la Pasión. Entonces Cristo enseñó a Sus discípulos cómo manifestar los poderes del Grado de Maestro.
            En la célebre carta de Plinio a Trajano, escrita el 112 d. C., dice que, determinados días, los primitivos cristianos celebraban dos reuniones: Una, antes del alba, en la que cantaban himnos a Cristo y se comprometían, mediante un "sacramento," a no cometer ningún crimen; y otra, al anochecer, en la que tenía lugar el Ágape o Banquete del Amor.
            El vino simboliza el cuerpo de deseos, limpio y transformado, del discípulo. El pan representa el puro y luminoso cuerpo etérico. Mediante la combinación de las fuerzas espirituales de estos dos vehículos, debidamente preparados, es como se pueden manifestar los poderes correspondientes al Maestro. Cada uno de los santos hombres y mujeres que participaron en la Última Cena con Cristo, habían purificado sus cuerpos de deseos y vital, de tal modo, que fueron capaces de recibir y transmitir los poderes crísticos para la curación y la iluminación espiritual de todos a los que les fue dado servir.
            Viviendo una vida pura e inofensiva durante un período, cuya duración varía según el desarrollo anterior existente, la conservación en el cuerpo de la fuerza creadora de vida, produce una fuerza vital de orden superior que irradia del cuerpo y que puede ser dirigida y utilizada a voluntad en servicio de los demás. Esta emanación etérica, en la noche de la Última Cena, alcanzó en los discípulos un grado de luminosidad que nunca antes había alcanzado. Cada uno de ellos entregó esa emanación anímica a Cristo en el momento de la Última Cena. Dirigiendo esa fuerza hacia Sí mismo e incrementándola con Sus propios poderes divinos, Cristo apareció ante ellos en toda la gloria del cuerpo de Su Transfiguración. Entonces derramó esta poderosa corriente de energía sobre el pan y el vino, magnetizándolos con la magia de la alquimia espiritual, hasta que ambos brillaron con el esplendor de joyas indescriptibles.
            En posteriores celebraciones de la Eucaristía por los primitivos cristianos, los poderes divinos desarrollados por el ceremonial magnetizaban el pan y el vino, de tal modo y hasta tal grado, que las sustancias así santificadas se empleaban muy frecuentemente para curar a los enfermos. Por eso la Eucaristía era denominada, propiamente, "la medicina de la inmortalidad".
            La Cena de aquella primera noche de Jueves Santo concluyó con el Padrenuestro, un mantra de inmenso poder, si se emplea correctamente, y con el "beso de la paz". Con ello se expresaban la unidad y la armonía que habían logrado y la reserva común de poder espiritual que habían generado, con el fin de derramar el impulso de Cristo por el mundo, para su consuelo y redención. Habían alcanzado la verdadera fraternidad, que es el primer requisito para el éxito efectivo del grupo. Aquí se encuentra la respuesta a la pregunta, tantas veces formulada, de: "¿Estuvo Judas presente en la Última Cena?".
            San Ambrosio, obispo de Milán en el siglo cuarto, escribe que en el ritual practicado por los primeros cristianos, el pan era partido y agrupado formando una figura humana, representando así el cuerpo de Cristo, destrozado por el mundo, con el fin de que la Humanidad caída pudiera ser salvada.
            Las Iniciaciones Menores son nueve en número y se corresponden con los Nueve Misterios de la vida de Cristo Jesús que son éstos:
            1.- Encarnación
            2.- Natividad
            3.- Circuncisión
            4.- Transfiguración
            5.- Pasión
            6.- Muerte
            7.- Resurrección
            8.- Glorificación
            9.- Ascensión

            El cuerpo humano es el templo del espíritu interno y cada etapa de la expansión de conciencia produce el correspondiente desarrollo en el cuerpo físico. Desde el punto de vista de la anatomía oculta, el pan consagrado representa la nueva fuerza vital que se ha producido en el cuerpo como consecuencia de la conservación y transmutación de la sagrada fuerza creadora.
            El Cáliz o Santo Grial representa el nuevo órgano etérico que ya ha comenzado a formarse en el cuerpo de los pioneros de la Nueva Era. Este órgano tiene su centro de poder en la laringe, la cual se convertirá en el instrumento para pronunciar la Divina Palabra Creadora. Este poder se habrá adquirido cuando la fuerza vital creadora, centrada ahora en la base de la espina dorsal, haya sido elevada hasta su punto más alto, en la cabeza, y el proceso físico creador se haya sublimado en su contraparte espiritual.
            El "cáliz de la flor" o nuevo órgano espiritual que se está formando ahora en la garganta, formará un eslabón que conectará directamente la cabeza y el corazón, con el resultado de que el hombre será capaz de pensar con el corazón y de amar con la cabeza. Este nuevo órgano le permitirá recuperar la memoria de las vidas pasadas. Esta recuperación no será entonces más difícil de lo que ahora resulta recordar acontecimientos acaecidos algunos años atrás en esta vida. Cristo se refería a este desarrollo cuando dijo: "No beberé más del fruto de la vid hasta el día en que lo beba de nuevo en el Reino de Dios".
            El significado oculto del Santo Grial ha sido el mismo a través de los siglos, como bien indica la siguiente cita de Apuleyo, filósofo romano del siglo segundo. Describiendo esa copa como simbólica del órgano en desarrollo en la garganta, dice que, en la procesión de los Misterios, "uno transportaba un objeto que alegraba el corazón, un invento exquisito, sin comparación con ninguna criatura viviente, hombre, pájaro o bestia: un maravillosamente inefable símbolo de los Misterios, para que fuera contemplado en profundo silencio. Tenía la forma de una pequeña urna o copa de oro bruñido; su tallo se prolongaba lateralmente, proyectando como un largo riachuelo; a su alrededor culebreaba una serpiente de oro, doblando su cuerpo en ondas e irguiéndose".
            El vástago o tallo de este órgano, en forma de copa, está formado por la esencia del fuego kundalini de la espina dorsal, cuando se eleva, como una serpiente, hacia la garganta y la cabeza, y se convierte en el cáliz de una luminosa flor. La serpiente es un símbolo universal de la sabiduría arcana. Por eso al iniciado se le llamaba "serpiente" en los misterios egipcios. En la Escuela Cristiana se le denomina "Hijo del Hombre" y, cuando los Misterios que ella enseña hayan florecido completamente, habremos entrado en el Signo de Acuario o Edad del Hijo del Hombre.
            En el exaltado estado de conciencia alcanzado durante el ceremonial de la Cena, los discípulos pudieron ver los "registros cósmicos" y contemplar allí los acontecimientos que tendrían lugar en los años que les quedaban de vida. Entonces tuvieron la posibilidad de aceptar o rechazar libremente esos acontecimientos. El hecho de que escogieran aceptarlos, difíciles como eran de soportar, evidencia el elevado estado que habían logrado, ya que, en todos los casos, lo previsto conducía a persecuciones diversas y, frecuentemente, al martirio. Pero habían renunciado al yo personal; salieron como almas crísticas, tan fortificadas, que no importaba lo que le pudiera suceder al cuerpo físico; el alma seguía adelante, segura y serena, hacia el triunfo cierto.

                                   EL RITO DE LA AGONÍA EN EL JARDÍN
            Desde la Sala Superior, el Maestro se encaminó, directamente, a Getsemaní. La agonía que allí experimentó marca otra etapa en Su Camino ascendente, tal y como ocurre en la vida de cada aspirante, cuando vive idéntica experiencia, en su viaje a lo largo del Sendero que conduce a la Iluminación.
            La Agonía de Getsemaní puede denominarse también el Rito de la Transmutación. Tras la elevación de conciencia adquirida en la Sala Superior y la adquisición de poder que lleva consigo, la siguiente etapa ascendente en el Sendero requiere que esa luz adicional y esa fuerza, se apliquen a la transmutación del mal y de las tinieblas existentes, tanto en nuestro interior como en el mundo, en bien y en luz. En el caso de Cristo Jesús, la agonía que experimentó fue el resultado de abrir Su puro y perfecto cuerpo al influjo de las corrientes del mal, de todas las categorías, que atrajo, procedentes del mundo exterior. Y recibió esas fuerzas en Su interior con el fin de elaborarlas alquímicamente e irradiarlas de nuevo al mundo transmutadas en fuerzas de rectitud. Tal es siempre el trabajo de los redentores de los hombres, sean de la naturaleza del Salvador del Mundo o sean de categoría inferior, pero que dedican sus vidas al amante y desinteresado servicio de los demás.
            El Maestro había confiado en que sus tres discípulos más avanzados, Pedro, Santiago y Juan Le asistiesen en Su Rito de la Transmutación. Pero, dado que no eran aún lo suficientemente puros e inegoístas, "se durmieron", o sea, que permanecieron interiormente ajenos al trabajo que se estaba llevando a cabo en el Jardín del Dolor.
            Getsemaní estaba en el Monte de los Olivos porque, como se ha dicho ya, era el lugar, de toda la Tierra, cargado de más elevada espiritualidad. Era el punto más indicado para que la agonía redentora pudiera ser soportada y consumada. El hecho de que la Tierra posea áreas en donde las fuerzas espirituales estén más fuertemente enfocadas y resulten más elevadamente cargadas, se corresponde con el de que el cuerpo humano posea centros localizados de percepción, tanto espirituales como físicos.
            Lo que Cristo realizó en el divinamente influenciado Jardín de Getsemaní, bajo los aleteos de ángeles y arcángeles, posee una inmensa importancia para toda la Humanidad: Marca el momento en que la evolución planetaria, en su conjunto, recibió un nuevo y poderoso impulso, destinado a conducirla a otra etapa en su siempre ascendente marcha.
            Pedro experimentó este Rito de la Agonía tras su triple negación, cuando, lleno de contrición, regresó al Jardín y enfrentó allí su propio Getsemaní. Allí, en aquel lugar altamente cargado y en comunión con huestes invisibles, Pedro, mediante el arrepentimiento y la purificación de su corazón, elevó su conciencia tan alto que ello le permitió estar luego preparado y recibir ayuda para la elevada Iniciación que le esperaba en el intervalo entre la Resurrección y la Ascensión.
            Juan, el amado, y María, la santa Virgen, hicieron frecuentes peregrinajes al Monte de los Olivos, vibrante de poder espiritual, cuando el Maestro ya no caminaba a su lado en cuerpo físico. Allí, las puertas del cielo se abrían y los ángeles y arcángeles bajaban a comunicarse con los hombres. Las leyendas místicas de la iglesia primitiva contienen muchas referencias a las reuniones celebradas por María, con los discípulos, en el Jardín de los Olivos, reuniones relacionadas siempre con algún aspecto del trabajo de Transmutación.
            El olivo posee raras propiedades ocultas y es uno de los árboles frutales más altamente sensibilizados. Crece sólo en áreas especialmente favorecidas. Se encuentra entre los pioneros del reino vegetal y, a lo largo de las edades, se le ha asociado con la curación y la regeneración, cualidades éstas inseparablemente unidas al proceso de transmutación. Por eso hay otras leyendas que aseguran que, tanto la cruz como la corona de espinas, símbolos de la consecución que sigue al proceso de Transmutación, estaban hechas de madera de olivo.
CAPÍTULO XI
LA MAGIA DEL VIERNES SANTO
           
Los cuatro Evangelios son fórmulas de iniciación. Mateo, Marcos y Lucas los empiezan con la Navidad o Sagrado Nacimiento, porque son formulaciones de los Misterios Menores. El Evangelio de San Juan comienza con el Rito del matrimonio Místico, porque es una formulación de los Misterios Mayores o Cristianos, y el más profundo Tratado de Iniciación jamás dado a los hombres. Rudolf Steiner, el eminente ocultista, dice que este Evangelio no debería ser considerado simplemente como un libro de texto, válida como es esta apreciación, sino como una fuerza espiritual. A los estudiantes esotéricos de las Escuelas de Misterios occidentales se les enseña a meditar diariamente sobre partes de este Evangelio.
            Durante el equinoccio de primavera, la naturaleza toda se encuentra bajo el hechizo de la mística unión de los principios del Agua y el Fuego. El fruto de esa unión son: La belleza, la armonía y la perfección. En primavera, la naturaleza manifiesta esta belleza porque la unión se ha consumado por obra de las grandes Jerarquías Estelares. El hombre ha de encontrar también en este sagrado Rito la clave de los Grandes Misterios o Misterios Cristianos, pero ha de aprender a realizar ese Gran Trabajo él sólo. Cristo se refería a este Rito del Matrimonio Místico cuando dijo al Maestro Nicodemo, que ya estaba familiarizado con el trabajo de los Misterios Menores, que debía nacer del Agua y el Fuego antes de que pudiera entrar en el Reino de los Cielos, o sea, en los Misterios Cristianos o Mayores.
            C/ uno de los sucesos de la vida del Señor Cristo, dados en los Evangelios, representa una determinada etapa a lo largo del Sendero de Iniciación. El hermoso ceremonial del Viernes Santo expresa la consumación de la consecución cristiana. El mundo cristiano observa este día como un tiempo de vigilia dolorosa. El místico cristiano, en cambio, experimenta ese día una extraña alegría espiritual. Él ve la Crucifixión como un medio hacia un más grande final, y la Agonía del Calvario se pierde de vista ante la contemplación del supremo gozo que la sigue. Comprende que la crucifixión del cuerpo ha de preceder siempre a la liberación del espíritu. Un Maestro dijo una vez a sus discípulos: "Sólo en momentos de intensa angustia encontrarás tus armas, y a tus hermanos en la Gran Causa".
            El músico iniciado Ricardo Wagner, que comprendió muchos aspectos del esoterismo cristiano, tuvo grandes vislumbres del profundo significado de este maravilloso día en su sublime drama Parsifal. Esta obra trascendental debe ser considerada como un tratado sobre la magia del Viernes Santo. Mucha de la hermosura y mucho del misterio de ese día, los incorporó a los pasajes musicales del hechizo del Viernes Santo que compuso para el último acto de su sublime drama musical.
            Cada aspirante que pretende hollar el Sendero es un Parsifal en determinado estadio de su evolución. También él, como Parsifal, conocerá el camino de la cruz y, si es paciente y persistente en hacer el bien, también como Parsifal, conocerá las sobrenaturales revelaciones anímicas que constituyen la magia espiritual del Viernes Santo.
            La escena del regreso de Parsifal, una brillante mañana de primavera, constituye  una de las bellezas de la naturaleza. Es Viernes Santo y una bendición de paz impregna todo el paisaje.
            Existe una extraña contradicción entre el éxtasis de la naturaleza en primavera, y el ceremonial de cuaresma observado en esa estación por la iglesia ortodoxa. Los lugares de culto se cubren sombríamente de negro o morado, mientras los penitentes hincan la rodilla, llenos de lágrimas de contrición, meditando sobre la Pasión de Cristo. La naturaleza, por el contrario, viste sus mejores galas y, por todas partes, se escuchan cantos de alegría y regocijo. Parsifal describe lo primero como "el día de la más oscura agonía divina", y lo segundo, diciendo: "¡Qué hermosos están los prados esta mañana!. ¡Expresan el infinito amor de Dios!"         Cuando el hombre cayó, esto es, cuando perdió su perfecto ajuste con su conciencia espiritual, perdió también el equilibrio entre los dos polos de su espíritu interno, el masculino y el femenino, o sea, el equilibrio entre el corazón y la cabeza. Esa falta de equilibrio trajo consigo dolor, pobreza, enfermedad y muerte al mundo. La cruz en la que Cristo permitió ser crucificado es el gran símbolo cósmico de esa gran pérdida de igualdad entre las dos polaridades de la naturaleza, humanamente representadas por el hombre y la mujer. La cruz se encuentra en todos los países, y ha sido utilizada por todos los pueblos, porque toda la Humanidad experimentó esa falta de equilibrio durante los primeros días de su viaje evolutivo.
            Pendiendo de la cruz, lo cual, de acuerdo con la tradición esotérica cristiana, fue, a la vez, literal y simbólico, un hecho histórico y una dramatización espiritual, Cristo abrió el camino para la Iniciación, mediante la que toda la Humanidad puede recuperar su plenitud interior y, mediante esa plenitud o integración, redescubrir el estado edénico, de inagotable bienestar y vida inmortal.
            La naturaleza ya manifiesta el "ilimitado amor de Dios" como polaridad. Cada año, al cruzar el sol, en el equinoccio vernal, del sur al norte (crucifixión), las latitudes septentrionales inauguran su estación de la resurrección, y la naturaleza toda muestra el gozo y hermosura de una unión alquímica perfecta, de fuerzas vitales. Parsifal se refiere a éste, el Gran Misterio de Pascua, cuando bautiza a la arrepentida Kundry con las palabras: "Regocíjate con toda la naturaleza armoniosamente redimida".
            Kundry es el divino femenino, que cayó a causa de la inestabilidad emocional, tal como se representa en el madero horizontal de la cruz. Luego, acompañada por el triunfante Parsifal, penetra en el Templo, entre el alegre repiqueteo de las campanas. Juntos, pasan a través de las dos columnas, que han sustituído a la cruz, y que simbolizan la Iniciación a través de la polaridad. Esas dos columnas reemplazarán a la cruz, como símbolo universal de la religión, en la Edad Acuaria, que ahora amanece.
Parsifal dice de la naturaleza, bajo el hechizo del Viernes Santo:
                        En verdad, encontré flores maravillosas
            que pretendían enroscar sus zarzillos en torno a mi cuello;
            y, nunca antes parecieron tan frescas
            la hierba, la fronda ni las flores;
            ni pareció tan dulce su fragancia
            ni me habló tan atractivamente.
            Esa es la magia del Viernes Santo, mi señor - dice Gurnemanz.
            ¿Cómo puede ser eso así? - pregunta Parsifal - En vez de alegría y flores, la naturaleza debería mostrar llanto y sentir dolor este día de agonía.
            Gurnemanz le explica que la gran gloria de la Marea de Pascua se debe a las lágrimas de los pecadores, que lloran de contrición, cayendo sobre la Tierra como rocío sagrado, para convertirse en flores.
            - Por eso florece. Todos los seres vivientes se regocijan, escuchan la voz del Salvador, y lo adoran.
            - Los bosques y campos - continúa - no pueden mirar a Cristo en la cruz, pero pueden mirar al hombre redimido. En el desarrollo de las flores puede encontrarse la contraparte, en la naturaleza, del proceso de transmutación que tiene lugar en la vida de cada individuo.
            Gurnemanz continúa exponiendo el misterio íntimo de esta sagrada estación:

            Cada hoja de hierba, cada ramita y cada florecilla,
            sabe que este día no puede acaecer ningún daño,
            sino que, así como Dios, lleno de mercedes,
            recordó al hombre y por él murió,
            el hombre, este día, será menos osado
            y marchará con cuidado.
            Agradecidas se animan todas las cosas
            que viven un momento y desaparecen
            y, absueltas de todo, esperan
            y bendicen este Día de Inocencia.

            En el exquisito encanto anímico que Wagner tejió con su música de Viernes Santo, fundió toda la tristeza y el dolor del religioso exotérico, con el éxtasis manifestado por la naturaleza en primavera. Es música que tipifica la culminación del gran proceso de transmutación, mediante el cual, la personalidad (Kundry) se eleva hasta la identificación con el espíritu (Parsifal). Es la fusión alquímica que eleva al aspirante hasta el Tercer Grado o Grado del Maestro, descrito en la ópera mediante la coronación de Parsifal. Esa coronación se acompaña por la música más etérea de la Tierra, que combina los motivos eucarísticos y los del Grial.
            El descenso de la Paloma el Viernes Santo, para rellenar y bendecir el Grial, con el fin de nutrir y sostener a los caballeros durante otro año, se refiere a los acontecimientos que pertenecen al Grado de Maestro, y que tienen lugar ese día en los Templos de Misterios de los planos internos. Según la antigua leyenda, es este día santísimo aquél en que la naturaleza exterioriza el maravilloso atributo de sus flores. También el reino animal responde al acelerado ritmo vital del Planeta, acercándose más unos a otros y al hombre. Todo en la naturaleza, pues, contribuye a la santificación del Viernes Santo. El místico sabe que se trata de uno de los días más santos del año, puesto que entonces las puertas del Templo se abren, de par en par, para recibir a los "calificados y dignos" de pasar a través del portal de la gloria.
            Todo esto lo incorporó Wagner a su música del Viernes Santo que, como la alquimia de la naturaleza, revela vida donde sólo parece haber muerte. Esta música, extraída de la fuente de los Misterios, nos muestra al hombre elevado a lo divino, a ese mundo más allá de nuestro mundo, y que es la única realidad. Incluso, sobre el no iluminado, derrama ese "otro mundo" su magia, con indescriptible amor.
            Con la coronación de Parsifal se cierra el ciclo de la Iluminación. La música se diluye en la obsesionante belleza del motivo del Grial, haciéndose cada vez más etérea, mientras los ángeles le abren paso con sus alas, a través de neblinas doradas, y se pierden para la vista y los oídos humanos. El hombre terminará por comprender que, al margen de este Templo Musical del Parsifal, puede construir un dorado puente de sonido, a cuyo través comunicarse con las huestes angélicas y arcangélicas.
            Ricardo Wagner, el músico profeta de la Nueva Era, ha expuesto a la luz, con su Parsifal, un antiguo Misterio Cristiano que, a la vez, oculta y revela muchas cosas sobre lo esotérico profundo y lo elevadamente espiritual, que componen la magia del Viernes Santo.

                                                                       * * *
                                                             CAPÍTULO XII
                                   EL VIERNES SANTO Y LA VIA DOLOROSA

            Durante el Viernes Santo, las sucesivas etapas del Sendero del Discipulado se desarrollaron simbólicamente en los acontecimientos que tuvieron lugar a lo largo de la Vía Dolorosa o "Camino del Dolor". "Aquél que no tome su cruz y me siga - dijo el Maestro - no es digno de Mí".
            La Pasión de Nuestro Señor el Viernes Santo alcanzó el corazón de los Misterios. Las catorce estaciones de la cruz representan ciertas etapas que pertenecen al desarrollo espiritual, relacionándose, además, cada una de ellas, con un determinado centro del cuerpo. El trecho de este Sendero, que cada discípulo holló, estuvo determinado por el status de su propia alma. Tan sólo la divina María, María Magdalena y Juan estuvieron lo suficientemente avanzados para recorrer el Sendero hasta el final. Por eso ellos tres, y sólo ellos, se ven representados junto a la cruz de la que pendía el cuerpo atravesado de Cristo. El número tres significa también que cada uno de ellos había pasado el Grado Tercero o del Maestro.
            En los tres juicios, de Anás, de Caifás y de Pilatos, en la flagelación, en la coronación de espinas, en las tres veces que Cristo cayó bajo el peso de la cruz, y en los tres encuentros con las santas mujeres durante la ascensión del Calvario, el candidato a la Iniciación en los Misterios Cristianos descubre experiencias que se corresponden con su propia ascensión al Monte de la Iluminación, desde que tomó su cruz y siguió a Cristo.
            Los distintos acontecimientos que menciona el Evangelio y que tuvieron lugar, durante la Semana de Pasión, en las vidas de los hombres y mujeres que componían el grupo más íntimo del Maestro, entre Sus seguidores, llevan todos una referencia velada a cierta fase de su propio desarrollo, en conexión con uno o más de los tres Grados pertenecientes a la Escuela Cristiana de Misterios. Cada estación de la cruz se convierte, pues, en una piedra miliar en el Sendero del aspirante cristiano, cuando marcha a lo largo de la Vías Dolorosa, y que es lo que los Padres de la misión de California llamaban "El camino del Rey" (en español en el original). A su término, los dolores del Camino se transforman en el gozoso éxtasis de la Resurrección.
            Los principales obstáculos del Sendero están representados por el juicio ante Anás o mente mortal; luego, por el juicio ante Caifás o ambición mundana; y, por fin, por el juicio ante Pilatos o debilidad y vacilación de la mente, cuando es requerida para tomar postura a favor de la verdad, con riesgo de dañar la posición o el prestigio personal a los ojos de asociados o benefactores no iluminados.
            La flagelación representa los trastornos y, a veces, el dolor que acompañan al nacimiento o despertar de los sucesivos centros superiores del cuerpo, situados a lo largo de la espina dorsal, a medida que el fuego serpentino realiza su ascenso, desde el sacro hasta los del cráneo. La coronación de espinas tiene un significado análogo, y se refiere, específicamente, a la revivificación de determinadas áreas de la cabeza. Por tener una significación similar, estos dos acontecimientos se citan, generalmente, unidos.
            Con el ascenso del fuego espinal espiritual hasta la cabeza, se sensibilizan progresivamente los nervios craneales. Estos nervios rodean la cabeza como una corona y, en el Grado de Maestro, irradian un verdadero halo luminoso.
            Tres veces cayó el lastimado Señor bajo el peso de la cruz. Lo que con ello llevó a cabo físicamente representa las correspondientes caídas morales en las que la frágil Humanidad sucumbe, una y otra vez, mientras holla el Sendero del Dolor hacia la Luz. Como Indicador del Camino a toda la Humanidad, no omitió, a lo largo de todos los incidentes de Su vida, ningún aspecto del mismo. El hombre cae bajo el peso que los velos de la materia han colocado sobre su espíritu; cae a causa de los deseos terrenos; y cae a causa del hechizo al que sucumbe su mente espiritual no iluminada. Tres veces, pues, cae a causa de los obstáculos que surgen de su cuerpo físico, de su cuerpo de deseos y de su cuerpo mental.
            Mientras el Maestro subía al Calvario, se encontró tres veces con las santas mujeres. Éstas representan la actividad del Principio Femenino, del Amor-Sabiduría, que labora por la purificación de los cuerpos vital y de deseos, y la espiritualización de la mente.
            Tras la tercera caída, Simón Cireneo tomó la cruz y la llevó el resto del Camino. Este hecho, traducido a términos de consecución espiritual, indica que sus votos de dedicación al discipulado tuvieron lugar allí y entonces y, con ello, tomó su cruz personal y siguió a Cristo al lugar de la Liberación. Simón, que ya había sobrepasado el Rito de la Purificación, estaba preparado para asumir el trabajo conducente al Segundo Grado, de la Iluminación.
            Según la leyenda mística, el Maestro encontró a la Verónica, la cual limpió Su rostro con su pañuelo, mientras Él ascendía al Calvario. Habíéndolo hecho, observó con embelesado asombro, que Sus facciones se habían impreso en el pañuelo. Este hecho se refiere a la experiencia de una de las mujeres discípulos, que había logrado imprimir los centros de su cuerpo de deseos sobre los de su cuerpo etérico, con lo cual, se convirtió en clarividente y capaz de leer los Registros Cósmicos. Esta es la marca del Segundo Grado.
            Según los Evangelios, Prócula, esposa de Pilatos, había tenido "un sueño relativo a este hombre justo y bueno". Esto es otra manera de decir que ella era capaz de funcionar conscientemente en los planos internos, de noche, cuando se encontraba fuera del cuerpo, y que había leído en el Registro Akásico, la verdad acerca de la misión de Cristo como salvador de la Humanidad. Su experiencia es también una evidencia de la consecución del Segundo Grado.

                                               LAS ESTACIONES DE LA CRUZ
            Las Estaciones de la Cruz indican los lugares en los que Cristo Jesús se detuvo, mientras transportaba Su carga, a lo largo de la Vía Sacra, hacia el Calvario o Monte de la Liberación. Originariamente, estas Estaciones eran sólo siete, y se conocían como "las siete caídas". Durante la ocupación de Tierra Santa por los turcos, el emplazamiento de estas Estaciones en la Sagrada Vía sufrió algunos cambios y, con ello, se perdió gran parte del significado esotérico que llevaban consigo.
            El más profundo significado de estas Estaciones no se originó con el cristianismo. Están relacionadas con la naturaleza del hombre y el proceso que implica el desarrollo de su naturaleza divina. Sus significados son, por tanto, comunes, tanto a los Misterios antiguos, como a los Misterios Cristianos. En los Misterios de Eleusis, por ejemplo, existía una Vía Sagrada que conducía, desde la ciudad de Atenas, cuesta arriba, hasta cerca de Eleusis. Estas estaciones o "capillitas", como se las llamaba, representaban determinados estados de desarrollo, y a ningún discípulo se le permitía ir más allá, por ese Camino, de lo que autorizaba su propio nivel de consecución. Dentro de cada capillita, el discípulo recibía instrucciones que le ayudaban a llegar hasta la próxima Estación. En la Alta Edad Media, los devotos cristianos iniciaron la práctica de reproducir en sus iglesias las Estaciones de la Cruz, mediante escenas de la Pasión, pintadas o esculpidas. Fue también frecuente la colocación de relicarios o capillitas, representativas de las distintas Estaciones, a lo largo del camino que conducía a la iglesia. Al principio de hacer esto, existía un conocimiento de la importancia mística de esas Estaciones pero, gradualmente, se fue perdiendo, excepto para unos pocos, a medida que el pensamiento materialista fue invadiendo el terreno de la verdadera comprensión esotérica. Hoy sirven, en el mejor de los casos, poco más que como pequeños objetos de veneración, que estimulan al devoto a rezar, pero también dan lugar, en muchos casos, a creencias y prácticas supersticiosas.
            Las Estaciones que, al principio, fueron siete, se duplicaron más tarde. Esotéricamente representan el Camino del desarrollo, mediante el despertar de los siete centros energéticos, en su doble aspecto, positivo y negativo, que florecen en el interior o sobre la cruz que representa el cuerpo humano. Las experiencias de la vida de Cristo, que marcan las catorce Estaciones, son las siguientes:
            I                      Cristo Jesús es condenado a muerte.
            II                     Carga con Su cruz.
            III                   Cae por primera vez.
            IV                   Encuentra a Su madre.
            V                     Simón Cireneo le ayuda a llevar la cruz.
            VI                   Verónica enjuga Su rostro.
            VII                  Cae por segunda vez.
            VIII                Las hijas de Jerusalén lloran por Él.
            IX                   Cae por tercera vez.
            X                     Es despojado de Sus vestiduras.
            XI                   Es clavado en la cruz.
            XII                  Muere en la cruz.
            XIII                Es bajado de la cruz.
            XIV                Es colocado en el sepulcro.

En toda la literatura esotérica, los siete centros (chacras) se describen así:
            El número uno está situado en la base de la espina dorsal. Ahí duerme el kundalini o fuego  espinal espiritual. Rojo oscuro en estado latente, este fuego, cuando es despertado, se transforma en rojo rubí claro.
            El número dos está situado en el plexo solar. Su color rojo naranja se modifica durante el proceso de transmutación, mediante un ligero tinte verde vernal claro.
            El número tres se relaciona con el bazo el cual, como un sol en miniatura, irradia luz dorada. Al principio de su desarrollo, posee un tono verde dorado que luego se convierte en dorado puro.
            El número cuatro, el centro cardíaco o cordial, emite resplandor amarillo que, en posteriores estadios de transmutación, pasa a estar teñido de azul etéreo.
            El cinco está colocado en el cuello, exactamente sobre la laringe. Su color es azul y, a su través, cuando se ha desarrollado completamente, titilan chispas plateadas.
            El seis se encuentra cerca del centro de la cabeza, hacia la coronilla. Cuando ha entrado completamente en actividad, emite caleidoscópicos dibujos de belleza indescriptible. Sus colores primarios son el rosa, el amarillo, el azul y el púrpura.
            El número siete está en la parte más elevada de la cabeza. Totalmente despierto, forma una corona o halo que irradia una refulgente luz blanca.

            La puesta en actividad o despertar de los dos centros inferiores corresponde al Primer Grado o de la Purificación; así como la del bazo y el corazón, corresponden al Segundo o de la Iluminación. El centro del cuello es la puerta que comunica la personalidad con el espíritu y alcanza su pleno desarrollo sólo cuando aquélla se ha espiritualizado o, en otras palabras, cuando está dispuesta a obedecer siempre las órdenes del espíritu. Los dos centros de la cabeza corresponden al Tercer Grado o Grado del Maestro.
            Según la esotérica comprensión de la iglesia primitiva, los discípulos que caminaban por el Sendero del Calvario no encontraron al Maestro durante el Camino, sino que Lo siguieron. Esta es la interpretación correcta, ya que Cristo fue el Supremo Indicador del Camino para toda la Humanidad. Las Estaciones indican las Etapas más importantes, conducentes a la Iniciación.










 .Primera estación: CRISTO JESÚS ES CONDENADO A MUERTE
            Mediante la experiencia transformadora de la Iniciación, el hombre muere para el mundo exterior y nace a la vida interior del espíritu. La Primera Estación representa la suprema dedicación. Uno es el principio de todas las cosas. Así como Una es la gran Llama Blanca que contiene los siete colores, en potencia o en suspenso, del mismo modo, la dedicación preiniciatoria se convierte en la semilla de la que brotarán, en debida forma, todas las fuerzas espirituales latentes en la conciencia del discípulo.
 .Segunda estación: CRISTO JESÚS CARGA CON SU CRUZ
            Tras la suprema dedicación, la cruz se convierte en objeto familiar para el aspirante. Le hace frente en todas las experiencias de su existencia diaria y deja su huella, tanto sobre su vida externa como sobre su vida interior. Es en esta Estación cuando el Sendero se hace tan pesado, que muchos se vuelven atrás, hacia el mundo, y dejan de caminar con Cristo.
            Así como el Uno pertenece a la esfera de lo infinito, el dos pertenece a la de lo finito. Dos representa el descenso del espíritu a la materia. La Segunda Estación tipifica la encrucijada de la decisión, la vacilante situación desde la que el discípulo, o se vuelve atrás hacia los viejos senderos, o se encamina hacia adelante en busca de una mayor identificación con el espíritu.
  .Tercera estación: CRISTO CAE POR PRIMERA VEZ
            El considerar las Estaciones en relación, tan sólo, con su significado histórico, como incidentes en la vida de un único hombre, es perder la perspectiva de su verdadero significado para toda la Humanidad. Si Cristo es el Supremo Iniciador, Su Camino ha de tener, claramente, significado para todos. Esotéricamente, cada caída a lo largo de la Vía Dolorosa, es el símbolo de una experiencia en la vida del discípulo, como consecuencia de la cual, puede caer o fallar. Es, pues, importante, conocer la naturaleza de esas pruebas, para poder enfrentarse a ellas con conocimiento de causa.
            El Uno, sumado al Dos, produce el Tres. Los sabios antiguos definían la aparición de la Triplicidad como "el mundo de la Emanación". Es mediante las fuerzas del Tres como el espíritu desciende a habitar en la carne. El ritmo manifestado por el Tres depende de la armonía existente entre el Uno y el Dos, y en ello está la clave de la futura evolución del hombre. La Primera Caída representa el actual estado de evolución del hombre, en el que se halla profundamente envuelto por el mundo de la materia.
 .Cuarta estación: CRISTO JESÚS ENCUENTRA A SU MADRE
            Pitágoras llamó "sagrado" al número Cuatro, porque significa el alma. De ahí el inspirado cántico: "El Cuatro del Uno y el Siete del Cuatro".
            La Kábala establece que la primera celebración es la de la Gran Madre. La Madre representa el Divino Femenino o facultad creadora de imágenes, y el principio amoroso del espíritu del hombre. Como es a la realización del Divino Femenino y al consecuente desarrollo de los poderes espirituales, a lo que el discípulo aspira, en las primeras etapas de su búsqueda, encuentra a la Madre, el "perfecto modelo de realización".
 .Quinta estación: SIMÓN CIRENEO AYUDA A CRISTO JESÚS A llevar la cruz
            En los primeros estadios del proceso iniciático, el trabajo a desarrollar se refiere, alternativamente, a los polos masculino y femenino del espíritu. En el Libro del Misterio desvelado se afirma que el Padre y la Madre contienen todas las cosas y que todas las cosas los contienen a ellos y que, cuando los pecados se multiplican en el mundo y el santuario queda polucionado, el macho y la hembra se separan. Esta separación representa el actual imperfecto y desequilibrado estado del desarrollo humano. Por ello, el primer trabajo del Sendero de Iniciación consiste en restaurar el equilibrio perdido.
            Cinco, por tanto, es el número del cambio o la transición. Es el número del bien en formación. Se le ha llamado el "número dual" porque representa a las naturalezas superior e inferior en su lucha por la supremacía. Aquí el Sendero se estrecha y la cruz se agranda.
 .Sexta estación: VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE CRISTO JESÚS
            El Cantar de los Cantares de Salomón es una exaltación del Divino Femenino. En ninguna otra obra escrita aparece más vívidamente descrito el éxtasis puro del alma de Uno Iluminado: "Mi amada es mía y yo soy suyo". Este inspirado canto, pues, describe la unión de los dos polos, masculino y femenino, del espíritu.
            En el Cinco tiene lugar la lucha entre lo humano y lo divino. En el Seis, las fuerzas de la construcción creativa trabajan para el establecimiento de una armoniosa interrelación. Seis es amor humano dedicado a Venus. Mediante el sufrimiento engendrado por el amor humano, el alma resucita o renace. El número Seis anuncia preparación mediante purificación. Bajo sus poderes, nace la iluminada visión de la clarividencia.
  .Séptima estación: CRISTO JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ
            El ascenso a la Sexta Estación llega sólo mediante la Purificación. En la Séptima, el futuro progreso depende de la fortaleza de voluntad y la firmeza del propósito.
            Siete es el lugar del sábado o descanso, no del cese de actividad. Es donde el discípulo se eleva, de un orden inferior a otro superior, y prosigue hacia la victoria espiritual y el adeptado. En este punto se sintetizan las experiencias de la vida y sus esencias se convierten en poderes útiles del alma. Desde este punto, el progreso futuro, aunque difícil, es continuo e ininterrumpido.
  .Octava estación: LAS HIJAS DE JERUSALÉN LLORAN POR CRISTO JESÚS
            La separación entre los principios masculino y femenino es la causa de todo el dolor, la tristeza y la muerte existentes en el mundo. Esa separación llevó consigo la sumisión del femenino y es por eso por lo que lloraban las hijas de Jerusalén. El Maestro Supremo y Sus obras mostraron los perfectos poderes de los dos polos en equilibrio. La cruz que transportó y el Sendero que siguió hasta el Calvario simbolizan el medio para la restauración de toda la Humanidad. "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" es un cántico de un profundo significado místico. El lamento de las hijas de Jerusalén (el despertar del alma) surge del hecho de que el hombre no se ha aproximado más a ese ideal crístico. Ocho es el número "libre" o de la resurrección, y ostenta los elevados poderes del dorado rayo de Cristo.
  .Novena estación: CRISTO JESÚS CAE POR TERCERA VEZ
            La Tercera Caída está relacionada con los poderes de la mente no iluminada. San Pablo se refiere a ellos como "poderes de las tinieblas". Si la cualidad anímica femenina no hubiera sido sometida por las fuerzas puramente mentales, la mente del hombre no iluminado no hubiera jamás adquirido los desproporcionados poderes que hoy posee. La mente es el Sendero y su "cristización" es el trabajo más importante de toda la evolución humana.          El número Nueve representa la escala evolutiva que va del hombre a Dios; por eso ha sido denominado el número del hombre y el número de la Iniciación o de la "cristización" del hombre.
            Desde la hora sexta hasta la hora nona, la tierra se oscureció, mientras el Maestro, unido a Su cruz, se convertía en el Supremo Indicador del Camino para toda la Humanidad, demostrando un perfecto equilibrio espiritual. El Nueve supone el comienzo de esa unión de poderes, y la mente, como se ha dicho, es el camino del logro. "Que Cristo se forme en ti", es el primer mandamiento cristiano.
  .Décima estación: CRISTO JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS
            La Décima Estación destaca el principio de la Gran Renunciación, simbolizada por la separación del Maestro de Su inigualable vestidura. Esa hermosa prenda representa la conciencia activa de Dios, esotéricamente comparable a la esencia extraída de todas las buenas obras de nuestras vidas terrenas, y que es perceptible por la vista interna como el "cuerpo del alma" o el "dorado vestido de bodas", un halo luminoso que rodea todo el cuerpo y se extiende ampliamente a su alrededor como una centelleante gloria, tal y como se ha podido comprobar en varios santos ilustres durante sus vidas terrenas. Cristo renunció a esa gloriosa vestidura del alma para que sus poderosas emanaciones impregnasen la cubierta etérica de la Tierra. El hombre continúa aún recibiendo curación física e inspiración espiritual provenientes de aquella fuerza originaria de Cristo, pues Su sacrificio no afectó solamente a su cuerpo, sino también a su alma. Fue un derramamiento de luz y de amor, del cual la Tierra y su Humanidad se beneficiarán hasta el fin de los tiempos.
            El número Diez significa la verdadera sustancia del ser. Todos los números conducen a él. Los que le siguen son meras combinaciones de los que le preceden. El Diez está formado por las potencias masculina (1) y femenina (0), y representa al hombre y a la mujer trabajando de acuerdo con las leyes de la generación. La sublime pureza del alma, simbolizada por la vestidura inigualable y la renunciación mediante su entrega a seres menos avanzados, se hallan hermosísimamente representadas como la elevada consecución de la Décima Estación.
  .Undécima estación: CRISTO JESÚS ES CLAVADO A LA CRUZ
            La Undécima Estación marca la total y completa renuncia a la vida personal en favor de la vida espiritual, lo mismo que la Décima marca su inicio.
            El filósofo esotérico Franz Hartmann escribe: "La mujer representa la hermosura y la voluntad de la raza humana, mientras que la parte masculina de la Humanidad representa la razón y la fuerza; pero ninguno de los dos, ni el masculino ni el femenino, son perfectos. Sólo es perfecto el ser en el que lo masculino y lo femenino están unidos".
            La cruz es el símbolo de la prevalente desunión entre los principios masculino y femenino en la Humanidad; y el espíritu interno o Cristo Interno está clavado en esa cruz de limitación hasta que se libera a sí mismo, mediante la Iniciación, por la que se obtiene el equilibrio perfecto.
            De igual modo que la cruz (+) representa la falta de equilibrio entre lo masculino y lo femenino, el número Once (11) representa el equilibrio, la meta suprema de la raza humana. Por eso al Once se le denomina el Número del Maestro. Cuando las fuerzas del Once se hacen totalmente activas en el hombre, éste adquiere el poder de cambiar su entorno, de originar nuevas circunstancias, de crear un nuevo cuerpo y una nueva vida, todo ello en armonía con la divina imagen a cuya semejanza fue él mismo modelado en el principio.
            La renuncia a todo lo que pertenece al plano físico proporciona la divina compensación de un campo de acción y unos poderes ilimitados en los mundos espirituales superiores. Cuando el alma se desliga de la materialidad, adquiere la correspondiente libertad en su propio y verdadero mundo.
            Por eso los antiguos definían los poderes del Once diciendo: "En mi mano, todas las cosas permanecen en perfecto equilibrio. Yo uno todos los opuestos, cada uno con su complementario".
  .-Duodécima estación: CRISTO JESÚS MUERE EN LA CRUZ
            Mediante la Iniciación, el discípulo muere a lo finito, a lo personal, a lo material, para renacer de nuevo al milagro y la gloria de lo infinito, lo impersonal y lo espiritual. Lo mortal es transmutado en inmortal, lo terreno en celestial. Con las palabras "se ha consumado", el glorioso espíritu de Cristo quedó libre para funcionar en mundos de inmortalidad. Tal es también la consecución del discípulo cuando alcanza este lugar del Sendero. La muerte ha sido enfrentada y vencida. Nunca más el terrible espectro podrá alcanzarlo, ya que ha heredado la vida eterna.
            El número Doce se puede aplicar a todos los conceptos relacionados con la extensión, la expansión y la elevación. Trasciende lo tridimensional. La conciencia a él relativa se enfoca a una dimensión superior.
            El símbolo del Tarot para el número Doce es el Hombre Crucificado, o sea, el que ha renunciado a todo y, por ello, lo ha ganado todo. El fin último del peregrinaje del ego en la esfera terrestre es traer a la manifestación la fuerza de Cristo en él latente. El número Doce entona la nota-clave de esa consecución.
  .Decimotercera estación: CRISTO JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ
La Decimotercera Estación es el Grado de la Gran Liberación. Cuando el cuerpo sagrado fue liberado de la cruz, fue puesto en brazos de Su bendita madre. En otras palabras, mediante el equilibrio, el ego se libera de la cruz de la materialidad y es elevado a la sublime exaltación de la unión con el Divino Femenino.
            La Kábala dice que "cuando el macho se une a la hembra, ambos constituyen un cuerpo completo y todo el universo se halla en estado de felicidad, porque todas las cosas reciben bendiciones de ese cuerpo perfecto. Y eso es un Arcano". O sea, que esa es la suprema consecución en la evolución de la raza humana.
            Mediante la emanación del poder del Doce, se aprenden lecciones a través del ritmo masculino del Uno y el ritmo femenino del Dos. El Doce, agrupado alrededor del Uno, forma una unidad que vibra hacia el Trece. En él yace el secreto de la paz, la abundancia y el poder, para toda la Humanidad. En la fórmula del Trece se encuentra la clave oculta de las palabras del Maestro: "Donde dos o tres estén reunidos en mi nombre, allí estaré Yo en medio de ellos".
            Gran parte del trabajo de Cristo y Sus discípulos está relacionado con la mística fórmula del Trece. La nueva dispensación se estableció bajo sus poderes. La Estación Decimotercera gobierna la transición de un estado inferior a otro superior. Sus fuerzas son, por tanto, especialmente activas en estos días en que la Era Acuaria está llegando a la manifestación. Como apuntando a este hecho, trece estrellas componen la urna celestial desde la cual la constelación de Acuario, el portador del agua celeste, está derramando las aguas de vida sobre la Tierra.
  .Decimocuarta estación: JESÚS ES COLOCADO EN EL SEPULCRO
Cristo fue colocado en un "sepulcro nuevo" en el que no había sido sepultado antes ningún hombre. El principio masculino se debilita con la muerte o desequilibrio, para que pueda luego ser elevado de nuevo, en equilibrio con el femenino. El número Catorce representa las fuerzas combinadas del masculino  Uno y el femenino Cuatro. Aquí el Cuatro es la puerta de entrada a los planos superiores. Ese fue el trabajo de Grado demostrado por el Supremo Maestro a lo largo de la Vía Sacra, y simbólicamente perpetuado en las Estaciones de la Cruz.
            La colocación de Cristo Jesús en el "sepulcro nuevo" indica que Aquél que fue colocado en él, acababa de experimentar la Muerte Mística, que conduce a una nueva Iniciación o, mejor, a una Iniciación de un grado superior a la de cualquiera que la hubiera precedido. Pues la misión de Cristo en la Tierra fue la de fundar la nueva Escuela de Misterios Cristianos. Esa tumba, por tanto, no fue un lúgubre sepulcro de muerte, sino la puerta de acceso a una vida más abundante.
            Las Catorce Estaciones o Grados, de estados de conciencia en expansión y ascensión progresiva, tienen su desarrollo paralelo en las estrellas interiores o centros florales que adornan el cuerpo del hombre iluminado. "Tras ello, miré y vi que en el cielo había una puerta abierta". Tal es la expresión bíblica para esta exaltada vivencia.
            Entre los más próximos y queridos a Cristo, sólo unos pocos tuvieron la suficiente fortaleza para seguirle todo el camino. Entre los que lo intentaron, algunos se volvieron atrás por no tener la suficiente fortaleza para hacer la suprema renunciación de perder su vida por ganarla. Otros Le traicionaron en esa etapa porque no tuvieron la suficiente fuerza de carácter y la convicción que les hubieran hecho capaces de permanecer firmes ante un fin aparentemente ignominioso para su Maestro, y las pullas y mofas de la crucifixión se amontonaron ante ellos. La prueba que aquí enfrenta el candidato a la siguiente etapa del Sendero, hay muy pocos que estén preparados para sobrellevarla con éxito.
            En palabras del místico rosacruz Max Heindel: "Esta etapa es para aquéllos que cierran sus ojos a todas las cosas de la Tierra, aquéllos que ya no se preocupan de las alabanzas o las censuras de los hombres, sino que miran a su Padre en los cielos. Aquéllos que están dispuestos a mantener la Verdad y sólo la Verdad. Aquéllos que ven con el corazón y ven en los corazones de los hombres, que pueden discernir en ellos al Cristo Interno, al Hijo del Dios viviente".
                                                                       * * *
                                                           CAPÍTULO XIII
LA CRUZ, UN SÍMBOLO UNIVERSAL

            "La cruz es un sublime jeroglífico que posee misteriosos poderes y virtudes". Es un "símbolo de devoción y sacrificio".
            A través del estrellado rostro de los cielos, está trazado este símbolo, el más viejo sobre la tierra: La cruz. Está formada por los cuatro signos cardinales del Zodíaco: Cáncer al norte y Capricornio al sur, forman la barra vertical; Aries al este y Libra al oeste, forman los brazos horizontales.
            Estos cuatro signos comprenden los treinta grados del Zodíaco más próximos a los dos solsticios (norte y sur) y a los dos equinoccios (este y oeste). Sobre el ajetreado y ocupado corazón de este pequeño Planeta, brilla la permanente guía de la luz de la gran cruz de los cielos.
            Es interesante destacar que la dispensación de Aries-Libra proclamaba la primera venida del Señor Cristo, "el cordero, que era sacrificado desde la fundación del mundo". Astrólogos espirituales han predicho que Su segunda venida tendrá lugar durante la dispensación de Capricornio-Cáncer.
            El primer símbolo en recibir el homenaje y la adoración del hombre, fue una columna vertical. Representaba la fuerza masculina en la naturaleza, la fuerza generadora positiva. Más tarde, se añadió, a la columna vertical, la barra horizontal, formando la cruz. La barra horizontal representa la fuerza femenina, pasiva o productiva, en la naturaleza y en la mujer. La cruz que corona los campanarios de muchas iglesias proclama que éste es un mundo de hombres en el que la posición de la mujer es secundaria. La desigualdad entre hombre y mujer ha sido la causa de tanto dolor y sufrimiento a lo largo de las edades, de modo que, hasta su asociación con Cristo, la cruz fue, durante muchos siglos, símbolo de dolor y de castigo. Antes de terminar la Era Acuaria, la cruz habrá sido sustituída por dos columnas verticales, como símbolo universal, ya que la Nueva Era es para testimoniar la perfecta igualdad entre las fuerzas masculina y femenina, simbolizada por las dos columnas, una junto a otra.
            La fraternidad masónica, la más importante escuela simbólica hoy existente, ha aceptado, en principio, esa igualdad. La cruz se utiliza pocas veces por ella, siendo las dos columnas verticales el símbolo más familiar a la logia. Se denominan Jachim y Boaz y son importantes en los trabajos de cualquier Grado. Si los masones aceptaran este ideal en la práctica, tan bien como lo hacen simbólicamente, las puertas de sus logias se abrirían para las mujeres del mismo modo que para los hombres.

                                               LA ANTIGÜEDAD DE LA CRUZ
            El origen de la cruz parece coincidir con la más antigua historia de la Humanidad. Fue objeto de reverencia y adoración entre los pueblos más primitivos, y ha sido motivo decorativo en los más hermosos templos y catedrales de las naciones más adelantadas del mundo. La Gran Pirámide de Gizé, en Egipto, muestra dos figuras arrodilladas que sostienen, entre ambas, una cruz que lleva una serpiente erguida. La serpiente sobre la cruz fue un símbolo comúnmente empleado en todo Egipto, y representaba la Sabiduría esotérica. Su forma tradicional de cruz fue la denominada "cruz ansata", con un círculo sobre ella. La llamaban "la llave de la vida" y se la enterraba con los sacerdotes, los reyes y las reinas.
            La cruz Tau fue sagrada para los hebreos. Tau, la vigesimosegunda y última letra del alfabeto hebreo, significa vida eterna. Era su costumbre estampar, sobre la frente de los prisioneros liberados, el signo de Tau, para evidenciar su libertad e inocencia. Según la historia bíblica antigua, fue una Tau pintada con sangre en los umbrales de sus puertas, la que hizo que el Ángel de la Muerte pasara de largo, en tiempos de la décima plaga de Egipto, que los mantenía en esclavitud.
            La cruz fue también objeto de adoración en China, la India y Persia, y entre los indios de Norte y Sudamérica. Los templos druidas se construyeron con planta cruciforme, como indican las ruinas que aún se conservan en Escocia e Irlanda.
            El caduceo fue, esencialmente, una cruz griega. En él, el brazo horizontal está sustituído por dos alas, y dos serpientes se enroscan alrededor del brazo vertical. Se le considera frecuentemente como el báculo de Mercurio. En ese sentido es significativo que Mercurio fue el dios de la Iniciación y que, en Grecia, la Iniciación alcanzó, indudablemente, elevadas cotas de sublimidad. Los aspirantes modernos reconocen en el caduceo el símbolo más perfecto, jamás concebido, de la Iniciación.
            En tiempos de la venida de Cristo, la cruz, generalmente, se usaba con un cordero echado a sus pies. Era para anunciar Su venida, pues ha sido siempre asociado con el cordero (Aries). En el Nuevo Testamento se refiere a Sí mismo como el "buen pastor", y una de Sus más hermosas parábolas es la de la Oveja Perdida, también conocida como la parábola de las Noventa y Nueve. Pasó bastante tiempo, desde la partida de Cristo de esta tierra, antes de que se colocase sobre la cruz una figura humana, lo que constituyó el "crucifijo", tan familiar a los devotos modernos.
            La nota-clave de la consecución espiritual es el sacrificio. El hombre primitivo sacrificaba, frecuentemente, a su prójimo. Luego, cuando avanzó más, el sacrificio de animales sustituyó al de seres humanos. Cristo vino para enseñar la lección, más noble aún, de que el hombre debe ofrecerse a sí mismo sobre el altar del sacrificio. Que el servicio amoroso y desinteresado al prójimo es el más corto, más seguro y más gozoso camino hacia Dios, es el mantra de una Escuela Esotérica cristiana. Fue, pues, tras haber dado al hombre este concepto del sacrificio propio, cuando la figura humana fue colocada en la cruz y se convirtió en símbolo universal de devoción.
            Una figura humana colocada así ha sido el jeroglífico de la Iniciación desde tiempo inmemorial; pero era conocida como tal, sólo por unos pocos que reconocían el propio sacrificio como la única clave de tal elevado estado de iluminación.
            Los antiguos decían verdad cuando afirmaban: "Los misterios de Dios están contenidos en la cruz". Tal como se ha desarrollado el concepto de Cristo, difiere, en determinados aspectos, del que prevalecía en siglos pasados; y lo mismo ha ocurrido con Su imagen, con relación a la cruz. Comparando los crucifijos de la Era de Piscis que se cierra, con los de la Era Acuaria que amanece, veremos que cada uno exterioriza a Cristo y a la cruz de acuerdo con la fase dominante por la que en ese momento pasa la cristiandad. Como Piscis es el signo del dolor y el sufrimiento, la agonía sangrienta del crucificado, pasó a ser Su símbolo. Representaba el carácter especial de las experiencias por las que la Humanidad estaba pasando. Así como Piscis enfatizaba la muerte, la Era Acuaria enfatizará la vida inmortal. La cruz, como símbolo de la entrante Nueva Era, no llevará, clavada a ella, ninguna figura humana; en su lugar, aparecerá Cristo resucitado, majestuoso, sobre la hermosamente simbólica Rosa Cruz, emblema de la consecución espiritual de la Nueva Era.
            La simbología ha sido siempre el lenguaje de los sabios, ya que los símbolos pueden contener y revelar importantes verdades. Y todas las verdades tienen dos interpretaciones: Una, interna, para los pocos, y otra, externa, para la mayor parte. San Pablo describe esto, hablando de "carne para los hombres fuertes y leche para los bebés". Aunque arropadas en símbolos, pues, las verdades profundas son siempre claramente discernibles para aquéllos que están preparados para discernirlas.
                       

LA ROSA CRUZ: LA CRUZ DE TRANSMUTACIÓN
            Como hemos dicho, el crucifijo es la cruz de Piscis, la marca de esta Edad de dolor y sufrimiento. La Rosa Cruz pertenece a la futura Era Acuaria y se refiere a la gloria de la vida eterna consciente. La cruz misma simboliza la religión, mientras que la rosa representa a la ciencia. Anuncia, pues, el hermoso día en que la religión será científica y la ciencia se habrá espiritualizado.
            En la antigua Grecia, la rosa estaba dedicada a la Aurora, diosa del amanecer, y significaba resurrección a una nueva conciencia de vida. Esta flor ha significado siempre secreto; de ahí la frase latina sub rosa con el significado de bajo la rosa o confidencial. En la Europa medieval era costumbre pintar rosas en el techo de las habitaciones en las que se celebraban determinadas asambleas; ello significaba que nada de lo tratado en ellas debía nunca ser divulgado. Existe también un antiguo jeroglífico masónico que muestra a un hombre de pie, ante una puerta cerrada, y con una rosa en la mano, y está siendo advertido de que, hasta que la rosa no se abra completamente, no lo hará tampoco la puerta. Aparentemente, existió una íntima conexión entre la Orden Rosacruz y la primera Orden de los Caballeros Templarios.
            Insistimos en que el caduceo es símbolo profundo de verdad iniciática. Su vástago vertical simboliza, para el alquimista, el cordón espinal dentro del cuerpo humano. A lo largo de la médula espinal, existen ciertos centros que, en las Escuelas de Sabiduría orientales se conocen como "flores de loto", y en las Escuelas de Sabiduría occidentales, se las conoce como rosas, floreciendo sobre la cruz del cuerpo. Las dos serpientes enroscadas alrededor del vástago del caduceo, simbolizan los dos sistemas nerviosos, el cerebroespinal y el simpático. Cuando los centros se ponen en actividad, se producen cambios en ambos sistemas nerviosos. Los alquimistas hablan de las dos columnas, del sol y de la luna; los dos elementos, el oro y la plata; los servidores Rojo y Blanco... todo lo cual se refiere a los procesos de transmutación que se producen cuando se aprende a caminar por el sendero del verdadero discipulado. Las siete rosas sobre la cruz simbolizan determinadas consecuciones espirituales, tales como clarividencia, clariaudiencia, don de profecía, capacidad para abandonar el cuerpo a voluntad, y para pronunciar la divina palabra. El hermoso saludo rosacruz, "que las rosas florezcan en tu cruz" es la amante oración del aspirante, para que todos conozcan la gloria de una tal consecución.
            En la simbología rosacruz, la cruz blanca, con sus siete rosas, está situada sobre un fondo azul. Ese fondo indica infinitud, mientras las rosas sobre la cruz denotan las ilimitadas posibilidades ofrecidas por el sendero de la Rosa Cruz. Cada uno de los cuatro extremos de la cruz termina en tres semicírculos. Todos juntos, simbolizan a las doce Jerarquías Creadoras que rodean al universo del que el Planeta Tierra es una parte. Los seres celestiales que comprenden estas Jerarquías se dan a sí mismos en amante servicio para ayudar a toda la raza humana en su ascenso hacia la "cristificación".

                                                           LA CRUZ DE LUZ
            "Habiendo desaparecido la persona de Jesús, se vio, en Su lugar, una cruz de luz sobre la cual, una voz celestial pronunció estas palabras: La cruz de luz es llamada el Verbo, Cristo, la Puerta, Gozo, Pan, Sol, Resurrección, Jesús, Padre, Espíritu, Vida, Verdad y Gracia".
                                                                       Albert Pike en "Morales y Dogma"

            La más alta consecución de la Rosa Cruz se simboliza mediante una cruz blanca, pura y simétrica, con una rosa blanca abierta en su centro. Representa la consecución del Gran Trabajo Blanco, en que el cuerpo y la mente han quedado totalmente espiritualizados. La rosa blanca representa al Auxiliar Invisible consciente. Para él, el cuerpo físico ya no es una prisión; es libre de ir y venir, a voluntad, con comisiones de amor y gracia. Sabe que el fuego no puede quemar su espíritu ni el agua puede ahogarlo; desciende hasta las entrañas de la Tierra y se eleva a los espacios lejanos para llevar ayuda y socorro a todo el que tiene necesidad de ellos. La Nueva Era Aérea incrementará grandemente el trabajo de los Auxiliares Invisibles. Cada noche, antes de dormirse, los aspirante rosacruces repiten la siguiente oración: "Que esta noche, mientras mi cuerpo descansa dulcemente en sueños, pueda yo trabajar fielmente en la viña de Cristo, ya que mi espíritu no necesita descanso".

                                               LA CRUZ, SUSTITUÍDA
            Hacia fines del ciclo Acuario-Leo, la cruz será sustituída por dos columnas verticales, como símbolo universal, tal y como dijimos más arriba. Estos dos pilares representarán a Acuario y a Leo. La nota-clave de Acuario es ley, y la de Leo es amor. En una civilización basada en estos dos preceptos, la visión del profeta será una realidad: "La Tierra estará llena de conocimiento del Señor (ley espiritual), como las aguas cubren el mar" (Isaías 11:19). Entre esas dos columnas pasarán el hombre y la mujer de la mano, en perfecta igualdad, hacia los templos iniciáticos de la Nueva Era.
            Los cuatro brazos de la cruz representan los cuatro elementos: Fuego, Aire, Agua y Tierra; también simbolizan los cuatro signos fijos del Zodíaco: Tauro-Escorpio y Acuario-Leo. Ya se ha hecho referencia al trabajo de estas cuatro Jerarquías durante los últimos días de esta Era de Piscis. Las naciones están liquidando sus deudas kármicas bajo Tauro-Escorpio, y están siendo preparadas para la Edad Acuario por Acuario-Leo. Esto es igualmente cierto para los individuos, que están limpiando sus registros kármicos y preparándose para la Edad Aérea.
            Las cuatro bestias simbólicas a que se refiere la Biblia representan también los cuatro signos fijos. Estos cuatro signos trabajan sobre los cuatro principios inferiores del hombre (físico, etérico, astral y mental), mediante la purificación y la transmutación. Tauro, simbolizado por el toro, y cuyo elemento es la sal, trabaja sobre lo físico. Escorpio, simbolizado por el águila y cuyo elemento es el mercurio, trabaja sobre lo etérico. Leo, simbolizado por el león, y cuyo elemento es el azufre, trabaja sobre lo astral o de deseos. Acuario, simbolizado por el hombre, y cuyo elemento es el azoth, trabaja sobre el vehículo mental inferior (azoth es una cifra que representa la quintaesencia de los otros tres elementos). De ese modo, mediante procesos de purificación y de transmutación, bajo el ministerio de estas Jerarquías, las esencias espirituales de los tres vehículos inferiores del hombre son incorporados al siguiente: El mental superior. Conseguido esto, el hombre vivirá, se moverá y tendrá su ser en un vehículo hecho de sustancia mental. Las maravillas de tal desarrollo sólo pueden comprenderse ahora tenuemente. Cuando reflexionamos sobre los milagros ya realizados mediante la mente humana, aunque sus poderes latentes apenas han sido fomentados, adquirimos una vaga idea de sus casi infinitas posibilidades. Por ejemplo: El hombre será capaz de viajar en su cuerpo mental hasta los más lejanos sistemas solares, o visitar las estrellas más alejadas, con sólo pensar en ello.
            En las primeras páginas del mayor libro de texto sobre la vida, la Biblia, leemos que Adán y Eva perdieron el Jardín del Edén, donde vivían, a causa de su descenso a la materialidad. En las últimas páginas de la Revelación, último libro de la sagrada Biblia, San Juan describe a los redimidos Adán y Eva, y el jardín celestial en el que habitarán, y cuyas puertas ya no estarán vigiladas por el Querubín guardián. Por el contrario, estarán abiertas, de par en par, por el Supremo Iniciado de la hueste arcangélica, el bendito Señor Cristo.
            En la dispensación de Capricornio-Cáncer, el primero simboliza al hombre crístico, al nuevo Adán; mientras que Cáncer simboliza a la Eva crística, la nueva Eva. Estos son los pioneros regenerados, que se unirán a Cristo cuando venga, y le ayudarán a construir el nuevo cielo y la nueva Tierra, como se describe en el Libro de la Revelación.
            El principio femenino o reproductor del hombre ha sido crucificado. Lo que debió ser un sacramento de castidad, ha sido degradado por la pasión y la lujuria. La mujer, contraparte objetiva de ese principio femenino en el mundo externo, ha sido también crucificada a lo largo de las edades. Con la llegada de la dispensación de Acuario-Leo, se verá restablecida a su puesto, en un completo estado de igualdad con el hombre.
            Todo órgano del cuerpo humano posee una potencia masculina y otra femenina, una de las cuales predomina. Constituye un hecho de profundo significado oculto que, cuando el cuerpo cambie para adquirir las condiciones de la Nueva Era, cada órgano femenino experimentará un desarrollo espiritual posterior: El corazón se convertirá en la verdadera luz del cuerpo, tan lúcida y brillante que la forma toda se hará luminosa con su resplandor; la circulación de la sangre será controlada por el espíritu; el hombre será capaz de, voluntariamente, trasladar la sangre, de una determinada área del cuerpo, a otra en que sea necesaria; la sangre no será, como ahora, un líquido rojo, sino que consistirá en una esencia blanco-dorada (la iglesia posee muchas y hermosas leyendas de santos cuya sangre se volvió blanca); el sistema nervioso simpático, que es el sistema nervioso femenino, se convertirá en una segunda médula espinal, convirtiéndose el hombre así, de nuevo, en un andrógino (macho-hembra). La fuerza creadora será dirigida a la laringe y la creación se hará mediante el poder de la palabra hablada. La Palabra Perdida de la masonería habrá vuelto a ser hallada.
            La construcción de Este vehículo humano glorificado comenzará en la Era Acuario-Leo. Recibirá posterior desarrollo durante la dispensación Capricornio-Cáncer, y alcanzará su más elevado estado de desarrollo, durante la dispensación Sagitario-Géminis. La Jerarquía de Sagitario es conocida en el idioma esotérico como Señores de la Mente, y funciona totalmente en vehículos de pura sustancia mental. Irradian de sí mismos aquellos gérmenes de mente que, mucho tiempo atrás, constituyeron el más precioso regalo otorgado al hombre. Ellos continuarán su ministerio cerca del reino humano, hasta que cada uno de sus miembros esté preparado para funcionar en un cuerpo compuesto de sutil materia mental.
            Así como , bajo el ministerio de Sagitario, el hombre funcionará y vivirá en un cuerpo de pura sustancia mental, bajo Géminis perfeccionará el poder andrógino en su interior, o sea, que llevará a un perfecto equilibrio, en el templo de su propio cuerpo, a las fuerzas masculina y femenina. Dios, el Padre de este sistema solar, es la cabeza suprema de la Jerarquía de Sagitario, y el más elevado iniciado de los Señores de la Mente.
            El sacrificio produce siempre una compensación espiritual. Cuanto mayor el sacrificio, mayor la recompensa. El bendito Cristo, a causa de Su sacrificio cumbre por la redención del mundo, fue elevado al plano de la dispensación Sagitario-Géminis, como se evidencia con Su exclamación desde la cruz: "¡Dios mío, Dios mío, cómo me has glorificado!".

Éste es sólo un pequeño atisbo de la exaltada consecución que espera a la Humanidad. San Pablo, indudablemente, captó algo durante el milagro de su visión, cuando dijo: "Tú hiciste al hombre un poco inferior a los ángeles; Tú lo coronaste de gloria y honor" (Hebreos 2:7).


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Agradecemos al Sr. Arnaldo Pozzi, por este aporte.

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