LECCIÓN V
RAZONES POR LAS CUALES
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En el primitivo desarrollo de la humanidad todos eran clarividentes involuntariamente a causa del débil lazo que existía entre el cuerpo vital y el denso. Desde entonces estos cuerpos se han compenetrado mucho más íntimamente en la mayoría de la gente, pero en todas las personas sensitivas, el lazo es todavía poco firme. Es esta flojedad de conexión lo que constituye la diferencia entre las personas psíquicas y las corrientes, las cuales son inconscientes de toda clase de vibraciones que no se perciben por los cinco sentidos.
Hay dos clases de sensitivos: aquellos que no están aún firmemente enmarañados en la materia, como son las razas inferiores, y aquellos otros que están en la vanguardia de la evolución. Estos últimos se pueden dividir en dos grados: en primer término, los que por propia voluntad están desarrollando la fuerza vibratoria de los órganos que ahora están unidos con el sistema nervioso voluntario y que así se convierten en clarividentes voluntarios, o en ocultistas; los centros sensoriales de sus cuerpos de deseos están produciendo un tejido en la forma del movimiento de un reloj. En segundo término, aquellos que están desarrollándose de una manera pasiva, de débil voluntad. Ellos despiertan otra vez el plexus solar a otros órganos unidos con el sistema nervioso involuntario, y desarrollan un estado de conciencia de los planos inferiores en forma de imagen en espejo, semejante al que poseían los hombres de la época lemúrica. Los centros sensoriales de sus cuerpos de deseos están tornando en un sentido de reloj al revés. Así ellos se convierten en clarividentes involuntarios o médiums que no tienen ningún control sobre la facultad de clarividencia.
Los del segundo grado son a menudo las víctimas de espíritus inferiores terrestres, que se encargan, del papel de “guías de espíritus” y desarrollan a sus víctimas para ser “médiums de trance”; o si la unión entre los cuerpos denso y vital del médium es particularmente floja, la desarrollan para ser “un médium de materializacion”. Espíritus de una naturaleza sumamente etérica generalmente no ejercen el control sobre un médium; son más bien espíritus inferiores y terrestres los que se encargan de esto.
La muerte no tiene poder de transformación; el pecador no se convierte en santo ni el ignorante en sabio. Resulta un aspecto patético para el clarividente entrenado, el ver la imposición ejercida sobre muchas personas sensitivas por el control de espíritus que carecen de experiencia.
El sabio control de espíritus manipula los órganos del lenguaje u otras partes del cuerpo desde fuera; pero el espíritu sin experiencia alguna entra y toma posesión del cuerpo, de tal modo que no puede salir de él cuando quiere. Entonces el Ego ha perdido su cuerpo y su personalidad cambia completamente. En este caso es cuando se dice: éste es otro.
Los elementales, una clase de espíritus inferiores al hombre, muchas veces se posesionan de cuerpos de deseos desechados de seres humanos inferiores, y entonces accionan sobre los médium como espíritus de control. En la materialización de espíritus el éter del cuerpo vital del médium se saca a través del bazo, y es usado como base de la materialización, atrayendo hacia él partículas de polvo para darle visibilidad. La vitalidad del médium es seriamente debilitada por este procedimiento, ocasionándole un extremo agotamiento, y muchas veces induce al médium a emplear estimulantes y drogas.
Algunas veces, espíritus del mal se hacen pasar por santos durante muchos años, sólo para poder posesionarse de sus víctimas. Generalmente les gusta causar a sus víctimas toda clase de dificultades y perjuicios, después de lo cual las más de las veces las abandonan a su triste destino.
Después de haber dominado a un médium durante toda la vida, este control puede a la muerte desposeerle de los vehículos que contienen la experiencia de su vida y retenerlos durante siglos, retrasando así terriblemente al Ego en su evolución. Por consiguiente, aconsejamos mucho a todos nuestros estudiantes que nunca consientan ser guiados o controlados por espíritus que ellos no pueden ver y sobre los cuales no saben nada. Es necesario no abandonar jamás el control de sí mismo.
En el caso del hipnotismo, el hipnotizador obtiene un control sobre su víctima, induciéndole primeramente a hacerse perfectamente negativo o pasivo. Entonces el hipnotizador empieza a trabajar sobre la cabeza del cuerpo vital del sujeto, oprimiéndola de tal modo que baja a través de la cabeza física y queda arrollado en rollos espesos alrededor del cuello. El contacto entre el Ego y el cuerpo denso, queda así cortado lo mismo que durante el sueño. Entonces la cabeza física se llena con éter del cuerpo vital del hipnotizador. De este modo él obtiene poder sobre su sujeto, porque gracias al contacto así establecido, puede transmitir órdenes y obligar a la persona hipnotizada a cumplir su voluntad. Cuando un hipnotizador ha establecido una vez contacto con su sujeto, lo puede mantener todo el tiempo que quiera, y la víctima puede ser sometida completamente a su dominio, independientemente de toda distancia. Sólo la muerte puede romper este contacto. No es de ningún modo recomendable el asistir a sesiones espiritistas o demostraciones hipnóticas porque existe el peligro de que algún espíritu inferior se apegue a nosotros y nos cause muchas molestias. Tampoco es recomendable el quemar incienso, porque al inhalarlo, inhalamos a la vez a espíritus elementales que nos incitan al sensualismo y a prácticas negativas que pueden retardar nuestro desarrollo espiritual.
Hay una manera de proceder por la cual todos pueden protegerse contra influencias y dominaciones externas. Si vivimos una vida de pureza y nuestros días están empleados en actos de servicio hacia Dios y los hombres, nuestros pensamientos y actos son una naturaleza pura y noble. Así aumentamos y convertimos en positivos nuestros vehículos más finos, de manera que ninguna entidad de fuera puede forzar la entrada en nuestra aura ni ejercer control cualquiera sobre nosotros. También construimos así el cuerpo del alma, los dos éteres superiores, que constituye una fuerza radiante espiritual que ninguna entidad de fuera puede atravesar.
El objeto del método Rosacruz de desarrollo es precisamente el de emancipar al alumno de la dependencia de otros y de obtener que confíe en sí mismo en el más alto grado.
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