sábado, 16 de julio de 2016

Visitantes celestes

PREGUNTA Nº 59:  VISITANTES CELESTES
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¿Por qué es que los clarividentes dan ideas y puntos de vista tan diferentes de lo que ven en el mundo invisible, a tal punto que es imposible reconciliar sus narraciones?

Respuesta: Esta pregunta ha sido ampliamente explicada en el Concepto Rosacruz del Cosmos. Eso depende en una extensión considerable del hecho de que en el mundo invisible las formas son tan plásticas que pueden cambiar su figura en un abrir y cerrar de ojos, dando así al vidente no ejercitado una idea enteramente falsa. De aquí que el entrenamiento sea absolutamente necesario para la observación tanto allá como aquí, pero usted está errado en cuanto a la idea de que todos difieren. Existe un número considerable de personas que han desarrollado la visión espiritual, o tal vez la han adquirido involuntariamente, pero que sin embargo ven las cosas de modo parecido, y de esta manera corroboran las afirmaciones de otros. Tenemos, por ejemplo, ante nosotros la edición revisada de un libro escrito por una enfermera de hospital que había estado presente en muchas agonías y en su libro dice haber observado la misma cosa que nosotros hemos escrito en nuestros varios libros durante los últimos diez años. El libro se llama “El Ministerio de los Ángeles” (The Ministry of Angels), término que la autora aplica no solamente a la gran Jerarquía que está inmediatamente por encima de la humanidad, según el término usado en el Concepto Rosacruz del Cosmos, sino a todos los seres humanos que han pasado más allá del velo. Sin embargo, aparte de eso, el libro está lleno de experiencias que han sido duplicadas por el que escribe miles de veces. Podemos tomar unos pocos ejemplos del resumen de este libro dados en The Occult Review (La Revista Oculta), para mostrar la similitud de las experiencias de esta dama con nuestras enseñanzas, tal como son expuestas en la literatura Rosacruz.
Cuando ella tenía alrededor de dieciocho años de edad, una muchacha amiga suya llamada Maggie enfermó gravemente de un modo súbito y murió en sus brazos. Inmediatamente después de que su corazón había cesado de latir, dice ella: "Yo vi distintamente ascender de su cuerpo algo con la apariencia de humo o vapor, tal como el que despide una olla con agua hirviendo.
La emanación se elevó sólo a poca altura y allí se transformó en una forma parecida a la de mi amiga que acababa de morir. Esta forma, indefinida al principio, gradualmente cambió hasta que tomó forma definida y se veía vestida con una especie de túnica de color blanco aperlado, como si fuera una nube, debajo de la cual los contornos de la figura eran claramente visibles. La cara era la de mi amiga, pero glorificada, sin huellas del espasmo doloroso que la había dominado momentos antes de su muerte. Esto es exactamente lo que hemos enseñado: en el momento de la muerte, cuando se ha roto el cordón plateado en el corazón, el cuerpo vital sale a través de las suturas del cráneo y queda suspendido a pocos pies por encima del cuerpo. Escribiendo sobre el tema de las últimas horas de los pacientes que cuidó, enfatiza el hecho de que a menudo, a despecho de la condición física o mental del moribundo, precisamente antes del fin, el agonizante parecía reconocer a alguien que no era de ellos junto al lecho, y a quien no veían los demás.
"He visto", dice, "una mujer que había estado en estado comatoso durante horas, abrir súbitamente sus ojos con una mirada de alegre sorpresa, extender sus manos como si quisiese estrechar manos invisibles extendidas hacia ella, y luego, con lo que parecía un suspiro de alivio, expirar. He visto un hombre que había estado retorciéndose de dolor, calmarse de repente, dirigir sus ojos con una expresión de gozoso reconocimiento o algo o alguien que para los que lo observaron era Sólo vacío, y, pronunciando un nombre en tono de saludo exhalar su último aliento".
"Recuerdo la muerte de una mujer que era víctima de esa terrible enfermedad, el cáncer maligno. Sus sufrimientos eran torturantes y oraba pidiendo sinceramente que la muerte le viniese pronto. En su agonía súbitamente su sufrimiento pareció cesar, la expresión de la cara, que momentos antes había estado contraída por el dolor, adquirió una expresión de radiante gozo. Incorporándose con su alegre destello en sus ojos, elevó sus manos y exclamó: ¡ Oh, madre querida, has venido para llevarme al hogar. Estoy tan contenta!, y en el siguiente momento su vida física había cesado.
"Al principio la autora no podía ver estos seres invisibles por sí misma, pero gradualmente desarrolló la visión espiritual, de suerte que ella veía realmente a los que llegaban a recibir al moribundo en los reinos de la vida del Espíritu y darles la bienvenida en otro estado de experiencia.
"La primera vez que recibí la prueba ocular", dice, "fue en la muerte de L., una dulce muchacha de diecisiete años, que fue mi amiga íntima. Era víctima de la tisis. No sufrió ningún dolor, pero el cansancio que resulta de la extrema debilidad pesaba demasiado sobre ella, y anhelaba descanso".
Poco tiempo antes de que expirase, me hice consciente de que dos Espíritus estaban de pie junto al lecho, uno a cada lado. No me di cuenta cuando entraron al aposento, pero cuando por primera vez se me hicieron visibles pude verlos tan distintamente como a cualquiera de los ocupantes humanos del aposento. En mi propio corazón, yo siempre he llamado Ángeles a estos brillantes seres del otro mundo, y como a tales me referiré a ellos de aquí en adelante.
Reconocí sus caras como las de dos muchachas que habían sido las amigas más íntimas de la que se estaba muriendo. Habían fallecido un año antes y eran entonces de más o menos la misma edad que ella".
"Un momento antes de que apareciesen, la muchacha moribunda exclamó: Se ha oscurecido todo de repente, no puedo ver nada; pero ella las reconoció inmediatamente. Una sonrisa hermosa de ver iluminó su semblante cuando extendió sus manos hacia adelante y en tono de gozo exclamó: Oh, ustedes han venido a llevarme; me alegro, porque estoy muy cansada.
"Los dos ángeles extendieron cada uno una mano, estrechando respectivamente uno la mano derecha de la muchacha agonizante, el otro la izquierda. Sus caras se iluminaron por una sonrisa aún más radiantemente bella que la de la cara de la muchacha que pronto iba a encontrar el descanso por el cual suspiraba. Ella no habló más pero casi durante un minuto sus manos permanecieron extendidas, estrechadas por las manos de los ángeles, y continuaba mirándolos con la alegría en sus ojos y la sonrisa en su cara. Los ángeles parecían aflojar su apretón de las manos de la muchacha, que cayeron otra vez a la cama. Una señal apareció en sus labios como la del que se resigna alegremente a un muy necesitado reposo o sueño, y al momento siguiente ella era lo que el mundo llama un muerto. Esa bella sonrisa con la cual ella reconoció a los ángeles estaba todavía estampada en sus facciones.
Notará usted que en el último ejemplo la muchacha moribunda habla de que la habitación se estaba oscureciendo, éste y otros muchos hechos son enseñados en el Concepto Rosacruz del Cosmos y en otros libros nuestros, y hasta donde nosotros sabemos, en ninguna otra parte ha sido dada tan completa y definida información concerniente al tránsito del Espíritu de la tierra de los vivos a la tierra de los muertos que viven.
La autora comenta la actitud materialista de los parientes y amigos ante la presencia de la muerte, y ella frecuentemente sintió la inutilidad de querer convencerlos de la realidad de lo que ella misma fue capaz de atestiguar. En el último ejemplo, el padre de la muchacha era un escéptico completo y se había convencido de que no existe la vida futura. Las últimas palabras de su hija, la sonrisa que iluminó su faz cuando reconoció a sus amigas que habían venido a llevarse su Espíritu, las consideraba como evidencias de una imaginación desordenada. Sin embargo, no siempre fue así. En el caso de un paciente que estaba muriendo de pulmonía, su mujer estaba sentada al lado de su cama, y él llamó su atención hacia el niñito de ellos que había muerto a la edad de cinco o seis años, quien estaba esperándole. "Mírale, cómo sonríe y me da sus manos", exclamó él, "¿No puedes verle?" Aunque no le pudo ver como su marido, ella después dijo lo siguiente: Estoy muy contenta de que él viese a B. antes de morir. Ahora podré recordarlos siempre juntos y felices, y cuando yo misma sea llamada, sé que los dos vendrán por mí".
Finalmente, nuestra enfermera del hospital renunció al trabajo y se dedicó a la práctica privada. En una ocasión acompañó a una amiga a la casa de una señora que había estado inválida por muchos años y necesitaba una enfermera. Era su amiga, sin embargo, quien estaba haciendo de enfermera. Cuando la conocí mi corazón al momento latió por ella, dice la autora, porque en un momento me fueron reveladas la profundidad y la ternura de su alma santa. Cómo, no lo sé. No puedo explicarlo. Esta mujer, me dije a mí misma, es la amiga que he estado buscando por tanto tiempo, y concebí la gran esperanza de que yo pudiese obtener su amistad.
La aspiración no se realizó en este mundo, sin embargo, pero estaba destinada a recibir satisfacción por medio de una de esas extrañas amistades en las cuales una de las dos personas está de este lado del velo, y la otra del otro. "Con el curso del tiempo", escribe, mucho tiempo después de su muerte, ella llegó a ser mi amiga más íntimamente que ninguna amiga que yo tuviese en esta vida. Cuando ella aparecía ante mí no era para desvanecerse casi inmediatamente, sino para estar conmigo y conversar llana y naturalmente como pudo haberlo hecho cualquier ser humano. Cuando ella estaba conmigo, yo podía verla tan claramente como a cualquiera de los objetos diarios de la vida, y me reveló una individualidad exactamente tan pronunciada como la de cualquiera persona dueña de fuertes características que todavía viviese sobre esta tierra.
Por medio de esta señora, a quien con el tiempo llegó a considerar como un ángel guardián, fue puesta en trance para visitar muchos lugares y personas del otro mundo, y en particular describe sus visitas a lo que ella llama el huerto celestial y la cámara de descanso de su amiga allá en ese mundo, donde ella iba a descansar y meditar. Podemos considerar estas descripciones como simbólicas, pero la experiencia no es ninguna experiencia menor, ni la sensación ninguna sensación menor, aunque así las describamos. El simbolismo es de hecho en muchos casos el medio por el cual ciertas emociones son interpretadas por nuestra conciencia, la cual sería incapaz de comprenderlas en ninguna otra forma.
"Mi Ángel Guardián", escribe nuestra autora, "me condujo a través de una de las entradas y me hallé en una espaciosa cámara tenuemente iluminada en la cual los varios tonos de color estaban mezclados con tal perfección de armonía que me impresionó en forma de una bella y dulce música hecha visible. Las paredes estaban cubiertas de colgaduras con apariencia de nubes, en las cuales los verdes, rosados; carmines y dorados, se combinaban tan artísticamente que no había allí una nota discordante de color, pero las colgaduras no eran semejantes a ninguna de las telas de la tierra. Eran claramente visibles para mí, pero no ofrecían resistencia a mi tacto. Era como si atravesase mi mano por entre una nube. En la cámara había varios lechos que mostraban la misma dulce armonía de colorido. Muchas plantas y hermosas flores estaban distribuidas por el lugar. Esta, dijo mi ángel guardián, es mi cámara de descanso, donde vengo a descansar y meditar, y usted vendrá a menudo aquí a descansar conmigo.
Esta región, la Tierra de Veraneo de los Espíritus, con sus casas y flores, su huerto de descanso, también ha sido descripta en el Concepto Rosacruz del Cosmos y en otros libros.
Así es que en todo hay un perfecto acuerdo entre esta autora y el que esto escribe con relación a los hechos y observaciones concernientes a la muerte y los Mundos invisibles.
A continuación se nos dice que ella fue llevada de allí a visitar los millones de trabajadores de alguna ciudad de la tierra, cuyos sufrimientos los moradores del jardín celeste iban a aliviar.
Aquí visitó ella una factoría y observó que ella y sus compañeros pasaban a través de las paredes y de los tabiques al ir de un departamento a otro del enorme edificio, no ofreciendo la menor resistencia a sus cuerpos ni los muros de ladrillo ni las plataformas de acero. "A menudo acostumbraba a preguntarme", observa, cómo entraban los Espíritus a las casas y habitaciones cuyas puertas no estaban abiertas, y cómo salían de ellas si todas las salidas estaban cerradas. Ahora ella parecía comprender que lo que para nosotros, los de la tierra, son muros sólidos, parecen, cuando alguien que viaja en su cuerpo espiritual se acerca a ellos, como si estuviesen compuestos de algo parecido a niebla, y para el paso del Espíritu a través de ellos presentan tan poca dificultad como la niebla para el paso del cuerpo físico. Muchas cosas, observa, que son misterios insolubles para la humana comprensión, aparecen tan pequeños para las facultades espirituales como nos parecen aquí las cosas y experiencias comunes de la vida diaria. Encontrar detenida aquí en este mundo la marcha de uno por un muro de ladrillos no ocasiona sorpresa, y similarmente, no causa sorpresa a alguien que viaje en su cuerpo espiritual, encontrar que el muro de ladrillos no presenta ningún impedimento.
Aquí llegamos al problema de la cuarta dimensión, que desconcierta a muchos de este mundo y sobre el cual, este curioso relato, que en parte suena a fantasía de cuento de hadas, arroja alguna extraordinaria luz. Esto también ha sido explicado en muchos lugares de la literatura Rosacruz.
Otro incidente de un carácter algo parecido por la luz que arroja sobre este extraño misterio de los planos que se interpenetran, se da al final de esta narración. En una de sus visitas a las regiones celestes, nuestra autora conoce a un hombre a quien llama "el mentor". El mentor le dio un bouquet de flores que ella deseaba traer consigo a la tierra. Cuando yo volví a mi casa en mi cuerpo espiritual, dice yo las coloqué en un florero, pero cuando a la mañana siguiente, ya en mi cuerpo físico, fui a mirarlas, descubrí que aunque pude verlas tan claramente como cuando el mentor me las había dado, y pude todavía aspirar la exquisita fragancia, no eran palpables a mi tacto. Mis manos pasaron a través de ellas como a través de un rayo de luz, y no obstante eso no se quebraron, y ni siquiera un pétalo se desarregló. Salvo yo misma, ningún miembro de mi casa podía verlas u olerlas. Los ángeles, agrega, y aquí hay un punto muy curioso, "que me visitan en mi casa, pueden manipularías como lo hacemos nosotros con las flores terrestres, pero a éstas últimas, de las cuales siempre tengo algunas en casa, no las pueden tocar. Ellos las ven exactamente como yo las veo, pero ellas no ofrecen resistencia a su tacto. Ella pregunta en medio de su perplejidad, ¿"cuál es el mundo de la realidad sólida, y cuál el de las apariciones intangibles, nuestro mundo o el mundo espiritual?
Estos puntos también han sido incluidos en la literatura Rosacruz, y nosotros remitimos a nuestros lectores a la anécdota titulada "De frente al escuadrón de fusilamiento", que apareció en el número de Noviembre de 1917 de la revista Rays From the Rosse Cross (Rayos de la Rosa Cruz) y de una descripción de las últimas horas de un espía, cómo recibe la muerte y después del tránsito visita a una hermana. Durante el viaje hacia la casa de su hermana, a miles de millas del sitio donde encontró su muerte, le desconcertó que el aire parecía estar poblado de formas espirituales flotando del mismo modo que él y el Rosacruz que le acompañó. Al principio trató de evitarlas, pero encontró que era imposible. Se defendía de ellas para evitar un golpe, cuando para su sorpresa encontró que esta gente pasaba flotando a través de él y de su compañero como si ellos no tuviesen existencia. Esto de momento le llenó de consternación y desconcierto hasta que el Rosacruz, observando su dilema, animosamente, le instó a no preocuparse. Tal era la costumbre en la tierra de los muertos que viven, porque allí todas las formas son tan plásticas que fácilmente se ínter penetran con otras a veces, y en ello no existe ningún peligro de perder la propia identidad.
Llegado que hubieron a la casa de su hermana, la encontraron sentada en una confortable sala, y el espía impulsivamente se dirigió hacia ella y la abrazó, sólo para encontrar que, para su consternación, ella parecía no darse cuenta, absolutamente, de su presencia, y que sus manos, en lugar de asirla, pasaban a través de su forma. De nuevo volvió sus ojos al Rosacruz y le preguntó qué debía hacer para hacerse sentir, porque esta impalpabilidad de un así llamado cuerpo sólido de nuevo le desconcertaba. Le fueron dadas entonces las instrucciones y el método usado por los muertos que viven para atraer la atención de los que están en el mundo físico.
Así es que hay mil y un punto de concordancia entre mucha gente que puede funcionar tanto en el mundo visible como en el invisible. Mas aún, esta guerra está aumentando grandemente el número de los que pueden llevar a cabo este acto, y por fin todos seremos capaces de hacerlo así, desde el más pequeño hasta el más grande. Será tan normal como la facultad de ver u oír. Así pues, gradualmente nos estamos familiarizando más y más con los mundos invisibles y los puntos de concordancia ya sobrepasan con exceso a los puntos de divergencia.
Por consiguiente no debe haber dificultad para aceptar, por esa razón, los relatos acerca de lo invisible.

del libro "Filosofía Rosacruz en Preguntas y Respuestas" 
Tomo Segundo, de Max Heindel

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