La ascensión de
Cristo
“Al
finalizar el día sábado, cuando empezó a amanecer el primer día de la semana,
fueron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro, y al mirar, hubo un
gran temblor de tierra: Un Ángel del Señor descendió del Cielo, llegó, y
removió la piedra que tapaba la puerta, y se sentó sobre ésta. Su semblante era parecido al relámpago, y sus
vestiduras blancas como la nieve”.
“El
guardia tembló de miedo, y quedó como muerto, y el Ángel tranquilizó a las
mujeres diciéndoles: no temáis, sé que vosotras buscáis a Jesús, el que fue
crucificado. Él no está aquí: porque Él
resucitó, como Él dijo; vengan, vean el lugar donde el Señor descansaba”.
“Vayan
rápidamente, y digan a sus discípulos que Él ha resucitado de la muerte; y he
aquí, va delante de vosotros Galilea;
allí vosotros le veréis; he aquí, os lo he dicho”.
-Mateo- 28: 1-7
Para
los Apóstoles, el milagro más grande de Cristo Jesús fue su Resurrección de la
muerte luego de tres días en la tumba. A
través de la suprema manifestación del poder de Dios, El testifica la completa victoria
del espíritu sobre la materia. El
estudiante esotérico acepta la Resurrección como una indudable victoria de la
vida en sí misma. Como él sigue la huella del Maestro, su peregrinación
no termina en el Calvario sino en el Monte de los Olivos. La Fe debe efectuar el cumplimiento final de esta
peregrinación, antes que el testimonio sea consumado.
Jesús, el hombre de Nazareth, fue un extraordinario ejemplo de convicción
espiritual que habitó entre nosotros, pero es más familiar para nosotros que
para aquéllos que habitan otras regiones de la tierra. Aunque conozcamos los más pequeños detalles
de la vida del niño Jesús, se ha convertido en la personificación de una sólida
convicción espiritual. Por más de quince
centurias, los Reyes han sido coronados en su nombre y los Gobernantes han
tomado juramento de oficio sobre Su Libro –La Biblia-. Le hemos dado todos los honores mundanos y en
cada comunidad hay altares levantados en Su nombre y a Su trabajo.
Para
la cristiandad, Cristo Jesús es de Rey de Reyes.
Sin
embargo, a pesar de esto, vivimos en lucha y discordia, cada hombre teme a su
prójimo, y las naciones se balancean al borde de la guerra. Algunos dignatarios de las Iglesias parecen
tener una simple explicación para esta extraña y dramática contradicción.
La
Fe se mantiene inconmovible, ella cree; la religión es parte de nuestro medio
ambiente, y nosotros participamos de esta como si estuviésemos en cualquier sociedad
y organización. En cierto modo, se
adquiere la creencia de que la Iglesia está únicamente en las manos de sus
ministros y sacerdotes, los cuales deben llevarla al tiempo final, que beneficiará
a todos.
El
Cristianismo real no está por ese camino.
Este no es el clima propicio para aceptar y adaptar a nuestras propias
inclinaciones. No podemos llegar a ser
sabios por ir simplemente a la escuela, ni cristianos por ir a la iglesia. Sin la experiencia mística de la religión, la
fe permanece negativa y estéril. El
clérigo nos enseña Teología, pero los verdaderos conceptos religiosos nos llegan
de la fuente interna de bien que está en nuestro propio corazón. Podríamos seguramente estar sumergidos en un
mar de Fe, y morir sin Fe, a menos que personalmente experimentemos la
presencia de Dios en nuestros corazones.
La Fe
Cristiana siempre ha considerado esencialmente la Senda Mística. A esta nunca ha apelado directamente el erudito,
el sabio, o el filósofo. Como deber ser,
la vida y ministerio de Jesús, justifica y alienta la bondad y la caridad que
todos tenemos adentro.
Al
principio únicamente podíamos admirar y respetar sus enseñanzas pero no podemos
evitar aumentar nuestra admiración y sentir un intenso deseo de imitarlo. De esta manera nos damos cuenta de la
importancia de vivir la vida al servicio de los más débiles.
Este
cambio en nuestros propios corazones nos transformará de estáticos seguidores
de credos, a dinámicos servidores de principios. La vida es únicamente importante cuando tiene
un alto propósito. Con esperanza, Fe y
Amor en nuestros corazones, guiaremos nuestras mentes y manos; no podemos
fracasar, ya que se sirve a una causa que no puede fallar.
La
venida de Cristo marca el más importante y trascendental evento en toda
evolución de la raza humana. Su verdadero
sentido y propósito es el más grande misterio de los Misterios Cristianos.
Los principales
eventos recordados en La Biblia, son la Anunciación y la Ascensión, que esbozan
la senda iniciadora que ha sido dada a todos los pueblos y razas a través de las
distintas religiones del mundo.
Algunos ocultistas creen que la historia de Cristo tal como está
relatada en los Evangelios puede ser entendida únicamente en términos alegóricos
–que no es histórica, sino es simbólica-; esa senda, eventualmente, toda la
humanidad la recorrerá. Sin embargo, esta
interpretación deja afuera la suprema luz del Cristianismo esotérico; y especialmente,
el propósito y sentido de la regencia de Cristo sobre la tierra.
La
vida de Cristo Jesús duplica la experiencia de otros maestros universales y sus
pasos iniciadores empiezan en el Antiguo Ministerio del Templo; Él, el Cristo,
no solo agregó un significado más hondo y profundo a todo lo que vino antes,
sino que también forma parte de la historia que el mundo debe ver y
contemplar. Así, en el Misterio de
Cristo, están las dotes supremas, que aguardan el futuro desarrollo del hombre.
Tal
vez nosotros nos hicimos las siguientes preguntas: “¿Por qué el sacrificio?, ¿Porqué
vino Cristo? “La Lectura del Cristianismo Rosacruz” nos da una muy buena
respuesta: “Si alguien hubiese estado por un millar de años sobre un distante
planeta y mirara clarividentemente a nuestra pequeña tierra, hubiera visto un
cambio gradual de mal en peor en el Mundo del Deseo y el Mundo del Pensamiento.
La Tierra fue aumentando cada vez más
sus oscuras y malas vibraciones porque el hombre, en los días de su más
temprana niñez, no fue capaz de controlar sus impulsos.
Fue dominado
principalmente por la mente y su cuerpo de deseos; por lo cual tenía que
quedarse en el Purgatorio casi todo el tiempo entre encarnaciones. Estuvo casi sin progresar. El Segundo Cielo, donde el hombre aprende a
realizar trabajo creativo, estaba casi estéril.
Fue por esto que el Mundo de Deseos de la Tierra debía ser limpiado
urgentemente para dar al hombre una nueva oportunidad. Cristo, el más grande Iniciado del Período
Solar, se dedicó Él mismo como tutor de la infantil humanidad, en el segundo
día posterior a la Manifestación.-
Al
principio, su paternal trabajo fue realizado fuera del Globo pero con el
tiempo, eventualmente, vino para reemplazar las rígidas Leyes de Moisés y alcanzar
un más alto nivel espiritual en el reino de amor y fraternidad universal. Con el propósito de cumplir su promesa y
acercarnos a Él, el gran Arcángel, Cristo, debió llegar a ser Regente del Planeta
Tierra, Su guía y Su Vida interna.
La
Oleada de Vida Arcangélica, se sumergió en la materia únicamente hasta el Mundo
del Deseo, por eso el vehículo más bajo de Cristo fue su Cuerpo de Deseos. Como
es una Ley Cósmica que un Ser no puede crear un vehículo que no ha aprendido a construir
durante su evolución, fue imposible que el Gran Espíritu Solar, Cristo, naciera
con un cuerpo físico. El no pudo formar
tal vehículo, como así tampoco el Cuerpo Vital formado por éteres. Para suministrar estos vehículos necesarios
para la Gran Misión, un hombre, Jesús, fue el elegido de Dios para cumplir tal
necesidad.
Jesús, un hombre de nuestra evolución, la oleada de vida humana, ofreció
su cuerpo como un sacrificio al Gran Espíritu.
Por muchas vidas Jesús había pisado la senda de la Santidad e Iniciación
y así estuvo apto para el más grande honor conferido jamás a un ser
humano. El perdió su cuerpo denso y
vital en el momento de ser bautizado. El
Cristo entonces entró en el Mundo físico y se convirtió en el mediador entre
Dios y el hombre.
“Y
también Juan testimonió, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma,
y permaneció sobre Él”.
Juan 11: 32
El Gran Maestro, El Cristo, trajo amor y
altruismo, la nota clave del Mundo del Espíritu de Vida, para limpiar el Mundo del Deseo que estaba
impurificado; y salvar las desvalidas y desahuciadas generaciones que iban a
venir. Su Ministerio de amor terminó en
una penosa muerte. Fue crucificado. Esta es la suprema y fundamental diferencia
entre Él y los otros maestros en quienes los Espíritus de Raza fueron
eliminados. Todos ellos murieron y
debieron renacer nuevamente una y otra vez para ayudar a sus pueblos a mantener
sus destinos. El Arcángel Miguel, el Espíritu de Raza de los Judíos, guió
a Moisés, quien se cree murió en Monte Lebo.
El renació como Elías; Elías retornó como Juan el Bautista. Buda murió y
renació como Shankara. Cuando iban a
morir, el rostro de Moisés y el cuerpo de Buda llegaron a ser luminosos. Todos ellos alcanzaron ese estado cuando el
Espíritu comenzó a brillar en su interior, muriendo en esos momentos. Cristo Jesús alcanzó ese estado en el Monte
de la Transfiguración. Esto significa
que su trabajo verdadero empezó subsecuentemente a ese evento. Él sufrió, fue muerto, y resucitó.
Max Heindel
prosigue la narrativa:
“Cuando
el Salvador, Cristo Jesús fue crucificado, su cuerpo fue atravesado en cinco
lugares, en los cinco centros donde fluyen
las corrientes del cuerpo vital, y la presión de la corona de espinas
causó el flujo del sexto…. Cuando la sangre manó de estos centros, el Gran
Espíritu Solar de Cristo se liberó de los vehículos físicos de Jesús, y se
introdujo Él mismo en la tierra con sus vehículos individuales.
Los
ya existentes vehículos planetarios se interpenetraron con los de Él, y fue capaz
desde ese momento de trabajar sobre la tierra y su humanidad, desde
adentro. En ese momento, una tremenda
oleada de luz solar espiritual inundó la tierra. Esto rasgó el velo del templo que el espíritu
de raza había colgado delante de él, para que no entren todos sino unos pocos
elegidos, y esto hizo que el camino de la Iniciación esté libre para todos como
un flash relampagueante, en los Mundos Espirituales, pero mucho más lentamente,
en las condiciones densas. Como toda
rápida y alta vibración de luz, esta gran onda cegó la gente por su deslumbrante brillo, por eso
se dijo que el Sol se había oscurecido.
Lo expuesto
fue verdad –ya que el Sol brilló exteriormente con Glorioso esplendor-; fue el exceso
de luz lo que cegó a la gente, y como la tierra entera absorbió al Brillante
Espíritu Solar, luego la vibración retornó a un nivel más normal, tanto dentro
como fuera de la esfera terrestre.
En
el momento de su resurrección, Cristo dio a la humanidad el más Glorioso
mensaje de Pascua; Él demostró de hecho que la muerte no es sino una
transición, y, eventualmente, no tendrá parte en las experiencias planetarias
del hombre.
Gozosamente proclamó para todo el Mundo, eso que es el más trascendente
de los temas espirituales:
“Yo
soy la Resurrección y la Vida”.-
Trascrito de Artículos de RAYOS de la Rosa
Cruz
De Abril de 1983
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