Yo soy la resurrección
y la vida
(San Juan XI; 25)
Por Estela Marrot de G.
Y
Antes
de la venida de Cristo, el Espíritu Santo tenía a su cargo la evolución de la
tierra y del hombre. Sus poderes estaban centrados en la cristalización de las
formas y este proceso habría llegado al nadir en la Región Química, por lo que
se hizo necesario que el Cristo se convirtiera en Espíritu Planetario Interno
para así continuar la obra que había venido efectuando desde el exterior.
Para
inaugurar esta misión a favor de la humanidad, un Rayo del Cristo trabajó con
Jesús, el más puro y evolucionado de los hombres, por aquel tiempo, conociendo
de esta manera las necesidades y posibilidades de la humanidad, siendo un
hombre entre los hombres. Durante Su ministerio de tres años, enseñó por medio
del precepto y el ejemplo y cargó sobre Sus hombros la cruz de las flaquezas
humanas, siendo vilipendiado, crucificado, muerto y repartidos Sus vestidos. En
ese momento Su Sangre impregnó la tierra y la brillantísima Luz de SU CUERPO DE
DESEOS, cegó a los hombres mientras se derramaba sobre ella hasta compenetrarla
entera. El mismo penetró al seno del Planeta donde permaneció durante tres días
para luego Resucitar y Ascender a los cielos en presencia de algunos de Sus
discípulos.
Este
no fue el final, sino el comienzo de SU OBRA REDENTORA. Al penetrar en la
tierra y convertirse en su REGENTE, detuvo el proceso de cristalización,
iniciando el proceso de sutilización y elevación de las vibraciones terráqueas,
limpiando al mismo tiempo su envoltura de deseos imprimiéndole así un impulso
de aceleración.
En
San Juan 16:28 encontramos su explicación dada a Sus discípulos por entonces y
para siempre: “Salí del padre y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo y
voy al Padre”. Desde entonces este doble acontecimiento de su retorno entre el
mundo físico y el mundo del Padre se ha venido repitiendo año tras año.
En
esta estación, entre el 21 y 22 de Junio, EL CRISTO se encuentra en el Mundo
del Espíritu Divino, EL TRONO DEL PADRE, iniciando Su descenso, después de
reconstruir y fortalecer SU ESPÍRITU DE VIDA con el cual resucitará y
rejuvenecerá la tierra y los Reinos que evolucionan sobre ella. Entre el 22 y
23 de Setiembre, toca nuestra atmósfera, llegando al centro de la tierra en la
media noche del 24 de Diciembre, donde permanece por tres días para luego
comenzar a salir, salida que se completa del 20 al 21 de Marzo, para elevarse
de nuevo hasta el Padre dejando Su FUERZA VITAL como alimento de todos los
organismos vivientes.
Por
lo explicado aquí, se deduce que los dos equinoccios, o sea cuando el sol se
encuentra sobre el Ecuador , y las noches y los días son de igual duración en
los dos Hemisferios y los dos Solsticios, puntos en que el Sol se encuentra más
alejado del Ecuador a los 23º 27 de latitud N. o S., marcan los cuatro puntos
cardinales de la vida anual de nuestra tierra y del hombre, tanto en el sentido
espiritual como en el aspecto físico.
Pero
este doble proceso no se lleva a cabo de manera simultánea, sino que: mientras
el proceso espiritual comienza en el equinoccio de Otoño con el descenso del
Cristo Cósmico, culminando en el Solsticio de Invierno cuando interpenetra
todos los átomos de la tierra, irradiando del centro hacia la circunferencia,
beneficiando de este modo a todo el planeta. La renovación y vitalización
física comienza con el Equinoccio de Primavera, con la resurrección o salida y
alejamiento del Cristo Cósmico que culmina en el Solsticio de Verano el 21 al
22 de junio.
Ahora corresponde considerar el hecho de que
en el Hemisferio Sur nos encontramos en Invierno, lo que se debe al ángulo de
inclinación del eje de la tierra; mientras en el hemisferio N. Los rayos del
Sol caen casi verticalmente sobre los 23° 30 Lat. N., marcando la estación de
Verano, aquí en el Hemisferio Sur los rayos del Sol caen en forma oblicua y esta
disminución de fuerza manifiesta la Estación de Invierno. En el tiempo presente
el Hemisferio Norte tiene ventaja sobre nuestro Hemisferio Sur en lo que
concierne a la evolución, pero en una época futura, la rotación de los polos de
la tierra llevará al Hemisferio Sur a la posición que ocupa hoy día el
Hemisferio N., adquiriendo a su vez la ventaja que actualmente tiene éste.
Tal
como Cristo dijo: “Yo soy la Resurrección y la Vida” la reavivación y
vivificación de nuestro planeta se debe a la fuerza que se desprende del
Espíritu del Cristo Cósmico, unido a los rayos del Sol físico. Esta fuerza
Crística que interpenetra toda la tierra el 24 de Diciembre, permanece latente
en el Hemisferio Sur, hasta que debido al movimiento de la tierra alrededor del
Sol se produce el ángulo requerido para hacer dinámica y manifiesta esta
fuerza, lo que acontece en el mes de Setiembre, hecho que sugiere la idea de
que el Sol pasa al dinámico y activo Signo de Aries, al contrario de lo
establecido y de común conocimiento, o sea de que el Sol está en el Signo
Libra.
Así como nosotros estamos prisioneros en
nuestros cuerpos, mientras permanecemos despiertos y durante el sueño salimos
de estos cuerpos para penetrar en otros planos, de manera análoga, pero en
grado muy superior, el Cristo se encierra, se encarcela a Sí mismo en la tierra
desde el Equinoccio de Otoño al Equinoccio de Primavera actuando en las
actividades vitales de todo orden, dándose a sí mismo. Sin esta infusión anual
de vida y energía divinas las formas vivientes y espirituales que evolucionan
en la tierra no progresarían, más aún, perecerían. Esta vida del Cristo, unida
a los rayos del Sol Físico, produce la germinación y crecimiento de las
simientes en los diferentes reinos de la Naturaleza.
Cada
año son entregadas nuevas semillas al seno de la tierra y son necesarios un
nuevo sol y nueva lluvias, para hacerlas germinar, como así mismo, purificar y
renovar la atmósfera y aura de nuestro planeta.
Nosotros
mismos por la Ley de Analogía nos identificamos con este proceso al considerar
y meditar sobre el hecho que diariamente, por medio de la contraparte etérica
del bazo, nuestro cuerpo físico absorbe parte de la fuerza vital del Sol, la
que después de circular a través de todo el sistema nervioso y muscular, irradia
en líneas rectas hacia el exterior de la periferia de nuestro cuerpo cuando hay
superabundancia de fuerza vital, lo que no sucede cuando no ha absorbido la
suficiente fuerza solar, entonces estas líneas o rayos del cuerpo vital caen,
declinan, poniendo de manifiesto la deficiencia de éste. De parecida manera y
en grado considerable, la tierra absorbe las energías espirituales y físicas,
nutriéndose y fortaleciéndose al máximo para luego irradiarlas hacia el
exterior, con el consiguiente beneficio para todos.
De
este modo, se cumplen las palabras de Cristo-Jesús en la última Cena, quien
tomando el cáliz lo bendijo diciendo: “tomad esto y bebed todos, esta es mi
sangre que por muchos es derramada” y tomando el pan lo bendijo, partió y lo
dio diciendo: “comed, este es mi cuerpo que por vosotros es dado”.
Como
se ha dicho y repetido: la misión de Cristo beneficia a todos, pero el
conocimiento nos hace conscientes de esta misión y nos constituye en sus
colaboradores.
Trascrito de ASOCIACIÓN
INTERNACIONAL DE CRISTIANOS MÍSTICOS
FRATERNIDAD ROSACRUZ DEL PARAGUAY
Nº 502 - JOYAS ESPIRITUALES – Abril del 2004
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