Altruismo
(Lección mensual del estudiante de diciembre de 1.970)
Cuando Max Heindel habló acerca de Cristo, usó a menudo la palabra “altruismo”.
El ideal de la humanidad en el pasado había sido que la fuerza era un derecho, perpetuando la ley de la supervivencia del más apto. En efecto, hace cincuenta años, la gente de los países civilizados aceptaba todavía esa idea, sin comprender que eso pertenecía únicamente a la forma que el espíritu ocupa. El promover el bienestar de los débiles y enfermos era considerado como una señal de debilidad y, si alguien trataba de usurpar lo que otro llamaba “sus derechos”, éste se consideraba legitimado para en dar los pasos necesarios para eliminar al intruso.
El interés personal, aunque desarrollado inconscientemente, tuvo que ser importante durante la involución porque, de otro modo, no hubiéramos desarrollado tantas cosas como ahora tenemos. En el pasado, todos los esfuerzos habían estado
concentrados en producir vehículos que el espíritu pudiese usar para su desarrollo, desde una Chispa Divina a una Llama Creadora Divina. Y el conocimiento así acumulado será la base de nuestro futuro trabajo creador.
El egoísmo, tal como lo conocemos, no apareció hasta que surgimos de la atmósfera acuosa de la Atlántida. Comenzamos a vernos nosotros mismos como seres separados que, aparentemente estábamos comenzando a hacer valer nuestros deseos personales, en lugar de vernos como uno solo, como sucedía cuando nuestra conciencia estaba enfocada en los mundos internos. Nos hicimos avaros y quisimos poseer bienes porque, bajo Jehová, esas posesiones se convirtieron en señales exteriores de que estábamos viviendo de acuerdo con Sus leyes.
Respondiendo al rayo marciano, aceptamos un modo de vivir brusco y egoísta, pero, posteriormente, aprendimos a responder al rayo venusiano y expresamos alguna belleza y ternura en nuestras expresiones y relaciones; y, aunque todavía éramos codiciosos, ya no éramos tan brutales. El rayo de Urano nos ayudará a amar en un nivel muy superior, amando inegoístamente, sin exigir reciprocidad, amando porque hacerlo así es lo correcto; expresando un amor semejante al de Cristo, abarcándolo todo con compasión y anhelo.
Los grandes cambios ocurren lentamente. El altruismo había estado latente hasta el momento en que Cristo obtuvo completa posesión de la Tierra, cuando Su sangre fluyó sobre el Gólgota. Desde ese momento, el principio del altruismo comenzó su fermentadora labor en toda la humanidad y, muy gradualmente, aumentamos nuestra
área de interés para incluir a alguien más y estar atentos a las necesidades de los demás.
Cuando comenzamos nuestra jornada evolutiva, como Espíritus Virginales, en el Período de Saturno, la humanidad fue bombardeada por los Señores de la Llama con la idea del germen del cuerpo físico, desde fuera del oscuro globo de Saturno. En cambio, ahora, nosotros, como Egos conscientes de nosotros mismos, estamos siendo saturados desde dentro, con una fuerza divina que estimula nuestro lentamente creciente espíritu altruista, atributo crístico, como preparación para nuestro desarrollo futuro. A medida que el tiempo pasa, Cristo, por medio de Su benéfico ministerio, atrae más y más éter interplanetario a la Tierra. Haciendo así su cuerpo vital más luminoso, acabaremos caminando en un mar de luz y, cuando abandonemos nuestros caminos de egoísmo gracias al contacto con estas benéficas vibraciones crísticas, también nosotros nos haremos luminosos.
Puede decirse con relación a la aurora boreal y a sus efectos sobre nosotros, que sus rayos están siendo irradiados por todos los rincones de la Tierra, que es el cuerpo de Cristo, desde el centro a la periferia y que, en las partes habitadas del mundo, son absorbidos por la humanidad, igual que los rayos de los espíritus-grupo vegetales son
absorbidos por la flor. Estos rayos constituyen el “impulso interno” que está, lenta pero inevitablemente, impeliendo a la humanidad a adoptar una actitud de altruismo. Son rayos impregnantes que hacen fructificar el alma hasta que, finalmente, tenga lugar la
Inmaculada concepción y Cristo nazca dentro de cada uno de nosotros. Cuando todos hayamos sido impregnados perfectamente de esta manera, la luz de Cristo comenzará a irradiar de nosotros. Entonces “andaremos en la luz como Él, que está en la luz”.
El cuerpo vital es el punto de partida de la respuesta de nuestra conciencia a esta influencia comparativamente nueva, ya que es la contraparte del Espíritu de Vida. Por eso, a medida que aprendemos a usar y desarrollar nuestro cuerpo vital, cultivamos cualidades anímicas que son usadas por el Ego.
La sangre es la más elevada expresión del cuerpo vital. En la humanidad ordinaria, los músculos involuntarios del corazón no están bajo el control de la voluntad. Lo mismo que digerimos nuestro alimento y respiramos sin esfuerzo consciente. Pero, a medida que la humanidad avance, los músculos cardíacos, de fibras estriadas, comenzarán a adquirir protagonismo en la proporción en que vayamos
espiritualizándonos y, en consecuencia, tendremos más control sobre la función del corazón. En la actualidad no tenemos suficiente conocimiento que nos permita un
control consciente y, si alguien lo intentase ignorantemente, probablemente moriría.
Conforma la sangre pasa por el corazón, ciclo tras ciclo, hora tras hora, a través de toda la vida, graba en el átomo-simiente las escenas que transporta, mientras están todavía frescas, llevando a cabo, de esta manera, un registro fiel de la vida, que queda impresa de modo indeleble sobre el cuerpo de deseos en la existencia post mortem.
El corazón está siempre en estrecho contacto con el Espíritu de Vida, el espíritu del amor y la unidad. Por eso es el hogar del amor altruista.
El Espíritu de Vida es el hogar de Cristo. Cuanto más puro nuestro amor hacia los demás, más elevadas serán las escenas grabadas sobre el átomo-simiente y más doradas las cualidades del alma.
Una persona desarrollada espiritualmente puede controlar la circulación de su sangre y, si es acometido por pensamientos egoístas, puede retirar su sangre de esa área.
Como resultado, los puntos cerebrales afectados se atrofiarán gradualmente. O sea, que nuestros esfuerzos por desviar nuestra mente de los pensamientos destructivos e impuros hacia pensamientos puros, iniciará el retiro de sangre del hemisferio izquierdo del cerebro. Porque, recuérdese que, muchas veces, pensamientos errantes vagan descuidadamente a través de nuestra mente sin la más ligera resistencia por nuestra
parte. Y es interesante que, a su debido tiempo, la circulación de la sangre pase al control absoluto del Ego, bajo le égida del unificante Espíritu de Vida. Es sólo por
medio de la completa emancipación de la vida completamente egoísta, a través de la
actitud motivada por el Amor de Cristo, como el hombre se elevará por encima de la ley y se verá libre de ella, debido a que vivirá perfectamente dentro de ella.
Con el fin de iniciar este trabajo, comenzamos por desarrollar sólo los hábitos más útiles, purificando el cuerpo vital por medio de intereses que eleven el espíritu, inspirando dentro de nosotros una actitud devocional. Tenemos que comprender que esto sólo puede lograrse mediante hábitos puros, deseos purificados y pensamientos desarrollados a lo largo de lineamientos, tanto afectivos como meditativos.
Cuando estemos listos para dar el siguiente paso en nuestra evolución, seremos
asistidos por grandes Potestades que emitirán los estímulos necesarios. En el pasado, las
influencias de Saturno nos obligaron a llegar a nuestro presente punto de civilización. Júpiter contribuye ahora al impulso más reciente despertado por el derramamiento de la sangre de Cristo. Sus rayos estimulan nuestra mente superior, la ente escudriñadora, que llega más allá de lo material y, con el tiempo, nos hará superhombres.
Una de las facultades del Espíritu de Vida es la intuición, cuyo cultivo es esencial porque es la comunicación directa del espíritu con el corazón, sin pasar por la mente interrogante ni por el cuerpo de deseos. Esta facultad espiritual está presente por igual en hombres y en mujeres, pero se expresa mejor en Egos encarnados en cuerpo femenino, porque la contraparte del Espíritu de Vida es el cuerpo vital y éste es positivo en la mujer. Mediante la manifestación en un cuerpo femenino, un Ego puede, en la actualidad, responder más intensamente a esta cualidad altruista pero, con el tiempo, el mundo se amalgamará en una Hermandad Universal de amor, sin tener en cuenta ni sexo ni raza ni color.
El altruismo es un poderoso factor para alcanzar la Iniciación. La vida superior no comienza hasta que no empieza el trabajo sobre el cuerpo vital, y el medio de activar las fuerzas internas es el amor inegoísta.
de Boletín Rosacruz , Nº 34
Año 2000 Primer trimestre (Enero-Marzo) Fraternidad Rosacruz Max Heindel - Madrid
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