sábado, 19 de noviembre de 2016

El significado Cósmico de la Pascua - SEGUNDA PARTE


Capítulo IV
EL SIGNIFICADO CÓSMICO DE LA PASCUA
SEGUNDA PARTE

El Signo de la Cruz estará en el cielo cuando el Señor venga para
juzgar. Entonces todos los servidores de la Cruz, que en vida se han conformado con el Crucificado, se acercarán al Cristo con gran resolución.
TOMÁS DE KEMPIS


Una vez más hemos llegado al acto final en el drama Cósmico que implica el descenso del Rayo Crístico Solar para penetrar en la materia de nuestra tierra, la cual es completada en el Místico Nacimiento celebrado en Navidad y la Mística Muerte y Liberación, que son celebrados poco después del Equinoccio vernal cuando el Sol del nuevo año comienza su ascenso a las más altas esferas de los cielos Norteños, habiendo derramado Su Vida para salvar a la humanidad y dar nueva Vida a todo sobre la Tierra.


En esta época del año una nueva Vida, una acrecentada energía, barre con fuerza irresistible a través de las venas y arterias de todo ser viviente, inspirándolos, infundiendo nuevas esperanzas, nueva ambición y nueva Vida, impeliéndoles a nuevas actividades por lo cual aprenden nuevas lecciones en la “escuela de la experiencia”.

Consciente e inconscientemente para los beneficiados, esta surgente energía vigoriza a todo lo que tenga Vida.

Aun la planta responde con un aumento de circulación de savia, que resulta en mayor crecimiento de las hojas, flores y frutas, de modo que esta clase de Vida se expresa en la actualidad y va evolucionando a un estado más elevado de consciencia.

Pero aunque son maravillosas estas exteriorizadas manifestaciones físicas y por gloriosa que se llame la transformación que convierte la tierra de un páramo de nieve y hielo, en un bello, floreciente jardín, cae en lo insignificante ante las actividades espirituales que corren paralelamente a éstos. Los aspectos salientes del drama Cósmico son idénticos en cuestión de tiempo con los efectos materiales del Sol en los cuatro signos zodiacales: Aries, Cáncer, Libra y Capricornio, pues los sucesos más significativos ocurren en los puntos Equinocciales y Solsticiales.

Es una verdad real y actual que “en Dios vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser”. Fuera de Él, no podríamos tener existencia, vivimos por y a través de Su Vida; nos movemos y actuamos por y a través de Su Fuerza; es Su Poder que sustenta nuestra morada, la Tierra, y sin Su incansable y constante esfuerzo, el Universo en sí se desintegraría. Se nos enseña que el hombre fue hecho a “imagen y semejanza de Dios”y se nos da a entender que de acuerdo con la Ley de analogía somos poseedores de ciertos poderes latentes en nuestro ser que son similares a los que vemos tan poderosamente expresados en la labor de la Deidad en el Universo. Esto nos da un interés particular en el drama Cósmico anual que involucra la muerte y resurrección del Sol. La Vida del Hombre-Dios, Cristo-Jesús, fue moldeada de conformidad con la historia Solar y presagia en modo similar todo lo que puede suceder al Hombre-Dios, de quien este Cristo-Jesús profetizó cuando dijo: “Las obras que yo hago, vosotros también haréis, y obras más grandes aún; adonde yo voy no podéis seguirme ahora, pero vosotros me
seguiréis después”.

La naturaleza es la expresión simbólica de Dios. No hace nada en vano ni gratuitamente, pero hay un propósito tras todo y cada acto. Por lo tanto debemos estar alertas y considerar cuidadosamente los signos en los cielos, pues tienen un profundo e importante significado referente a nuestras propias vidas. La comprensión inteligente de su propósito nos permite trabajar mucho más eficientemente con Dios y Sus maravillosos esfuerzos, para la emancipación de nuestra raza de la esclavitud a las Leyes de la naturaleza y mediante esta liberación alcanzar la máxima estatura como hijos de Dios –coronados de gloria, honor e inmortalidad– libres del poder del pecado, enfermedades y sufrimientos que, ahora constriñen nuestras Vidas, en razón de nuestra ignorancia y disconformidad con las Leyes de Dios. El Divino propósito demanda esta emancipación, pero si es de ser logrado por el largo y tedioso proceso de la evolución o por el muchísimo más rápido Sendero de la Iniciación, depende de que si estamos o no dispuestos a prestar nuestra cooperación. La mayoría de la humanidad atraviesa la Vida con “Ojos que no ven” y “Oídos que no oyen”. Están enfrascados en sus asuntos materiales; comprando y vendiendo; trabajando y jugando, sin un adecuado entendimiento o apreciación de los propósitos de la existencia, y aunque les fuere
desplegado ante sus ojos, no es de esperarse que se amoldarían, o cooperen, debido al sacrificio que implica.

No es de sorprenderse que Cristo atraiga particularmente a los pobres y que Él manifieste lo difícil que le resulte a un rico entrar en el Reino de los Cielos, pues aún hasta el día de hoy en que la humanidad ha avanzado en la “escuela de la evolución” durante dos milenios desde ese entonces, encontramos que la gran mayoría todavía valora sus casas y tierras, sus bonitos sombreros y ropas, los placeres de la sociedad, bailes y cenas más que los tesoros del cielo, que son acumulados mediante el servicio y el autosacrificio.

Aunque ellos puedan percibir intelectualmente la belleza de la Vida espiritual, su deseo se esfuma en la nada ante su vista cuando se compara con el sacrificio que implica su obtención. Como el joven rico, ellos seguirán gustosamente a Cristo si no hubiera tal exigencia de sacrificio. Ellos prefieren alejarse cuando se dan cuenta que el sacrificio es la condición precisa para poder entrar al discipulado. De manera que Pascua es sencillamente una época de gozo, porque es el fin de invierno y el comienzo de la estación de verano, con su invitación a los deportes al aire libre y a los placeres.

Pero para aquellos que han definitivamente elegido el Sendero de la abnegación que conduce a la Liberación, la Pascua es el signo anual dado a ellos como evidencia de la base Cósmica de sus esperanzas y aspiraciones.

En el Sol de Pascua, que en el Equinoccio vernal comienza a remontarse en los cielos Norteños después de haber dado Su Vida para la Tierra, tenemos el símbolo Cósmico de la veracidad de la resurrección. Al tomarse como un hecho Cósmico en relación con la Ley de analogía que conecta al Macrocosmos con el Microcosmos, es en verdad que, un día todos obtendremos la conciencia Cósmica y sabremos positivamente por propia experiencia que no hay muerte, pero lo que parece ser es solamente la transición a una más sutil esfera.

Es un símbolo anual para fortalecer nuestras almas en la tarea del obrar bien, que podamos tejer el “Manto dorado Nupcial” requerido para ser los hijos de Dios en el más alto y sagrado sentido. Es literalmente verdad que a menos que “Caminemos en la Luz, como Dios está en la Luz”, no estamos en la hermandad, pero al hacer los sacrificios y ofrendando los servicios requeridos de nosotros para auxiliar en la emancipación de nuestra raza, estamos construyendo el “Cuerpo-Alma” de radiante Luz dorada, que es la sustancia especial emanada de y por el Espíritu del Sol, el Cristo Cósmico. Cuando esta sustancia dorada nos ha cubierto con suficiente densidad, entonces podremos imitar al Sol de la Pascua y remontar a las más altas esferas. Con estos ideales firmemente fijados en nuestras mentes, la época de Pascua se convierte en la estación cuando es propicio rever nuestra Vida del precedente año y hacer nuevas resoluciones para la venidera estación a fin de promover el crecimiento de nuestra alma. Es una estación cuando el símbolo del Sol ascendente nos debería orientar hacia el agudo entendimiento del hecho que somos sólo peregrinos y extraños sobre la Tierra, que como espíritus, nuestro verdadero Hogar está en los cielos y que deberíamos esforzarnos en aprender las lecciones en esta “escuela de la Vida”, tan pronto como sea posible con un adecuado servicio. El día de Pascua marca la resurrección y Liberación del Espíritu Crístico de los reinos inferiores, y esta Liberación nos debería recordar que debemos mirar hacia el
amanecer del día que nos libere permanentemente de las redes de la materia, del cuerpo del pecado y la muerte, juntamente con todos nuestros hermanos en cautiverio. Ningún aspirante verdadero podría concebir una liberación que no incluya en igualdad de condiciones a todos.

Ésta es una tarea gigantesca, la contemplación del mismo bien puede acobardar el corazón más bravo y si estuviéramos solos no podría lograrse, pero las Divinas Jerarquías que han guiado a la humanidad en el Sendero de la evolución, desde el comienzo de nuestra carrera, están todavía activas y trabajando con nosotros desde sus Mundos Siderales, y con su ayuda, eventualmente podremos lograr esta elevación de la humanidad como un todo y obtener una comprensión individual de gloria, honor e inmortalidad.

Teniendo esta gran esperanza en nuestro fuero íntimo, esta gran misión en el mundo, trabajaremos como nunca para hacernos mejores hombres y mujeres de modo que por nuestro ejemplo podremos despertar en otros el deseo de llevar una vida que conduzca a la liberación.

del libro Temas Rosacruces UNO - 
publicado por Estudiantes de la Fraternidad Rosacruz de Max Heindel


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