RENUNCIACIÓN
Dulces son los frutos del descanso que nos proporciona la liberación, pero más dulces aún son los frutos que cosechamos por haber cumplido el deber tedioso y amargo
El hombre se detuvo frente al Portal del Olvido de la Tierra, el primero de los Siete Portales del Cielo llamado Amor y Caridad. Levantó la mano para abrir la puerta y titubeó, reclinándose sobre ella. Había venido de muy lejos. La puerta se entreabrió, dejando al descubierto las maravilla del Cielo, allí estaba la perfección tan anhelada.
Una voz que surgía de todos los ámbitos le habló, diciéndole: “En los Mundos Celestes se logran las cosas con solo desearlas”. ¿Quieres olvidar por completo el Mundo de los hombres?.
El hombre meditó y dijo: “Por mucho tiempo he ansiado ese olvido; he participado de todas las penas y alegrías del Mundo”.
La voz le dijo: Una sola condición te impone el Cielo, que solamente desees sus placeres. ¿Hay en tu corazón solamente hambre de esos placeres? ¿Has dejado alguna sombra en el sendero que acabas de recorrer?
El hombre tardó en contestar. Habló pausadamente, como si su mente estuviera caminando en dos senderos y dijo: “Hace mucho tiempo un sabio en la Tierra me aseguró que nunca estaría sin un deseo. Comprendo ahora que me dijo la verdad. Antes deseaba ser un Maestro, ahora que lo soy, tengo un nuevo deseo, quiero ser un sirviente”.
“En el sendero que acabo de recorrer pasé a muchos; unos estaban indecisos; otros turbados; otros no podían seguir y estaban caídos. Debo regresar para ayudarlos”.
“Solo un sirviente puede ser un verdadero Maestro”, le dijo la voz en un tono tan dulce, que más bien parecía un susurro.
Esta voz siguió diciendo: “En verdad te digo, que eres mi hijo amado y en ti estoy complacido”.
“La compasión es la Ley de Leyes. En su esencia universal se encuentra el amor eterno. Abre las puertas, hijo mío y cuenta las almas que hay aquí”.
El hombre miró por largo rato y no pudo ver una sola alma. Comprendió que los Maestros, en su compasión, rechazan la bienaventuranza eterna mientras haya en el mundo un solo ser que sufre y necesite ayuda; comprendió también, que la liberación no viene por renunciar a los placeres del Mundo, sino por la renunciación a los placeres del Cielo.
La voz continuó: “Cuando regreses al Mundo, hijo mío, dile a la humanidad una sola verdad; que el Conocimiento lleva su propia responsabilidad y aquel que lo logra debe servir más, porque así como el Conocimiento nos despierta el dolor, es un dolor que termina al empezar; una madre descansa después de haber dado a luz un hijo, suspirando, llena de felicidad, atrae hacia si la criatura y murmura: ¡Ahora la vida será más fácil¡ ; por cada peregrino que renuncia a los placeres del Cielo, NACE UN SALVADOR EN LA TIERRA, terminó diciendo finalmente”.-
Tema extraído de la Revista Rayos de la Rosa Cruz.
Agradecemos al Sr. Raúl Sasia por este aporte
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