miércoles, 2 de noviembre de 2016

Naturaleza del mito

PREGUNTA Nº 165:  NATURALEZA DEL MITO
¿Considera usted que los antiguos mitos tengan valor real, o son sólo ficciones de la imaginación?

Respuesta: Los mitos contienen profundas verdades ocultas. La lucha entre la luz y las tinieblas se describe en innumerables mitos que son semejantes en cuanto a los principales detalles, aunque las circunstancias varían de acuerdo con el grado evolutivo del pueblo entre el cual los encontramos. Generalmente parecen fantásticos a la mente normal a causa de que la imagen representada es altamente simbólica, y por lo tanto fuera de tono con las realidades concretas del mundo material. Sin embargo, incorporadas en estas leyendas, están las grandes verdades que aparecen cuando son despojados de su costra de materialismo.
En primer lugar debe tenerse presente que la batalla entre la luz y la oscuridad tal como es peleada aquí en el mundo físico, no es sino la manifestación de una lucha semejante entablada también en los reinos, moral, mental y espiritual. Esta es una verdad fundamental, y aquel que desee conocer la verdad debe comprender que el mundo concreto, con todas las cosas que ahora pensamos que son tan reales, sólidas y durables, no es sino una evanescente manifestación creada por la Mente Divina y se disolverá en polvo millones de años antes de que los otros mundos, los cuales pensamos que son irreales e intangibles, se hayan disuelto de modo parecido y retornemos una vez más al seno del Padre, para descansar hasta la aurora de otro y más grande Día Cósmico.
Es particularmente en Navidad,(el autor se refiere al hemisferio norte) cuando la luz es débil y la noche larga, que la humanidad dirige su atención al Sol austral, y aguarda en actitud de expectación el momento en el que de nuevo comience su viaje hacia el norte para devolver la luz y la vida a nuestro helado hemisferio. En la Biblia leemos que Sansón, el Sol, se hizo más fuerte mientras sus cabellos o rayos crecían y sé alargaban; como los poderes de las tinieblas, los Filisteos, averiguaron el secreto de su fuerza, y le hicieron cortar sus cabellos, o rayos, para robarle su fortaleza; cómo le privaron de su luz sacándole los ojos y finalmente le mostraron en el templo del Solsticio Invernal.
Los anglosajones hablan de la victoria del Rey Jorge sobre el dragón; los teutones recuerdan cómo Beoulgo mató al dragón y cómo Sigfrido conquistó al dragón Falner. Entre los griegos encontramos a Apolo victorioso sobre la serpiente Pytón, y a Hércules sobre el dragón de los Hespérides. La mayoría de los mitos dicen únicamente la victoria del Sol recién nacido, pero hay otros que, como la historia de Sansón que acabamos de citar, y la de Hiram Abiff de la leyenda masónica, hablan también de cómo el Sol del año viejo fue vencido después de haber completado su círculo, y estuvo preparado para generar un nuevo Sol, que se levanta de las cenizas del antiguo Fénix para convertirse en el Portador de luz del año nuevo.
Es en esta clase de mito donde aprendemos el origen del muérdago, leyenda que se cuenta en Escandinavia y en Islandia, particularmente por Navidad, que es cuando el rojo acebo se mezcla para efectos decorativos con el - blanco muérdago -símbolo vago de la sangre que era escarlata por el pecado pero que se ha hecho como la nieve-. La historia dice así:
En los antiguos días en que los Dioses del Olimpo reinaban- sobre las tierras del Sur, Wotan en compañía de sus dioses dominaba en el Walhala donde los carámbanos reflejaban el Sol de invierno con todos los tintes del arco iris y el bello manto de nieve hacia brillar la noche más oscura sin la ayuda de la flamante aurora boreal. Eran una maravillosa compañía; Tyr, el Dios de la Guerra, todavía vive en nuestra memoria, y por él un día de la semana se llama Tuesday (Martes). Wotan, el más sabio entre ellos, es recordado en Wednesday (Miércoles); Thor todavía está con nosotros como el Dios de Thursday (Jueves). El era el que hacía oscilar el martillo. Cuando lanzaba su martillo en pos de los gigantes, los enemigos de Dios y del hombre, producía el trueno y el relámpago por la fuerza terrifica con la cual su martillo hería las nubes. La gentil Freya, diosa de la belleza, por la cual hemos llamado Friday (Viernes) a un día de la semana, y el traidor Loke, cuyo nombre vive en el Saturday escandinavo, son otros fragmentos presentes de una fe olvidada.
Pero no había ninguno como Baldur. Era el segundo hijo de Odín y de Freya. Era el más noble y el más gentil de los dioses, amado por toda la Naturaleza. Sobresalía entre todos los seres, no sólo en mansedumbre, sino en prudencia y elocuencia, también, y era tan hermoso y gracioso que irradiaba de él luz. En un sueño le fue revelado que su vida estaba en peligro, y esto pesaba tanto sobre su Espíritu que se apartó de la compañía de los dioses. Su madre, Freya, habiéndole persuadido finalmente a decir la causa de su melancolía, llamó a los dioses a concilio, y todos se llenaron de tristes presentimientos, porque sabían que la muerte de Baldur sería el presagio de su caída, la primera victoria de los gigantes, o poderes de las tinieblas.
Por lo tanto, Wotan echó las runas, o caracteres mágicos que eran usados para predecir el futuro, pero todo aparecía sombrío para él. No pudo obtener percepción interior. El “Vaso de la Sabiduría”, que les pudo haber servido en su necesidad, estaba a custodia de una de las Normas, las diosas del Hado, de modo que no les podía ayudar ahora. Ydun, la diosa de la salud, había sido entregada a poder de los gigantes por la astucia de Loke, el espíritu del mal, pero fue enviada una delegación a ella, con el fin de que fuese consultada sobre la naturaleza de la enfermedad que amenazaba a Baldur, si fuese tal. Sin embargo, ella contestó únicamente con lágrimas, y finalmente después de un solemne concilio de todos los dioses, fue acordado que todos los elementos, y todo ser de la naturaleza debía ser atado por medio de un juramento de no hacer daño al gentil dios. Esto se hizo y se obtuvo una promesa de todos los seres, excepto de una insignificante planta que crecía al oeste del Palacio de los dioses; pues parecía tan endeble y frágil que los dioses la creyeron inofensiva.
Sin embargo, la mente de Wotan todavía le hacia dudar de que todo estuviese correcto. Le parecía que las Normas de la buena fortuna habían huido. Por consiguiente resolvió visitar la casa de una célebre profetisa de nombre Vala. Este es el Espíritu de la tierra, y por ella supo el destino que estaba reservado a los dioses, pero no recibió consuelo de ella y retornó al Walhala más abatido que antes.
Loke, el espíritu del mal, y de la traición, era en realidad uno de los gigantes, o poderes de las tinieblas, pero parte del tiempo vivía con los dioses. Era un desertor, en quien no podía confiar, ninguno de los partidos, y por eso se desconfiaba de él, y era despreciado tanto por los dioses como por los gigantes.
Un día en que estaba sentado lamentándose de su destino, una densa nube comenzó a levantarse del océano, y después de un tiempo tomó la negra figura del Rey de los Gigantes.
Loke, con algún terror le preguntó qué le había traído hasta allí. El monarca comenzó a reprocharle el despreciable papel que él, siendo un demonio por nacimiento, estaba jugando al consentir ser el instrumento de los dioses en su guerra contra los gigantes, a quienes debía su origen. No fue por razón de afecto, que fue admitido a la sociedad de los dioses, sino porque Wotan sabía la ruina que él y su linaje estaban destinados a traerles y creyó diferir el terrible día propiciándoselo de esta manera. ~l, que por su poder y su astucia pudo haber sido un jefe en cualquiera de los dos partidos, era ahora despreciado y rechazado por todos. El Rey de los Gigantes le reprochó más todavía por haber ya frecuentemente salvado a los dioses de la ruina y aun suministrándoles armas contra los gigantes, y terminó apelando al odio que se encontraba en su pecho contra Wotan y toda su raza como prueba de que su sitio natural estaba con los gigantes.
Loke reconoció la verdad de esto y prometió su disposición para ayudar a sus hermanos por todos los medios a su alcance. El Rey de los Gigantes entonces le dijo que el momento había llegado ya de que él pudiese sellar el destino de los dioses; que si Baldur era muerto la destrucción de los dioses debía venir tarde o temprano y que el gentil Dios de la vida estaba en ese momento amenazado por algún peligro no descubierto todavía. Loke replicó que la ansiedad de los dioses había llegado a un fin, porque Freya había ligado a todas las cosas de la naturaleza por medio de un juramento de no dañar a su hijo. El sombrío monarca dijo que únicamente una cosa había sido omitida. Sin embargo lo que era esa cosa permanecía oculto en el pecho de la diosa y nadie más lo conocía. Luego se sumergió de nuevo en su negro abismo dejando a Loke entregado a sus todavía más negros pensamientos.
Loke entonces, habiendo adoptado la forma de una vieja, apareció a Freya y por medio de su astucia sacó a la diosa el fatal secreto; que confiándose en la insignificante naturaleza del muérdago había omitido tomar a éste la promesa con la cual había ligado a todos los demás seres. Loke no perdió tiempo y se dirigió al lugar donde crecía el muérdago, y arrancándolo de raíz lo dio a los enanos, quienes eran forjadores, para que hiciesen con él una flecha. Esta arma fue hecha con muchos encantamientos y cuando la flecha estuvo terminada uno pidió sangre para templarla. Un niño inmaculado fue traído, y el enano hundió la flecha en su pecho y cantó:

"The death-gasp hear,
Ho! Ho! -now'tis o'er-
Soon hardens the spear
In the babe's pure gore-
Now the barbed head feel,
Whilst the veins yet bleed,
Such a deed -such a deed-
Might harden e'en steel.

(Oye el estertor de la muerte
Ja! ja! -Ya se acabó-
Pronto se templa la flecha
En la sangre pura del niño-
Ya la barbada cabeza siente
Cómo las venas sangran todavía,
Tal proeza -tal proeza-
Puede templar hasta el mismo acero.

Mientras tanto los dioses y los valientes muertos que están con ellos reunidos para un torneo, con el fin de convencer a Baldur de cuán infundadas eran sus aprehensiones, ahora que su vida se consideraba asegurada por medio del encanto, le hacían el blanco de todas sus armas.
Loké también sé dirigió hacia allí con la flecha fatal y viendo al ciego y fuerte Dios Hoedur apartado del resto, le preguntó por qué no honraba a su hermano Baldur participando también en el juego. Hoedur se excusó a causa de su ceguera y porque no tenía arma. Entonces Loke puso la flecha encantada en sus manos y Hoedur, no sospechando la mala intención, traspasó el pecho de Baldur con la flecha de muérdago; de modo que cayó sin vida al suelo con el indecible pesar de todas las criaturas.
Baldur es él Sol del verano, amado por todo ser de la naturaleza, y en el dios ciego Hoedur, que le mata con la flecha, podemos reconocer fácilmente al signo de Sagitario, porque cuando el Sol entra en dicho signo en diciembre está casi sin luz y por consiguiente se dice que es muerto por el dios Hoedur. El arco de Sagitario, tal como es representado en el zodíaco del sur, muestra simbólicamente la misma idea de la flecha en la historia narrada en los Eddas.
La leyenda de la muerte de Baldur enseña la misma verdad cósmica que todos los otros mitos de naturaleza semejante, a saber, que el Espíritu del Sol debe morir para la gloria del Universo cuando, en su papel de Cristo (ungido), entra en la tierra para traer a ella una vida nueva, sin la cual cesarían todas las manifestaciones físicas sobre nuestro planeta. Así como la muerte precede a un nacimiento en los reinos espirituales, así también hay una muerte en el plano espiritual de la existencia antes de que pueda tener lugar un nacimiento en el cuerpo físico.
Así como Osiris, en Egipto, es muerto por Tifón, antes de que pueda nacer Horus, el Sol del Año Nuevo, así también Cristo debe morir para el mundo superior antes de poder nacer en la tierra y traernos el necesario impulso espiritual anual; pero nuestra Estación Santa no conmemora una manifestación más grande de Amor que la simbolizada por el muérdago.
Siendo físicamente el colmo de la debilidad, se adhiere a la encina, que es símbolo de fortaleza. Es la misma debilidad del más débil de los seres la que atraviesa el corazón del más noble y gentil de los dioses, de modo que, compelido por su amor a los humildes, desciende a las sombras del mundo inferior, así como Cristo, por amor a nosotros, muere en el mundo espiritual cada año y nace en nuestro planeta para que El pueda saturarlo de nuevo con Su Vida y Energía radiantes.

del libro "Filosofía Rosacruz en Preguntas y Respuestas"
 Tomo Segundo, de Max Heindel


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