lunes, 19 de diciembre de 2016

Los éteres y las leyes de la naturaleza

Capítulo I

LOS ÉTERES Y LAS LEYES
DE LA NATURALEZA

Hablar del éter coma medio de transmitir fuerzas, no dice nada a la mentalidad corriente, porque la fuerza es invisible. Pero para el investigador oculto, las fuerzas no son puramente nombres tales como vapor, electricidad, etc., sino que descubre que son seres inteligentes, de diversos grados, tanto sub como suprahumanos. Lo que llamamos leyes de la Naturaleza son Grandes Inteligencias que guían y dirigen a seres más elementales, de acuerdo con ciertas reglas, determinadas para acelerar su evolución.

En la Edad Media, cuando muchas personas estaban todavía dotadas de los remanentes de la clarividencia negativa, hablaban de Gnomos, de duendecillos, hadas, etc., que vagaban por las montañas y las selvas. Éstos eran los espíritus de la tierra.

También se mencionaban las Ondinas y las Ninfas o espíritus del agua, que habitaban en los ríos y las corrientes de agua, los Silfos, que moraban en las neblinas y brumas que estaban sobre los fosos y las ciénagas, como espíritus del aire, pero no se hablaba mucho de las Salamandras, ya que éstas son los espíritus del fuego, y por eso no son tan fácilmente descubiertos ni accesibles para la mayoría de las personas.

Actualmente se considera a las antiguas leyendas como supersticiones, pero la verdad es que, cualquiera que esté dotado con la visión clarividente, puede percibir a los pequeños gnomos fabricando la verde clorofila de las hojas de las plantas y dando a sus flores esa multiplicidad de matices delicados y preciosos que constituyen la delicia de nuestros ojos.

Los hombres de ciencia han tratado unas y otras veces de ofrecer una explicación adecuada de los fenómenos de los vientos y de las tormentas, pero han fracasado rotundamente, ni obtendrán jamás éxito mientras traten de ofrecer simples soluciones mecánicas a lo que realmente es una manifestación de la vida. Si pudieran ver las legiones de Silfos aleteando de un lado para otro, sabrían quiénes causan la variabilidad de los vientos. Y si pudieran observar una tormenta en el mar desde el punto de vista etérico, verían que lo que se llama la “guerra de los elementos” no es una frase vacía, porque el tumulto del mar es entonces realmente el campo de batalla de los Silfos y las Ondinas y los rugidos de la tempestad no son más que los gritos de guerra de los espíritus en el aire.

Las Salamandras se encuentran por todas partes y no se puede encender el fuego sin su concurso, pero sobre todo se encuentran en actividad bajo tierra. Son ellas las que causan las explosiones y las erupciones volcánicas.

Las clases de seres que hemos mencionado son todavía subhumanos, aunque todos ellos, en algún tiempo, alcanzarán un estado evolutivo correspondiente al humano, aunque en diferentes circunstancias de las que ahora nos rodean. Pero actualmente, las maravillosas inteligencias de las que hablamos como “Leyes de la Naturaleza”, son las que dirigen a las legiones de dichas entidades menos evolucionadas.

Para mejor comprender lo que son estos diversos seres y sus relaciones con nosotros, podemos considerar la siguiente ilustración: supongamos que un mecánico está construyendo una máquina y mientras tanto un perro lo está observando. El perro ve al hombre trabajando, así como los distintos instrumentos que emplea para dar forma a sus materiales. Y ve también cómo del hierro, acero, bronce y otros metales en bruto, va surgiendo lentamente la forma de la máquina. El perro es un ser perteneciente a una evolución inferior, y no comprende el propósito del mecánico, pero sí ve al obrero, su trabajo y el resultado del mismo que se manifiesta como una máquina.

Si además suponemos que el perro sólo fuera capaz de ver los materiales que lentamente van cambiando de forma, ajustándose entre sí y convirtiéndose finalmente en una máquina, pero que no pudiera ver al trabajador y el trabajo que hace, entonces el perro se encontraría en la misma relación con respecto al mecánico, como nosotros nos encontramos con respecto a esas grandes Inteligencias a quienes llamamos Leyes de la Naturaleza, porque somos capaces de contemplar las manifestaciones de su trabajo como fuerzas que mueven a la materia en distintas formas, pero siempre bajo condiciones inmutables.

En el éter podemos también observar a los ángeles, cuyo cuerpo más denso está formado por ese material, en vez de estarlo, como nuestro cuerpo físico, de gases, líquidos y sólidos. Esos seres están un poco más adelante que la etapa humana, así como nosotros nos encontramos en una etapa superior a la de los animales, evolutivamente hablando. Nunca hemos sido animales iguales a los de la fauna actual, sin embargo, en una etapa anterior del desenvolvimiento de nuestro planeta, hemos tenido una constitución similar a la del animal. En esa época los Ángeles eran humanos, aunque nunca poseyeron un cuerpo denso igual al nuestro, ni llegaron a vivir en ninguna materia más densa que el éter. En un estado futuro la Tierra volverá nuevamente a un estado etérico y entonces el ser humano será como los ángeles. Por eso la Biblia nos dice que el hombre fue hecho un poco menor que los ángeles. (Hebreos 2:17)

Y así como el éter es el canal o conductor de las fuerzas vitales creadoras y como los ángeles son los más hábiles y expertos en manipular el éter, podemos comprender fácilmente que están especialmente en condiciones de ser los guardianes de las fuerzas de propagación en las plantas, los animales y el ser humano. En la Biblia siempre los encontramos en relación con esto. Dos ángeles vinieron a Abraham a anunciarle el nacimiento de Isaac. Ellos prometían hijos a los hombres que obedecían a Dios. Más tarde esos mismos ángeles destruyeron a Sodoma por el abuso de las fuerzas creadoras. Ángeles fueron los que anunciaron a los padres de Samuel y de Sansón el nacimiento de estos gigantes de la inteligencia y del músculo. Y a Isabel vino el ángel (no el Arcángel) Gabriel y le anunció el nacimiento de Juan, apareciéndosele más tarde a María con el mensaje de que Ella había sido elegida para concebir a Jesús.

del libro Temas Rosacruces UNO
 publicado por Estudiantes de la Fraternidad Rosacruz de Max Heindel


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