jueves, 26 de febrero de 2015

El Cristo Cósmico y el plan de Redención


 El Cristo Cósmico y el plan de Redención
(Lección mensual del estudiante de septiembre de 1.970) 


Cuando  decimos  que  el  Mundo  del  Espíritu  de  Vida  es  el  Hogar  del  Cristo Cósmico, no  queremos  decir  que  Su  ministerio  esté  limitado  a  ese  Mundo.  Cristo pertenece a la oleada de vida de los Arcángeles, la humanidad del Período Solar, y había alcanzado  la unión con  el  Segundo  Aspecto  (Sabiduría)  del  Logos  Solar  Original  en dicho Período. En la aurora del Período Terrestre ya estaba preparado, junto con Jehová  el Padre, para asumir el gobierno de la evolución durante el mismo. Como arcángel, todavía poseía el átomo simiente de un cuerpo de deseos, como los otros arcángeles, y podía  manifestarse  en  tal  cuerpo cuando  lo  deseara,  pero  no  podía  crear  un  cuerpo etérico ni un cuerpo físico denso.
Aunque  el  Logos  Solar  había  creado  el  arquetipo  de  la  evolución  de  nuestro sistema solar, con sus siete Período mundiales, hasta el más pequeño átomo, a la vida evolucionante se le concedió cierta dosis de libre albedrío o Epigénesis. A causa de ello surgió una situación en el Período Lunar en la que los Luciferes se rebelaron contra el esquema  evolutivo de  Jehová.  Éste  era  un  asunto  que  tenía  que  ser  resuelto,  y  en  el tiempo  en  que alboreaba  el  Período  Terrestre,  ya  había  sido  formulado  un  plan  de salvación, mediante el  cual,  el  arcángel  Cristo  descendería  sobre  el  gran  iniciado humano  Jesús  de Nazaret,  tomando  prestados,  para  Su  ministerio,  los  dos  vehículos necesarios para una encarnación sobre el planeta Tierra: los cuerpos etérico y físico, que Jesús había llevado a un estado de casi perfección, en la medida en que tal cosa le era posible  a  un  ser  humano  de aquel  tiempo.  Él,  Jesús,  voluntariamente,  cedió  esos cuerpos,  como  a  la  muerte,  en  el Bautismo  que  tuvo  lugar  en  el  Jordán,  para  que  el arcángel  Cristo  pudiese  trabajar  por nuestra  humanidad  desde  dentro  de  ella,  y  por nuestro planeta, desde dentro del globo terráqueo.
Hay dos aspectos  del  Plan  de Redención de Cristo:  uno por medio  del cual el Mesías Jesús  y  el  arcángel  Miguel,  Espíritu  de  Raza  de  los  judíos,  deberían  llevar  al pueblo y a la nación hebrea a un nuevo patrón mundial; el otro por medio del cual el  Cristo Cósmico redimiría a toda la Humanidad y al Planeta mismo, que había llegado a cristalizarse más allá de lo previsto en el arquetipo del esquema evolutivo creado por el Logos de nuestro sistema. 
Antes de que comenzase el Período Terrestre, el Logos Solar Original se retiró y dejó  el trabajo  evolutivo  en  manos  de  los  tres  grandes  iniciados  de  los  Períodos anteriores de nuestro Gran Día de Manifestación: el Padre, Cristo y el Espíritu Santo,
Jehová. Éstos eran los vicerregentes del Logos Solar para llevar a cabo Su voluntad y Su plan. Con un proyecto tan vasto, que lo incluía todo, era natural que los videntes de todas  las naciones  tuviesen  conocimiento  de  él  y  que,  por  tanto,  se  encontrasen profecías acerca del advenimiento de un Salvador del Mundo en la literatura sagrada de todos  los  pueblos.  El Antiguo  Testamento  de  los  hebreos  conservó  algunas  de  estas profecías,, pero también se encuentran en las Sagradas Escrituras de otros pueblos, tales como los egipcios que, más de dos mil años antes de Cristo, habían profetizado ya la venida de un Rey Pastor.
Extraños y hermosos acontecimientos debían anunciar Su venida. La Cábala dice que, cuando llegase el Mesías, el arco  iris  resplandecería  con  diversos esplendores, sobrepasando  cualquier  cosa  que  la  Tierra  hubiese  nunca  visto.  Tal arco iris  es,  dice, más semejante a una aurora, que a un arco de después de la lluvia: pero es el arco iris dado como señal o promesa del Mesías, con sus tres colores primarios, que son capaces de refractarse en  muchos más. Ésta es la  Señal  del  Maestro, de la que se habla en la literatura esotérica. Representa la aureola que rodea a todo adepto humano, así como a
los ángeles y dioses. Todos los seres elevados, en la evolución de nuestro sistema solar, desarrollan  esta  triple  aureola.  Simboliza  la  triple  cubierta  del  Espíritu  Virginal  y  su reflejo en el Dorado Vestido de Bodas en los planos inferiores. Cósmicamente significa
el Triple Sol o Trinidad Solar. 

Los libros del Salvador

Durante el siglo dieciocho aparecieron en Inglaterra ciertos textos antiguos que parecían  ser las  enseñanzas  desconocidas  o  “perdidas”  de  Cristo.  Estaban  escritas  en copto, la más reciente forma de la lengua egipcia, que se escribía en caracteres griegos.
Dichos  textos  habían  sido,  aparentemente,  traducidos  al  copto  de  un  texto  griego original,  ya  que  en  ellos  hay  muchas  frases  y  modismos  que  reflejan  la influencia griega. Estos documentos forman el libro conocido popularmente como Pistis Sophia (la Fe-Sabiduría), más apropiadamente llamado, según los eruditos, El Libro del Salvador.
No hubo realmente ninguna traducción adecuada del Pistis Sophia al inglés ni a ninguna otra lengua europea hasta 1.896 en que G.R.S. Mead publicó su gran obra cuando los eruditos creían  que  los  documentos  permanecían  desconocidos,  excepto  por  algunas pocas citas publicadas por el museo que los había adquirido. Sin embargo, este período de  la  historia se caracteriza  por  un  súbito  despertar  del  interés  por  el  Cristianismo Gnóstico o esotérico, y parecía haber buenas razones para suponer que tanto el Libro de Enoc como el Pistis Sophia podían haber sido traducidos a las lenguas europeas antes de lo que creen los eruditos.
Documentos descubiertos en el siglo veinte en el Mar Muerto en Palestina y en el Nag Hammadi en Egipto, contienen doctrinas similares a las que se hallan en el Pistis Sophia,  y ofrecen  una  evidencia  de  que  verdaderamente  existió  un  cristianismo esotérico  entre  los primeros  cristianos.  El  Libro  de  Enoc  se  conocía  en  los  siglos anteriores pero, repudiado por las iglesias y sinagogas, se depositó u ocultó en criptas y cavernas. Como Pistis Sophia, el Libro de Enoc fue redescubierto en el siglo dieciocho y traducido a las lenguas modernas en el curso del siglo diecinueve o, incluso antes.
Las doctrinas del Pistis Sophia son menos conocidas que las de Enoc, pero son particularmente interesantes para el estudiante rosacruz. Allí leemos que Jesús vivió en
Palestina  y  enseñó  a  sus  discípulos  por  espacio  de  once  años  después  de la Resurrección, pero durante ese tiempo enseñó sólo los “Misterios más bajos”, es decir,
los  Misterios  Menores.  Luego,  en  el  decimoquinto  día  del  mes  de  Tybi,  el  día  de  la
Luna Llena, él y sus discípulos se reunieron al amanecer en el Monte de los Olivos y, cuando el sol salió, “surgió tras él una Potestad de gran luz, brillando intensamente…

Salió  de  la  Luz  de  las  Luces  (el  Sol  Interior)  y  salió  del  Ultimo  Misterio  (el  Padre),
desde  adentro,  sin…  y  esa  Potestad  de  Luz  descendió  sobre  Jesús  y  le rodeó enteramente…  y él brilló muy intensamente”. Cegados, los discípulos le  pidieron que 
atrajese hacia sí la Luz, de modo que pudieran verlo de nuevo. La Luz que ellos vieron cubriéndolo “emitió muchos rayos de Luz… no como otros, sino… de diversas clases, y
era de diversos tipos, desde abajo hacia arriba, un rayo más excelente que el otro… en una grande e inconmensurable aureola de luz; se extendía desde debajo de la tierra hasta el cielo…  Cuando  esa  Potestad  de  Luz  hubo  descendido  exactamente  sobre Jesús, gradualmente lo rodeó… luego ascendió o se remontó a lo alto, resplandeciendo muy 
intensamente en una luz inconmensurable. Después de tres horas, las potestades de los cielos se agitaron y todas fueron puestas en movimiento una contra otra… toda la tierra
se agitó desde la  tercera  hora de  ese  día  hasta  la  novena  hora de  la  mañana… (pero)
todos los ángeles y sus arcángeles (gobernantes) y todas las Potestades de lo alto, todas
cantaron alabanzas al Interior de los Interiores, de modo que el mundo entero oyó sus voces, sin cesar en ellas hasta la novena hora de la mañana”.
Puesto que este acontecimiento tuvo lugar once años después de la Resurrección de Cristo, parece relacionarse con las Iniciaciones del hombre Jesús quien, como dice El Concepto Rosacruz del Cosmos, recibió en devolución, del Espíritu del Sol, los átomos simiente  de  sus  cuerpos  denso  y  vital  y  construyó  un  cuerpo  vital  temporal  para funcionar en él durante algunos años, mientras enseñaba el núcleo de la nueva fe.
Pistis  Sophia  nos  dice  que  cuando,  en  esta  ocasión,  Jesús  ascendió  a  lo  alto, estaba  revestido  únicamente  de  la  aureola  inferior  pero,  cuando  descendió  de  lo  alto, estaba rodeado de una triple aureola, una por encima de la otra y cada una de ellas, más hermosa que la anterior. Esta triple aureola era, por tanto, triple halo, no simplemente tres colores, sino tres arcos iris, con rayos de brillante luz blanca irradiando a través de ellos.  Fue  entonces  cuando  Jesús  enseñó  a  sus  discípulos  los  Grandes  Misterios,  que nunca antes habían sido conocidos sobre la Tierra.
De nuevo Max Heindel  dice que, en los tiempos que siguieron, los Caballeros del Grial y los de la Tabla Redonda, los santos Druidas y los Trottes del norte de Rusia estuvieron entre las órdenes a través de las cuales trabajó el Maestro Jesús diseminando los  nuevos  Misterios  del  Cristo,  que  son  los  Misterios  Mayores  a  que  se  refiere  la Filosofía Rosacruz.
En estas Iniciaciones, Jesús fue elevado a lo alto por el Espíritu del Sol. Porque, de acuerdo con las enseñanzas de la sabiduría Occidental, el Espíritu del Sol no fue el mismo ser que el hombre Jesús. Fue el arcángel Cristo, quien tomó los cuerpos denso y etérico de Jesús en el Bautismo; fue a Él a quien se crucificó; y fue Él quien resucitó de la  tumba,  saturó  la  Tierra  con  su  aura  y  luego  ascendió  al  Sol.  Allí,  atravesó espiritualmente el Mundo del Espíritu de Vida y, en el Mundo del Espíritu Divino, se reunió  con  el  Padre,  después  de  lo  cual,  descendió  una  vez  más  a  la  Tierra,  y  ha continuado haciéndolo así desde la primera Ascensión de Pascua.
Jesús y sus discípulos participaron de los Misterios de Cristo en sus principios: contemplando la Ascensión del arcángel Cristo al Sol y su retorno en el ciclo anual, y recibiendo  de  Sus  manos  las  varias  Iniciaciones;  entrando  por  las  “puertas”  para  las cuales tenían las necesarias “vestiduras”; y llevando a cabo el “Matrimonio” o “Unión” con el correspondiente Principio Cósmico en las Grandes Iniciaciones.
Tocante a estas Iniciaciones de Cristo, leemos en el apócrifo Evangelio de Felipe (de Nag Hammadi): “Y no es posible que nadie vea a los que están establecidos, a menos que se haga como ellos. No como con el hombre cuando está en el mundo; él ve
el Sol, pero no es un sol; y ve los cielos y la tierra y todas las otras cosas, pero él no es estas cosas; así sucede con la verdad. Pero… tú ves el Espíritu (Santo) y te conviertes en el propio Espíritu (Santo). Tú ves a Cristo y te conviertes en Cristo. Tú ves al Padre y te conviertes en el Padre… Porque tú te conviertes en lo que ves”.

de Boletín Rosacruz , Nº 32     
Año 1999 Tercer trimestre (Julio Setiembre) Fraternidad Rosacruz  Max  Heindel - Madrid


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