PREGUNTA Nº 164: ¿Cuál debería ser nuestra actitud hacia las formas inferiores de la vida? ¿Tenemos el derecho de matar algo inofensivo, desde el momento en que todas las cosas vivientes son, en cierro sentido, nuestros hermanos? ¿Y respecto a los insectos o reptiles venenosos?
Respuesta: Sólo existe Una Vida en el Universo, que es la Vida de Dios. En el vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser. Y no sólo nosotros, sino todo lo que vive es una manifestación análoga de Dios. A su debido tiempo nos convertiremos en creadores, así como El es Creador. Pero mientras brutalmente destruyamos las formas de otros seres nos creamos un obstáculo. El preguntante está en lo cierto al afirmar que los animales inferiores son nuestros hermanos; pero, triste es decirlo, en vez de cuidar de ellos y de inspirarles confianza y amor, nos hemos arreglado de manera tal como para hacernos temibles de todo ser viviente que habite en la tierra, por la carnicería que hemos hecho con ellos, y parece una retribución justísima el que nosotros, a nuestra vez, estemos en temor constante de las vidas microscópicas, los bacilos, que no podemos matar ni a tiros ni a cuchilladas.
En cuanto a los insectos o reptiles venenosos, puede decirse que, en muchos casos, son encarnaciones de nuestros propios pensamientos maléficos, producidos también por nuestros hábitos, sucios. La ciencia nos ha demostrado que una higiene apropiada nos libere de ellos, por lo menos en gran extensión, sin necesidad de matarlos. Los grandes reptiles, tales como las serpientes, no son tan peligrosos como se cree que son. En los templos de la India, en la que ciertas clases del pueblo han cultivado una actitud de absoluta inofensividad, rehusando matar hasta al animalejo más insignificante, pueden verse diariamente serpientes venenosas que circulan entre los fieles allí congregados, sin hacerles jamás el menor daño, y si cultiváramos una actitud de inofensividad respecto a los seres inferiores, pronto aprenderían a tener confianza en nosotros, en vez de temernos, como ahora.
Muchos relatos se cuentan de marineros que han llegado a islas en las que nunca había pisado el pie humano y han encontrado aves allí perfectamente faltas de temor, hasta que algunas de ellas fueron asesinadas por los salvajes invasores. Entonces han aprendido a huir
apenas el hombre se aproxima.
Hemos también convertido algunos seres humanos en bestias de presa a quienes llamamos ladrones y salteadores, que despojan a sus semejantes y los privan de sus bienes, hiriéndolos a veces y aun matándolos; y todo ello es el resultado de nuestros tratamientos crueles, que son dictados por el miedo. Si sintiéramos amor no tendríamos miedo, “porque el verdadero amor purifica de todo miedo”, y si no tuviéramos temor nada podría dañarnos, porque una actitud confiada y tranquila es un protector más seguro que el revólver y la cerradura. Por lo tanto, debemos cultivar esa actitud de simpatía para todas las cosas que viven y respiran; debemos dejar de matar los animales a millones para comer o por deporte, que es la peor de todas las formas de la crueldad. Una actitud de amor hacia nuestros semejantes provocaría en ellos similares emociones y los cerrajeros y fabricantes de cañones pronto serían inútiles. Nos lamentamos de los enormes impuestos que soportamos para mantener una potente fuerza policial, el complicado mecanismo de los tribunales y los grandes presidios y casas de corrección, pero todas esas instituciones desaparecerían tan pronto como reemplazáramos el miedo por el amor. La Biblia nos habla de un tiempo cuando el león y el buey, el niño y el venenoso reptil, jugaban juntos en paz. Esto puede ser muy bien un hecho real, porque las bestias de presa no han sido siempre carnívoras. En un antiquísimo pasado el hombre tuvo su papel que llenar en su desarrollo, y en el futuro será de su deber el modificar esas condiciones.
Max Heindel
FILOSOFÍA ROSACRUZ EN PREGUNTAS Y RESPUESTAS TOMO PRIMERO
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